«Tesoritos de esperanza»: proyectos de vida de jóvenes al sur de la frontera. Tijuana, México y Tecún Umán, Guatemala

«Hope’s treasures»: Young People’s Life Projects South of the Border - Tijuana, Mexico and Tecun Uman, Guatemala

Amalia E. Campos-Delgado
Queen’s University Belfast
Recepción: 12/06/2016 Aprobación: 06/12/2016 Publicación: 01/12/2016

RESUMEN: Los contextos fronterizos están permeados por nociones duales de movilidad e inmovilidad; la permisibilidad y selectividad del tránsito migratorio más allá del territorio nacional son elementos intrínsecos en la esfera cotidiana de quienes viven al «sur» de la frontera. Utilizando una metodología cualitativa se buscó conocer la manera en que jóvenes de dos ciudades con infraestructuras de control fronterizo disímiles (Tijuana, México y Tecún Umán, Guatemala) viven su presente e imaginan su futuro a partir del contacto constante con una barrera cargada de elementos simbólicos de diferencia y restricción. A través de sus narrativas es posible analizar cómo se han embarcado en una labor reivindicatoria de sus ciudades y de su condición juvenil al buscar empoderarse de su futuro y al utilizar lo mejor de los «dos mundos», siempre volviendo a suelo nacional.

PALABRAS CLAVE: dualidad, tránsito migratorio, barrera, restricción, permisividad.

ABSTRACT: Dual notions of mobility and immobility permeate the border contexts. The permissiveness and selectivity of migratory transit beyond the national territory are intrinsic elements in the everyday sphere of those living «south» of the border. Using a qualitative methodology, the research aimed to identify the way in which young people from two towns with different border control infrastructures (Tijuana, Mexico, and Tecun Uman, Guatemala) experience their present and imagine their future, based on the ongoing contact with a barrier charged with symbols of difference and restriction. Through their narratives, it is possible to analyze how they embarked on a struggle for urban and youth demands in search of self-empowerment and making use of the best of «both worlds», always with the intention to return to their homeland.

KEY WORDS: duality, migratory transit, barrier, restriction, permissiveness.

 

INTRODUCCIÓN

Comenzábamos a dejar de ser jóvenes, al aceptar el fin de los sueños

Roberto Bolaño (2002)

Los códigos de inclusión y exclusión son la génesis de las fronteras geopolíticas. Dichos códigos son objetivados en el territorio a través de infraestructura y dispositivos desplegados por los Estados para delimitar su territorio y la membresía de sus connacionales. Las fronteras son generadoras y portadoras de códigos (Donnan y Wilson 2001:4), en este sentido, es importante para el estudio de las fronteras comprender los códigos que se configuran en torno a este espacio y la manera en que esto orienta las prácticas y subjetividades de las poblaciones que tienen a las regiones fronterizas como espacio de vida. Justamente, para acercarnos a la comprensión y el análisis de las relaciones multinivel y polisignificantes que se establecen en la región fronteriza, este texto se suma a la literatura que aboga por un «giro relacional» en la comprensión del territorio (Jones 2010, Jones y Johnson 2014).

El trabajo de investigación de donde provienen los resultados presentados en este texto surge con dos objetivos. El primero fue la necesidad de ubicar al sujeto juvenil como actor de su futuro. La juventud ha sido materia de numerosas investigaciones; sin embargo, en la mayoría de ellas se habla de un individuo «sujetado» al sistema y que, por lo tanto, actúa en concordancia o en contraposición. Valenzuela (2009) menciona que a partir de que el discurso nacionalista erigió a las juventudes como la «esperanza del futuro» tal idea fue expropiada; es decir, ante una imagen de la juventud como el futuro poco a poco el proyecto del mañana fue escapándose de las manos de los propios jóvenes. Precisamente la idea de esta investigación fue plantear que después de este punto de quiebre ha iniciado un proceso en el que las y los jóvenes se reposicionan como actores, desarrollando un análisis más reflexivo en la toma de decisiones y de sus repercusiones a corto y largo plazo. El segundo objetivo fue analizar las fronteras como espacios duales de ruptura y encuentro donde las nociones de movilidad e inmovilidad son interiorizadas por los sujetos y orientan sus prácticas cotidianas y delinean sus estrategias y proyectos.

En términos generales la apuesta era analizar si, ante una infraestructura de control fronteriza más «reforzada» con elementos físicos que buscaran subrayar la distinción y crearan nociones de inmovilidad, dichos elementos se manifestarían u orientarían la manera en que los jóvenes fronterizos construyen sus proyectos de vida. En este sentido, la selección de dos universos espaciales —Tijuana y Tecún Umán— responde a la búsqueda por comprender las particularidades y generalidades de la proyección futura de las juventudes fronterizas. Justamente, entendiendo que el territorio es relacional y que los códigos inscritos en la infraestructura de control fronterizo permean las nociones de movilidad y la propia concepción del espacio de los jóvenes fronterizos se eligieron dos ciudades cuya infraestructura es disímil.

Para lograr los objetivos se desarrolló una metodología de corte cualitativo. En ambos contextos se seleccionaron nueve participantes siguiendo cuatro lógicas: género, condición de originarios, que hayan cruzado o no la frontera geopolítica, y especialmente que se encontraran en la «praxis divergente» (Brito Lemus 1998) de la construcción de su proyecto de vida. Además, se consideraron otros elementos como que los participantes residieran en distintas zonas de la ciudad. Esto permitió una muestra más diversa en relación a ocupación, nivel educativo y origen de los padres (Campos-Delgado 2010:54). Las metodologías empleadas fueron las siguientes: 1) cuestionario retomado de la metodología propuesta por Armando Silva (2006) para la reconstrucción de los imaginarios urbanos; 2) elaboración de mapa mental sobre la frontera; 3) entrevista semiestructurada. Con el objetivo de mantener el anonimato de los informantes se asignaron seudónimos.

