Pensar los lugares de memoria: el uso del hashtag en Twitter

Reflecting upon Places of Memory: The Use of Hashtag on Twitter

Adriana Araceli Figueroa Muñoz Ledo
Facultad de Estudios Superiores de Cuautla,
Universidad Autónoma del Estado de Morelos
Recepción: 16/10/2019 Aprobación: 30/04/2020 Publicado: 28/07/2020

 

RESUMEN:En este texto se analiza la figura del hashtag (#) en Twitter como lugar de memoria y espacio para su construcción empleando los casos del primer aniversario del terremoto del 19 de septiembre de 2017 en México y el cuarto aniversario de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Se discuten postulados de estudiosos clásicos de la memoria y su pertinencia para el análisis de las redes sociodigitales como potenciales lugares de memoria y/o vectores que la configuran. Se concluye que el uso del hashtag constituye un espacio de memoria y enunciación para grupos usualmente silenciados o invisibilizados; no obstante, no está libre de censura ni exclusión. Estas reflexiones pueden ampliarse a cómo algunos espacios digitales abren la puerta a fuentes de datos útiles para la Historia enunciadas desde voces consideradas no oficiales.

PALABRAS CLAVE: Memoria histórica, internet, web 2.0, redes sociodigitales

ABSTRACT: This essay analyzes the use of the hashtag symbol (#) on Twitter as a place of memory and a space for constructing memory. It is based on cases related to the first anniversary of the September 9, 2017 earthquake in Mexico and the fourth anniversary of the forced disappearance of the 43 students from Ayotzinapa. It discusses the hypotheses of classical scholars studying memory and its relevance to analyze socio-digital networks as potential places of memory and/or vectors that configure memory. It concludes that the use of hashtag constitutes a place of memory and articulation for groups that are generally silenced or made invisible. Nonetheless, the use of hashtag is not free of censorship or exclusion. These reflections may also be applied to how some digital spaces lead to data sources that are useful to History, articulated by voices that are considered unofficial.

KEY WORDS: Historical memory, Internet, web 2.0, socio-digital networks.

 

Introducción


 
Hablar sobre el pasado es quizá una de las tareas más complicadas, pues implica encarar la paradoja de no relatar lo vivido, sino lo que se recuerda haber vivido. No solo somos incapaces de generar una imagen fiel del pasado, sino que sobre la imagen que reconstruimos nos posicionamos en el presente, tomamos decisiones y experimentamos emociones. Por supuesto, esa reconstrucción no se trata de una ficción en sí, pues posee una base y evidencias (una parte de estas es el propio recuerdo; otra, el testimonio del otro), nos garantiza que lo recordado sí ocurrió, aunque, al contrastar nuestro recuerdo con el de otros descubrimos que los detalles, los sentires y las interpretaciones de lo pasado varían, a veces poco, a veces mucho.

Con base en lo anterior, se puede anticipar que la memoria se encuentra llena de matices y posee variadas formas de expresión. En ese sentido, corresponde ampliar la reflexión en torno a cómo, en la actualidad, los espacios digitales convergen con los estudios sobre la memoria. Un elemento sustancial para pensar la práctica de la memoria en el entorno digital implica hablar de la aparición de la web 2.0, ya que con ella los(as) usuarios se transformaron en sujetos creadores de contenido y esto incrementó su margen de opinión y acceso a la información. Aunado a lo anterior, a partir del auge de las redes sociodigitales,1 cualquiera que tiene una cuenta en alguna de ellas es capaz de publicar a un nivel más extenso, global y simultáneo, casi cualquier cosa que pase por su mente. Sobre este punto existe una amplia discusión −no resuelta a favor de alguna postura− respecto a si las redes sociodigitales son reproductoras del sistema hegemónico (Calveiro, 2006; Castells, 2009) o, por el contrario, representan espacios potenciales para la libertad de expresión y el despliegue de la autonomía individual y colectiva (Castells, 2009 y 2012). Sobre lo que sí parece haber consenso es en reconocer que Internet no es un espacio neutral (Vega, 2016). Esta «falta de neutralidad» da a Internet la posibilidad de ser un entorno diverso que va de la más puntual reproducción de pensamientos hegemónicos, hasta la diseminación de propuestas alternativas, resistencias y/o reivindicaciones.

Por tanto, es posible considerar el papel que juega Internet y, en particular, las redes sociodigitales, en consonancia con los supuestos de varios autores estudiosos de la memoria. Podemos, por ejemplo, pensar estas redes como uno de los vectores que configuran la memoria referidos por Traverso (2016), al entender que las redes sociodigitales permiten distintas actividades, entre ellas comunicar pero no solo en el sentido «informativo» desde una agencia cuya función explícita es esa (como sería el caso de los espacios noticiosos o periodísticos), sino también desde la difusión y retroalimentación de información por parte de los propios usuarios(as) de las redes.2

Con base en este primer acercamiento, este escrito se propone retomar algunas ideas sobre cómo se ha abordado el estudio de la memoria para luego, mediante un ejercicio a nivel exploratorio, pensar en la figura del hashtag en Twitter3 como un posible espacio de construcción de la memoria y lugar de la misma, donde personas «comunes y corrientes» mantienen vivo un suceso que, de forma «oficial», fue construido de otra manera. Este es un ejercicio también para considerar las oportunidades que brindan las redes sociodigitales para elaborar de manera colectiva un discurso de memoria y mirar cómo se entreteje con otros sucesos.

Un segundo propósito es reflexionar sobre si estos espacios de comunicación/interacción −en particular bajo el uso del hashtag− abren la puerta a fuentes de datos para la Historia enunciadas desde «voces no oficiales», aunque, al mismo tiempo, con las reservas que impone la desigualdad en el acceso a Internet que aún existe en la mayoría de los países y las prácticas de censura que suelen desplegarse.

Para lo anterior, se analizarán algunos hashtags relacionados con dos conmemoraciones efectuadas en septiembre de 2018: por un lado, el primer aniversario del sismo del 19 de septiembre de 2017 y, por otro, el cuarto aniversario de la desaparición de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa. Cabe resaltar que no se pretende analizar ambos sucesos a fondo, sino únicamente tomarlos como herramientas para la reflexión.

