DIFUSIÓN E INSTITUCIONALIZACIÓN DEL MOVIMIENTO DE
RECUPERACIÓN DE FUENTES DE TRABAJO EN ARGENTINA
DISSEMINATION AND INSTITUTIONALIZATION OF THE MOVEMENT TO
RETRIEVE SOURCES OF EMPLOYMENT IN ARGENTINA
RESUMEN:
El artículo analiza una modalidad específica de lucha que se sitúa en el contexto de las variadas formas de conflicto que se han venido suscitando en los últimos veinte años en el país y en la región. Combinando distintas fuentes de información, explica su emergencia y difusión haciendo hincapié en la experiencia de la historia que tuvieron sus protagonistas. Esto les permitió cuestionar las transformaciones del mundo del trabajo e interpelar a distintos agentes para colocar el derecho al trabajo por encima del derecho de propiedad y hacerse con los medios de producción para gestionar las fábricas de manera más horizontal y democrática. Asimismo, se refiere a la institucionalización y aborda algunos de los desafíos de un movimiento cuyo final permanece abierto, aun cuando su instalación lo ubica como una forma posible de acción colectiva de los trabajadores cuando las empresas se encuentran en crisis.
PALABRAS CLAVE: mundo del trabajo, fábricas recuperadas, cooperativas, movimientos sociales.ABSTRACT:
This article analyzes a specific form of struggle that exists within the context of the various forms of conflict that have been emerging in the last twenty years both in Argentina and the region. Combining different sources of information, it explains the emergence and dissemination of these conflicts, emphasizing the way in which the protagonists experienced them. This enabled them to question transformations in the work sphere and address different agents in order to place the right to work over and above property rights, and gain control over the means of production so that factories could be managed in a more horizontal and democratic way. The article also addresses institutionalization, and some of the challenges of a movement that remains open-ended, even though its origin places it as a possible form of collective workers’ action for times when companies go into crisis.
KEY WORDS:
work sphere, retrieved factories, co-ops, social movements.
Este es un libro acerca de unos campesinos que no querían
cambiar, por eso hicieron una revolución
Womack (1968)
Las empresas y fábricas manejadas por sus trabajadores con prescindencia de empresarios constituyen un
fenómeno latinoamericano situado en el contexto de las variadas formas de conflicto que se han venido
suscitando en los últimos veinte años en la región. En cuanto tales, manifiestan
tendencias, señalan tensiones y abren interrogantes que pueden enriquecer los debates académicos,
político-institucionales y de activistas-militantes sobre las modalidades emergentes de lucha,
prácticas y acciones colectivas y sobre las posibilidades en torno a la constitución de
experiencias socio-productivas alternas que conviven con y/o disputan a las formas capitalistas predominantes.
Ante la tendencia histórica de la economía capitalista de reducir el volumen de trabajadores
asalariados (a partir de la incorporación de procesos productivos mecanizados y automatizados y de las
cada vez más recurrentes crisis financieras internacionales) han ido emergiendo en las últimas
décadas una serie de experiencias de trabajo asociativo y autogestivo para la producción y
reproducción ante la incapacidad de Estado y mercado de garantizar derechos económicos, sociales,
políticos, culturales y ambientales conquistados décadas atrás. Se trata de formas variadas
de organizaciones protagonizadas por sujetos también diversos en sus historias, identificaciones
culturales, grupos étnicos, edades, géneros.
Aquí nos referimos a un universo particular dentro de este universo más amplio, el de las
denominadas «fábricas o empresas recuperadas». Asimismo, centramos nuestro análisis en
el caso argentino, aunque existen procesos como estos sobre todo en Brasil, Uruguay y Venezuela y hay casos
aislados en México y en muchos otros países de América Latina y el mundo.
En Argentina el término «empresa recuperada» provino de una de las principales organizaciones
que las reúnen y se refiere a las acciones y prácticas desarrolladas por los grupos de
trabajadores que, apoyados por diferentes agentes y colectivos sociales, preservaron la fuente de trabajo y,
paralelamente, asumieron la gestión de la producción, mayoritariamente a partir de la
creación de cooperativas de trabajo.
La insistente y a veces enfática diferenciación entre nuevos y viejos actores sociales se ve
profundamente desafiada por los rasgos de individuos y grupos que, ante una crisis tan profunda y generalizada
como la que vivió Argentina a principios de este siglo, emprendieron acciones novedosas que terminaron
cuestionando profundamente el orden – fundamentalmente la propiedad de los medios de
producción–, no para convertirse en otros sino para poder seguir siendo quienes eran: trabajadores
con una larga tradición e historia cuya identidad estaba amenazada de muerte. ¿Cómo
lograron formularse y difundirse una serie de acciones y prácticas económicas,
jurídico-políticas y simbólicas? ¿Cómo entender la conformación de una
forma socio-productiva que ha logrado institucionalizarse y a partir de la cual actualmente más de 200
unidades productivas experimentan cotidianamente procesos autogestionarios?
En este artículo argumentamos que para explicar la difusión e institucionalización de las
recuperaciones se requiere entender cómo los protagonistas de estas experiencias vivieron, procesaron y
articularon las transformaciones provocadas por dos temporalidades: por un lado, los continuos cambios en las
instituciones que regulaban el mundo del trabajo en una sociedad como la argentina donde los derechos del
trabajador han sido centrales como soporte de la identidad social y política; por el otro, las
metamorfosis provocadas por un estado de ánimo muy particular suscitado por una crisis profunda y
extendida que tuvo su punto más crítico a principios del presente siglo.
La combinación y articulación de estas temporalidades y la experiencia de la historia que tuvieron
sus protagonistas y otros agentes sociales y políticos que los apoyaron, facilitaron la difusión
de una forma socio-productiva con características particulares que plantea colocar el derecho al trabajo
por encima del derecho de propiedad y en la que los trabajadores dotados de los medios de producción
ejercen cotidianamente el control del proceso productivo a partir de prácticas más horizontales y
equitativas. La institucionalización de este movimiento y sus desafíos actuales aún
permanecen abiertos, pues, lejos de ser algo estático, la denominada «fábrica
recuperada» es una forma socioproductivadinámica y en disputa (Gracia 2011), aun cuando su
perdurabilidad e instalación permiten hablar de una forma posible de acción colectiva de los
trabajadores cuando las empresas o fábricas se encuentran en crisis (Gracia y Cavaliere 2007,
Rebón y Salgado 2009, Programa Facultad Abierta, 2010).
Para desarrollar los argumentos utilizaré conceptos provenientes de la literatura de movimientos sociales
y de los estudios del trabajo que ciertamente están estimulados e influenciados por las discusiones
iniciadas hace décadas a partir de la emergencia de un nuevo modo de acumulación a nivel mundial y
sus impactos en las fuerzas de trabajo, en los modos de intervención estatal y en las formas emergentes
de acción colectiva.