En este documento se presenta una discusión sobre los elementos analíticos que componen la construcción de los proyectos de vida en el contexto fronterizo. En este sentido, el texto está dividido en dos apartados; en el primero se presentan elementos conceptuales de los estudios de fronteras y se desarrolla una descripción contextual de lo que ambas ciudades representan y refieren para los propios sujetos; en el segundo, el análisis sobre los proyectos de vida de los jóvenes fronterizos, específicamente desde el análisis de tres elementos claves en la teorías de construcción de proyectos de vida, «yo posibles», socialización y «deber ser», y reflexibilidad sobre el pasado, el presente y el futuro. Esto permite profundizar en la comprensión de cómo los elementos simbólicos materializados en la frontera geopolítica (diferencia, excepcionalidad, movilidad, restricción, etc.) orientan los ideales sobre los cuales estas juventudes imaginan su futuro y actúan en consecuencia.

 

Territorios fronterizos y dinámicas socioculturales

El territorio es construido socialmente y, a su vez, lo social es construido territorialmente. Existe un intercambio simbólico recíproco entre la gente y el espacio, de modo que los sujetos dotan de sentido a los lugares a partir de la interacción y las relaciones sociales que ahí se efectúan. Así, la comprensión de los tramos de significado imbricados en el espacio posibilita la unión simbólica de «prácticas, locus, objetos y sujetos de ciertas formas que permiten contar historias, atribuir valores y significados, imaginar futuros y reconstruir pasados» (Lindón 2007:39). Como Massey ha afirmado, «el espacio no es estático, ni el tiempo aespacial» (Massey 1992:90); siendo así, para comprender las dinámicas y los códigos simbólicos que el territorio fronterizo conjuga, la dimensión relacional del espacio resulta determinante pues es a través de esta mirada analítica que es posible comprender las relaciones de los sujetos en el territorio —territorialidad— y los procesos por medio de los cuales son establecidas estas relaciones —territorialización— (Jones 2010:248).

Las fronteras son la materialización de la necesidad de los Estados-nación por delimitar el territorio sobre el que ejerce su soberanía. Van Houtum y Van Naerssen han argumentado que «las fronteras no representan un punto fijo en el espacio o tiempo, sino en cambio simbolizan una práctica social de diferenciación espacial» (Van Houtum y Van Naerssen 2002:126). A mayor asimetría política, económica, social y cultural entre las naciones vecinas, mayor será la necesidad de demarcación mediante infraestructura de control fronterizo. Sin embargo, las fronteras también generan espacios de encuentro y de negociación. De acuerdo con Donnan y Wilson es en el territorio fronterizo, referido al área a lo largo de la línea legal, en el cual los sujetos negocian códigos de sentido asociados con la pertenencia a sus naciones (Donnan y Wilson 2001:15).

Los referentes simbólicos construidos en torno a la frontera geopolítica son elementos clave de las identidades y prácticas de los habitantes de la región. Valenzuela señala nueve «procesos culturales fronterizos»: intersección cultural, vecindad, apropiación cultural, transculturación, innovación, recreación cultural, resistencia cultural, interpretación y translación cultural (Valenzuela 2003:57-60). En este sentido, para explicar la vida cotidiana en esta región es fundamental entender la movilidad —en y a través de la frontera— como un recurso (Campos-Delgado y Odgers 2012). Las prácticas transfronterizas pueden ser definidas como interacciones económicas e interpersonales que traspasan y se fundamentan en la presencia de la frontera geopolítica y que, según su intensidad, son primordiales para los lazos sociales, culturales y económicos de los habitantes a ambos lados de la frontera (Ojeda 2009, Odgers 2006, Sandoval 2012).

Los universos espaciales donde se desarrolla este estudio, Tijuana y Tecún Umán —la Tijuanita de Guatemala (Arriola, 1995)—, son ciudades cuyos imaginarios no pueden ser desvinculados de la presencia de la frontera geopolítica y de la estratificación de la movilidad (Campos-Delgado 2010). Aunque son referentes emblemáticos de las relaciones transfronterizas entre Estados Unidos y México, y México y Guatemala, respectivamente, las poblaciones en ambas ciudades frecuentemente hacen alusiones a los procesos a través de los cuales se trazaron las fronteras; procesos que son vistos con recelo, considerados arbitrarios y producto de la asimetría entre ambas naciones (Campos-Delgado 2012). Con el objetivo de comprender algunas de las particularidades de la vida cotidiana en estos escenarios, a continuación se presentan algunos elementos contextuales de ambas ciudades y se retrata cada espacio desde la mirada y narrativa de los propios jóvenes fronterizos.

 

Tijuana

Con una superficie de 1 243 km2 el municipio de Tijuana, Baja California, en el año de 2010 albergaba a 1 559 683 habitantes, de los cuales 46.5 % nacieron en la entidad, 47.7 % en otra y 4.3 % en Estados Unidos. El municipio de Tijuana es uno de los puntos de cruce fronterizo más confluidos a través de sus pasos oficiales, San Ysidro y Otay Mesa. En 2010 la Oficina de Transporte de Estados Unidos registró 8 690 973 cruces de peatones y 1 792 709 vehículos personales por ambas garitas. Sin embargo, la movilidad irregular es también un elemento clave para entender las dinámicas de esta región; en 2009 el sector San Diego de la patrulla fronteriza estadounidense localizó a 118 712 extranjeros deportables, con lo cual se ubica por cuarto año consecutivo en el segundo sector con mayor índice, abajo de Tucson, Arizona (inegi 2010, Department of Transportation US 2010, Department of Homeland Security US 2010).