Acotación: #QuéEsUnHashtag

Hashtag es una palabra en inglés que puede traducirse como «etiqueta». En el espacio digital, es una herramienta útil para la creación y difusión de contenidos, que los mantiene agrupados de modo tal que se fomenta la participación de los(as) usuarios(as) de alguna red sociodigital en torno a algún tema. De acuerdo con Guerra (s. f.), Twitter fue la primera red que introdujo su uso y obtuvo resultados tan exitosos que otras redes −como Facebook, Instagram o Tumblr− comenzaron a usarlo también. Un hashtag se compone por palabras y/o frases sin espacios entre ellas precedidas por el símbolo #.

Gracias al hashtag es posible que usuarios(as) de una red participen en conversaciones sobre temáticas generales a partir de sus casos particulares/regionales y puedan seguir el curso de dichas conversaciones. Cualquier usuario(a) puede crear un hashtag y, según la popularidad obtenida, puede o no convertirse en trending topic (tema del momento, tendencia); es decir, algún tema que, por la cantidad de comentarios o retuiteos (re-publicar un contenido ya existente) que ha recibido por parte de otros(as) usuarios(as), adquiere un estatus de importancia dentro de todo el contenido que circula en la red sociodigital desde la que se produce. En ese sentido, estas etiquetas facilitan clasificar contenidos, crear redes de mensajes y su masificación (Mancera, 2014).

La(s) memoria(s): terreno de disputa y práctica social

Dada la complejidad en el estudio de la memoria, esta ha sido estudiada desde diversas disciplinas, con enfoques distintos y propósitos particulares. Una de las áreas de conocimiento que ha acogido a la memoria −y con ello, propiciado acalorados debates sobre su naturaleza y aspiraciones− es la Historia. Con el fin de introducirnos en el tema de la memoria, a continuación se recogen algunas ideas generales de autores destacados en el campo para, gradualmente, reflexionar sobre sus expresiones en el espacio digital.

Los estudios de la memoria dentro del campo académico surgieron en la década de 1980 (López, 2018). Estos estudios retoman la crítica iniciada por la Historia Social en el sentido de dar cuenta de las relaciones de poder implícitas en la producción de relatos sobre el pasado, en la inclusión de actores distintos a los de dominio popular y en la ampliación de las fuentes consideradas válidas para hacer historia.

El historiador italiano Enzo Traverso (2016) señala algunas de las disputas que evidenciaron la rígida distinción que las ciencias sociales contemplaban entre historia y memoria, que la colocaban en un lugar menos importante que la primera. Ejemplo de lo anterior era la consideración que se tenía de la historia como la elaboración del discurso crítico sobre el pasado, mientras que la memoria era un simple cúmulo de recuerdos (Traverso, 2016). En este tenor, los estudios sobre la memoria comparten con la llamada Nueva Historia4 una revaloración de las fuentes orales y de la importancia de pensar el pasado de todos los grupos sociales desde su propio punto de vista (Burke, 2003). Traverso (2016) reconoce los cruces entre historia y memoria y realiza un ejercicio para disipar la jerarquía que parece sostener la historia sobre la memoria; para este autor, la memoria se entiende como una representación del pasado que se erige desde el presente; además, considera que, a diferencia de la historia, cuya representación es escrita, la memoria posee una gama más amplia de posibilidades, como la imagen o el sonido.

De modo similar, para el filósofo francés Paul Ricœur (2000) la memoria es colocada en un nicho de importancia frente a la historia al situarla del lado de la realidad (en contraposición a la fantasía), sin embargo, su propuesta versa en no subordinar la historia a la memoria o viceversa, dado que, en conjunto, asisten a la representación que se hace del pasado. Por su parte, el historiador italiano Alessandro Portelli (1989) es más enfático y no duda en proponer que la memoria es más relevante que el evento que se rememora. A su vez, el historiador francés Pierre Nora (1984) tampoco vacila en marcar una distinción entre ambas y señala que la historia sospecha de la memoria y realiza diversos ejercicios para criticar su legitimidad, desplazándola a un terreno ajeno al de la ciencia social. Para este autor (citado por Becerra, 2015), la articulación entre historia y memoria se torna problemática, pues considera que cuando una de ellas se presenta, es porque la otra ya agotó sus recursos para conservar el pasado.

Se puede observar cómo este giro en los estudios dentro de la Historia posicionó a la memoria no solo como una posible fuente, sino como un relato esencial para hablar tanto del pasado como del presente. Lo anterior trae consigo una serie de cuestionamientos respecto a cómo y desde dónde comprender el pasado y, para efectos de la vida actual, cómo articular esta comprensión con el estudio de lo digital como espacio de fuente y despliegue de memorias. Asimismo, pone de manifiesto que la objetividad no puede ser el punto de distinción entre ambas, ya que todo conocimiento −incluido el de la Historia−, es un conocimiento situado que, por tanto, está imposibilitado para reflejar fielmente la realidad, en todo caso, solo es capaz de representarla desde una mirada particular y contextuada.

En coincidencia con los autores mencionados, la memoria puede pensarse como una práctica que no es neutral, dado que está vinculada a usos políticos diversos y sus expresiones son tan múltiples como los grupos que la sostienen (Calveiro, 2006). Al respecto, la politóloga argentina Pilar Calveiro (2006) refiere que no se puede asumir que existan dueños de la memoria ni tampoco relatos únicos y terminados. Por supuesto, no se puede negar que existen voces −y memorias− más susceptibles de ser enunciadas, escuchadas y que cuentan con los medios materiales y simbólicos para hacerse de una legitimidad, sin embargo, los márgenes de enunciación y escucha se han engrosado en las últimas décadas para millones de personas que usan las redes sociodigitales alrededor del mundo que, como trataré de argumentar, logran hacer de estas redes espacios para la construcción y evocación de la memoria.

Si seguimos esta lógica, la memoria surge también como forma de resistencia frente a la historia tradicional/oficial (Becerra, 2015) o, como señala el historiador francés François Hartog, como una alternativa a la historia que solo dio lugar a los vencedores: «(…) esa palabra maestra que permite decir más: ella es un derecho, un deber, un arma» (Hartog, 2009:128). Es ese tipo de deber que podríamos comparar con lo que, para Nora (1984), hace que cada persona sea la historiadora de su propia experiencia. En ese orden de ideas, Nora (1984) señala que la memoria no es un singular con mayúscula, sino un plural (las memorias) pues al poseer una naturaleza colectiva existen tantas memorias como grupos sociales; asimismo, la memoria no es estática, sino que se transforma de modo permanente, por lo que tampoco existe como producto acabado.