La información primaria utilizada proviene de un amplio trabajo de investigación en terreno
desarrollado en 36 unidades productivas situadas en la ciudad y provincia de Buenos Aires, República de
Argentina, cuyos trabajadores protagonizaron procesos de lucha y resistencia y posteriormente se hicieron cargo
de la producción.2 Casi todas las unidades productivas estudiadas pertenecen al sector industrial y la
mayor parte son metalúrgicas (37.5%) aunque también se registran fábricas alimenticias
(15.6%), ceramistas (9.4%) y del vidrio y caucho (9.4%). El resto se ubica en el sector textil (6.3%),
químico (6.3%) y en los servicios de salud (6.3%). También estudiamos una fábrica en el
sector eléctrico y otra en el de muebles, así como un frigorífico. Entre las
fábricas encuestadas y entrevistadas existe una gran heterogeneidad. Mientras algunas han sido
líderes en su ramo –como una de ingredientes para la elaboración de helados,
repostería y chocolatería que llegó a tener casi 75% del mercado, un frigorífico que
fue uno de los más importantes del país hasta comienzos de los años noventa o una que era
la mayor fabricante de sopletes del país–, otras venían perdiendo su posición y
competitividad en el mercado desde hacía mucho tiempo. Finalmente, aun si al momento de la
recuperación la mayoría se ubicaba dentro del universo de las pequeñas y medianas empresas,
si contemplamos su evolución notamos que en su momento de máxima expansión tenían,
en promedio, 216 trabajadores, es decir, no pertenecían al sector PyME.
Los grandes movimientos también nacen en forma de núcleos, al principio relativamente
pequeños, de individuos que manifiestan una especial forma de solidaridad […] Lo común
que se encuentra en los núcleos de los movimientos que se están formando es el «estado
naciente»
Alberoni (1981: 41)
La estimación del universo de fábricas recuperadas para el año 2010 es de entre 205
(Programa Facultad Abierta 2010) y 280 (OSERA 2010) con la participación de unos 10 mil trabajadores
distribuidos en las distintas provincias del país, aunque con mayor concentración en la ciudad
de Buenos Aires y en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, es decir, en las zonas
suburbanas que habían alojado la concentración industrial más importante en
décadas pasadas. En mucho menor medida, se han seguido recuperando fábricas hasta la actualidad
y más recientemente los casos han ido teniendo más peso en otras provincias (estados) del
país.
Las experiencias de recuperación se difundieron y conectaron en el contexto de la crisis más
profunda y generalizada experimentada por la sociedad argentina en los últimos tiempos, que se
extendió desde las jornadas de diciembre de 2001 hasta las elecciones y la asunción de
Néstor Kirschner al gobierno, en 2003 (en cuyo intermedio se dio la renuncia del entonces presidente y
la sucesión de otros cuatro interinos en un lapso de 10 días). Aunque desde mediados de los
años noventa del siglo pasado se observan casos aislados,3 la mayoría surgió en
2002-2003.
En el contexto de la crisis, la retención de los depósitos bancarios, la falta de liquidez del
sistema y la posterior declaración de estado de sitio debilitaron de tal manera los mecanismos de
control social que una gran diversidad de actores, políticos y activistas de distintos niveles pudieron
comenzar a problematizar, en diversos espacios cotidianos, los marcos de referencia para la acción que
hasta entonces parecían incuestionables, que iban desde temáticas como la reestatización
de los servicios públicos privatizados y los debates sobre la política monetaria a las
discusiones sobre cómo garantizar salud y educación para todos y la necesidad de generar mayor
participación ciudadana en la toma de decisiones mediante formas de democracia directa. Así se
estimuló la emergencia de una solidaridad alternativa propia de un estado de lo social que,
siguiendo la categoría del sociólogo italiano Francesco Alberoni, podemos nombrar como de
estado naciente; esto propició que los trabajadores, apoyados por una serie de colectivos,
fueran abriendo e instituyendo un campo de experimentación social de prácticas
productivas, políticas, económicas, jurídicas y simbólicas que no están
exentas de tensiones y conflictos (Gracia 2011).
Independientemente de su tradición intelectual, la mayoría de los teóricos que abordan
problemas ligados a la acción colectiva coinciden en que, para que ésta ocurra, no es suficiente
que se den las condiciones estructurales o una situación de injusticia sino que es necesario que exista
un conflicto que oponga a los actores que disputan recursos materiales o simbólicos y que exista
solidaridadentre ellos (Melucci 1999, Tilly 1978). Mientras que para Charles Tilly la solidaridad es una
precondición para que se produzca la organización del grupo, para Alberto Melucci y para
Francesco Alberoni ésta se explora, maximiza y expande durante la acción y se relaciona con la
capacidad que tienen los actores de percibir los factores de tipo coyuntural que la facilitan.
El concepto de estado naciente formulado por Alberoni hace referencia a un estado de
transición de lo social constituido por una solidaridad alternativa y una exploración de las
fronteras de lo posible que busca maximizar la solidaridad emergente en cierto momento histórico. Esta
«experiencia fundamental» que «el grupo, en su acción teórico práctica,
sintetiza con los datos históricos culturales del tiempo» (1981: 43) se puede definir en
oposición al momento institucional.
«Con su iniciación, se interrumpen las características de las relaciones sociales
institucionales y las formas de la vida cotidiana, y el subsistema social que ellas implican entra en un nuevo
estado con propiedades particulares» (Alberoni 1981: 42). Las interraciones de este estado «no
respetan la estructura de los cupos de las interacciones o de las disyunciones institucionales del estado de
equilibrio» (Alberoni 1981: 71).
Lo anterior no significa que el autor identifique o reduzca estos dos estados de lo social a dicotomías
como inconsciente-consciente o irracional-racional, sino más bien que busca las relaciones entre el
momento de la invención social y el momento de la cotidianidad. La institucionalización tiene la
doble función de extinguir el estado naciente y asegurar de otra manera su continuación, pues es
la guardiana de la promesa y esperanza del estado naciente –que se concretiza justamente con ella–
y, al mismo tiempo, constituye su traición.
FORMACIÓN DEL GRUPO EN ESTADO NACIENTE
Lo que se terminó llamando «fábrica recuperada» encontró su génesis en
los colectivos de trabajo que laboraban en la misma empresa o fábrica. Entre algunos de los
trabajadores de esos colectivos se fueron dando experiencias que surgieron cuando se resquebrajaron las
fuerzas que garantizaban la cohesión y el control social en la fábrica y que fueron coadyuvando
a la construcción de otro tipo de solidaridad y de vínculos.
Para poder abarcar las acciones prácticas de los trabajadores que recuperaron las fábricas donde
habían trabajado durante años, así como otras respuestas de las clases populares de
gestión colectiva del trabajo surgidas en nuestra región, es necesario ubicarlas en un periodo
histórico más amplio que el de la crisis de 2001, situarlas en el marco de las mutaciones del
capitalismo periférico globalizado y de la crisis, desestructuración y transformación de
las instituciones y relaciones sociales que otrora regulaban el mundo del trabajo (Merklen 2005, Gracia 2011).
Desde mediados de los años setenta del siglo pasado se venían dando cambios en los ejes del
conflicto y en la relación laboral. Uno de los efectos más perversos del proceso de
reestructuración neoliberal fue el aumento de la desocupación abierta y encubierta, así
como el incremento del subempleo, la precariedad, la pobreza y la desigualdad.4 De ser una sociedad en la que,
hasta los años ochenta del siglo pasado, casi 75% de la población activa estaba involucrada en
una relación salarial esa proporción se redujo a un tercio de dicha población (Merklen
2005: 79). La desocupación – que comenzó a crecer en 1993– llegó casi a
triplicar, desde 1995, los niveles históricamente reconocidos como normales en Argentina. En el
año 2002, la tasa de desocupación trepó a 20.5%. La fuerte escalada del desempleo y el
subempleo no sólo llegó a generar problemas laborales a 35% de los trabajadores, sino que
coadyuvó a mantener los salarios deprimidos.