La movilidad transfronteriza en la región Tijuana-San Diego está fundamentalmente normada por los procesos de control establecidos por el gobierno estadounidense. En este sentido, Campos-Delgado y Hernández clasifican el tránsito sur-norte en cuatro procesos: «General, Ready Lane, Sentri y turismo médico; cada uno de estos refiere no solo a procesos de movilidad, sino que implica un proceso de jerarquización social» (Campos-Delgado y Hernández 2015:157). Para muchos de los fronterizos con acceso a movilidad autorizada los canales de radio y sitios de internet donde se informa cada 30 minutos la afluencia de vehículos y personas por garita son recursos indispensables, ya que los tiempos de cruce pueden extenderse de media a cuatro horas. Este escenario se ha convertido en un «territorio de espera» (Musset 2015) donde dinámicas comerciales han florecido; por citar algunas, la venta de seguros para auto, cargadores para celular, periódicos, alimentos y bebidas.

Las palabras y frases que las personas jóvenes tijuanenses ocuparon para definir a la ciudad fueron: grande, muy habitada, bonita, turismo, migrantes, inseguridad, delincuencia, diferente, diversa, multicultural, cambiante, versátil, libre, lucha constante, proveedora, acogedora, lo que buscas encuentras, ciudad noble. Son precisamente estos últimos referentes los más instaurados en el imaginario juvenil, «Tijuana es como New York, es una ciudad de migrantes» contestó un informante, «nos ha recibido y nos ha dado para vivir bien» (Juan, entrevista, Tijuana 2009). Es decir, ante una población constituida por un gran número de no oriundos no se debe obviar el sentimiento de agradecimiento y reconocimiento que las juventudes de primera generación tijuanense han desarrollado por la ciudad.

Desde la experiencia sensorial de los tijuanenses su ciudad es de clima templado «como ese que empieza a hacer cuando va bajando el sol y empezando la noche» (Noemi, entrevista Tijuana 2009), y es precisamente la noche el momento del día con el que se reconoce a la ciudad: «porque en Tijuana el día empieza cuando el sol se guarda» (Juan, entrevista, Tijuana 2009). La ciudad es azul, rojo, púrpura, amarillo, naranja, y a la vez y dependiendo de la zona «todos los colores del espectro visible», pero especialmente la ciudad está teñida de color café; unos dicen que por los cerros, otros por el polvo o por lo sucia, o por el color de las construcciones. Por otro lado, los sonidos cotidianos en la ciudad son balazos, pájaros y patrullas, además de cláxones de carros, gritos, máquinas, chiflidos de albañiles, motores, risas, música de diversos tipos. Con todo esto la ciudad es percibida como más alegre que triste, más vital que cansada, pero también mucho más peligrosa que segura.

 

Tecún Umán

La ciudad de Tecún Umán es la cabecera municipal de Ayutla, Departamento de San Marcos. El municipio tiene una extensión aproximada de 204 km2. Para el año 2010 contaba con una población total de 35 977 habitantes y, de acuerdo con datos de la Casa del Migrante de Tecún Umán, hay aproximadamente 30 000 personas como «población flotante». Según cifras de la Dirección General de Migración de Guatemala en 2010 ingresaron a ese país 74 372 personas y 67 647 egresaron; asimismo, cuantifica que el gobierno mexicano deportó por vía terrestre a 62 998 personas, de las cuales 28 215 eran de nacionalidad guatemalteca. Además, en ese mismo año 26 000 guatemaltecos fueron deportados de Estados Unidos por vía aérea (Instituto Nacional de Estadística 2010, Casa del migrante de Tecún Umán s. f., Dirección General de Migración s. f.)

Durante el tiempo en que se realizó el trabajo de campo en esta ciudad se vivía una situación coyuntural promovida por la llegada a la alcaldía municipal, en 2008, de Erik Zúñiga (actualmente reelecto para un tercer periodo 2016-2020). El discurso de este alcalde ha estado vinculado a la reducción de la violencia y la inseguridad en la ciudad. Con este referente cuando se les preguntó a las personas jóvenes sobre la imagen de la ciudad respondieron lo siguiente: «antes había más delincuencia por la afluencia de migrantes y asaltaban mucho, no se podía ni hablar en la calle»; «antes no se podía caminar por los rateros, mataban a la gente, ahora hay muchos policías en las calles»; «ahora hay más limpieza y orden»; «antes había mucha violencia, en el parque dormían migrantes que iban de paso, y entonces había mucha inseguridad»; «ahora es más limpio y más seguro porque hay más policías»; «ahora hay más gente y nuevas construcciones»; «antes era peligrosa, como Guate, que ni se podía salir».

Distanciadas a tan solo 15 minutos caminando la «frontera oficial» y la «frontera abierta» son utilizadas por dos sectores distintos, los turistas y los locales respectivamente. Incluso desde el puente Dr. Rodolfo Robles, inaugurado en 1974, es posible mirar las embarcaciones que cruzando el río Suchiate se dirigen desde territorio mexicano cargadas de mercancía —«contrabando hormiga»— hacia el «puerto» guatemalteco o, en su defecto, con ocho o diez personas paradas o sentadas que van en sentido contrario. Literalmente esta estrategia de cruce está «por debajo» de la infraestructura nacional; sin embargo, es bien conocida por ambos Estados y permitida en su nivel micro. Así, una de las palabras con las que se definía repetitivamente al río Suchiate era «frontera popular», haciendo alusión a que es la vía por la cual cruzan los locales; en cambio, para referirse al puente internacional se utilizaban frases como: «unión política»; «a nadie le gusta cruzar por ahí». Por su parte, el cruce por la «frontera popular» es por medio de las «cámaras» de llanta, cuyo viaje, en temporadas de lluvias, cuesta 10 quetzales y en temporada regular ocho. Lo que permite este medio de transporte alternativo es la posibilidad de movilizar grandes cantidades de mercancía como refresco, costales de arroz, frijol, azúcar, cajas de huevo y de aceite. Las «estaciones» de las cámaras en ambos lados de la frontera están estratégicamente ubicadas, por el lado mexicano, a las orillas del mercado de Ciudad Hidalgo, y por el lado de Tecún Umán, en la salida de tricicleros rumbo al centro.