Esta pluralidad es uno de los elementos que para el sociólogo francés Maurice Halbwachs (1950) sitúa a la memoria en el plano de lo colectivo. Para este autor, la memoria se construye en lo social en al menos tres sentidos: por un lado, la memoria emerge desde marcos sociales5 previamente constituidos; además, nos apoyamos en los(as) otros(as) para recordar; y, finalmente, la memoria individual nunca se construye en soledad, sino que está llena de otros(as), es decir, nuestros pensamientos y sentimientos más personales provienen de entornos y circunstancias sociales, de ahí que nuestra memoria se fortalece o invalida gracias al recuerdo de las demás personas.

En esta reconstrucción del pasado elaborada a través de la memoria, cada vez que evocamos un recuerdo producimos una interpretación de él, matizada desde el momento y sitio actual que ostenta quien lo evoca (Contreras, 2018). Por ello, invocar la memoria es una operación realizada desde el presente y traslapa así dos tiempos (pasado-presente) con miras a posicionarnos ante un tercero (futuro), de modo tal que hacer memoria es una forma de habitar, al menos, dos temporalidades. De acuerdo con el historiador austriaco Michael Pollak (2006), es el contexto presente el que determina qué se recuerda y cómo se recuerda o, en palabras de Calveiro (2006:378) «[son] los peligros del presente los que convocan la memoria». Con relación a un tercer tiempo −tomar posición frente al futuro−, significa que hacer presente al pasado nos permite tomar decisiones sobre lo que haremos después. Al respecto, podemos decir que:

La rememoración desemboca en la praxis política (…) en el derrumbamiento de la historia oficial. (…) La memoria cobra entonces una cualidad subversiva y autónoma que se establece como criterio [para] la reivindicación de los propios actos y del sacrificio de los otros que se rebelaron para construir sociedades más equilibradas y empáticas (Contreras 2018: 25).

En suma, se puede observar que la memoria trasciende el mero acto de recordar: abraza la práctica social presente y su posibilidad futura, contiene la interpretación de la experiencia de quien ejecuta ese acto y confronta al discurso histórico como voz legitimada para dar cuenta del pasado. En nuestros días, la intensa participación de las personas en redes sociodigitales suma al estudio de la memoria nuevas fuentes y mecanismos de engranaje; de igual forma, nos lleva a reflexionar sobre el papel de lo digital en la construcción de las distintas memorias y en su versatilidad entre desempeñarse como lugar, detonante o reservorio de las mismas, o bien como enlace entre los distintos actores sociales; actores que han hecho de lo digital un estrado para hablar e interpelar las narrativas oficiales.

¿Quién y dónde puede enunciar su visión del pasado?

Dada la multiplicidad de memorias y miradas sobre el pasado, vale preguntarse cómo se evalúan o validan los contenidos de la memoria según el sujeto y lugar de enunciación. Para el caso de las redes sociodigitales, aunque pudiera creerse que el único requisito para «hablar» es contar con un dispositivo electrónico y conexión a Internet (lo cual no es poca cosa), la realidad es que los diversos mecanismos de censura (explícitos o no), exclusión6 y desprestigio juegan en contra de la libertad de expresión. No obstante, tampoco se puede negar que gracias al anonimato que posibilitan estas redes las personas pueden desplegar imágenes e ideas con cierto grado de autonomía.

Para pensar en la forma y contenido de los discursos construidos desde y diseminados a partir del hashtag en Twitter, ayuda retomar los postulados del historiador Ranajit Guha (1999) con relación a los tres tipos de discurso que se han construido en las historiografías. Si bien Twitter no pretende ser una plataforma de construcción de la narrativa histórica, considero sensato advertir que se ha convertido en un espacio donde se configuran y disputan distintas versiones sobre acontecimientos que, de algún modo, suman a la construcción de dicha narrativa, y son ellas donde puede observarse quién construye y con qué intención; además, resulta útil este ejercicio comparativo para ubicar los posicionamientos de los actores dentro de la plataforma.

Al respecto, Guha (1999) refiere que el discurso primario es aquel que emerge desde los grupos que ostentan el poder oficial y por ello, se asume que cuentan con los recursos válidos para construir la versión de lo ocurrido; este discurso se produce en el momento inmediato o casi inmediato a la ocurrencia del evento. Así, por ejemplo, para el caso de Twitter, tenemos las publicaciones que, a minutos de un evento de suma relevancia, se realizan desde los perfiles de funcionarios públicos o instituciones gubernamentales. Ejemplo de ello es la siguiente publicación (imagen 1) con el hashtag #FuerzaMéxico a propósito del sismo del 19 de septiembre de 2017 (19S), ocurrido en la zona centro-sur del país:

 

 

Imagen 1. Publicación del expresidente Enrique Peña Nieto a un día del 19S

Fuente: Twitter. Fecha de la publicación: 20/sept/2017.

 

A diferencia del momento histórico que pudo analizar Guha, hoy en día Internet permite estar al tanto de lo ocurrido en tiempo real en cualquier parte del mundo, así como pronunciarse al respecto de forma global y masiva. Así, el criterio de producción inmediata del discurso primario no está ceñido al Estado, por lo que la aparición de este discurso puede alternar con discursos no oficiales. Pese a dicha posibilidad, lo cierto es que la cercanía en tiempo con el evento en cuestión parece estar relacionada con la escasez de lo que Guha llamaría «prosas insurgentes» en Twitter el día en que aconteció el sismo de 2017: en este caso, las publicaciones de usuarios comunes se focalizaban en dar a conocer lo ocurrido, solicitar y organizar ayuda o dar muestras de solidaridad (imagen 2), entre otras, pero no a cuestionar los posicionamientos del Estado. Es interesante cómo el factor «inmediatez» diluye la utilización de estos espacios para la producción y difusión de discursos alternativos a los oficiales.

Imagen 2. Publicación de usuario horas después del sismo del 19S

 

Imagen 2. Publicación de usuario horas después del sismo del 19S

Fuente: Twitter. Usuario: Poncho. Fecha de la publicación: 19/sept/2017.

 

El segundo discurso, también llamado secundario, se encuentra más distante en el tiempo y se produce desde espacios supuestamente neutrales (como las agencias noticiosas), aunque su propósito es dar continuidad al primero. Tanto el discurso primario como el secundario buscan desvirtuar la perspectiva de grupos opositores, dado que no la reconocen siquiera (Guha, 1999). Un ejemplo de este tipo de discurso es la publicación de una de las cadenas de televisión abierta más populares en México a un año del sismo y que se alinea al discurso oficial de apoyo y solidaridad con las personas damnificadas (imagen 3).

