Parentesco, movilidad y marginalidad rarámuri en Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua

Rarámuri Kinship, Mobility, and Marginality in Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua State

Andrés Oseguera-Montiel
Escuela de Antropología e Historia del Norte de México (EAHNM), Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), México
Ricardo Schiebeck Villegas
Centro de Estudio de las Tradiciones, El Colegio de Michoacán A.C., México
Recepción: 21/09/2021 Aceptado: 01/12/2021
Publicado: 18/05/2022

 

RESUMEN:Mediante el método de la encuesta genealógica se analizan las características de la migración de los habitantes de una colonia rarámuri en Cuauhtémoc, Chihuahua, en un contexto urbano y multicultural, así como el papel de las relaciones parentales en la inserción laboral y en la conformación de la colonia. El trabajo, basado en el estudio de las relaciones de parentesco entre los pobladores de dicho asentamiento, muestra la marginalidad de la vida urbana de los indígenas derivada de las relaciones interétnicas con los menonitas y los chabochi («mexicanos» o mestizos).

PALABRAS CLAVE: migración interna, indígenas, mestizos-mexicanos, menonitas, multiculturalidad

ABSTRACT: A survey-based genealogical method was used to analyze the migratory characteristics of the inhabitants of a Rarámuri community in Cuauhtémoc, Chihuahua State in an urban and multicultural context. This method was also used to analyze the role played by parental relationships regarding insertion into the labor market and the configuration of a community or neighborhood. The research, based on the study of kinship relationships between those dwelling in this settlement, demonstrates the marginality of urban life experienced by indigenous people derived from interethnic relationships with Mennonites and chabochi (“Mexican” or mixed-descent people).

KEY WORDS: domestic migration, indigenous people, mixed-descent Mexicans, Mennonites, multiculturality

 

Introducción

 

Cuauhtémoc es una ciudad del norte de México que desde hace décadas recibe, de manera temporal, una gran cantidad de población rarámuri, pima, tepehuana y guarijía procedente de la sierra Madre Occidental para trabajar en las huertas de manzana.1 Aunque buena parte de la migración interna se debe a la demanda de mano de obra destinada al campo —esta ciudad ha sido considerada el «granero» del estado de Chihuahua debido a su alta productividad agrícola (Holguín Sáenz, 1984)—, no todos los migrantes indígenas se emplean en la cosecha y cuidado de la producción manzanera. Por ejemplo, los hombres que migran suelen trabajar en la construcción como albañiles y, debido precisamente a las características de este trabajo, se quedan por periodos de tiempo mucho más prolongados en la zona urbana. Las mujeres suelen emplearse en «casa», es decir, en el trabajo doméstico y, por lo tanto, cambian su residencia de origen de manera permanente a la ciudad.

Esta investigación se centra en el estudio de las relaciones de parentesco en la colonia Rayénali (sol), también conocida como colonia Tarahumara, ubicada en la periferia de esta ciudad. Mediante el método genealógico es posible identificar la procedencia de sus habitantes y la dinámica laboral tanto de los hombres como de las mujeres. Aunado a este estudio de la vida interna de la colonia, la información recabada de las mismas genealogías ha permitido identificar información cualitativa en torno a las categorías resultantes del conjunto de relaciones interétnicas con los llamados chabochi («mexicanos» o mestizos) y con los menonitas.

Cuauhtémoc es reconocido como el municipio de «las tres culturas» por la presencia de indígenas (mayoritariamente rarámuri),2 menonitas y mestizos. Su diversidad poblacional ha generado todo un debate en torno a la existencia de la multiculturalidad basada en el reconocimiento y respeto de las diferencias entre grupos étnicos claramente diferenciados, lo que ha sido aprovechado por el discurso oficial como estrategia publicitaria para la industria turística, que oculta la marginación y discriminación hacia los indígenas (Pedroza, 2014).

Esta investigación es un primer acercamiento a la dinámica interna de la colonia, la movilidad indígena a la ciudad de Cuauhtémoc y las categorías étnicas resultantes de la inserción laboral. Para ello, después de una revisión de los estudios de parentesco rarámuri se hace un recuento de la historia de este asentamiento, destacando la iniciativa de una mujer rarámuri que es considerada la fundadora de la colonia. A partir de este breve recuento, la investigación se centra en las relaciones de parentesco de ciertas familias que han tenido participación en la dinámica política y religiosa del espacio habitado. En el último apartado se analiza la condición de movilidad laboral de los rarámuri (expresada en las genealogías) así como las categorías resultantes de estos tránsitos en comparación con los menonitas (migrantes de principios del siglo xx) y chabochi.

Para el estudio de la configuración social de la colonia Rayénali en la ciudad de Cuauhtémoc se realizaron 12 genealogías y 13 entrevistas que permitieron profundizar en un conjunto de temas relacionados con el parentesco y las actividades laborales de los integrantes de las familias indígenas.3 La información genealógica se concentró y analizó con el programa GenoPro. El trabajo de campo consistió en visitas esporádicas a la colonia entre los años 2018 y 2019. Para la realización de las genealogías fue necesario el diseño de una entrevista estructurada y la delimitación de distintas temáticas para identificar la historia de vida de los interlocutores, los lazos de parentesco y el devenir histórico de la colonia. Los resultados arrojaron información sobre los lugares de origen de las familias y permitieron reconocer la movilidad constante de los rarámuri hacia ciudades del norte. Esta forma de trabajo ha demostrado la actualidad del método genealógico formulado hace más de un siglo (Rivers, 1910) para obtener no solo información que podría recabarse recurriendo a bases de datos como los censos de población, sino un tipo de información cualitativa derivada del mismo levantamiento de las genealogías que implica el reconocimiento de la vida cotidiana de los actores sociales (Jociles, 2006).

 

Los estudios de parentesco entre los rarámuri

Los estudios de parentesco entre los grupos indígenas del norte de México, y en específico entre los rarámuri, se han centrado en el análisis de la terminología del sistema de parentesco y en las prácticas cotidianas que pueden estar relacionadas con este (Bennett y Zingg, 1978[1935]; Kennedy, 1970; Passin, 1943). De acuerdo con estos estudios preliminares, la terminología rarámuri se caracteriza por hacer uso de los criterios de generación (existen términos distintos para indicar las diferentes generaciones), sexo (emplea términos distintos dependiendo del sexo de las personas), colateralidad (hace uso de términos distintos para parientes lineales y colaterales) y designa a los(as) primos(as) paralelos(as) y cruzados(as) con el mismo término que utiliza para los hermanos y hermanas. Además de estas características, en la terminología rarámuri existe el criterio de edad relativa al designar con distintos términos a aquellos parientes que tienen una diferencia de edad con respecto a Ego, sobre todo en referencia a los hermanos mayores y menores. El sistema también presenta el criterio del sexo del hablante, pues los términos varían en función de si Ego es varón o mujer (Pintado, 2012). De acuerdo con George Peter Murdock, la terminología tarahumara es neohawaiana por presentar, entre otras características, una descendencia bilateral y una residencia neolocal derivada de la familia nuclear. Pero fundamentalmente se trata de una terminología que utiliza un mismo término para los hermanos y los primos (Murdock, 1965:229).