A la pregunta ¿qué es lo que más gusta de la ciudad? las respuestas fueron casi unánimes en relación con la frontera y su uso: «que está en frontera y puedo cruzar todos los días si yo quiero»; «que esta cerquita de Tapachula»; «poder cruzar a comprar lo que hace falta al otro lado»; «que hay trabajo, aunque sea como ‘cambista’, pero hay». Justamente debido al tipo de cambio —un quetzal por cada 2.75 pesos—, los fronterizos de Tecún Umán se han vuelto asiduos en comprar su despensa semanal del lado mexicano, por lo que muy cerca de las estaciones de las «cámaras» se ubican supermercados como Piticó y Aurrera. Como lo comentaba una informante: «nosotros todo lo compramos en el otro lado, nos sale mejor, ahorramos un poco, y pues luego lo pasamos por el río y ya, hay veces que compramos para más que lo de una semana, compramos en cajas, y sale hasta mejor. De hecho si te fijas, por acá no hay tiendas como allá, así grandes, acá sólo chiquitas por si se te ofrece algo» (Yazmin, entrevista, Tecún Umán 2009). Sin embargo también la sensación de desagrado de la ciudad está relacionada con su condición fronteriza: «que es el paso de migrantes y a veces todavía hay mucha violencia por eso»; «que ya no se sabe quién es ayutleco y quién no, entonces la gente no es educada»; «el río, porque uno ya no se puede ir ni a lavar siquiera»; «la venta de drogas cerca del río»; «el contrabando de mercancía del otro lado».

La movilidad en la región fronteriza de ambos universos de estudio tiene procesos y estructuras de movilidad estratificadas; en el caso de Tijuana primordialmente vinculada al tránsito autorizado y en el caso de Tecún Umán con el no autorizado. En los dos hay una constante tensión entre las realidades de movilidad y una reconfiguración de los escenarios donde estas movilidades se desarrollan. Estas ciudades son las más representativas del flujo migratorio sur-norte y transfronterizo en sus respectivas fronteras y, sin embargo, durante la primera década del siglo xxi la infraestructura y las estrategias de control se han intensificado; asimismo, el flujo de deportados por las naciones al norte ha significado también un cambio en la perspectiva sobre estas ciudades como espacios de recepción y repatriación. Es importante notar que entre los jóvenes de ambas ciudades hay un contraste sobre las nociones de movilidad para los «otros»: mientras que en Tijuana, una población mayoritariamente compuesta por migrantes, la migración en busca de mejores oportunidades de vida es concebida como algo frecuente, en Tecún Umán el tema migratorio está matizado por referentes de violencia, inseguridad y falta de identificación entre los «ayutlecos». Justamente es negociando y desafiando estas concepciones duales (flujos/barreras, contacto/separación, diferenciaciones/identificaciones) que las juventudes fronterizas imaginan su futuro y construyen sus proyectos de vida.

 

Proyectos de vida de las y los jóvenes al sur

La discusión sobre la juventud o las juventudes es tan diversa como lo son las propias adscripciones identitarias de las personas jóvenes. Si bien la construcción de proyectos de vida no es algo fijo ni exclusivo de una etapa o grupo de edad, es en este momento cuando el sujeto, de manera más o menos autónoma, se inicia en el proceso de cotejar su pasado y actuar en su presente para construir su ideal de futuro (Gordon y Lahelma 2002:5). Durante la juventud el sujeto se convierte en el personaje principal de su vida, reflexionando sobre situaciones relacionales vinculadas al «quiero ser».

Según el análisis pionero de Trommsdorff, la construcción de proyectos de vida a corto o mediano plazo es parte central de toda actividad humana, ya que los motivos humanos se dirigen hacia objetivos que pueden alcanzarse en el futuro cercano o lejano. Estos objetivos pueden estar planteados para lograr ciertos fines y satisfacer ciertas necesidades y deseos, o bien para evitar ciertos temores y eventos no deseados (Trommsdorff 1983:384). Sin embargo, vale la pena recalcar la dificultad de esta construcción, ya que a través de la construcción constante del futuro los jóvenes enfrentan el reto de ser su propia «comunidad interpretativa» al ser el «yo» que enuncia y el «yo» de la enunciación, situándose en un presente momentáneo, un pasado recurrente y un futuro vigente.

 

«Yo posibles»

Los proyectos de vida pueden definirse como la manera en que la gente imagina su futuro en términos de metas, esperanzas, expectativas y planes; por lo tanto están estrechamente relacionados con la manera en que el sujeto se ve a sí mismo ahora y en el futuro, es decir, los «yo posibles» (Adamson et al. 2007:96). La visión del «yo» en el presente está vinculada a la construcción del plan para el mañana; por lo tanto, el «yo posible» se puede construir en función de un reconocimiento de un «yo» a superar. Así, esta construcción ideal representa una visión esperanzadora fundamental para el comportamiento del sujeto, ya que son metas y estrategias que se constituyen en el orden de lo social. Pero también los «yo no posibles» resultan determinantes para articular la visión del sujeto en el futuro, es decir, cuáles son los escenarios en los que no desearía encontrarse (Hoyle y Sherrill 2006:1675).