 

 

Imagen 3. Publicación de la cadena noticiosa TV Azteca a un año del 19S

Fuente: Twitter. Fecha de la publicación: 19/sept/2018.

 

Finalmente, el discurso terciario es aquel elaborado por individuos o grupos que no tienen obligación de representar el punto de vista de los grupos de poder −pero que no por ello carecen de posición−, por lo que suelen inclinarse más por representar las opiniones de la izquierda (Guha, 1999) o, por lo menos, alternativas. Al respecto, en la imagen 4 se muestra una publicación a dos años del sismo que retoma el hashtag 19S para recordar y señalar la colusión entre medios de comunicación y Estado en la construcción de una de las crónicas acusadas como «cortina de humo» en los días subsecuentes al sismo, me refiero al caso de la niña Frida Sofía. La historia de una supuesta niña sepultada bajo los escombros de un colegio que colapsó tras el sismo acaparó gran parte de la cobertura de otra de las televisoras más importantes del país y, con ello, la atención de buen número de televidentes. Días después se supo que la existencia de Frida Sofía, al igual que la supuesta comunicación que personal de la Secretaría de Marina habían mantenido con ella, formaban parte de una especie de montaje, el cual no fue aceptado como tal por parte de las autoridades, las cuales simplemente desmintieron su versión previa. Esta historia recibió una cobertura mediática y fue tendencia en Twitter: en un primer momento, por tratarse de una historia que conmovía y congregaba a buen número de usuarios(as) en torno a desear el pronto rescate de la niña y, posteriormente, por ser considerada una mentira organizada por el gobierno mexicano con apoyo de algunos medios de comunicación.

 

Imagen 4. Señalamiento de cobertura mediática al estilo «cortina de humo» a dos años del 19S

Fuente: Twitter. Usuario: Luis Alberto Reyes J.Fecha de la publicación: 19/sept/2019.

 

Para Guha (1999), el discurso terciario era construido por los historiadores bajo la premisa de ser portavoces neutrales. Si reconocemos que la neutralidad es más una aspiración que una realidad y que los propios autores(as) de la memoria pueden alcanzar visibilidad gracias a las redes sociodigitales, el discurso terciario parece ampliarse y dar cabida no solo a las voces certificadas por la Historia. Dada la naturaleza de este discurso, puede albergar posiciones subversivas o contrarias al discurso oficial y, en ese sentido, memorias «subterráneas» o «subversivas» (Pollak, 2006).

Como parte de esas posiciones contrarias, en el primer aniversario del 19S, hashtag como #19sUnAño fueron empleados en Twitter no solo para rememorar el acontecimiento, sino para señalar las prácticas de corrupción nacionales y locales que acompañaron el reparto de ayuda a los damnificados por el sismo, así como aquellas que, por obra u omisión, fueron partícipes del colapso de algunas construcciones. Sobre este punto, cabe señalar que tras el terremoto de 1985 se realizaron modificaciones a la normatividad para construcción en México; sin embargo, tras el sismo de 2017 algunas irregularidades quedaron al descubierto, mismas que podrían explicar algunos derrumbes de edificios y las consiguientes pérdidas humanas. Al respecto, tuits como el de la imagen 5 rememoran dinámicas de corrupción que forman parte del evento en cuestión, pero que también constituyen antecedentes de la tragedia asociada al evento.

 

 

Imagen 5. Tweet de usuaria que señala prácticas de corrupción alrededor del 19S

Fuente: Twitter. Usuaria: Luisa Cantú Ríos.Fecha de la publicación: 19/sept/2018.

 

En el discurso terciario se alojan recuerdos que, por una u otra razón, no son susceptibles de ser comunicados en determinados momentos, pero en otros, emergen de su silencio como una forma de reivindicación. Al respecto, tuits como los de las imágenes 4 y 5 no solo evocan un evento, sino que rememoran estrategias de control del Estado en momentos de crisis y/o prácticas recurrentes de desacato normativo en perjuicio de la ciudadanía. Calveiro (2006), en coincidencia con Pollak (2006), comenta que estas memorias acalladas afloran en momentos imprevistos, pero también afirma que hay otras que se asoman como parte de un ejercicio intencional. Es sobre este tipo de memoria que emerge a la distancia y desde un lugar de enunciación no oficial que el hashtag podría considerarse un lugar de memoria.

Lugares de la memoria: ¿una potencialidad del hashtag en Twitter?

Considerando la propuesta de Nora, Loeza (2018) refiere que, con el propósito de proteger la memoria, los grupos sociales elaboran «lugares de memoria», es decir, espacios donde depositan sus relatos aceptados respecto a cómo ocurrió algún evento y qué elementos han de destacarse sobre él.

Nora (1984) apunta que los lugares de la memoria son aquellos donde «la memoria trabaja», es decir, no son −por fuerza− los espacios físicos donde ocurrieron los hechos del pasado, sino los espacios que detonan/estimulan pensar en el pasado o, en espacios que no son necesariamente físicos porque «(…) responden a los rituales que se materializan en las prácticas rememorativas» (Becerra, 2015:66). Por lo anterior, la memoria no se encuentra depositada en algún sitio, sino que se encuentra en los rastros necesarios para el recuerdo; dichos rastros son los vínculos que tenemos con los grupos donde nos desenvolvemos (Halbwachs, 1950).

Los lugares de memoria pueden ser oficiales cuando transmiten la memoria del grupo dominante y están más vinculados a una esfera de poder; o bien, espacios producidos por grupos al margen7 de dichas esferas donde los relatos ahí plasmados suelen no coincidir con los de la memoria oficial. Asimismo, se trata de espacios que encarnan ciertas actividades (como puede ser «el minuto de silencio/aplausos») o actores (como los familiares de víctimas, por ejemplo) (Nora, 1984). Al respecto, siguiendo a Nora, Becerra refiere que los lugares de memoria son «(…) espacios necesarios para que las sociedades dominadas por la amnesia social se reencuentren con su pasado y de esta manera logren entender los distintos procesos sociales que han desembocado en el presente» (Becerra, 2015:66). Es decir, podríamos pensar, paralelo a Halbwachs, que estos lugares mantienen con vida no solo a las memorias, sino también a los grupos gracias a que aquello que los une (sus memorias) se sostiene. Incluso, si consideramos que gracias al hashtag es factible ser partícipe de la construcción de una memoria, pensaríamos cómo esta juega a favor de la edificación de solidaridades entre quienes la comparten (Loeza, 2018), ya sea que interactúen, o no, fuera del espacio digital.