A partir de estas aproximaciones a las nomenclaturas, otros estudios más recientes han profundizado en la identificación de las correlaciones entre este sistema de denominaciones y el sistema de actitudes, asumiendo que existe una relación causal entre la lengua y la cultura. En efecto, de acuerdo con este planteamiento, este sistema terminológico «ordena las líneas parentales [...] que permiten la transmisión del conocimiento sobre ‘cómo ser un buen rarámuri’ y por lo tanto ‘cómo continuar reproduciendo una forma de vida, social y cultural, rarámuri’» (Martínez, Martínez y Naranjo, 2012:41). Sin embargo, las relaciones entre la nomenclatura y las actitudes podrían complicarse si se consideran las variaciones de estas últimas, que parecen contradecir o superar, como advirtió Claude Lévi-Strauss (1995) para el problema del tío materno, las insuficiencias del sistema terminológico. Desde un punto de vista pragmático, se puede hablar de una flexibilidad de las reglas establecidas por el sistema terminológico y, en general, del conjunto de conceptos asociados con el parentesco y con la persona de la lengua indígena. Así como William Merrill (1983) destaca casos de poliginia que contravienen la tendencia de la monogamia y la familia nuclear rarámuri, las condiciones de marginalidad derivada de la migración generan cambios en las normas establecidas por las nociones semánticas de los términos.

En distintos contextos se ha documentado que las circunstancias migratorias generan nuevas formas de convivencia familiar que trascienden los lazos establecidos por la sangre y las alianzas matrimoniales (Segalen, 1988). En México, la participación de las mujeres en el ámbito laboral ha sido determinante para la conformación de distintos modelos familiares (Esteinou, 2008; Rothstein, 2007). Entre los rarámuri se presenta la misma situación (Herrera, 2013; Morales, 2020; Naranjo, 2014). Es evidente que la migración es una de las principales causas de los nuevos modelos de familia rarámuri; en el contexto urbano es notable la proliferación de divorcios, las separaciones matrimoniales y la tendencia a la conformación de familias monoparentales en las que las mujeres son quienes se hacen cargo de sus hijos. Se trata de una migración en la que las condiciones de vida no dejan de ser precarias; las familias migrantes viven en condiciones de marginalidad y hacinamiento en el contexto urbano.

 

Los inicios y la organización interna de la colonia Rayénali

La conformación de la colonia Rayénali está relacionada con la migración derivada de una hambruna en la década de los noventa que afectó a una diversidad de familias indígenas de la Sierra Tarahumara. La prensa local alertó, en un tono alarmista, de la llegada de grupos de rarámuri en 1995: «Emigran tarahumaras por hambre. Se perdió todo el maíz y frijol que esperaban para vivir» (Espino, 1995a:1), «Preocupa arribo de más grupos tarahumaras» (Espino, 1995b:1). Las notas periodísticas explicaban que una cantidad elevada de rarámuri provenientes de Tecorichi, Carichí, Norogachi y San Ignacio tuvo que dejar su hogar en busca de fuentes de subsistencia ante las consecuencias suscitadas por una inusitada sequía. Un año después de las noticias acerca de los desplazamientos multitudinarios, se empezó a hablar de la conformación de asentamientos rarámuri en las ciudades del norte de México (Ramos, 1996:1). En agosto de 1997 se dio a conocer el inicio de un asentamiento en la ciudad de Cuauhtémoc:

El próximo domingo se concretará ya lo que será la construcción de la colonia Tarahumara, proyecto que está constituido bajo la visión de los propios indígenas, desde la ejecución de la obra, los trazos y el plano arquitectónico. Será la primera colonia en la que se podrá objetivar que el centro comunitario, el centro religioso, centro comercial y demás espacios donde los tarahumaras podrán compartir su cultura estando dentro de la colonia […] este proyecto de vivienda que representará un desarrollo integral comunitario, es considerado único en la historia, hasta ahora de la población indígena migrante (Esparza, 1997:4).

La protagonista de este cambio fue Josefina Olivas Chepa, una mujer rarámuri reconocida por su trabajo en la gestión cultural y por ser la cofundadora, junto con Isidro Cano (†), de la colonia Rayénali. En su relato sobre la historia del asentamiento recuerda que fueron cinco años de gestiones ante las autoridades estatales. Los interesados, organizados por Chepa, reunieron 500 firmas para que procediera la solicitud. En 1997 logró que las autoridades le otorgaran el terreno para que varias familias rarámuri tuvieran una vivienda propia y un lugar para practicar la costumbre, es decir, las prácticas ancladas en la tradición, lo que representó idealmente la posibilidad de replicar la organización, ritualidad y modo de vida de la Sierra Tarahumara. Aunque no es un coto cerrado, los límites de la colonia están establecidos por las casas que delimitan el perímetro, formando un circuito cerrado con una entrada y salida principal. Por el interior de la colonia Rayénali pasa una avenida por donde transitan los vehículos; es la calle que rodea y traza la división entre el conjunto de casas de la periferia y las que están en el centro de la colonia (véase Imagen 1).

Las casas de la periferia fueron las primeras que se construyeron a finales de la década de los noventa del siglo pasado; fueron 50 viviendas en total, bajo un esquema de financiamiento individual. Chepa menciona que el proceso implicó trabajo sistemático en comunidad; una casa a la vez. Todos los interesados se organizaban para construir cada vivienda y, una vez terminada, comenzaban con la construcción de otra. Mientras que las autoridades estatales facilitaron el terreno y los materiales para las casas, los nuevos pobladores pusieron la mano de obra para la construcción. Se trata de pequeñas casas, con diseño en forma de escuadra, conformadas por una cocineta unida a una sala-comedor y un dormitorio anexo. Una vez que se terminaron las primeras construcciones, los residentes comenzaron a solicitar los servicios de agua y luz.

En el centro de la colonia se construyó un templo de la Iglesia católica, también fueron los pobladores los que se encargaron de edificarla.4 El edificio tiene las dos finalidades de fungir como centro ceremonial y de albergar reuniones de carácter político. De manera recurrente los vecinos se congregan en el recinto para decidir sobre los programas y las acciones que tomarán para la mejora de la colonia. Como se ha enfatizado, el diseño y el proyecto de esta colonia ha buscado la reproducción del estilo de vida que se practica en la Sierra Tarahumara. Al igual que en un contexto rural, la colonia fue concebida como una ranchería con un centro ceremonial para que los rarámuri sigan con la costumbre y puedan llevar a los niños a la escuela primaria que se instaló a un lado de la misma colonia.

 

 

Imagen 1. Plano de la colonia Rayénali

Fuente: elaboración propia.

 

Fue hasta principios de este siglo cuando comenzaron a edificar las casas que se localizan en el centro de la colonia; se trata de viviendas un poco más grandes, pero sin mediar ninguna división entre la sala-cocina-comedor y el dormitorio. A finales de 2009, distintas instancias federales como la Secretaría de Desarrollo Estatal (sedesol), asociaciones civiles y empresas como La Norteñita (que fungió como aval), participaron en la ampliación de la colonia Tarahumara. Se trata de una «rehabilitación» que se concretó en 2011 y que consistió en la construcción de otras 52 casas ecológicas (Peña Barrera, 2014);5 nuevamente las familias fueron beneficiadas con el terreno y el material de construcción de las viviendas. A partir de esta fecha la colonia se empezó a conocer como «Rayénali» (Salcedo, 2011:12).