Junto a la pérdida de puestos de trabajo (la ocupación industrial se redujo en 35%) y la
disminución del valor agregado, se observó una expansión en el volumen físico de
la producción como resultado de la reconversión productiva causada por la incorporación
de nuevas tecnologías, los procesos de desverticalización y terciariarización y la
expansión de la jornada laboral. En el periodo 1989-2000 el volumen físico de la
producción se incrementó en 21.8%. Este aumento, con salarios deprimidos, significó una
gran transferencia de recursos del trabajo al capital –sólo 100 empresas arrojaron 50% de la
producción–, mientras esta gran concentración tuvo como contraparte el cierre de miles de
pequeñas y medianas empresas.
En este escenario, la reforma laboral realizada durante la década de los noventa del siglo pasado en
materia de derecho individual y colectivo de trabajo contribuyó al debilitamiento, fragmentación
y heterogeneización de la clase trabajadora. De esta manera, la conflictividad de carácter
ofensivo que la caracterizó durante el periodo de sustitución de importaciones adquirió,
sobre todo a partir de la década de los noventa, matices más defensivos que no apuntaban a la
negociación de contratos colectivos y la demanda de aumentos salariales sino al reclamo por
suspensiones, salarios atrasados y despidos (Fajn 2003: 21). También se desplazó el
ámbito de aplicación del conflicto desde la rama de actividad hacia la empresa (Maceira y
Spaltemberg 2001), lo cual puso en evidencia la heterogeneidad histórica gremial en variables como el
tamaño del establecimiento, la rama de actividad y la tradición organizacional, fortaleciendo
prácticas de organización y acción colectiva de base (delegados de planta) (Davolos y
Perelman 2004), que fueron muy importantes en las recuperaciones.
Este horizonte laboral dista mucho del que había construido la identidad laboral de quienes recuperaron
sus fábricas. Los trabajadores de las fábricas recuperadas pertenecen, en su mayoría, a
la rama industrial, es decir, son los con que cuentan con una mayor experiencia organizativa, fundamentalmente
sindical. En el caso de las fábricas analizadas, 77% de los trabajadores estaban sindicalizados antes
de la recuperación. Se trata de un perfil de trabajador estable asalariado de la pequeña y
mediana industria, con antigüedad en la empresa, perfil que les otorgaba el «orgullo» de
pertenecer a la clase trabajadora cuyo estatuto y derechos habían sido construidos durante la
presidencia de Juan Domingo Perón (1945-1955).
Si nos remitimos a los procesos previos a las recuperaciones, durante la década de los noventa del
siglo pasado hubo un importante achicamiento de la plantilla en las fábricas estudiadas. El proceso de
racionalización del empleo se dio a partir de suspensiones y despidos. En relación con esto, uno
de los ex delegados de planta relata: «Cuando empezaron los conflictos por despidos venía el
sindicato y decía que eso era lo más conveniente porque la empresa no podría continuar.
Entonces, antes que se cierren las fábricas, que estemos todos afuera, teníamos que aceptar,
[aunque] nos dolía en el alma» (entrevista a ex delegado de planta, mayo de 2005).
Estas palabras son indicativas de cómo la inestabilidad laboral entre los trabajadores ocupados se
transformó en una angustiosa vivencia cotidiana en la que los sindicatos fueron impotentes para
defender los puestos de trabajo. Los despidos de los compañeros de fábrica, el desempleo
estructural, el aumento del desempleo de largo plazo y el desempleo repetitivo ejercieron una importante
violencia simbólica5 que llevó a los trabajadores a aceptar suspensiones, retrasos y
falta de pago y disminución del salario (no solo la pérdida de su poder adquisitivo). En las
fábricas recuperadas analizadas, más de 80% experimentó reducciones salariales desde
mediados de la década de los noventa, muchas veces como consecuencia de suspensiones y/o
reducción del horario (29%). Asimismo, casi todas las empresas contrajeron deudas salariales con los
trabajadores.
Así, la pérdida del trabajo representa una amenaza hacia la propia identidad pues una vez que se
pierde tal condición, se pasa a la categoría social de desempleado, de la cual es difícil
regresar, sobre todo considerando el perfil de trabajador predominante en estas empresas, cuya edad promedio
de 47 años era mayor a la población económicamente activa
(PEA) del periodo.
Yo como delegado, amigo y compañero, veía que los compañeros no se reincorporaban al
sistema laboral. Veía a mis compañeros en el barrio, que la estaban pasando muy mal, que no
conseguían trabajo tenían que salir a buscar changa… todavía no estaba el tema de
los cartoneros, porque vinieron después, pero igual salían a buscar cualquier cosa. Para
mí pasó a ser un tema muy fuerte, yo veía que el compañero que se iba despedido no
tenía una solución y me asustaba mucho (entrevista a ex delegado de planta, mayo de 2005).
En este contexto, ante la amenaza de cierre o pérdida de la fuente de trabajo, las estrategias de lucha
convergieron en la defensa de la fábrica y de sus maquinarias y, de acuerdo con los niveles de
conflictividad, adoptaron distintas formas. En algunos casos pudieron negociar con los antiguos dueños
el alquiler judicial de la planta y/o de las maquinarias,6 lo cual tampoco estuvo exento de conflictos e
implicó que los trabajadores tuvieran que ir desarrollando una silenciosa lucha de tácticas y
estrategias judiciales. En otros casos los trabajadores buscaron presionar a las autoridades y evitar que los
empresarios se llevaran las maquinarias y materias primas que quedaban, estableciendo un campamento en las
inmediaciones de la fábrica7 u ocupando sus instalaciones,8 con lo cual en ocasiones tuvieron que
enfrentarse con las fuerzas policiales que intentaron desalojarlos.
Si bien hubo distintos tipo de situaciones, en la mayoría de los casos de recuperación las
acciones de los empresarios (abandono, venta de máquinas, convocatoria de acreedores o quiebra, a
menudo fraudulenta) se realizaron sin previo aviso, desentendiéndose del pago de las deudas salariales
y de seguridad social contraídas en los meses anteriores. En muchos casos, ante la imposibilidad de
maximizar las ganancias, los capitalistas abandonaron las empresas y en otros armaron empresas paralelas con
el propósito de vaciar las primeras y transferir los bienes de producción a una nueva
organización o venderlos.9 De acuerdo con muchos abogados especialistas en quiebras, dicha
práctica fraudulenta ha sido habitual en los procesos de cierre y vaciamiento de las empresas en crisis
en Argentina. En el caso de las empresas recuperadas por los trabajadores no sólo se destaca la
cantidad que atravesó por procesos de quiebras fraudulentas, «sino también los niveles de
arbitrariedad y “desprolijidad” que se produjeron en varios de los hechos dolosos» lo cual
sólo puede entenderse desde «la instalación de la idea de desregulación legal y
moral […] una especie de “habitus” de la impunidad, en la que muchos empresarios
despreciaban las cuestiones más elementales en el cumplimiento de la ley» (Fajn 2003: 35). Esta
sensación de impunidad de la que hicieron gala empresarios, políticos, sindicalistas y otros
miembros de la dirigencia argentina fue expresada claramente por uno de los trabajadores:
Ignacio se creía intocable. Se codeaba con el poder político y tenía un estatus de vida
muy grande… no pensó en su empresa. Yo creo que si él hubiera dicho: “Bueno, no
gasto más en mujeres, no gasto más en autos, no voy más a la timba,10 trato de salvar la
empresa”, la empresa se salvaba, estoy casi seguro de eso […] cuando nosotros empezamos la lucha
él no creía que le íbamos a presentar batalla, creo que él pensó: “A
éstos los aplasto como sea”, él no se dio cuenta lo que se venía, tenía
mucha soberbia (entrevista a ex delegado de planta, mayo de 2005).