Otra característica de los lugares de memoria es que estos pueden modificar su sentido en distintos momentos y que tienen una duración definida (aunque su caducidad no puede determinarse de antemano) (Nora, 1984).

Para Nora (1984), el propósito de los lugares de memoria es el de conservar y mantener vivas las conmemoraciones del pasado, ya que se asume, por un lado, que no existe memoria espontánea, sino que hay que evocarla y, por otro, que como el paso del tiempo conlleva un incremento de información, existe mayor probabilidad de que se olviden algunas cosas, por lo que la memoria se encarga de documentar y evitar así el olvido. En este sentido, el hashtag en Twitter puede entenderse como una forma de organizar y conservar −imposible determinar por cuánto tiempo− las memorias de diversos grupos frente a un mismo evento. Incluso, es posible organizar a las personas con base en el contenido de memoria que defienden. El verbo defender es relevante para Nora (1984) pues apunta a otro objetivo de los lugares de memoria: el de amparar al cúmulo de recuerdos que la Historia (comprendida como discurso oficial) amenaza con apropiarse para distorsionar y/u omitir. Si retomamos el evento del sismo del 19 de septiembre de 2017, el mismo día, pero del 2018, para conmemorar el evento el Estado empleó prácticamente la misma posición que enunció en el momento de los hechos (imagen 6).

 

 

Imagen 6. Publicación del expresidente Enrique Peña Nieto por el primer aniversario del 19S

Fuente: Twitter. Fecha de la publicación: 19/sept/2018.

 

Respecto al uso de imágenes, estas ayudan a configurar escenas particulares sobre aquello que se pretende instalar como memoria. Un ejemplo de lo anterior es lo que se observa en la imagen 7, donde se representa al entonces presidente del país que rememora el 19S con el puño levantado, señal que realizaban las y los rescatistas durante la remoción de escombros y que significaba «guardar silencio» ante la posibilidad de que existiera una persona con vida que pidiera auxilio; y es, al mismo tiempo, un símbolo del compromiso y arduo trabajo que cientos de personas realizaron durante los trabajados de búsqueda y rescate.

 

 

Imagen 7. Publicación del expresidente Enrique Peña Nieto por el primer aniversario del 19S

Fuente: Twitter. Fecha de la publicación: 19/sept/2018.

 

En contraparte, otros usuarios, como el que se muestra en la imagen 8, hicieron explícito, con ayuda del mismo hashtag, detalles de esa memoria que se omiten en el discurso oficial y que, además, proporcionan existencia a otros actores, como es el caso de «los(as) damnificados(as)» (los cuales incluso convergen con otro hashtag titulado #LosOlvidadosDel19S).

 

Imagen 8. Publicación conmemorativa del 19S

Fuente: Twitter. Usuario: Carlos J. Guizar. Fecha de publicación: 22/sept/2018.

 

Algunas de estas voces al margen del discurso oficial se constituyeron como espacios particulares en Twitter a modo de cuentas, tal fue el caso de “Nuestro Memorial 19S” (imagen 9). En estos espacios simbólico-digitales se observa cómo los lugares de memoria surgen de una intención y que su operatividad refiere sí, al pasado, pero también a la construcción de alternativas futuras que, para el caso del sismo, no se acompañen de desenlaces trágicos nuevamente. Asimismo, estos espacios congregan la postura de quienes no comparten la perspectiva oficial y, además, señalan a las instituciones del Estado como partícipes en la construcción de una memoria discorde con su realidad.

 

Imagen 9. Cuenta de Twitter y publicación de “Nuestro Memorial 19S”

Fuente: Twitter. Fecha: 19/sept/2018.

 

Mediante estos ejemplos podemos esbozar un panorama de cómo el espacio digital se configura como sitio para la articulación de memorias y, mediante el hashtag, de quienes concurren por y a través de ellas.

Organizar y convocar (mediante) la memoria

La organización que permite el hashtag incide en la posibilidad de conocer la perspectiva de usuarios(as) desconocidos y conectar con ellos(as) por el hecho de compartir visiones similares respecto al pasado. Diríamos que es una forma de participar colectivamente con otros(as) lejanos y desconocidos para construir una narrativa digital y a distancia del evento en cuestión.8

Otro caso ilustrativo del hashtag como posible lugar de memoria y de concurrencia de posiciones frente al pasado es #Ayotzinapa4Años. A cuatro años de la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”,9 el 26 de septiembre de 2018 el expresidente Enrique Peña Nieto recordó el suceso (imagen 10). Similar a lo ocurrido con el 19S, se sostuvo la imagen de un Estado que velaba por los intereses de sus ciudadanos(as) pero, en contraste, aquí se reconoció la figura de «víctima».

 

Imagen 10. Publicación del expresidente Enrique Peña Nieto por el cuarto aniversario de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa

Fuente: Twitter. Fecha de publicación: 26/sept/2018.

 

Esta publicación no hace uso de un hashtag, sin embargo, al tratarse de una figura pública y representante de una esfera de poder, es sencillo rastrear sus posicionamientos en Twitter, no así del resto de usuarios(as) que resultan desconocidos(as), por ello, pensar el hashtag como herramienta para escuchar (leer) otras voces, cobra sentido.

Aunado a esa posibilidad de escucha alternativa en el espacio digital, el hashtag puede emplearse como medio de convocatoria para reunir a las personas fuera de dicho espacio, como es el caso de la imagen 11, donde se invitó al público en general a una marcha conmemorativa que, además, tenía el propósito de exigir justicia ante la desaparición de estos jóvenes. Este tipo de convocatorias también nos permiten pensar los tránsitos que la praxis política producto de la memoria recorre hoy día entre el espacio digital y no digital .

 

Imagen 11. Convocatoria a marcha por los cuatro años de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa

Fuente: Twitter. Usuario: Enjambre Digital. Fecha de publicación: 26/sept/2018.