Según los análisis de Seginer la esperanza es el motor en la construcción de los «yo posibles»; aun cuando la esperanza se despierta y mantiene cuando los individuos consideran que tienen suficientes recursos para satisfacer las demandas de la situación, la esperanza no puede ser analizada como una experiencia pasajera, sino más bien como un proceso continuo de la mano de la propia construcción del proyecto (Seginer 2008:278). Por ejemplo, para Karina, mamá joven tijuanense universitaria en plena construcción de su proyecto de vida, el rol de la esperanza es fundamental: «yo tengo muchos tesoritos de esperanza, si no es una cosa un día es otra otro día, todo lo que hago ahorita me emociona, eso me da esperanza para el futuro. Mi niño, verlo crecer, ahorita estoy maravillada por lo que sabe y lo que hace y es nada comparado para cuando tenga 15, entonces me emociona pensar lo que va a pasar, me emociona muchísimo» (Karina, entrevista, Tijuana 2010).

En este sentido, una de las claves para la proyección del sujeto en tiempo y espacio son los daydreams que brindan la capacidad de escapar de la prisión del hoy e ir al tiempo ideal, visualizarse en un escenario, en un hoy con otros «yo posibles» (Leccardi 1999:13). El «soñar despierto» es una estrategia para construir canales entre el presente y el futuro, sin tener que desarrollar un esquema de acción. Los sueños despiertos preservan la legitimidad de los deseos y anhelos del sujeto; es decir, sin tener que llevarlos a cabo marcan una pauta para un futuro deseado y un «yo» imaginado que podría ser realidad. Este es el caso de Gabriel, tecunumeño quinceañero para quien pensar en tener 30 años es un futuro muy lejano: «me miro viejo, me miro tal vez con hijos, con una buena vida, una donde si todo sale bien, una buena vida donde pueda enseñarles a mis hijos el mundo. Para mí una buena vida es ser libre, no tener que estar esclavizado en un país, un trabajo, poder ir a donde quiera, así sea una isla y olvidarme de todo y ya cuando quiera salgo de la isla» (Gabriel, entrevista, Tecún Umán 2010).

Entre hombres y mujeres jóvenes se encontraron tres factores contextuales fundamentales que sustentan el «yo posible»: 1) la comunidad de origen de los padres y/o antecedentes migratorios familiares que son determinantes en sus nociones de movilidad; 2) el nivel de escolaridad familiar, pues en la gran mayoría de los casos un bajo nivel educativo de los padres es un estímulo para los descendientes; y 3) la posibilidad de tener «libertad» económica a temprana edad. Estos tres factores pueden ser ejemplificados con el caso de Angélica, tijuanense primera generación de 24 años cuya familia materna llegó a Tijuana después de ser deportada por agentes migratorios estadounidenses:

Cuando yo estaba estudiando la secundaria empecé a trabajar aquí, 400 pesos a la semana, pero ya en el último año empecé a trabajar allá y toda la preparatoria, y pues con lo que ganaba pues pagaba inscripciones, mi lonche, mi inglés, ropa, libros. Desde que empecé a trabajar allá dije, con esto voy a salir adelante y no voy pedirle a mi mamá, era mi forma de ayudarme con mi futuro, si no yo sentía que sí la iba a hacer pero iba a ser más difícil. Desde que yo empecé a trabajar allá pude ser más independiente (Angélica, entrevista, Tijuana 2009).

 

Socialización y «deber ser»

El proyecto de vida se construye en lo cotidiano, no en las acciones extraordinarias de la vida de los sujetos; es un andar diario hacia un futuro deseado. Y aquí se genera la mayor tensión entre el «yo» individual y el «yo» colectivo, es decir, se negocia el tiempo público y el privado, la planificación biográfica y la social. De modo que es un proceso en que el «producto» tendrá impactos tanto en el orden de lo social como en el individual (Heinz y Krüger 2001:29). Y como la acción «es el medio a través del cual el individuo busca influenciar el mundo a su alrededor, así como hacer una declaratoria de su presencia en él» (Perinbanayagam 2000:7) no puede perderse de vista que los proyectos de vida, a pesar de estar orientados por factores individuales como la construcción del «yo», son forjados mediante la acción al interior de contextos institucionales, geopolíticos, códigos culturales y relaciones sociales.

Siendo así, existe una relación concomitante —aunque no siempre cordial— entre el «yo» biográfico y el «yo» colectivo, es decir, lo que el sujeto quiere y lo que se espera de él como parte de una sociedad. Como lo ejemplifica el siguiente relato, el «quiero ser» que los jóvenes fronterizos construyen es una negociación constante entre los imaginarios sociales y contextos —es decir, todo el equipaje cultural— y su agencia y sentimiento de satisfacción individual, de modo que «el sujeto se desembaraza de los roles que le otorga el sistema social y lo hace apelando a una comunidad de origen y creencias y, al mismo tiempo, mediante la ‘preocupación de sí mismo’ y la aspiración a la libertad personal» (Touraine 2006:291).

Antes tenía un rollo como que siempre oscilaba entre querer algo que beneficie a todos, entonces me metí a jales en donde trabajaba en función a los otros pero que yo no me sentía chida, luego entendí que puedes hacer algo muy individual pero que lo importante es a la hora de compartirlo con los otros, una cosa no se pelea con la otra, solo es de encontrar algo que te sientes como que brillas o que estás como pez en el agua y siempre hay una forma de compartir eso (Karina, entrevista, Tijuana 2010).