Dichos actos consumados por los capitalistas y el «habitus de impunidad» generaron fuertes
sensaciones de injusticia y traición entre trabajadores que habían sido socializados en la
cultura del trabajo asalariado estable y que venían tolerando desde hacía tiempo los efectos de
la flexibilización laboral. En los distintos relatos se observa que en muchas de estas fábricas
predominaban relaciones de carácter paternalista y que a menudo los trabajadores tenían
profundamente internalizados esos vínculos de dominación.
Francesco Alberoni insiste en que, para poder explicar el carácter súbito y la profundidad de la
fractura, así como la fuerza creadora del estado naciente, es necesario considerar «el peso
esencial […] del vínculo de las lealtades preexistentes y del consiguiente dramatismo de la
decisión adoptada» (Alberoni 1981: 79). En unos de los casos estudiados, el incumplimiento del
empresario y de su promesa de mantener la fábrica permitió reinterpretar como
«engaños» los acuerdos previos de suspensiones y despidos que antes se toleraban como un
mal ineludible; con ello se rompió el pacto ético entre trabajadores y empresario y se
pudo ir cuestionando el tipo de vínculo que otrora tenían con él. En sus estudios,
Barrington Moore ha mostrado que para que la acción colectiva tenga lugar es necesario que quienes la
inician perciban que existe una violación a un acuerdo social (Moore 1989). Y justamente esa
percepción fue instalándose poco a poco y de manera no lineal a partir del descubrimiento de la
«mentira» y del «engaño» y del creciente riesgo de perder el empleo en un
horizonte en el que predominaba la exclusión del mercado de trabajo.
Siguiendo a Alberoni, el nuevo estado en el que entraron los vínculos entre los trabajadores de cada
fábrica supuso una redefinición del conflicto y de la estructuración del poder y fue
habilitando las prácticas de preservación de la fuente de trabajo para su puesta en
funcionamiento bajo gestión obrera A partir del análisis de las notas de campo, entrevistas y
encuestas fuimos distinguiendo distintas propiedades del estado naciente. Entre ellas destaca la
experiencia de la historia que tuvieron los sujetos estudiados, que les permitió reinterpretar
el pasado y captar el presente de manera desnaturalizada, es decir, «carente de necesidades absolutas
propias, y, al mismo tiempo, como dotado de una lógica propia, lógica que debe ser superada,
pero que no por eso es inexistente» (Alberoni 1981: 105106).
Con la historización de pasado y presente que lograron hacer los trabajadores pudieron proyectar un
nuevo futuro que puso en duda la separación tajante entre realidad y utopía (Wright 1998, citado
por Santos 2011), al poder reconfigurar y apropiarse del espacio fabril. Es que lo que «se libera en el
estado naciente aparece como algo que es superior a lo que oprime» pues «la liberación es
esencialmente expresión, manifestación y realización de algo, plenitud de
vida». Así se puede experimentar «un nuevo comienzo en el que ya no
predomine la falsedad, sino la verdad» (Alberoni 1981: 98) y en el que predomine un fundamento distinto
en los valores. Las palabras de un trabajador al momento de conformar la cooperativa muestran cómo se
experimentaba esta «experiencia de liberación»:
Firmamos un contrato de alquiler el 20 de diciembre cuando en ese tiempo caía el gobierno de De la
Rúa y se estaban matando en Plaza de Mayo. Nosotros estábamos a unas seis cuadras, ahí,
firmando un contrato de alquiler que nos hacía cargo de la fábrica […] Como que se
terminaba algo y empezaba otra cosa […] La verdad, teníamos mucho miedo de lo que nos iba a
pasar pero estábamos muy contentos porque, a la vez, era una experiencia que sabíamos que era
solamente de nosotros, porque ni el dueño de la empresa ni cualquier varón estarían para
marcarnos el paso. Nosotros mismos nos teníamos que defender (entrevista a ex delegado de planta y
presidente de la cooperativa, junio de 2005).
En sus relatos, los trabajadores hablan de un tiempo, anterior a la crisis de las empresas, en el que
tenían salarios dignos, se sentían orgullosos del trabajo que realizaban e incluso muchos de
ellos mantenían una buena relación con el empresario; luego viene el momento de la crisis en el
que empiezan las suspensiones, la falta de pago de salarios, aguinaldo, vacaciones y se dejan de realizar los
aportes a las obras sociales; finalmente, llega el momento en que va surgiendo la idea de armar una
cooperativa y seguir ellos con la fábrica. Si bien, como expresa el trabajador en la cita, en este
último periodo destacan mucho las dudas, los miedos y la incertidumbre, también sobresalen los
lazos que se van logrando y la posibilidad de llevar a cabo, colectivamente, un «proyecto propio»
que les permita trabajar de otra manera, con más libertad, sin tener que estar atesorando los
conocimientos que antes se guardaban y que ahora pueden compartir entre ellos y otros grupos.
Es que otro rasgo característico que habilita el estado naciente es el plano de igualdad que
experimentan sus integrantes; hace que las diferenciaciones precedentes se esfumen y sus miembros utilicen
denominaciones igualitarias para nombrarse. Asimismo, sus miembros no sólo ponen en común sus
experiencias sino también los recursos de los que disponen. Esto permite entender los procesos de
igualación en los repartos y la toma de decisiones entre trabajadores con diferentes competencias
laborales y recursos culturales, así como la forma en que han circulado los saberes en los nuevos
grupos de trabajo conformados a partir de procesos de recuperación (Gracia 2012).
Finalmente, también se observan los cambios y las implicaciones afectivas que supone la
conformación del grupo entre trabajadores que habían estado años juntos pero que
descubrieron que en realidad «no se conocían» y que durante el curso de las acciones fueron
reconociéndose y fortaleciendo sus lazos internos y su identidad grupal. Actuar en el estado naciente
es también modificar la forma de sentir juntos, de creer, de percibir, es decir, es también
actuar sobre los afectos pues «todo proceso de estado naciente es, al mismo tiempo, un proceso de
pensamiento y un proceso emotivo. Se refiere a los objetos, al sí mismo y a las relaciones»
(Alberoni 1981: 100). Esto también se registra en algunos a los que la «lucha se les metió
en la sangre» y les permitió ahuyentar la tristeza de sentir que no podían darse una
respuesta, lo cual a veces también los conectó con otros colectivos y los estimuló a
desenvolver otras peleas y buscar otras conquistas mutando su percepción sobre sus propias experiencias
sociales y políticas.