 

Derivado de las miles de publicaciones que circularon en aquella ocasión y emplearon el hashtag #Ayotzinapa4Años, el evento se colocó como segundo trending topic del día y Twitter se refirió a él dentro de Twitter Moments en Español; además, se observó un extenso despliegue de ejercicios de memoria construidos desde las distintas visiones que, pasados los años, se han construido sobre lo acontecido con los 43 jóvenes. En este pasar del tiempo el hashtag facilita el seguimiento de la memoria y las formas en que evoluciona, actores que se suman y/o se alejan, discursos que se integran o se diluyen.

Su uso también es un elemento útil para organizar el archivo fotográfico de la memoria y generar así un lugar de consulta y de enlace con imágenes que otros ojos vieron y lograron almacenar para el futuro (véase imagen 12). Dado que la memoria no solo se representa a través de la escritura, sino también mediante la imagen y el sonido (Traverso, 2016), el espacio digital es tierra fértil dada la facilidad y rapidez con que pueden almacenarse y compartirse archivos multimedia.10 Asimismo, corresponde pensar que la memoria acumula imágenes y se deshace de otras en el camino, algo similar a lo que ocurre con cualquier contenido que subimos a Internet: ambos están sometidos a una permanencia impredecible.

 

Imagen 12. Fotografías de la marcha conmemorativa por los cuatro años de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa

Fuente: Twitter. Usuario: AnimalPolitico.com.Fecha de publicación: 26/sept/2018.

 

Encuentros entre memorias y emociones

Otra potencialidad del hashtag es la de fungir como espacio articulador de memorias. Al respecto, se muestra cómo, bajo el mismo hashtag, en las imágenes 13 y 14 referentes a los 43 estudiantes de Ayotzinapa, se realizan cruces de memoria con la matanza de estudiantes de 1968 y, para el caso de la imagen 13, también se intersecta con el sismo de septiembre de 2017. Esta convergencia de memorias se da a partir de considerar que los tres eventos tuvieron como telón de fondo a un Estado culpable y omiso.

 

Imagen 13. Cruce de memorias: matanza de estudiantes en 1968 y 19S

Fuente: Twitter. Usuario: PanteonRococoTweets. Fecha de publicación: 26/sept/2018.

 

 

Imagen 14. Cruce de memorias: matanza de estudiantes en 1968 y desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa

Fuente: Twitter.Usuario: Oscar Augusto. Fecha de publicación: 26/sept/2018.

 

En las publicaciones que cuestionan la versión oficial se señala con mayor claridad la presencia de quienes resultaron víctimas en estos eventos. Al respecto, Traverso (2016) apunta que, derivado de los genocidios, guerras y gobiernos totalitarios del siglo XX, la figura de la víctima asomó como pieza fundamental en la construcción del relato histórico. Si observamos las publicaciones de Twitter antes mencionadas, la figura de la víctima no solo forma parte de un relato, sino que puede formar parte de la voz que habla.

Respecto al componente emocional, Portelli (1989) señala cómo la memoria colectiva tiene la función psicológica de aminorar la humillación y las heridas a la dignidad del grupo victimizado; es una forma de reconstruir la estima del grupo, paralelo a mantener viva la causa de la herida. Esto es así porque, por un lado, como señala Halbwachs (1950), la memoria, además de invocar al grupo desde la que surge, también necesita evocar la emoción que genera, por lo que reconstruir un recuerdo exige comunicarse afectivamente con el pasado; y, por otro, porque la memoria no posee propiedades anestésicas, de modo que recordar involucra la experiencia sensorial y emocional con el pasado (Santoveña, 2018). Estas emociones se articulan en el discurso con las emociones del presente y forman parte de las acciones que los grupos ejecutan como, por ejemplo, la acción de búsqueda de los estudiantes de Ayotzinapa donde confluyen el miedo, el vínculo filial y el sentimiento solidario (imagen 15).

 

 

Imagen 15. Confluencia de emoción y memoria

Fuente: Twitter. Usuaria: Marcela Bojórquez. Fecha de publicación: 26/sept/2018.

 

En los hashtags mencionados se puede entrever la emoción de quien está tras la pantalla realizando las publicaciones. Como una forma de fortalecer el contenido emocional de la publicación se pueden incorporar recursos multimedia como imagen o audio. Cabe mencionar que la lectura de emociones que se hace de estas publicaciones está mediada por la experiencia del lector(a) con relación a lo que lee11 y con el evento que se rememora.

Tanto la lectura de esas emociones como del contenido de memoria en general expuesto en estas redes, también se encuentra mediada por la tecnología; esta mediación, además de permitir el acceso, modifica los sentidos y usos que damos a la tecnología y expande el territorio simbólico en que es posible hacer y resguardar las memorias, aún no de todas las personas, pero sí de muchas más que antes de la web 2.0.

Conclusiones

Derivado de este ejercicio exploratorio, se concluye que el estudio de la memoria y de sus andares en el espacio digital merecen especial atención si consideramos que cada vez más nuestra vida se desplaza entre lo digital y lo no digital. De igual modo, si pensamos la memoria como el esfuerzo colectivo por mantener vivo no solo el pasado, sino la experiencia de las personas olvidadas/vencidas/acalladas/víctimas con relación a ese pasado, dirigir la mirada al entorno digital también se vuelve tarea obligada para recabar más voces, más imágenes, más emociones, en fin, un relato más completo.

Ligado a lo anterior, la memoria, tal y como apunta Becerra (2015), presta atención sobre quienes, intencionalmente, han sido ignorados(as) por la historia oficial, convirtiéndolos así en actores de su propia vida. Por ello, la memoria es, como nos recuerda Ricœur (2000), una construcción del pasado que otorga justa presencia a todos(as) sus protagonistas, de ahí que, de la mano con este autor, se pueda pensar esta práctica como una expresión de aquella militancia contra el olvido que cae en manos del ciudadano común. Para el caso particular de lo que ocurre en Twitter, el uso social y político que se ha dado a esta plataforma (y sus recursos específicos como el hashtag) han ampliado los márgenes de despliegue de agencias, no solo porque las personas se han situado como productoras de contenido, sino porque dicha producción ha traído consigo una modificación de la propia tecnología y de los significados que se le adjudican en pro de transformar la realidad. Asimismo, ha coadyuvado a que la memoria de quienes no ostentan el poder permanezca y pueda ser retomada con mayor facilidad. Por lo tanto, este tipo de estudios resultan relevantes para las ciencias sociales ya que dan luz sobre la influencia de las redes sociodigitales en la construcción de nuevas formas de participación política y, para el caso particular, de construcción y detonantes de memoria social, y poner en duda con ello la banalidad de la que suele acusarse a estas redes.