Ahora, el asentamiento está conformado por 102 casas de adobe construidas en dos momentos distintos. Estos procesos generaron la diferenciación entre los primeros pobladores y los posteriores. Los habitantes tienen claro que se trata de dos momentos en la historia de la colonia. Los que llegaron primero (asentados en la periferia) y los que llegaron después (los que construyeron en el centro de la colonia). Para los que viven en la periferia, los del centro son más apáticos para participar en las celebraciones de la colonia; en general son familias más jóvenes que incluso ya no hablan la lengua rarámuri. Los organizadores de las fiestas se quejan de la falta de compromiso de los residentes del centro e incluso de los problemas que se viven por el alto consumo de alcohol. A pesar de ello, muchas de las familias que viven en esta zona tienen algún lazo de parentesco con las primeras que se asentaron en la periferia y, por lo tanto, existe una constante comunicación entre unos y otros, interacciones derivadas de sus lazos parentales.

Las personas que viven actualmente en la colonia Rayénali reconocen que fue gracias a Josefina Olivas como pudieron hacerse de su casa. Es el nodo de una red que conecta a los residentes, tanto a los que llegaron primero, como a los que se instalaron después. De hecho, se le ha conferido el título de «fundadora». Su casa fue la primera que se construyó y ha sido también un espacio donde se llevan a cabo varios rituales. En el patio trasero de la casa de Chepa suele llegar el owirúame6 Camilo, reconocido en la ciudad de Cuauhtémoc por su eficacia para llevar a cabo curaciones. En una de nuestras visitas (6 de octubre de 2018), varias mujeres se estaban organizando a fin de llevar a cabo un ritual de curación para darle de comer a los bacánawi, que son una «clase de seres, humanos en cuanto a su forma, pero pequeños en su estatura, que están asociados a los tubérculos de una planta» (Merrill, 1992:181). Estos seres protegen a las personas solo si se les ofrenda incienso y se les da de comer carne y caldo de pollo sin sal. Pero cuando se enojan son peligrosos y se llevan las almas de las personas (Bonfiglioli, 2008b; Merrill, 1992). Los bacánawi estaban enojados con los descendientes de un owirúame de la colonia que había fallecido no hacía mucho. Los familiares, una hija y dos hijos, ya no se dedicaban a la curación y por eso se habían enfermado; las capacidades oníricas de los especialistas rituales se heredan a los descendientes y, si estos deciden ya no dedicarse a la curación, necesitan ofrecer comida a los objetos que su antepasado utilizaba para curar. Para ello fue necesario llamar al owirúame Camilo y ofrecer el caldo de pollo sin sal; los hijos tenían la obligación de «darle de comer a las cosas» porque si no ellos terminarían por enfermarse y morir.

Por otro lado, generalmente en el terreno contiguo al templo, en el patio, anualmente los vecinos se organizan para hacer el yúmare,7 la Semana Santa y el festejo de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre. Para esta última celebración, que es considerada la principal y la primera que se realizó cuando se inauguró la colonia, se busca el apoyo económico de instancias gubernamentales para conseguir una vaca y hacer el tónare (comida ritual), que se comparte entre todos los pobladores, así como con los invitados, tanto los que llegan de las huertas de manzana de Cuauhtémoc como los que están de visita procedentes de la sierra. De hecho, los danzantes de matachines que participan en la velación a la virgen provienen de la Sierra Tarahumara.

Sin embargo, de acuerdo con Isidoro Rivera (entrevista, 25 de agosto de 2018), el calendario festivo en el asentamiento ha integrado otros días de relevancia que escapan de los acontecimientos que dicta la tradición, como el Día de las Madres (10 de mayo) o el Día del Niño (30 de abril). Esta inserción revela los procesos de transformación y adaptación a los nuevos espacios y necesidades, y a la par habla de la presencia de agentes externos que acuden siguiendo sus presupuestos culturales e incluso asistencialistas, esto porque el gobierno y diversas asociaciones religiosas buscan que la población disfrute dichos eventos a pesar del contexto de pobreza y marginación que observan, sin antes cuestionar las características culturales de los miembros del asentamiento. En ese mismo tenor, el templo también constituye un escenario en pugna con las autoridades y las actividades de la Iglesia católica. A él acuden mujeres chabochi a impartir catecismo a los niños los sábados por la mañana, y cada semana los domingos llega un sacerdote para oficiar misa.

En lo que respecta a la organización interna de la colonia, se reproduce, en cierta medida, el sistema político que se presenta en otros pueblos y rancherías de la sierra Madre Occidental. Es decir, por votación se elige a una autoridad que funge como gobernador o gobernadora por un periodo que va de dos a tres años. Esta autoridad es la que se encarga de hacer las gestiones ante las instancias municipales y estatales.8 Josefina Olivas fue la primera gobernadora y duró ocho años seguidos en el cargo. Previamente ya había sido gobernadora del albergue llamado Doña Minita, ubicado también en la ciudad de Cuauhtémoc y fundado en la década de los ochenta del siglo pasado para recibir a los migrantes que trabajaban de manera temporal en las huertas;9 este dato exhibe los dos aspectos que se han destacado, tanto la movilidad de la población indígena a la que hacemos referencia, como las características de Cuauhtémoc como espacio receptor de migrantes. Después de ella, varios colonos han ocupado el cargo. Sin embargo, esto no ha mermado el papel fundamental de Chepa en la intermediación entre instancias gubernamentales y los migrantes rarámuri. Al respecto cuenta que:

muchas veces vienen enfermos del apéndice, o también ya de cáncer que no se cura. Como los de la sierra no creen en los doctores, ellos no quieren ir al doctor porque según ellos en la sierra es donde se cura, pero como en la sierra de repente lo ven muy enfermo y todo, pues lo traen para acá. Y ya están dos, tres días aquí, y ya quieren regresarse, cuando el doctor dice que tienen que durar unos quince días o un mes porque todavía no les hacen estudios. Pero no, ellos dicen que mejor les diga que los den de alta porque ya se sienten bien. Entonces, hay veces que me hacen firmar papeles para que los den de alta, y de repente van y fallecen en la sierra (J. Olivas, entrevista, 27 de junio de 2019).

La gobernadora o gobernador de la colonia tiene a su cargo la organización de la costumbre. Es una figura reconocida para buscar recursos y gestionar proyectos ante instancias gubernamentales como la coepi. En efecto, el gobernador (hasta el año 2020), Isidoro Rivera, era el encargado de dar continuidad a los proyectos de mejora de la colonia. Uno de los proyectos que tenía en mente era construir un salón para llevar a cabo las reuniones entre los vecinos.

Aunque este líder no tiene autoridad para imponer sanciones a los residentes, es el encargado de solucionar problemas y conflictos a través del diálogo. Por ejemplo, una de las principales problemáticas es la violencia intrafamiliar derivada del consumo desmedido de alcohol. Generalmente, los hombres descansan el sábado del trabajo en las huertas y en la obra. Los jóvenes, principalmente, aprovechan ese día para tomar bebidas embriagantes durante toda esa noche, hasta el día siguiente. Esto ha ocasionado una serie de problemas en la colonia, no solo por el ruido de la música emitida por equipos de sonido que se pone a todo volumen sin detenimiento, sino también ha propiciado situaciones de violencia física entre vecinos y hacia las mujeres. En relación con esta situación de alcoholismo, en julio de 2019 se registró el suicidio de un joven no mayor de veinte años (El Heraldo, 2019:20). Además de estos problemas recurrentes, los pobladores se quejan de que hay una gran cantidad de perros abandonados; los residentes entrevistados están convencidos de que la gente de Cuauhtémoc los abandona intencionalmente en la colonia. En mayo de 2014 un niño fue mordido por uno de estos animales y perdió un dedo de la mano (El Heraldo, 2014:5). Además, la prensa ha destacado algunas problemáticas recurrentes como la pobreza en la que viven las familias rarámuri. Por ejemplo, en octubre de 2012 se comunicó el fallecimiento de una niña de dos años por desnutrición y complicación de una enfermedad bucal (El Heraldo, 2012:8).