DIFUSIÓN Y CONFLUENCIA DE LOS GRUPOS EN ESTADO NACIENTE
Las leyes de expropiaciones fueron las medidas jurídicas que se terminaron generalizando y que
otorgaron a los trabajadores el derecho a usar temporariamente los medios de trabajo para poner nuevamente en
marcha la producción. La primera ley fue declarada por la Legislatura de la provincia de Buenos Aires
en el año 2000 para la cooperativa metalúrgica «Unión y Fuerza» (ex Gip
Metal). Fue promovida por Luis Caro, por entonces joven estudiante de leyes que se convertiría en uno
de los impulsores de la idea de recuperación y referente de una de las principales organizaciones que
nuclean a las fábricas. Ciertamente el papel de éste y otros referentes externos que fueron
contribuyendo a formar las organizaciones de fábricas que impulsaron distintas medidas y gestiones con
funcionarios, legisladores, jueces y empresarios ha sido fundamental para explicar la difusión e
institucionalización de las recuperaciones. Sin embargo, si consideramos la experiencia de los sujetos
en las recuperaciones, podemos destacar otros elementos importantes.
En uno de los primeros casos de recuperación en el que trabajamos en profundidad, la cooperativa Los
Constituyentes, advertimos que, en un principio, la idea que impulsaba el doctor Caro de alquilar la planta y
conformar una cooperativa les parecía irrisoria a los trabajadores. De acuerdo con sus relatos, ellos
empezaron a considerar más seriamente la posibilidad luego de que fueron a visitar la cooperativa Luz y
Fuerza y pudieron hablar con los trabajadores:
Fuimos unos 30-35 compañeros […] Cuando llegamos, entramos a la fábrica y cada uno de
nosotros se fue dispersando, cada uno hablaba con distintos compañeros. Luego tuvimos una
reunión y ellos nos dieron aliento de que esto se podía hacer, fue muy bueno. Entonces volvimos
y lo hablamos entre nosotros y nos dimos cuenta de que los mismos miedos que teníamos nosotros, ellos
los habían tenido. Todo lo que nos contaban, las vivencias, eran las mismas vivencias que las de
nosotros y nos dimos cuenta que ellos pudieron hacerlo, estaban laburando,11 era visible que estaban laburando
y que estaban bien. Entonces eso nos dio la fuerza, la fuerza para poder hacerlo (entrevista a ex delegado y
miembro del Consejo de Administración, mayo de 2005).
En la cita anterior se advierte que gracias a la comunicación con personas que habían tenido una
experiencia similar los trabajadores pudieron apropiarse de la idea de formar la cooperativa. Si bien las
capacidades propositivas y performativas de Luis Caro fueron fundamentales, el diálogo informal y
espontáneo con trabajadores que habían tenido éxito en el sostenimiento de su fuente de
trabajo fue lo que les permitió afrontar sus miedos y les otorgó confianza para transformarlos y
emprender nuevas acciones y prácticas. Eso fue posible por el reconocimiento que se dio entre
trabajadores que, al compartir estructuras de vivencia y experiencia, tenían habitus
similares. Esta perspectiva de la propagación de la recuperación supone que, más
allá de la importancia que ciertamente tuvieron los promotores externos que fueron surgiendo
(Rebón 2007), los trabajadores constituyeron redes y subjetividades a partir del reconocimiento y la
pertenencia a una historia y una cultura compartidas que fueron decisivas para la acción.
Del análisis de las notas de campo, entrevistas y encuestas se advierte que las acciones de
recuperación fueron impulsadas por un grupo de trabajadores dentro de la fábrica y que algunos
no participaron en ellas por no creer en su viabilidad o por requerir otro trabajo de manera inmediata. En 44%
de las fábricas encuestadas no participaron los cuadros técnicos y administrativos y en 53% de
las que participaron sólo lo hicieron algunos pocos. Los trabajadores de las actuales cooperativas
manifiestan que muchas veces el personal administrativo no creyó en el proyecto pues se
«sentía más afín a la patronal». Asimismo, en 68% de las unidades recuperadas
estudiadas hubo algunos obreros de planta que no participaron, sobre todo porque «no creyeron en el
proyecto» y «consiguieron otra cosa que les permitió mantenerse».
De los socios encuestados, 82% afirmó haber participado en las acciones de recuperación; dentro
de ese grupo, 63% lo hizo desde la primera reunión y 17% admitió no haber sido impulsor de la
idea. En un primer pantallazo, el proceso de recuperación no parece relacionarse con la
participación sindical previa; 22% de quienes no participaban en el sindicato tuvieron la idea de la
recuperación mientras que entre los que tomaban parte en las actividades gremiales encontramos 18%
(cuadro 1). En realidad, si controlamos el peso de esta estructura poblacional en la cual no abundan los
militantes y reconsideramos estos porcentajes según la participación política previa,
notamos que, entre los que tuvieron la idea de la recuperación, 30% tuvo participación
política previa y 16% no la tuvo, lo cual señala que las experiencias previas sirvieron para
proponer una salida. Asimismo, a partir de este análisis destaca el papel jugado por los delegados de
planta que muchas veces se convirtieron en líderes de los procesos de recuperación.
A pesar del papel de los delegados de base, en las fábricas estudiadas no encontramos una
participación activa del sindicato en estas luchas. En la mayoría los sindicatos no visualizaron
la recuperación como una alternativa y se limitaron a apoyar a los trabajadores para que negociaran
ante los juzgados el cobro de salarios atrasados. Entre estos casos podemos mencionar el accionar de la
seccional Vicente López de la UOM, ubicada al norte del Gran Buenos Aires. A diferencia de la seccional
Quilmes que sí apoyó procesos de recuperación, esta seccional ha seguido una línea
gremial tradicional en consonancia con la conducción nacional del sindicato. El referente y actual
secretario general de la seccional resumió la posición:
nosotros no hemos participado en la constitución de las cooperativas pero no nos hemos negado a que se
constituyan. Por el contrario, en la medida que hemos podido colaborar hemos colaborado, pero es una forma que
se ha organizado políticamente, a través de profesionales, profesionales de la abogacía
[…] para nosotros son cooperativas de trabajo, con el nombre fábrica recuperada le han querido
dar una denominación política (entrevista a la Comisión Directiva de la UOM de Vicente
López, agosto de 2005).
Cuadro 1. Participación en la recuperación según experiencia sindical previa
Intensidad de participación sindical previa |
|
Intensidad de la participación en la recuperación |
|
|
||
1. Uno de los que tuvo la idea |
2. Participó desde la |
3. Participó después de la primera reunión |
4. Se incorporó durante el 1er. año a la cooperativa |
5. Otro |
Total |
|
1. No sindicalizado |
2 |
24 |
12 |
10 |
1 |
49 |
(%) |
4.10% |
49.00% |
24.50% |
20.40% |
2.00% |
100.00% |
|
|
|
|
|
|
|
(%) |
22.20% |
63.00% |
7.40% |
5.60% |
1.90% |
100.00% |
|
|
|
|
|
|
|
(%) |
10.30% |
76.90% |
10.30% |
2.60% |
0.00% |
100.00% |
|
|
|
|
|
|
|
(%) |
18.00% |
72.00% |
10.00% |
0.00% |
0.00% |
100.00% |
|
|
|
|
|
|
|
(%) |
42.90% |
52.40% |
0.00% |
4.80% |
0.00% |
100.00% |
Fuente: elaboración propia con base en Encuesta a Trabajadores Fábricas Recuperadas (ETFR).