El argumento de Karina ayuda a comprender que «la socialización es siempre orientada hacia el futuro y el futuro —como un componente de la perspectiva temporal de la persona— es una parte integral de la personalidad socializada» (Trommsdorff 1983:381). Es decir, la construcción del proyecto de vida es tanto individual como colectiva, en tanto que está basada en la interacción y la socialización; pues es a través de la última que el grupo proporciona al sujeto un sistema simbólico, un sistema de orientación, una guía para planear el futuro, es decir, dota de códigos para entender y construir el presente y el futuro (Zittoun 2007:197). Este proceso de socialización, interiorización de pautas de acción y dinamismo entre el «yo biográfico» y el «yo colectivo» está ejemplificado con la siguiente narrativa:

¿Qué implica el hecho de que yo sea ingeniero civil? Mucho, porque yo voy a estar a cargo de obras que pueden salvar vidas, un puente tiene que estar bien diseñado, una presa para que retenga agua y no vaya a tronar, alguna carretera, el simple hecho de construir una banqueta o una tubería. Es una responsabilidad con la sociedad que se tiene. Es algo de servicio más que acabar solamente la carrera, es ser una persona honrada (Ignacio, Tijuana, entrevista 2010).

La planificación del futuro está relacionada íntimamente con las características y los «deber ser» sociales, y por lo tanto, con la valoración del individuo en su entorno, la capacidad de planeación y resolución de problemas y administración de logros. En Tecún Umán, debido al crecimiento de la ciudad, se ha convertido en una práctica común que jóvenes con «potencial académico» sean enviados a la ciudad de Quetzaltenango a estudiar los niveles superiores de enseñanza. Carreras como ingeniería, electrónica y computación han sido las preferidas, principalmente por los varones, mientras que las carreras de turismo y administración han sido las más socorridas por las mujeres. Sin embargo sigue siendo común para las jóvenes tecunumeñas, como Kenia, que su plan de futuro sea un proyecto familiar que ha ido tomando forma con el paso de los años:

Mis papás siempre me incitaron a seguir adelante, que en lo que ellos pudieran siempre me iban a ayudar, y desde un principio, desde que entré a estudiar hotelería, llevaba la meta de ya seguir en la universidad. Al principio sí fue un poquito difícil (ir para Quetzaltenango a estudiar) porque yo estaba muy niña, 11 años entonces, pero mis papás me platicaron que era porque ellos querían lo mejor para mí, que yo tuviera un mejor estudio y prepararme más (Kenia, entrevista, Tecún Umán 2010).

Así pues, las instituciones sociales estructuran el curso de la vida y —por ser las encargadas de proveer de las normas y esquemas de acción— son el respaldo de la toma de decisión individual. En este sentido marcan los escenarios posibles a los que puede acceder el sujeto (Heinz y Krüger 2001:44), ya que la socialización y la educación son actividades predominantemente orientadas hacia el futuro, en donde bien puede suponerse que los padres y los profesores son fundamentales en el proceso de construcción de un proyecto de vida (Trommsdorff 1983:395).

Como agentes privilegiados de la socialización los padres y los maestros estructuran el futuro del sujeto moldeando sus metas educativas y comportamiento de acuerdo con sus propias esperanzas, temores y deseos para el futuro. Así se puede leer en la siguiente narrativa: «mi mayor motivación, por el momento, es graduarme porque aparte de que me daría yo una satisfacción, se las daría a mis papás por tanto esfuerzo que han hecho conmigo» (Kenia, entrevista, Tecún Umán 2010). Es decir, las decisiones que implican el producto de un esfuerzo colectivo, si bien son tomadas en función de un beneficio personal, están íntimamente relacionadas con la red primaria de apoyo.

En este orden de ideas Jaik-Erik Nurmi señala que en cuanto a la toma de decisiones a largo plazo los jóvenes buscan consejo de sus padres o personas con algún tipo de autoridad moral, mientras que las opiniones de los amigos son consultadas para la toma de decisiones a corto plazo (Jaik-Erik Nurmi 1991:11). Sin embargo, como lo muestra el relato de la tijuanense Karina, parte de la recuperación del futuro individual es que la reflexividad juvenil ha desplazado poco a poco a la influencia inmediata de alguno de ambos grupos:

Mis decisiones las tomo en función de lo que me pregunto a mí misma, no le pido consejo a nadie, reflexiono si me da paz, si pensar en el resultado me da paz, me da alegría o me da alguna emoción positiva y eso es lo que decido, si por ejemplo tengo dos opciones la que más paz me da es la que siempre decido. Realmente soy muy firme y no someto a votación nada porque la gente siempre piensa muchas cosas diferentes. Por ejemplo, en el parto tomé mi decisión y ya nomas presenté lo que quería y al que le gustaba chido y al que no pues nomas que no estorbara, y así es como me dirijo. Porque son decisiones de mi vida y entonces no las someto a votación (Karina, entrevista, Tecún Umán 2010).

Cada sociedad crea limitaciones específicas y genera distintas vías de acceso a la edad adulta, es decir, para comprender los recursos con los que cuentan los jóvenes fronterizos resulta esencial analizar el contexto en que están viviendo su hoy e imaginando su mañana. «Yo creo que el principal recurso para el futuro es que quiero superarme a un nivel profesional, personal y mental» (Ignacio, entrevista, Tijuana 2010). Es decir, hoy por hoy para estos jóvenes los recursos son individualizados y, por lo tanto, se comienzan a materializar en función de la motivación, o bien como en el caso de este informante, la motivación es el propio recurso.