Por otro lado, Isidoro Rivera también considera que los conflictos no solo se originan por las circunstancias señaladas y la división de la población en «originarios» y «nuevos». El motivo de los malos entendidos y la falta de la cooperación se debe a la procedencia de los residentes y a las diferencias dialectales entre las familias:

[…] hay gente de muchas partes, es lo que se ve bonito porque aquí convivimos con muchas personas que hablan diferentes lenguas ¿me entiende? En esta colonia y pues la mayoría es Tarahumara, o sea por decir, de la raza que soy yo le llaman tepehuanes de acá de Guadalupe y Calvo, entonces pos hay mezcla también. Y luego vienen de por acá del lado de Yepachi también (I. Rivera, entrevista, 25 de agosto de 2018).

En efecto, aunque la mayoría de los residentes sabe hablar español, la diferenciada procedencia de las familias refleja la existencia de una diversidad dialectal que podría generar problemas de comunicación (véase Tabla 1). Además, algunas familias no son rarámuri; el mismo Isidoro Rivera es mestizo procedente de Guadalupe y Calvo. Él asegura que tiene ascendencia indígena tepehuana porque en ese municipio viven los tepehuanes. Sin embargo, se da por sentado que todos los habitantes provienen de un mismo lugar y que además se habla una misma lengua materna de manera generalizada, prueba de ello es que en algunas de las paredes del asentamiento se han pintado murales escritos en rarámuri, sin considerar que incluso en el interior de este grupo indígena se presentan diferencias dialectales dependiendo de si proceden de la Baja o la Alta Tarahumara. Es evidente que una de las condiciones esenciales para vivir en la colonia y optar por una vivienda fue demostrar la pertenencia a un grupo indígena de Chihuahua.

 

 

Tabla 1. Lugar de procedencia de los pobladores de la colonia Rayénali

Municipio

Localidades

Batopilas

Sorochique

Bocoyna

Huetosachi

Ojachichi

Rancho de Sojahuachi

Creel

San Ignacio de Arareko

Santa Teresita

Carichí

Carichí

El Guanajuato

Ocarare

San José Baqueachi

Chihuahua

Chihuahua

Guachochi

Guachochi

Cusárare

Nakasorachi

Norogachi

Rochéachi

Tatahuichi

Tónachi

Cuauhtémoc

Riva Palacio

Sainapuchi

San Francisco de Borja

Urique

Cerocahui

Fuente: elaboración propia.

 

Relaciones parentales en la colonia Rayénali

Chepa tiene tres hijos. Los primeros dos son adoptados. El mayor (C1) fue criado por Josefina tras la muerte por tuberculosis de la madre biológica. Un año después también se hizo cargo del cuidado de Mayra (C2), aunque biológicamente es hija de su hermana (Ego’s eZ), quien vive en Nuevo Casas Grandes. Finalmente, cuando se «juntó» (H) tuvo un hijo biológico (C3), el cual sigue viviendo con ella. Se separó de su pareja debido a que le fue infiel; «son cosas que pasan», comentó. No es extraño, incluso para las parejas que viven en la sierra, juntarse y separarse de manera repetida sin que los hijos sean un impedimento para ello (Bennett y Zingg, 1978[1935]). La fundadora de la colonia es madrina de cuatro hombres y una mujer; solo uno de ellos no vive en el asentamiento (véase Imagen 2).

Chepa es comadre de la actual gobernadora Aurora Velazquillo (véase Imagen 3): le «echó el agua» a su hijo Patricio (C2). Este vínculo es un buen ejemplo de la relevancia de las relaciones de madrinazgo en los procesos de población de la colonia y en la transmisión del poder político. Aurora también fue de las primeras pobladoras de la colonia, es rarámuri, nació en Guachochi y se educó en el internado de Urique. La familia de Aurora muestra el carácter itinerante y diverso asociado a los rarámuri. Su madre (M), originaria de Cusárare y nacida en 1932, deja sus tierras para vivir por temporadas con sus hijos. De los nueve hermanos, solo uno continuó viviendo en Cusárare (B1). Dos hermanas son profesoras jubiladas y residen en el pueblo de Creel en la sierra (Z1 y Z2). Cinco viven en Cuauhtémoc, de los cuales tres específicamente en la colonia Rayénali (B2, Z3 y B5); el último de estos (B5) falleció por alcoholismo, pero su viuda (B5W, cuñada de Aurora) continúa viviendo en la colonia.

Aurora se enteró de que estaban entregando terrenos por su hermano Estanislao (B5). Al trasladarse a lo que hoy es el asentamiento, recuerda que era solo un llano y que los que llegaron primero se dedicaron a la limpieza del terreno y a la construcción de las primeras casas. Vivió un tiempo con Chepa, hasta que construyó el primer cuarto de su casa. Es viuda y con ella también viven una hija, la pareja de esta y su nieta, mientras que su otro hijo, el ahijado de Chepa, tiene una de las viviendas de la segunda etapa en el centro de la colonia. Patricio (C2) se casó con una joven rarámuri de nombre Elena (SW). Se conocieron en la misma colonia y tienen una hija juntos.

Las genealogías de Josefina Olivas y de Aurora Velazquillo permiten distinguir una característica generalizada en la colonia. Cada casa, a pesar de los espacios

 

Imagen 2. Genealogía 1, Josefina Olivas Chepa

Fuente: elaboración propia

 

 

 

Imagen 3. Genealogía 2, Aurora Velazquillo Cruz

Fuente: elaboración propia.

 

reducidos, es habitada por un número mayor al que se espera en un grupo doméstico conformado por padres e hijos. En la vivienda de Chepa son seis las personas que viven en la misma casa. Además del hijo adoptivo y el biológico, también comparte vivienda la expareja de uno de los hermanos de Chepa, Enrique Olivas. Su cuñada llevó consigo a su madre y a uno de sus hijos. La familia de la fundadora es, como puede advertirse, muy diversa y expresa la flexibilidad parental en la ciudad. Además, como se ha mencionado, es común que lleguen a hospedarse familiares y conocidos de la sierra para realizar algún trámite en la ciudad o por alguna enfermedad que requiere de atención médica.

El mismo caso se puede advertir en la vivienda de la hermana de Chepa. De acuerdo con la genealogía 1 (véase Imagen 2), en la casa de Alicia Olivas viven 11 personas. Uno de los hijos de Alicia cambió de residencia y pasó a habitar en una de las casas del centro de la colonia. Además de su pareja, viven con ella siete de sus hijos, dos de ellos además ya se «juntaron» y llevaron a sus cónyuges. Es relevante el caso porque demuestra que las nuevas generaciones de las primeras familias que llegaron a la colonia son las que han ocupado las casas del centro que se construyeron años después, e incluso algunas de las relaciones de alianza se establecieron entre los jóvenes que, en un primer momento, residían con sus padres en las casas de la orilla.