De estas palabras se desprenden distintas premisas. En primer lugar, muestran la actitud que asumieron la
mayoría de los sindicatos frente al fenómeno de la recuperación: «no
participan» pero tampoco se «niegan a que se constituyan», lo cual indica una
prolongación de las actitudes que adoptaron frente a la pérdida de puestos de trabajo y es una
señal de su debilidad. Por otro lado, se cuestiona la legitimidad de los procesos por considerar que
«es una forma que se ha organizado políticamente, a través de profesionales, profesionales
de la abogacía». Es interesante notar que el cuestionamiento hacia la «fábrica
recuperada» se efectúa por ser una «forma organizada políticamente», con lo
cual se establece una dicotomía entre lo gremial y lo político. ¿Es que los sindicatos no
constituyen una forma organizada políticamente? ¿La acción sindical no persigue
resguardar derechos que parecieran estar en extinción y que fueron el resultado de luchas, protestas y
movilizaciones de trabajadores? En la visión del sindicato las fábricas serían
«cooperativas de trabajo», forma que ha tenido una importante tradición en Argentina y que
durante la década de los noventa se multiplicó a partir del crecimiento del desempleo. Hubo
algunos casos en que las cooperativas surgidas en los últimos años representaron un fraude de
los propietarios que propusieron a los empleados la conformación de una cooperativa, para liberarse de
ese modo del peso de impuestos y trabajadores dependientes (Palomino 2003). Con esta denominación y con
la aseveración de que «se han organizado políticamente a través de profesionales de
la abogacía» se insinúa un vínculo con las experiencias que supusieron un fraude
hacia los trabajadores. Sin embargo, pese a dicha suspicacia, no se busca proteger a los trabajadores de estos
«fraudes». Tampoco se concibe que el sindicato tenga que aportar soluciones o estrategias cuando
las fábricas cierran.
Algo que destaca es el apoyo que tuvo cada grupo de parte de los vecinos, de otras fábricas y a veces
de grupos del movimiento piquetero, lo cual es indicativo de la solidaridad que despertaban estas experiencias
en un contexto en el que diversos grupos en estado naciente, como las asambleas barriales, también
exploraban los límites de lo posible y se solidarizaban con los trabajadores. En este sentido, aun si
las distintas expresiones emergentes de las jornadas de diciembre de 2001 no se lograron articular en una
fuerza contra hegemónica, sí se encontraron en estas experiencias y contribuyeron al
éxito de las recuperaciones. El plano de igualdad que experimentaron muchos de los que se
encontraban en este estado hizo que las diferenciaciones se esfumaran y sus miembros no sólo pusieran
en común sus experiencias sino también los recursos de los que disponían.
Otro rasgo sobresaliente de la información analizada es la importancia que tuvo la cercanía de
las fábricas en la propagación de algunos de los núcleos en estado naciente. Luego de que
los trabajadores de la cooperativa Los Constituyentes visitaran Unión y Fuerza –situada en el
municipio de Avellaneda, sur del conurbano bonaerense– ellos mismos se convirtieron en un referente en
el norte del mismo conurbano. En las entrevistas realizadas, seis cooperativas de la zona refirieron a Los
Constituyentes como un «ejemplo» en los momentos en que estaban buscando soluciones ante la
quiebra o el abandono del empresario.
Tanto Unión y Fuerza, Los Constituyentes y las fábricas de la zona norte cercanas a ella
confluyeron en el Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas por sus Trabajadores (MNFRT) que se
constituyó en una Organización No Gubernamental (ONG) a comienzos del año 2003. Hacia
principios de 2006 reunía unas 56 cooperativas (cuadro 2), de las cuales 87% se localizaba en provincia
y ciudad de Buenos Aires. Estas fábricas –que en su mayoría (31) se adhirieron al MNFRT
entre los años 2002 y 2003– comparten y promueven estrategias económicas, jurídicas
y político-institucionales.
El MNFRT surgió y luego se escindió del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), que
se había gestado a finales del año 2001 (cuadro 2), en una reunión realizada en la
metalúrgica IMPA. En dicha reunión participaron distintos grupos, entre ellos la
Federación de Cooperativas de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires (FECOOTRA) (cuadro 2), conformada
en 1988, que agrupaba a trabajadores con trayectoria sindical que habían creado cooperativas de trabajo
durante los años ochenta para enfrentar el desempleo y por sentirse cercanos a los principios del
movimiento cooperativo. A partir de este encuentro se decidió conformar un movimiento que no
sólo contribuyera a consolidar las cooperativas sino que también pudiera participar «de la
lucha sindical y la discusión política dentro de la clase trabajadora». La FECOOTRA, que
unía la tradición sindical con la cooperativista (Palomino et al. 2010), buscó mostrar
los procesos como una continuación del cooperativismo histórico, por lo cual defendió la
importancia de una federación de cooperativas de trabajo y no quiso participar en la nueva
organización. Sin embargo, su entonces abogado, Luis Caro, se integró y quedó como su
representante en la provincia de Buenos Aires. En las entrevistas y charlas informales, Caro destacó su
militancia social ligada al territorio en la localidad de Avellaneda, tanto en la Pastoral Social de la
Iglesia Católica como en la lucha por la tierra12 y en las filas del Partido Justicialista (peronista).
El otro referente del MNER, su representante en la ciudad de Buenos Aires, fue Eduardo Murúa, quien
había militado en la agrupación Montoneros.13
Los líderes, grupos y organizaciones que constituyeron el MNER provenían de tradiciones y
posicionamientos político-ideológicos disímiles. Sin embargo, se encontraron y gestaron
un espacio que sistematizó y nombró un conjunto de prácticas con el vocablo
recuperación. Nuevamente siguiendo a Alberoni, el reconocimiento no se produjo tanto
«sobre la ideología sino sobre el estado del interlocutor» (Alberoni 1981: 192). Quienes
confluyeron en este espacio se reconocieron porque vivían un tipo de experiencia cualitativamente
diferente a la de otros y gestaron una solidaridad alternativa que permitió, sobre todo entre los
años 2001 y 2002, el encuentro entre fábricas y empresas recuperadas, asambleas barriales y
organizaciones de desocupados. Luego, las diferencias ideológicas y las prácticas
políticas de los líderes adquirieron peso y quienes se habían reconocido como pares se
distanciaron y construyeron su identidad y propuestas de manera diferencial.
Por su importancia y gravitación en el fenómeno, las dos organizaciones que resultaron de la
división, el MNER y el MNFRT, han sido las que principalmente disputaron la forma que asumió la
institución productiva «fábrica recuperada». Asimismo, dicha escisión
marcó un punto de inflexión: al tiempo que debilitó la causa de la recuperación
contribuyó a focalizar e institucionalizar la lucha. Con la nueva división del MNER en 2005, el
MNFRT terminó constituyéndose en el actor más articulado pues su estrategia
pragmática se concentra en la lucha jurídica y en la defensa de la legitimidad de las acciones
emprendidas.
Cuadro 2. Organizaciones de unidades productivas recuperadas.