Otra cuestión por discutir es que, si bien el hashtag ayuda a organizar todas las publicaciones en torno a una temática, dicha organización se realiza sobre un cúmulo muy basto de tuits (memorias), por lo que muchos de ellos se pierden si no se vuelven tendencia, de tal forma que las cuentas oficiales o de usuarios populares mantienen la ventaja en el inmenso océano de quienes navegan a diario en esta red.

No obstante, lo observado en este ejercicio induce a la reflexión sobre quién(es) puede(n) hablar en el espacio digital, no solo haciendo alusión al tema del acceso, sino también a quien es capaz de enunciarse libremente y a quién se somete a formas de censura (tales como la denuncia, el acoso o el desprestigio); asimismo, pensar en cuáles son las formas en que se legitima lo dicho en Twitter o cómo se logra instaurar un hashtag propio de devenir en lugar de memoria. Así, quizá espacios como estos otorgan (dentro de las limitaciones ya expuestas) un lugar de enunciación a los(as) invisibles y a sus memorias, en paralelo a la versión de los(as) visibles. También, el uso del hashtag como lugar de memoria puede conectar las experiencias de esos invisibles que permanecen como desconocidos(as) entre sí, y crear redes donde compartan emociones para sanar, fortalecer o luchar juntos(as) por aquello que les mueve la memoria. Retomando a Halbwachs (1950), podría pensarse no solo que la pertenencia a un grupo condiciona la memoria, sino que la memoria devela vínculos entre personas que, aparentemente, no tenían relación alguna, y potencia su capacidad organizativa y movilizadora, a la vez que sortea las barreras de la distancia física y social que se vuelven laxas en lo digital.

Otra oportunidad que parece coexistir en estos espacios es que, si bien es posible bloquear los comentarios de algún usuario(a), no toda la gente lo hace, por lo que es factible observar los desencuentros y debates (mismos que llegan a ser muy álgidos) sobre las interpretaciones del pasado y la forma en que se constituyen las memorias. Además, al propiciar los encuentros no físicos entre las personas, la identidad de con quién se debate puede ser desconocida, lo cual, quizá, facilita la expresión de lo que «cara a cara» se silencia. Tal vez por estas características, espacios como Twitter colaboran a que las memorias subterráneas (Pollak, 2006) o acalladas (Calveiro, 2006) afloren de su nicho de silencio.

Otro punto por resaltar es que la convergencia entre distintos hashtags permite dilucidar las conexiones entre memorias diversas y, entonces, reflexionar cuál (o cuáles) es la situación presente que explica la relación entre dos o más pasados. Es decir, por qué es que hoy se recuerda algo (Calveiro, 2006; Pollak, 2006) y qué hay en ese hoy que construye una memoria en conexión con otras.

Un elemento más para la reflexión es cómo, en una era donde nuestra convivencia cotidiana es cada vez más frecuente con dispositivos electrónicos, estos fungen, por un lado, como mediadores/instrumentos en la construcción de la memoria,12 pero también como nuestros acompañantes, algo así como miembros de la colectividad.13

Casi para concluir, cabe acotar que es imposible determinar la permanencia y el impacto de un hashtag (tal y como los lugares de memoria descritos por Nora (1984) tienen una duración indefinida), por lo tanto, las expresiones de memoria que pueda contener son inestables y/o intermitentes, pero parece que la memoria también cojea de ese pie. Esta especie de naturaleza efímera del hashtag opera, por una parte, porque las y los usuarios de redes sociodigitales no tienen injerencia en sus políticas de operatividad, por lo que todo aquello que se construye en ellas corre el riesgo permanente de desaparecer; por otro lado, muchas de estas prácticas de memoria tienen un impacto únicamente a corto plazo y/o no trascienden a la acción fuera del espacio digital.

Finalmente, y no menos importante, hay que considerar la importancia de desarrollar estrategias metodológicas cada vez más finas y rigurosas para el estudio de las redes sociodigitales y el gran número de datos que alojan. Es una tarea que vale la pena pues el vasto material que ofrecen se corresponde con la complejidad de la vida social que tanto anhelamos comprender desde las ciencias sociales.

Agradecimientos

Agradezco la atenta revisión y sugerencias de mejora a la Dra. Morna Macleod Howland.

FUENTES DE CONSULTA

 

Alberto, Diego. (2013). Maurice Halbwachs y Los marcos sociales de la memoria (1925). Defensa y actualización del legado durkheimniano: de la memoria bergsoniana a la memoria colectiva. Ponencia. X Jornadas de Sociología. Argentina: Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. 1 al 6 de julio

Becerra, José. (2015). Historia y memoria: una discusión historiográfica. Pensar Historia, (5), pp. 59-71.

Burke, Peter. (2003). Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro. En Peter Burke (ed.). Formas de hacer historia (pp. 13-38). España: Alianza Editorial.

Calveiro, Pilar. (2006). Los usos políticos de la memoria. En Gerardo Caetano (comp.). Sujetos sociales y nuevas formas de protesta en la historia reciente de América Latina (pp. 359-382). Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.

Castells, Manuel. (2009). Comunicación y poder. Madrid: Alianza Editorial.

Castells, Manuel. (2012). Redes de indignación y esperanza. Madrid: Alianza Editorial.

Contreras, Icnitl. (2018). Del recuerdo a la memoria constelada. Encuentros 2050, (21), pp. 23-25.

Guerra, C. (s.f.). #Hashtag ¿Qué es, para qué sirve, y cómo usarlo? Disponible en: https://carlosguerraterol.com/hashtag-que-es-para-que-sirve-como-usar/ (consulta: 3/10/2018).

Guha, Ranajit. (1999). La prosa de la contrainsurgencia. Pasados coloniales. México: El Colegio de México.

Halbwachs, Maurice. (1950). Memoria colectiva y memoria individual. La memoria colectiva. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza.

Hartog, FranÇois. (2009). Historia, memoria y crisis del tiempo. ¿Qué papel juega el historiador? Historia y grafía, (33), pp. 115-131.

Loeza, Laura. (2018). Memoria y memoriales. Encuentros 2050, (21), pp. 34-36.

López, Helena. (2018). Memoria. En Hortensia Moreno y Eva Alcántara (coords.). Conceptos clave en los estudios de género. Vol. 2. México: UNAM-Centro de Investigaciones y Estudios de Género.