Los lazos de descendencia han sido centrales para la conformación de la colonia. La mayoría de los parientes que conforman la familia de Josefina Olivas provienen de Carichí, pero las nuevas generaciones ya no son de la sierra sino que nacieron en Cuauhtémoc (véase Tabla 2).

 

Tabla 2. Lugar de procedencia de los miembros de la genealogía de Josefina Olivas

Lugar de nacimiento

Hombres

Mujeres

Total

Carichí

7

9

16

Cuauhtémoc

6

2

8

Chihuahua

0

1

1

Desconocido

3

0

3

Fuente: elaboración propia.

 

En el caso de la familia de Aurora Velazquillo, se muestra cómo la residencia posmarital tiende a ser uxorilocal. Aunque sin duda es una práctica que también se presenta en la Sierra Tarahumara (Bennett y Zingg, 1978[1935]; Pintado, 2012), las condiciones precarias de la colonia, como la falta de espacio y de vivienda para que las jóvenes parejas inicien una nueva familia en una vivienda independiente, obligan a las parejas a vivir en la casa de sus parientes, sobre todo de la familia de la esposa. También es evidente que, como parte del grupo de primeros residentes, Aurora Velazquillo ha tenido una influencia decisiva para que sus hijos y hermanos habiten en la misma colonia en casas separadas. Son por lo menos cuatro las viviendas relacionadas con su familia extensa (véase Imagen 3).

No todos los habitantes de la colonia han logrado tener una casa gracias a los lazos de parentesco o por conocer a la fundadora, pero sí a través de lazos de amistad. Por ejemplo, Concepción Cruz (véase Imagen 4) se estableció en las nuevas casas del centro gracias a unos amigos que ya residían en la colonia, también del centro.

Concepción nació en Nakasorachi, Guachochi, lugar en donde sus padres y al menos la mitad de sus familiares siguen habitando. Ha tenido tres parejas sentimentales, con los dos primeros tuvo descendencia, y en la actualidad las viviendas de sus exparejas se ubican fuera de la colonia. Con su primera pareja (H1) tuvo dos hijos (C1 y C2) que han conformado sus propias familias; viven todos juntos en la colonia Martín López, en Chihuahua. Su segunda pareja falleció (H2), y con él solo tuvo un hijo llamado Leonel (C3). Este vive con su esposa y dos de sus hijas en Chihuahua, en la colonia Alfredo Chávez. Si algo tienen en común las residencias de los hijos y de la propia Concepción es que todos viven en una periferia urbana. Finalmente, con su actual pareja (H3) tiene un hijo (C4) y una hija menor de edad (C5). Juntos residen en Rayénali.

Las familias monoparentales conectadas con Concepción muestran algunas expresiones culturales similares. Su hija Casimira (C1) tuvo una primera pareja (C1H), pero al separarse de esta, el abuelo paterno de su esposo se quedó con la niña que nació de dicha unión. Lo mismo le sucedió a Leonel (C3); al separarse de su esposa (C3W1), la madre de esta se quedó con la hija que tuvieron en común, quienes en la actualidad viven en Bahuinócachi. Los casos registrados demuestran la tendencia a la monoparentalidad y al apoyo de los parientes lineales para la crianza de los hijos. Como se advertía, los lazos matrimoniales se disuelven sin grandes complicaciones porque no se formalizan por la vía religiosa o civil. La descendencia producto de las parejas que deciden separarse es criada por los abuelos, ya sea por el lado de la madre o del padre. Las separaciones son provocadas, en la mayoría de los casos registrados, por violencia intrafamiliar derivada del alcoholismo de los varones. Sin duda, es notoria la tendencia a la monoparentalidad de las familias, que se asocia a un elevado número de casos de separaciones (véase Tabla 3).

 

Imagen 4. Genealogía 3, Concepción Cruz

Fuente: elaboración propia.

 

 

Tabla 3. Separaciones registradas en las genealogías

Número de separaciones en total

21

Número de separaciones en residentes de la colonia

16

Motivo de separación

Alcoholismo

5

Violencia

1

Infidelidad

2

Abandono

10

Desconocido

2

Cambio de residencia

1

Persona que tomó la decisión

Hombre

10

Mujer

8

Desconocido

3

 

Fuente: elaboración propia.

 

En la familia de Chepa (véase Imagen 2, Genealogía 1), de los cinco hermanos, dos se separaron de su pareja. Ella se separó de su cónyuge porque era alcohólico y porque le fue infiel con su prima:

Pues haz de cuenta que ella tenía un esposo que tomaba mucho, y luego ella [su prima] tenía un hijo que estaba malito. Yo siempre le ayudaba, yo no sé qué enfermedad tendría en ese tiempo, pero los medicamentos que usaba el niño eran muy caros, y yo se los conseguía. Yo le conseguía despensa y medicamentos para el niño. Y luego, le conseguía uniformes para su niña que tenía en la escuela aquí. Y pues todo le ayudaba yo. Hasta le dimos una casita ya hecha aquí, porque se mantenía navegando con sus hijos; yo por los hijos. No, me pagó [con la infidelidad] de esa manera, fíjate. Se fueron de aquí [el esposo y la prima]. Duraron seis meses nada más juntos. Y ya se juntó con otro. Y ella se fue a vivir a Juárez (J. Olivas, entrevista, 27 de junio de 2019).

Esta confesión nuevamente muestra la importancia de los lazos de parentesco para obtener una casa propia. También el caso de Isidoro Rivera es representativo al respecto (véase Imagen 5, Genealogía 4). De sus 10 hermanos registrados en la genealogía, seis cuentan con una casa en la colonia (Ego, Z1, Z2, B1, Z3, B3, B4). A diferencia de la genealogía de Chepa (1), en este caso cada pariente dispone de una propiedad independiente. Uno de sus hermanos falleció (B4), sin embargo, la viuda (B4W), junto con su nueva pareja y los tres hijos que tuvo con el finado, continúan habitando en el domicilio del asentamiento. Además,

 

 

Imagen 5. Genealogía 4, Isidoro Rivera

Fuente: elaboración propia.

 

José Martín (S4), el hijo de Isidoro y Felicitas, que ha formado su propia familia, cuenta con una vivienda en el centro, es decir, en la nueva etapa de ampliación de la colonia. La casa en la que reside José Martín junto con su esposa Filomena Ceballos (S4W) y sus dos hijos se acondicionó para abrir una tienda de abarrotes.

Isidoro Rivera fue gobernador; en su genealogía fue importante el cargo como autoridad, que heredó a través de sus parientes. Antes de que Rivera fuera gobernador, su esposa, Felicitas Durán (W), también había ocupado el puesto. Fue una mujer reconocida por su dedicación a la mejora de la colonia. Su hijo José Martín tiene un negocio de abarrotes en la casa donde habitan, y del mismo modo Isidoro Rivera, junto con Felicitas Durán, han puesto su propia tienda en la que venden desde tortillas y leche, hasta refrescos y todo tipo de papas fritas. Estas tiendas son las únicas de este tipo en toda la colonia.