Organizaciones |
Año de constitución |
Núm. (*) de empresas recuperadas |
Empresas referentes y sectores de apoyo |
Propuestas y consignas de recuperación |
Principales demandas |
FECOOTRA |
1988 |
12 |
CRISTALUX Cooperativismo Federación Gráfica |
Cooperativas que recuperan empresas. |
Reforma a la Ley de Cooperativas. |
(MNER) (**) |
2001 |
60 |
IMPA; UOM Quilmes; Legisladores Cd. de Bs. As (PSD, ARI, Izq. Unida, PS. |
«Ocupar, resistir, producir». |
Ley Nal. de Expropiación en cesación de pagos. |
Comisión Nacional de Empresas Recuperadas y en Lucha |
2002 |
4 |
ZANÓN; Madres de Plaza de Mayo; Asambleas barriales; |
Control obrero. |
Estatización sin cargo bajo control obrero. |
FEENCOOTER(***) |
2002 |
14 |
Frigorífico YAGUANÉ |
Constitución de cooperativas |
Expropiación con cargo |
MNFRT |
2003 |
56 |
Unión y Fuerza; Los |
Solidaridad entre fábricas. |
Reforma a la Ley de |
ANTA |
2005 |
8 |
Central de Trabajadores Argentinos (CTA) |
Derechos del trabajador autogestionado |
Fondo para la Reconversión Tecnológica. |
FACTA |
2006 |
30 |
BAUEN; MIL HOJAS PAUNY (ex Zanello); |
Acercamiento sector cooperativo. |
Reforma a la Ley de Cooperativas. |
Fuente: Elaboración propia.
(*) Cantidad máxima que llegaron a agrupar. Se trata de un proceso muy dinámico en el que se
observan escisiones, reagrupamientos y en los que también hay superposiciones.
(**) El MNER se escindió en 2003 cuando se conformó el MNFRT (a partir de esta ruptura agrupaba
44 cooperativas aproximadamente) y experimentó una nueva ruptura en 2005. Varias de las empresas que se
fueron conformaron FACTA entre las que se encuentran empresas de la Red Gráfica Cooperativa.
(***) Esta organización prácticamente se diluyó luego de que la Unidad Ejecutora de
Recuperación de Empresas en Crisis
(URIEC) creada durante la presidencia de Eduardo Duhalde dejó de existir dentro del INAES.
Ya más acá en el tiempo se observan nuevas sinergias en los agrupamientos y con otros actores
(cuadro 2). Si en el primer momento se tendió a utilizar la cooperativa sólo como una
herramienta jurídica disponible, ante los enormes desafíos de gestión y
producción, la tradición del cooperativismo ha ido jugando un papel cada vez más
importante a raíz de su acumulación y experiencia histórica. Esto se manifiesta en nuevos
procesos promovidos por el sector cooperativo que buscan crear cadenas de valor, obtener ventajas comerciales
y unificar posiciones para luchar conjuntamente por un marco institucional que otorgue mayores
garantías al trabajo autogestivo; estos procesos se han expresado en la conformación de
federaciones de segundo grado (como la Red Gráfica Bonaerense, gestada también con apoyo
sindical y FACTA) (cuadro 2) e incluso uniones de tercer grado, como la Confederación Nacional de
Cooperativas de Trabajo (CNCT) creada a mediados de 2009, que además muestran una articulación
bastante sistemática con varios organismos gubernamentales. Además, a diferencia de los periodos
previos, en la actualidad las pertenencias pueden solaparse dado que se han multiplicado las agregaciones y
que, además, cada fábrica y empresa pueden converger en instancias como la «Red de
Asistencia Técnica e Innovación para las Empresas Recuperadas y Cooperativas», coordinada
por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), del que participan otros organismos
públicos y Universidades e involucran 35 empresas y fábricas recuperadas.
El MNFRT ha seguido con su política de promover la solidaridad entre las fábricas que lo
integran, manteniéndose al margen de estos procesos de convergencia y al mismo tiempo varias de sus
cooperativas emblemáticas (como el caso de Los Constituyentes) se muestran muy críticas,
distantes y en conflicto por la política impulsada, que tiende a cerrarse sobre sí misma, a no
formalizar la organización y a concentrarse excesivamente en la figura de Caro. Las empresas que
permanecieron en el MNER (que sigue liderado por la cooperativa IMPA) mantienen una lógica de
adscripción más informal y no han avanzado, en la práctica, en procesos de
complementación productiva aunque mantienen una alianza políticoestratégica con ANTA-CTA.
LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA FORMA SOCIO-PRODUCTIVA «FÁBRICA RECUPERADA» EN EL CAMPO DEL TRABAJO ARGENTINO
Las fábricas recuperadas se diferencian de las cooperativas de trabajo en tanto surgieron como un
movimiento de diferentes grupos en estado naciente que fue apoyado por otros colectivos en el mismo estado, lo
cual coadyuvó a que sus prácticas de gestión y organización del trabajo difirieran
de un sistema cooperativo más tradicional en tanto profundizaron la horizontalidad en la
distribución de responsabilidades, saberes y retiros y estimularon, con diferentes intensidades, un
proceso interactivo con la comunidad al abrir la fábrica para visitas, conciertos y otras actividades
sociales y culturales.
A partir de los apoyos económicos recibidos de otras fábricas, de otros agentes sociales y
públicos y de las estrategias establecidas con proveedores y clientes, casi todas las fábricas
estudiadas lograron insertar sus productos –que de las fábricas estudiadas 50% son de bienes de
consumo intermedio– en el mercado capitalista y muy pocas venden o compran a la economía
pública o a las empresas del sector de la economía social-solidaria, aunque sí se
relacionan frecuentemente con otras fábricas recuperadas y, para el caso de las agrupadas en el MNFRT,
han constituido un fondo de financiamiento al que recurren en caso de necesidad. Respecto a su trayectoria
económica como cooperativas, observamos desarrollos diferenciales que tienen que ver con las
heterogeneidades mencionadas en la introducción, aunque resalta su capacidad no sólo para
preservar el empleo sino en muchos casos para ampliarlo, para mantener y conseguir nuevos clientes y para
generar un ingreso que muchas veces está por encima de la media que lo establecido por los convenios
colectivos para el sector o rama de actividad. Asimismo, destaca su baja tasa de mortalidad, que estaría
entre 7% (Palomino et al. 2010) y 13.6% (Programa Facultad Abierta 2010).
El apoyo recibido desde el comienzo por distintos grupos contrasta con la intervención de agentes y
funcionarios estatales de los distintos poderes y competencias jurisdiccionales que se produjo con posterioridad
y de manera limitada y fragmentaria. Si bien la mayoría de las fábricas han recibido algún
tipo de apoyo financiero del Estado, dichos apoyos no han sido demasiado significativos y las iniciativas que
podrían haber resultado de mayor ayuda en términos de capital de trabajo –lo cual
continúa siendo una de las mayores debilidades de las experiencias– no fueron concretadas por los
gobiernos de Néstor Kirchner y luego de Cristina Fernández. Otra de las debilidades es el tema de
la seguridad social de las empresas recuperadas que, al asumirse como trabajadores autónomos, no tienen
los derechos del sistema unificado de seguridad social.14
Estos aspectos, junto con la incertidumbre que muchas de ellas aún tienen,15 son elocuentes de que pese a
la institucionalización de sus estrategias y prácticas y a las profundas transformaciones puestas
en marcha por los trabajadores, su resolución aún permanece abierta en tanto se enfrenta a marcos
legales pensados, diseñados y aplicados en contextos en los que predominaban otras relaciones de trabajo.