Mancera, Ana. (2014), El sexismo como blanco del humor en las redes sociales. Feminismo/s, 24, pp. 163-192, doi: 10.14198/fem.2014.24.08

Moral, Félix. (2009). Internet como marco de comunicación e interacción social. Comunicar, 16(32), pp. 231-237.

Munro, Ealasaid. (2013). Feminism: A fourth wave? Political insight, 4(2), pp. 22-25.

Nora, Pierre. (1984). Entre Memoria e Historia: los lugares de la memoria. En Pierre Nora (dir.). Les Lieux de Mémoire; 1: La République. París: Gallimard.

Pollak, Michael. (2006). Memoria, olvido, silencio. Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite. Argentina: Ediciones Al Margen.

Portelli, Alessandro. (1989). ¿Historia oral? historia y memoria: la muerte de Luigi Trastulli. Historia y fuente oral. No. 1. Barcelona: Universidad de Barcelona.

Ricœur, Paul. (2000). L’écriture de l’histoire et la représentation du passé. Annales, 55(4), pp. 731-747.

Santoveña, Marianela. (2018). Construcciones del olvido. Encuentros 2050, (21), pp. 30-33.

Serrano, Javier. (2013). Vidas conectadas: tecnología digital, interacción social e identidad. Historia y Comunicación Social, (18), pp. 353-364.

Traverso, Enzo. (2016). Memoria e historia del siglo XX. En María Acuña, Patricia Flier, Myriam González, Bruno Groppo (et.al) (coords.). Archivos y memoria de la represión en América Latina. Chile: LOM Ediciones.

Vega, Aimée. (2016). Medios de comunicación y nuevas tecnologías. En Hortensia Moreno y Eva Alcántara (coords.). Conceptos clave en los estudios de género. vol. 1. México: UNAM-CIEG.

Wikipedia. (s.f.). Twitter. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Twitter#Términos_usados, (consulta: 30/09/2018).

Notas

 

1 Las redes sociodigitales pueden comprenderse como espacios en que las personas: a) interactúan de modo tanto sincrónico como asincrónico y simultáneamente situado, b) construyen nuevos vínculos sociales y/o afianzan los que ya tenían previo a la mediación tecnológica, c) crean contenidos, d) pueden entablar comunicación desde el anonimato, y e) hacen un uso exacerbado de la comunicación no verbal (Castells, 2012; Moral, 2009; Serrano, 2013). En la actualidad, Twitter se encuentra entre las redes que concentran al mayor número de usuarios(as).

2 Si bien existe una consigna implícita de «no creer todo lo que se lee en redes», también parece existir un amplio cuestionamiento respecto a la veracidad/objetividad de la información generada por los medios convencionales (noticieros, periódicos o páginas oficiales de servidores(as) públicos), razón por la cual los contenidos generados o compartidos por los(as) usuarios «comunes» han ganado terreno.

3 Twitter es definido como un servicio de microblogging (servicio para la publicación y envío de mensajes cortos) fundado en el 2006 (Wikipedia, s.f.). Se le conoce como «la red de los 140 caracteres» dado que cada tuit admite solo esa cantidad; si bien recientemente se generó la opción de «abrir hilos», es decir, una serie de tuits en cadena emitidos por un mismo usuario(a), cada tuit individual se rige aún por la norma de 140 caracteres, por lo que las contracciones lingüísticas, abreviaturas y siglas representan un recurso importante al momento de tuitear. Otro recurso altamente significativo para rastrear y vincular información rápidamente es el uso del hashtag (Munro, 2013). Para efectos de este texto, y con el propósito de ubicar su estudio en el marco de las ciencias sociales, optaré por referirme a Twitter como una red sociodigital.

4 Corriente historiográfica surgida en Francia que cuestiona algunos supuestos básicos del paradigma histórico tradicional. Dentro de sus características principales están el interesarse por toda actividad humana, realizar un análisis de las estructuras, mayor apertura a distintos tipos de fuentes, y reconocimiento de la figura del historiador como un sujeto epistemológicamente situado (Burke, 2003).

5 Halbwachs (citado por Alberto, 2013) refiere la existencia de tres marcos principales a saber: familia, religión y clase social.

6 Vega (2016) señala, por ejemplo, la relevancia de las brechas digitales condicionadas por el género, mismas que se intersectan con otras condiciones como son la etnicidad y clase social, entre otras.

7 Vale la pena considerar que la idea de margen puede tener ciertos matices, pues algo considerado marginal (en el sentido de contradecir un discurso oficial) pero, al mismo tiempo, «tolerado» (poco censurado, no reprimido duramente) por el Estado (pensado como actor que ostenta el discurso oficial), podría cuestionársele su estatus de marginal.

8 Por razones de tiempo y espacio, no se presentan aquí la riqueza expuesta en todas esas interacciones, sin embargo, valdría la pena ahondar en ello en estudios posteriores.

9 Entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre del año 2014, un grupo estudiantes de dicha escuela fue interceptado y atacado por miembros de la policía estatal de Guerrero y municipal de la ciudad de Iguala bajo la excusa de que estaban tomando autobuses de forma ilegal para trasladarse a la Ciudad de México en el marco de la conmemoración de la matanza de estudiantes de 1968. Como resultado de dicho ataque, 9 personas resultaron fallecidas, 27 estudiantes fueron heridos y 43 más fueron desaparecidos. Luego de meses de supuesta investigación, las autoridades federales determinaron como «verdad histórica» que los estudiantes desaparecidos fueron calcinados en un basurero de una localidad cercana al lugar de los hechos y adjudicó la responsabilidad a grupos del crimen organizado. No obstante, esta versión ha sido fuertemente cuestionada/desmentida por diversos agentes, entre ellos el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, el cual estuvo conformado por especialistas de distintos países quienes, además de descartar la versión de los cuerpos incinerados, señalaron serias irregularidades en las pesquisas realizadas por las autoridades federales.

10 Incluso, podemos pensar en que el espacio digital se convierta en una especie de mediador para la transmisión de la historia oral.

11 Si consideramos un Estado omiso al sufrimiento de sus ciudadanos, sería interesante estudiar el papel de espacios de memoria (como los ya mencionados) en el flujo emocional derivado por estos eventos.

12 En este sentido, López (2018:192) señala que «(…) las tecnologías audiovisuales permiten elaboraciones estéticas con resultados cognitivos y afectivos muy poderosos».

13 Autores como Bruno Latour (2011) y su teoría del actor-red ayudan en esta aproximación de los objetos como agentes.