 

Movilidad laboral como expresión de la marginalidad rarámuri

Además de las relaciones parentales y las actividades religiosas y políticas de la colonia, ha sido posible identificar la dinámica laboral de los residentes, caracterizada por ir y venir de un trabajo a otro. Una de las actividades laborales más comunes entre las mujeres en el asentamiento, como en otros contextos urbanos donde habitan los rarámuri, es el «trabajo en casa» o trabajo doméstico (Morales, 2014).10 Es la principal actividad laboral que permite a las mujeres adentrarse en la dinámica de la ciudad y entender, de forma directa, las costumbres y usos del espacio doméstico, así como las nociones de limpieza y suciedad de los chabochi y los menonitas. Las mujeres rarámuri que han trabajado en casas se adentran en la vida íntima de las familias y, dada esta cercanía, establecen relaciones de amistad y parentesco con sus empleadores. Por ejemplo, Dolores López relata que su empleadora, cuando trabajaba en casa, «le bautizó a su hijo» y ahora son comadres (D. López, comunicación personal, 15 de octubre de 2018).

Se trata de una labor que, aunque a decir de las mismas rarámuri les resulta cansada y agotadora, les parece un buen trabajo que les asegura ingresos fijos. Los habitantes de la colonia se enorgullecen de que la mayoría de las mujeres que la habitan tienen un trabajo en casa, lo que demuestra que la vecindad en el mismo asentamiento ha permitido establecer redes que facilitan participar en este tipo de actividad laboral, que se caracteriza por la informalidad al no suscribirse contratos que otorguen reconocimiento. El trabajo en casa ha significado que las mujeres tengan una participación activa en la economía de las familias rarámuri.

Sin embargo, una de las características del tema laboral en la colonia es la constante movilidad de un trabajo a otro. En este sentido, muchas mujeres deciden cambiar de actividad de acuerdo con las alternativas que se les presenten y que sean más redituables o menos cansadas. De hecho, algunas de las entrevistadas manifestaron que la vida en Cuauhtémoc facilita combinar el trabajo en casa con el trabajo en las huertas y la venta de hierbas medicinales. El caso de la fundadora, Josefina Olivas, es representativo al respecto. Ella comenzó a laborar en un puesto de hierbas que heredó de un pariente. Sin embargo, trabajaba también en una huerta de manzanas por la mañana y, por la tarde, se dedicaba a vender hierbas en la colonia Reforma.11 Además, tenía compromisos relacionados con la gestión cultural para la adquisición de viviendas. Por lo mismo, tuvo que dejar la venta de hierbas y concentrarse sobre todo en la huerta. Siguió trabajando en la pisca de la manzana y en el «desahije».12 Pero también empezó a trabajar en casa de una chabochi, fue contratada por una enfermera para cuidar a sus hijas. Comentó al respecto:

La señora tenía tres niñas, dos cuatitas y una más grandecita, yo nomás las cuidaba. Me las llevaba a la guardería y nomás me dedicaba yo a las niñas, a bañarlas, a llevarlas a la guardería y en veces cuando tenía chanza yo le alzaba. Ella me decía “tú ya sabes lo que vas a hacer”. Y ya después, cuando salió de vacaciones ella, ella era enfermera, vino a buscarme y yo en ese tiempo ya no fui porque falleció un señor que lo tuvimos que llevar a la Sierra y duramos como tres días en la Sierra porque no encontrábamos a la familia. Y ya, mejor le dije “consíguete otra porque yo, de repente me hablan”. Así fue como dejé ese trabajo (J. Olivas, entrevista, 27 de junio de 2019).

Chepa trabajó cuatro años como cuidadora de las niñas. A pesar de que la señora que la contrató no quería que se fuera, tuvo que renunciar para dedicarse a las múltiples ocupaciones que llevaba a cabo, como vender quesadillas y tortillas en la plaza de Cuauhtémoc y participar en los eventos del municipio para los que era contratada. Su caso es representativo porque exhibe cómo las mujeres de la colonia que trabajan en casas también suelen emplearse para el «desahije» (en junio y julio) o para la pisca de la manzana (octubre-noviembre). También, como se mencionó, se dedican a vender hierbas medicinales en el centro de la ciudad de Cuauhtémoc, lo que habla de dos cosas: de un conocimiento compartido del uso de las hierbas medicinales y de una red que facilita adquirir y comercializar las plantas. La posibilidad de emplearse en las huertas les permite esta versatilidad laboral. Cuando acaba la pisca de manzana continúan con la venta de las hierbas o con el empleo en casa. Como sucede en otros contextos de migración indígena (Sánchez, 2003), la vulnerabilidad de los trabajadores agrícolas se compensa con la independencia en la inserción laboral y la posibilidad de elegir el trabajo y el empleador que mejores condiciones otorguen. Estos aspectos se destacan en las entrevistas y son observables en los tránsitos de vida de los pobladores de la colonia; la movilidad y la «libertad» para tomar decisiones aparecen como características necesarias para percibir positivamente la actividad laboral en la que se emplean.

En Cuauhtémoc, las opciones laborales corresponden a una «política del reconocimiento» cultural definida por la presencia de grupos que se reconocen a sí mismos como diferentes en términos raciales y culturales.13 Los menonitas, que en 2022 cumplirán 100 años en México, y principalmente en Cuauhtémoc, son un grupo que ha mantenido cierta «distancia» para evitar interacciones con los mestizos y los rarámuri. Al menos es evidente en cuanto a la vigilancia de los preceptos religiosos de la corriente anabaptista asociada a la educación básica y al medio superior (Echavarría, 2016; Oliva, 2013). En términos productivos, se han caracterizado por trabajar en el campo de manera intensiva. Han conformado una exitosa industria derivada de los productos lácteos y también han invertido en las huertas manzaneras. Los mexicanos o mestizos reconocen, al mismo tiempo, sus diferencias culturales con respecto a los rarámuri y a los menonitas. Estas disimilitudes también se observan en las actividades económicas y productivas. Mientras que un grupo de mestizos y menonitas son representantes del liderazgo empresarial, los indígenas participan como mano de obra indispensable para el crecimiento económico de Cuauhtémoc.

La percepción de las mujeres rarámuri sobre los mestizos y menonitas contrasta con la que tienen de sí mismos los empresarios menonitas y mestizos (Gutiérrez y Gutiérrez, 2014). Las mujeres que deciden emplearse en el trabajo en casa consideran que es mejor, en términos generales, ser contratadas por los menonitas que por los chabochi. También los hombres rarámuri entrevistados consideran que el trabajo que ofrecen los menonitas en las huertas tiene algunas ventajas con respecto al que proporcionan los mexicanos en otras huertas. Sobre todo hacen énfasis en las condiciones precarias que ofrecen las grandes empresas agroindustriales de manzana como La Norteñita. En términos generales consideran que trabajar con los chabochi no es tan bueno; el pago suele ser menor y muchas veces no tienen seguridad social. En cuanto al trato de los menonitas, destacan que proporcionan, por supuesto, un mejor salario y consideraciones laborales como tiempo para almorzar y para descansar, lugares para pernoctar e incluso un seguro médico.