Sin embargo, aun con sus limitaciones, los programas de política pública formulados hacia las
fábricas desde la asunción del kirchnerismo en 2003 se enmarcan dentro de la transformación
de los programas de empleo transitorio, asistencial y compensatorio que imperaron en los años noventa del
siglo pasado y buscan contribuir con el «sostenimiento y la generación de empleo genuino», lo
cual permite aseverar que los trabajadores lograron interpelar a la política pública para que los
«escuchara y acompañara» en su propio territorio; ello no puede ser interpretado sólo
como la iniciativa de un gobierno que logró recomponer el vendaval ocasionado por las políticas
neoliberales ni como el producto de las protestas y demandas de los trabajadores sino como la
cristalización de la disputa por la forma legítima que debe adoptar la fábrica recuperada
en el campo del trabajo argentino.
En ese sentido, podemos decir que estos trabajadores, junto con otros agentes y movimientos, coadyuvaron a
cambiar algunos de los ejes de intervención de corte asistencialista por otros que buscan recuperar la
«cultura del trabajo, de la inversión» y el «desarrollo de los saberes y competencias
construidas a lo largo de la fructífera historia productiva del país» (discurso del ministro
de Trabajo, Carlos Tomada, durante el lanzamiento del Plan Más y Mejor Trabajo, octubre 2003).
La cultura del trabajo16 y su capacidad para otorgar «dignidad» no sólo han sido una
de las motivaciones centrales para recuperar las fábricas (Davalos y Perelman 2004, Fernández
2004) sino también es fundamental para explicar la forma en que muchos sectores de la sociedad fueron
interpelados por estas experiencias que lograron cobrar gran legitimidad social. Los trabajadores de manera
repetida expresan la legitimidad de sus reglamos basados en su identidad como trabadores y en la pérdida
de dignidad que significa el desempleo, lo cual fue central como argumento para obtener recursos
jurídicos, económicos y políticos (programas, apoyos) que les permitieron hacerse con los
medios de producción y autogestionar las empresas. A partir del análisis minucioso de las
herramientas jurídicas conseguidas (fallos de los jueces y leyes de expropiación temporales) para
preservar la fuente de trabajo y poder reiniciar la producción observamos cómo dichos textos
rescatan la vivencia y los sentimientos de los trabajadores y resaltan la legitimidad de los reclamos frente a
la ilegitimidad de una cultura empresarial que, al impedir el derecho al trabajo, justifica acciones
excepcionales como la «toma» de las empresas para preservar algo sagrado, la dignidad del trabajador
y su trabajo.
La capacidad estratégica y la legitimidad simbólica alcanzada por esta forma socioproductiva
también se observa en uno de los discursos de la presidenta Cristina Fernández en el que
comparó al país como una «gran fábrica recuperada» (INAES 2010) y en la
reciente sanción de la reforma a la Ley de Quiebras que desde hace tiempo venía reclamando el
MNFRT y muchas de las organizaciones, lo cual constituye un logro muy importante y es una garantía para
futuras experiencias que ya no tendrán que invertir toda su energía en convencer a jueces y
legisladores de que les permitan seguir trabajando, puesto que la prioridad en los procesos de quiebra se otorga
a los trabajadores que, reunidos en sus dos terceras parte y organizados en cooperativa, podrán utilizar
100% de sus acreencias laborales para comprar marcas, maquinaria y, en algunos casos, hasta inmuebles (incluso
antes de que se declare la quiebra, en el momento del Cramdowm o salvataje). Además tendrán
participación en el comité de control de la quiebra pudiendo observar que no se cometan los
fraudes que se manifestaron en tantos casos de empresas fallidas que luego se transformaron en recuperadas.
A partir de su vivencia de las transformaciones del mundo del trabajo y buscando defender su identidad
allí fincada, los trabajadores apoyados por distintos agentes y colectivos formularon prácticas
económicas, políticas y culturales profundamente cuestionadoras que surgieron de manera defensiva
y llegaron a ser en muchos sentidos ofensivas al reclamar la responsabilidad social de la propiedad privada e
impugnar el hecho de que un grupo de empresarios que rompió el acuerdo entre capital y trabajo siguiera
ostentando el control de los medios de producción.
Quienes emprendieron acciones que tenían altos grados de incertidumbre no buscaban ser otros sino
reafirmar quienes eran, lo cual los caracteriza hasta hoy ya que lejos de reconocerse como empresarios o
cooperativistas se autorrepresentan como trabajadores. Sin embargo, las acciones emprendidas fueron abruptas, no
están exentas de problemas y suponen inmensos desafíos organizaciones y subjetivos que muchas
veces generan fuertes conflictos dentro de los grupos. En este sentido, la desaparición del conflicto con
el empresario abrió el espacio a otro tipo de tensiones entre las que se observan disputas por la
conducción de los procesos y, sobre todo, algunas acciones individuales que atentan contra el colectivo
de trabajo (Gracia 2012).
La capacidad de formulación y combinación de una serie de estrategias de confrontación, de
negociación y de cooperación, diferenció a estas experiencias de otros actores emergentes
de la profunda y generalizada crisis argentina –como las redes de trueque o las asambleas
barriales–, ya que al lograr articular una forma de defenderlas y al concitar la adhesión de otros
sectores, pudieron sostenerse en el tiempo. Esto constituye un aprendizaje fundamental que podría ser
recuperado para otras experiencias y procesos.
A pesar del escaso apoyo sindical que recibieron, los trabajadores llevaron a cabo acciones que les permitieron
preservar la fuente de trabajo, generando prácticas de invención en relación a la forma
organizacional representada por los sindicatos. Como en el caso de la emergencia del movimiento de los
trabajadores desocupados (movimiento piquetero), aquí se vuelve a expresar la imposibilidad de las
estructuras gremiales de proponer estrategias para quienes quedan desafiliados de las relaciones salariales, al
tiempo que se expresa la capacidad de los trabajadores de asumir acciones que han conllevado altos grados de
incertidumbre. A diferencia de otros momentos históricos en que los sindicatos tuvieron un papel central
en la ocupación de fábricas, los actuales procesos que estudiamos suponen un quiebre en el
monopolio de representación ejercido por los sindicatos en la historia políticosocial argentina y
plantean una serie de interrogantes y nuevas conexiones y articulaciones que es necesario seguir estudiando en
procesos que son conflictivos y dinámicos. En esta dirección, si en el primer momento se
tendió a utilizar la cooperativa sólo como una herramienta jurídica disponible, ante los
enormes desafíos de gestión y producción, la tradición del cooperativismo ha ido
jugando un papel cada vez más importante a raíz de su acumulación y experiencia
histórica y tal vez esto haga que las recuperadas puedan ir profundizando sus articulaciones con otro
sectores, experiencias y movimientos sociales.
Actualmente ha pasado más de una década desde que el fenómeno se difundiera y si bien tiene
menos intensidad y también menos notoriedad en el país del que tuvo luego de la crisis, las
primeras fábricas siguen produciendo de manera autogestiva y, mediante su aprendizaje y
acumulación de experiencias dentro de la unidad productiva y en las diferentes organizaciones que las
aglutinan, lograron institucionalizar una serie de estrategias jurídicas, políticas y
económicas que facilitan la recuperación a los nuevos casos que han seguido surgiendo hasta el
momento de escribir estas páginas.
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