De manera que la creación de proyectos de vida está totalmente vinculada a la edad, el género, la clase social, el deber ser y los códigos culturales en los que se encuentra inmerso el sujeto, es decir, las «ficciones orientativas» contextualizadas (Nurmi 1991:3). No obstante, no solo estas impactan la construcción de los proyectos de vida, la condición de sujeto consciente-actuante es fundamental, es decir, los intereses, las motivaciones, pero especialmente la atribución de significado emotivo al futuro deseado. Como señala Perinbanayagam, «poner el ‘yo’ en acción implica que el individuo se desempeña tanto cognitiva como emocionalmente en un campo compartido por otros. Así él o ella pone las ideas, imágenes y concepciones de sí en la escena en espera de validación o rechazo» (Perinbanayagam 2000:224). Es en este punto donde se inserta el deber ser al interior del grupo de pares y al ser dentro de los que se refuerzan o desafían las pautas de conductas sociales. En una sociedad como la tecunumeña, con roles femeninos tradicionales, una muchacha de 25 años cumplidos que estudia, trabaja y mantiene una relación a distancia puede resultar desafiante para la pauta:

Pienso que la edad de 25 años es la edad cuando uno empieza a casarse y tener hijos. Pero no es algo que me preocupe, [aunque] mis amigas del diversificado y aun de la universidad muchas ya están casadas. Pero también influye mucho que yo estoy acá y él está en otra ciudad, tendríamos que buscar un lugar intermedio para vivir (Kenia, entrevista, Tecún Umán 2010).

A partir del comentario de esta joven tecunumeña surge otro perfil a considerar, los jóvenes que sin perder su condición juvenil se embarcan en matrimonios, amasiatos y/o maternidad/paternidad. En tanto que la juventud no es una condición que se gane o se pierda según el sujeto se integre en el sistema económico o laboral, ni un estado transitorio de la niñez a la edad adulta, sino una decisión individual que tiene mucho que ver con el contexto social y familiar. A partir del trabajo de campo fue posible determinar que en Tijuana ésta es una situación recurrente; para la gran mayoría la juventud no se abandona al convertirse en padres; contar con el apoyo de una red les permite mantener una «praxis divergente» (Brito Lemus 1998) a las reglas del mundo adulto. En contraste, en Tecún Umán las «ficciones orientativas» y el deber ser están más reforzados desde el interior de la estructura familiar; para ellos la decisión de ser o no joven está totalmente vinculada a estar o no casado. Es por esto que, como lo vimos en el relato de Kenia, el matrimonio es una decisión y una negociación de proyectos de vida individuales.

 

Reflexividad del ayer, hoy y mañana

La construcción de proyectos de vida es un esquema cognitivo que estructura los acontecimientos futuros en términos de su secuencia de orden temporal y causal. Estos esquemas cognitivos de anticipación pueden ser más o menos amplios, diferenciados, precisos, coherentes y realistas (Trommsdorff 1983:383). De manera que no solo es imaginar el futuro, sino saber lo que representa en nuestro pasado y nuestro presente, y la manera en que se puede llegar a él. Justamente el futuro no es un final que solo exista en esa realidad temporal, sino un continuo despliegue en el tiempo que tiene sus raíces en el pasado y el presente (Myers y Kitsuse 2000:225); por lo tanto, tenemos que concebir el futuro como un motor y una guía de las acciones en el presente.

Este es el caso de Ignacio, segunda generación tijuanense y primera generación en tener un título de educación superior: «para mí va a ser una satisfacción muy grande, un logro enfrentarme a ese monstruo llamado Distrito Federal y a su vez terminar una maestría allá, como quien dice foguearme y adentrarme, ver cómo está el asunto, adentrarme en el mundo de lo que yo estudié y ser parte de la elite, y en dado momento un día pertenecer a un sector de la sociedad y apoyar con mis conocimientos» (Ignacio, entrevista, Tijuana 2010). Para él, la posibilidad de estudiar un posgrado está relacionada principalmente con la búsqueda de «movilidad al sur» vinculada directamente con la migración indocumentada de su madre y hermanos a Los Ángeles hace 10 años. A partir de este caso entendemos que el componente pasado del futuro tiene que ver con todos los elementos que serán heredados del pasado hacia el futuro y tendrán que tenerse en cuenta en la planificación para el futuro (Myers y Kitsuse 2000:225). Así, «del mismo modo que las expectativas pasadas y futuras pueden impactar el presente, nuestro pasado puede influenciar nuestro futuro» (Adamson et al. 2007:96), es decir, existe una inminente recuperación del pasado en la construcción del futuro.

En tanto que el futuro es concebido como un continuo temporal que fluye desde el presente y pasado hay una clara visión de la responsabilidad individual de las acciones del hoy, sus influencias y sus efectos en el mañana. Como se lee en el siguiente relato, entre los jóvenes tijuanenses que se encuentran en la «praxis divergente» (Brito Lemus 1998) de construcción de su proyecto de vida, existe una mayor autonomía y compromiso en la toma de decisiones:

Cuando estás clara en lo que quieres asumes las consecuencias y vas en todo, y cuando no estás clara pides muchos consejos y hay mucha turbulencia y mucha confusión. A mí me causó mucho conflicto porque pedía opiniones y nunca se escuchaba realmente lo que yo quería, entonces hacía cosas que no quería hacer o decía que sí a cosas que no quería, entonces fue cuando entendí que más bien era mi problema, no puedes echarle culpa a alguien más cuando tú te equivocas por tus propias decisiones (Karina, entrevista, Tijuana 2010).

La noción de futuro en la construcción de proyectos de vida puede ser representada como un espacio vacío que se llena poco a poco con metas que condiciones fortuitas revelan como necesarias. Como lo menciona el joven tecunumeño Gabriel, aun y cuando existan planes e ideales de futuro para gran parte de las juventudes fronterizas, estas siguen el lema: «No vives el mañana, no vives el ayer, solo vives el hoy. Siempre tienes que pensar en hoy, no en mañana» (Gabriel, entrevista, Tecún Umán 2010).