De acuerdo con el menonita Abraham Peters (entrevista, 30 de octubre de 2019), hace un par de décadas los menonitas no solían contratar a rarámuri para el trabajo en sus campos porque no los consideraban responsables. Cuando se les daba la oportunidad de trabajar en las huertas o incluso en los corrales con ganado vacuno, sin previo aviso dejaban el empleo y no regresaban. Este tipo de comportamiento no es preocupante cuando se trata de la siembra o de las huertas de manzana, donde los riesgos son menores, pero cuando el trabajo implica cuidar ganado o hacerse cargo del procesamiento de productos lácteos como el queso, sí puede afectar a la producción. Sin embargo, la relación distante entre ambos grupos en cuestiones de trabajo ha ido cambiando poco a poco. En la actualidad, Abraham Peters dice que los menonitas tienen más confianza en los rarámuri e incluso les han enseñado a manejar los tractores. Él mismo se sorprende de hasta dónde han llegado en su relación en el ámbito laboral.

Es evidente que entre los rarámuri y los menonitas existen diferencias culturales que se expresan precisamente en la concepción del trabajo. Mientras que para los rarámuri las actividades laborales son la consecuencia de una migración temporal que se volvió permanente por la escasez de recursos e incluso por la violencia desatada por el tráfico de drogas en la región serrana, para los menonitas se trata de una actividad derivada de la concepción de la vida asociada al esfuerzo individual, al ahorro y al trabajo (Domínguez, 2015; Echavarría, 2016); la diáspora que emprendieron en el siglo xviii desde Rusia hacia Canadá y que se prolongó hasta Cuauhtémoc, fue motivada por el anhelo de preservar un estilo de vida anclada en la religión anabaptista, que no es ajena al espíritu del capitalismo como expresión de la ética protestante (Weber, 1997).

Las zonas en las que viven los indígenas, como la colonia Rayénali y otras de la periferia como Reforma, contrastan con aquellas donde viven los menonitas. Desde su llegada en 1920 a San Antonio de los Arenales, como se conocía a la estación del tren ubicada en los alrededores de lo que hoy es Cuauhtémoc, los menonitas ultraconservadores procedentes de Canadá (de Manitoba y de Saskatchewan) se establecieron en las tierras de la antigua hacienda de los Bustillos propiedad de la familia Zuloaga (Castro, 1999). A pesar de que su llegada no estuvo exenta de problemas y conflictos con los campesinos de la región, desde que tomaron posesión de esas tierras construyeron grandes casas de estilo californiano equipadas con grandes graneros y con espacio suficiente para sus huertos. Su visión empresarial es notoria y reconocida por haber conformado un «corredor industrial» o «comercial» a lo largo de la carretera que va de Cuauhtémoc a Rubio. En efecto, este corredor industrial, que se extiende varios kilómetros, muestra el auge económico que se ha ido forjando a lo largo de una centuria en la comunidad menonita, con restaurantes, maquiladoras, almacenes, minisupermercados, bancos de crédito y hasta un museo de la cultura menonita. En este último sitio se exponen elementos de la vida austera y puritana de los tradicionalistas, como la reproducción de una casa con muebles antiguos y las herramientas de trabajo que se empleaban. Su estilo de vida puritana y el culto al trabajo se presentan como las expresiones culturales más relevantes y diferenciadoras frente a las costumbres de los mexicanos y los rarámuri. El mensaje es claro: los menonitas (al menos los conservadores) solo trabajan, no tienen tiempo para la diversión o el esparcimiento.

Tal como advirtieron Elias y Scotson, la distinción entre los establecidos y los marginados deriva del «papel decisivo de la dimensión temporal» (2016:54). Como principio de la estigmatización y la exclusión, esta dimensión temporal permite entender las distintas categorías entre los mestizos y los menonitas, ambos como establecidos, de los rarámuri como marginados. En este sentido, a diferencia de los menonitas, los rarámuri no parecen ser parte de esta cultura del trabajo que se advierte en el discurso oficial, basado en una política de reconocimiento de la multiculturalidad de la ciudad de Cuauhtémoc. La constante movilidad de la población indígena a la ciudad y las características de transitar de un empleo a otro contrastan con las particularidades del otro grupo. El reconocimiento mencionado ha significado la dignificación de los menonitas a pesar de su explícito rechazo a mezclarse con otros grupos de tradiciones distintas. Mientras que los menonitas llegaron a Ciudad Cuauhtémoc para establecerse de manera definitiva y dedicarse a la agricultura y la ganadería, los rarámuri, y en general los indígenas que llegan impulsados por carencias y oportunidades de trabajo, mantienen una condición de migrantes y, por lo tanto, de marginados. La movilidad es considerada «informalidad» y una expresión inherente de su cultura. De esta forma, los rarámuri son considerados como mano de obra para las huertas de manzana, la albañilería y el trabajo en casa, pero no cuentan con reconocimiento como grupo dedicado al trabajo y, por lo tanto, al éxito económico.

Sin duda, ha sido a través de los lazos parentales como los rarámuri han establecido redes de apoyo para establecerse de manera permanente en un espacio como la colonia Rayénali, donde claramente se ha ido conformando un sentido de comunidad y de pertenencia a un grupo indígena que busca reproducir el estilo de vida de la Sierra Tarahumara. Sin embargo, los espacios donde se ubican y el diseño de estos contrastan con los campos menonitas y con el corredor industrial, estos últimos como expresión del éxito económico y cultural.

 

Consideraciones finales

El estudio de las genealogías de las familias en la colonia Rayénali ha permitido no solo hacer una reconstrucción de los acontecimientos políticos que dieron paso a la construcción de las casas en un terreno donado por el gobierno estatal, sino destacar la importancia de los lazos de descendencia y las relaciones de alianza para la configuración de este asentamiento. El estudio ha mostrado que se trata, en la mayoría de los casos, de familias rarámuri que llegaron a la ciudad procedentes de la Sierra Tarahumara hace más de tres décadas debido a falta de oportunidades de trabajo y a condiciones de escasez alimentaria. Por supuesto que no todos los rarámuri que llegaron a Cuauhtémoc están ubicados en esta colonia; muchas familias se han asentado de manera dispersa en la periferia de la ciudad rentando cuartos y pequeñas casas. También llegan a los albergues, como el llamado Doña Minita, que han recibido a migrantes de manera temporal o permanente desde la década de los ochenta del siglo pasado.

Las expresiones de solidaridad entre las familias de la colonia Rayénali dependen de la descendencia, la alianza y las relaciones de amistad. Por ejemplo, la movilidad constante derivada de la migración interna ha cambiado la organización familiar, con una clara tendencia a la monoparentalidad; las separaciones de las uniones matrimoniales motivadas por el alcoholismo y la violencia son frecuentes en el contexto urbano. A pesar de que las mujeres separadas siguen siendo las que se dedican a la crianza de la descendencia resultante de las uniones maritales, es común que se apoyen con los abuelos y los parientes colaterales para poder trabajar en casas o en las huertas. En algunas situaciones, cuando se presentan separaciones, las mujeres suelen formar una nueva familia con otras parejas y trasladan toda la responsabilidad de la crianza de los niños a los abuelos. La misma arquitectura de las casas de la colonia Rayénali determina la conformación de familias nucleares formadas por padres e hijos. Sin embargo, por la dinámica laboral y las condiciones precarias de las familias rarámuri, es común que estos pequeños espacios sean habitados por familias extensas.