Este discurso no está vinculado a una visión sombría del futuro, sino a la capacidad de acción inmediata. Para los jóvenes fronterizos «los futuros se crean continuamente, cada segundo del día» (Adam 2009:7); hay una relación causal y activa que está relacionada con el «no quedarse parado cuando te pasa algo, siempre saber cómo reaccionar según lo que quieres» (Daniel, entrevista, Tecún Umán 2010).

Es en la construcción de los proyectos de vida donde se comprende la interdependencia de la dimensión temporal y la social, al ser el proceso donde el tiempo biográfico se fusiona al social. Como lo ilustra el relato de Ignacio, es en el tiempo individual donde se construye el proyecto de vida que responde a una realidad social y a un tiempo colectivo, a una forma de ver el tiempo individual en el colectivo:

Creo que para ayudar a los demás primero tienes que hacer lo que te toca. Yo, por ejemplo, tengo mi carrera, pero no quiero, siento que mi mente no se puede quedar estancada solo en eso, a nivel mental, a nivel estatus en la sociedad, y demostrarme a mí mismo que sí puedo y que puedo dar mucho más. Teniendo eso, ser un miembro activo colaborar y ayudar a la sociedad en lo que pueda es algo chico que puede ayudar a algo grande (Ignacio, entrevista, Tijuana 2010).

Es decir, en el discurso de este tijuanense se detectan dos nociones fundamentales en la construcción de los proyectos de vida juvenil: 1) la negociación de estatus personal al interior del colectivo y 2) el referente de construir un futuro individual para cimentar un futuro colectivo. Los procesos de inclusión y exclusión a través de los cuales se ha demarcado la frontera geopolítica han sido fundamentales en la construcción de estas nociones: «el hecho de estar en una periferia remarca más tu condición de que te tienes que reafirmar a ti mismo, pues de que eres un individuo fronterizo» (Jaime, entrevista, Tijuana 2009).

 

Conclusiones

En la construcción de los proyectos de vida hay una relación hasta cierto sentido cíclica entre el presente, el pasado y el futuro. Los discursos de los jóvenes fronterizos están recubiertos de una amalgama de imaginarios de frontera (Campos-Delgado 2010) que se proyectan de manera contextual y relacional al ser conjugados con su experiencia vívida y se materializan en la planificación de su futuro.

Si bien en el imaginario colectivo —más de extranjeros que de oriundos— estas dos ciudades comparten una «leyenda negra», a tal grado que Tecún Umán es conocida como la «Tijuanita de Guatemala», un aspecto que debe recalcarse es que, salvo en casos aislados, las juventudes de estas dos ciudades no explotan esta «leyenda» sino que existe entre ellas una necesidad de reivindicar la imagen de la ciudad. De manera que estaríamos hablando sí de dos «Tijuanas» pero con poblaciones juveniles activas en la reconstrucción de una imagen distinta a la tradicional (de violencia, crimen y tránsito indocumentado). Para ellas sus ciudades no son en absoluto «de paso», son los lugares en los que están construyendo su futuro, y especialmente son los que a partir de «estar ahí» obtienen los recursos —circulares y locales— (Campos-Delgado y Odgers 2012) para que ese futuro se pueda materializar.

Lo que se ha remarcado a lo largo de este texto ha sido la creciente reflexividad y empoderamiento sobre las concepciones del futuro de las juventudes fronterizas. La reflexividad está por un lado vinculada a buscar un beneficio colectivo y el empoderamiento, por el otro, a vislumbrar que para lograr impactar en el futuro colectivo hace falta afianzar y planificar bien el futuro individual. Si bien —basado en imaginarios centralistas— podría pensarse que las juventudes «al sur» de una frontera y de un país económicamente más desarrollado buscan y proyectan su movilidad al «norte», las narrativas recuperadas en este texto han confirmado que, en términos generales —debido a la inmediatez, pero especialmente a las experiencias negativas de escrutinio, infraestructura y violencia que han observado— hay una resistencia de los jóvenes fronterizos a moverse de manera permanente más al norte.

Contrario a una perspectiva centrada en el presente es posible detectar en los discursos juveniles reflexividad en torno al futuro, sobre dónde, con quién y especialmente cómo se construirá su «yo del mañana». La perspectiva que veía a la juventud como la esperanza del futuro ha quedado relegada a una idea romántica del actor juvenil redentor de las penurias del presente. La noción de un «nosotros» construido por los actores juveniles no se ha perdido, se ha resemantizado al buscar afianzar un futuro individual para consolidar un futuro colectivo. Los jóvenes fronterizos se han embarcado en una labor reivindicatoria de sus ciudades, pero especialmente de su propia condición juvenil al empoderase de su futuro, al utilizar lo mejor de los dos mundos, pero siempre volviendo a suelo nacional. Además, el dinamismo y la movilidad de sus contextos han permitido que estos jóvenes desarrollen e interioricen en su proyección de vida dos características fundamentales: flexibilidad y agilidad de respuesta.

Quedan, sin embargo, aspectos en el tintero sobre la manera en que estos jóvenes están evaluando la viabilidad de su meta futura, es decir, sobre si existe una auténtica «evaluación» que combine el orden colectivo y el individual, y a partir del cual se replanteen los proyectos de vida. O si en cambio esta falta aparente de «evaluación» de la viabilidad del proyecto es a la vez una estrategia para no afrontar del todo una realidad desesperanzadora y entonces poder estar constantemente replanteando el esquema de acción. No se puede perder de vista que el «presentismo» en el discurso juvenil persiste; sin embargo, ya no como bandera contra un «mundo adulto» que trata de apoderarse de las nociones de futuro, sino como parte de una conciencia reflexiva de la volatilidad de los «futuros», y que por lo tanto los proyectos de vida tienen que ser construidos en el día a día.

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