El estudio ha mostrado el papel central que ha desempeñado Josefina Olivas como fundadora de esta colonia. Su trayectoria de vida es un ejemplo de la transformación del papel que juegan las mujeres en un contexto urbano como Cuauhtémoc y del proceso de flexibilización de la familia nuclear. Las distintas actividades laborales que realizó le han permitido la autosuficiencia económica y el empoderamiento familiar. Es una interlocutora reconocida regionalmente ante las organizaciones políticas y culturales de los gobiernos municipal y estatal. De esta forma, Chepa se ha convertido en un referente para los migrantes, tanto de otras ciudades como de la sierra, que buscan un lugar para pernoctar en Cuauhtémoc. Así como Josefina Olivas ha sido central por su papel como intermediaria entre las instituciones gubernamentales y los migrantes, otras mujeres rarámuri han seguido sus pasos para ser gobernadoras y tener injerencia en las decisiones de la colonia, así como para participar en el control político y el comercio interno. En este sentido, no podríamos sostener, como se ha considerado en otras investigaciones, que exista una forma única de ser «un buen rarámuri», asociado al «territorio» serrano y, por lo tanto, a «caminar» (Martínez, 2008; Martínez, Martínez y Naranjo, 2012:86).

La trayectoria de Chepa también es un ejemplo representativo de la movilidad laboral de los rarámuri en esta ciudad multicultural, una movilidad que se caracteriza por la búsqueda de mejores condiciones para la vida en un espacio urbano. Se asume de entrada que las mujeres rarámuri, cuando no se dedican a la venta de hierbas medicinales, son trabajadoras en casas o empleadas en alguna huerta manzanera. Pero la movilidad laboral que muestra la trayectoria de Chepa es también una caracterización negativa de la vida trashumante de los indígenas, que ha sido determinante para que se tenga la visión de que los rarámuri (hombres y mujeres por igual) son informales y no terminan por asentarse y establecerse, como lo hicieron los menonitas cuando llegaron en las primeras décadas del siglo xx.

En Cuauhtémoc existen distintas opciones laborales para mejorar las condiciones de la vida familiar rarámuri, pero no deja de ser la expresión de una situación precaria que obliga a los indígenas a seguir una dinámica de constante movilidad laboral que impide mantener un trabajo de manera estable con las prestaciones laborales correspondientes. Tal parece que en Cuauhtémoc, la ciudad de las tres culturas, el discurso político de la multiculturalidad aprovecha esta movilidad asociada a una aparente forma de vida rarámuri anclada a la lengua y a la Sierra Tarahumara para perpetuar la explotación y la discriminación. Sin duda, la colonia Rayénali representa un cambio en ese sentido y un lugar de referencia para los rarámuri que vienen de otros pueblos de la Sierra Tarahumara. Es indudable que los lazos consanguíneos han sido determinantes para la conformación de este asentamiento y, derivado de esta relación parental, representa un lugar de apoyo en esta ciudad que se ufana en ser multicultural. Aun así, la colonia Rayénali no deja de ser un asentamiento ubicado en la periferia e insuficiente para una población indígena cada vez más numerosa que ha decidido cambiar de manera permanente su residencia por cuestiones de escasez y por falta de oportunidades en la Sierra Tarahumara.


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Notas

1 Este artículo es resultado del Proyecto Parentesco en el Noroeste de México (30481) del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

2 De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2010, se registraron 2 211 indígenas en Cuauhtémoc, de los cuales 83.1 % hablaban la lengua tarahumara (inegi, 2011:47). El Panorama Sociodemográfico de 2015 registró que el 14.81% (24 952 de 168 482 personas) se considera indígena, y al menos el 2.73% (4 600 personas) hablan una lengua indígena en la ciudad (inegi, 2016). Por otra parte, los resultados de los tabuladores del último censo, aplicado en 2020, enfatizan el papel de la lengua. Se registró una población total de 180 638 personas, de las cuales se obtuvo la información de que 2 921 hablan, o al menos entienden, alguna lengua indígena en la ciudad. Finalmente, en las estadísticas se creó la categoría de análisis «Total de personas que forman hogares censales donde la persona de referencia del hogar o su cónyuge o alguno de los ascendientes de éstos declararon hablar lengua», en la que se obtuvo un resultado sobre el municipio estudiado de 4 659 individuos (inegi, 2020).

3 Agradecemos a Karen López Rodríguez por su apoyo en campo para la elaboración de las genealogías y entrevistas.

4 Antes de la iglesia había una bodega para resguardar los materiales para la construcción de las casas. Una vez que se construyeron las primeras 50, esta bodega se diseñó como templo de una sola nave.

5 Aunque mucho de lo que se propuso en el proyecto inicial no se concretó, como evitar el tránsito de vehículos y promover el uso de bicicletas, así como tener locales para la venta de artesanías; las casas del centro están hechas de adobe que permite mantener una «adecuación al medio físico natural» (Peña Barrera, 2014).

6 Conocidos como curanderos, doctores, chamanes y brujos, los owirúame son los especialistas rituales de los rarámuri encargados de prevenir y resolver los problemas relacionados con la salud y la enfermedad, y son reconocidos por ser un ejemplo del buen comportamiento rarámuri (Rodríguez, 2015).

7 El yúmare o yúmari es un ritual propiciatorio de lluvia, pero también de agradecimiento y de protección para evitar enfermedades tanto de los seres humanos como de los animales domésticos. Se trata de una danza que se lleva a cabo en patios comunitarios o domésticos y puede realizarse en cualquier época del año. Además del consenso en la academia sobre las motivaciones para realizar este ritual, otras investigaciones ahondan en sus referencias míticas y en el sentido sacrificial del yúmare (Bonfiglioli, 2008a).

8 La colonia tiene estrecha relación con la Comisión Estatal para los Pueblos Indígenas (coepi). La coepi ha estado presente en la toma de decisiones en el ámbito político del asentamiento. Por ejemplo, son sus representantes los que garantizan que la elección de las autoridades, como el gobernador, se lleve a cabo de manera democrática.

9 El albergue es de Herminia Prado Bustillos, y es conocido como «Doña Minita». Se abrió en 1984. En 2003 estaba ocupado por 98 rarámuri provenientes de Carichí, quienes estaban de paso para laborar en la pizca de manzana y la venta de plantas medicinales (El Heraldo, 2003:8). En 2010 en las instalaciones del albergue vivían 150 personas. Debido al sobrecupo muchos tenían que ocupar el patio para dormir (El Heraldo, 2010:8).

10 El término «trabajo en casa» es el que utilizan las mujeres rarámuri.

11 En un espacio de comercio informal conocido como Los Cuadros, donde se ponen puestos de venta con distintos productos.

12 Desahije: corte de pequeñas manzanas y ramas para facilitar el crecimiento de las manzanas de mayor tamaño y susceptible de venta.

13 La política del reconocimiento, de acuerdo con Charles Taylor (2001), alude al movimiento moderno y democrático que busca la convivencia y el diálogo entre culturas o grupos que se autodefinen como distintos en función de la autenticidad y originalidad. Para una visión crítica de esta política del reconocimiento y de la multiculturalidad véase Seyla Benhabib (2006).

 

Cómo citar este artículo:

Oseguera-Montiel, Andrés y Ricardo Schiebeck Villegas (2022), «Parentesco, movilidad y marginalidad rarámuri en Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua». Revista Pueblos y fronteras digital, 17, pp.1-31, doi: 10.22201/cimsur.18704115e.2022.v17.589.