REFLEXIONES METODOLÓGICAS SOBRE LA ETNOGRAFÍA DE LOS TRASMIGRANTES SALVADOREÑOS INDOCUMENTADOS QUE VIAJAN EN TREN HACIA ESTADOS UNIDOSDE NORTEAMÉRICA
METHODOLOGICAL REFLECTIONS ON THE ETHNOGRAPHY OF UNDOCUMENTED SALVADOREAN TRANSMIGRANTS TRAVELING BY TRAIN TO THE UNITED STATES OFAMERICA
RESUMEN:
En este artículo se realizan reflexiones metodológicas para hacer etnografía sobre la emigración indocumentada. Se parte de la experiencia en la investigación sobre los trasmigrantessalvadoreños indocumentados comprendidos en el campo social trasnacional que conforman sus redes migratorias. Además, el artículo analiza la necesidad de repensar la etnografía tradicional para captar a los sujetos que están en continuo movimiento, enriqueciéndola con los aportes de la etnografía multilocal, la perspectiva parcial y el enfoque de género.
PALABRAS CLAVE: etnografía, trasmigrantes indocumentados, redes migratorias, género.
ABSTRACT:
This article makesmethodological reflections on how to carry out ethnographic research on undocumented migration. The point of departure is an experience-based piece of research on undocumented transmigrants from El Salvador within the context ofthe social trans-national field created by migration networks. This article also analyzes the need to rethink traditional ethnography in order to be able to understand the subjects who are constantly on the move. Thisenriches the ethnography with contributions from multi-localethnography, thepartial perspective and a gender approach.
KEY WORDS: ethnography, undocumented transmigrants, migration networks, gender.
Este ensayo tiene como objetivo presentar aproximaciones metodológicas para realizar una etnografía de los emigrantes indocumentados, las cuales parten de la experiencia en la formulación de la tesis de investigación denominada «Redes de los trasmigrantes indocumentados salvadoreños en la Frontera México-Guatemala». Los tres ejes principales sobre los cuales gira la discusión son la comprensión de los procesos en el marco del campo social trasnacional salvadoreño como contexto de la producción cultural migratoria, la viabilidad y vigencia de la producción de conocimientos a partir de la observación participante haciendo efectivo el privilegio de la perspectiva parcial, y finalmente se refiere al aprovechamiento del enfoque de género para recuperar las relaciones de poder que median las redes migratorias.
Las tecnologías de comunicación y los modos de producción
característicos de la globalización están comprimiendo los espacios y el tiempo
(Harvey, en Marcus 2001: 112); al facilitar la comunicación en tiempo real provocan movimientos
migratorios de personas que se arraigan en sus lugares de destino manteniendo relaciones continuas y
cercanas con sus lugares de origen. Paralelamente a la circulación de valores económicos,
capitales y fuerza de trabajo, circulan los significados, objetos e identidades (Marcus 2001: 111), los
cuales se movilizan por diversos medios electrónicos pero sobre todo a través de redes
sociales formadas por personas que se ubican, se mueven y/o se comunican con o sin desplazamiento en
diferentes espacios geográficos. Todos estos procesos trasforman sustancialmente los sitios de
producción cultural tal y como tradicionalmente se conocían en la antropología.
Estos procesos rompen con la idea persistente en esta disciplina sobre el determinismo territorial y/o
la percepción de que la «sociedad humana es localizada por naturaleza y está ligada
a la localidad» (Appadurai 1996: 120), pues la globalización ha cuestionado la idea de
nación anclada a un territorio para ubicarla en diferentes espacios de los imaginarios de los que
se consideren o se identifiquen como parte de ella, reconfigurando nuevas identidades colectivas.
La migración salvadoreña se inserta en estos procesos para perfilar, en términos de
Nina Glick (2003: 198-202), un campo social trasnacional el cual articula una densidad de relaciones
llegando a conformar fuertes pero flexibles estructuras migratorias. Las redes migratorias pueden
entenderse como los vínculos débiles y fuertes que se entrelazan entre sujetos que viven
su cotidianidad en lugares geográficamente distantes pero que mantienen una práctica
habitual (Portes 2003: 18).
En estos campos creados por la migración continua los sujetos pueden ‹‹vivir
cambiando de lugar o vivir en varios lugares a la vez›› (Pries 1999: 57), son sujetos que
su vida trascurre trascendiendo fronteras y que pueden denominarse trasmigrantes (Pries 1999: 58) Para
Ludger Pries las relaciones sociales de estos grupos no se limitan a un espacio físico cerrado o
Estado nacional, sino que articulan varios espacios geográficos. La vida de los grupos entonces
se extiende sobre y entre espacios geográfico-físicos diferentes. Los múltiples
movimientos de personas alcanzan tanta densidad que las redes sociales conforman espacios sociales
propios que trascienden a la sociedad de origen y sociedad de destino para ubicarse en diversos puntos
de la trama de relaciones entre estos lugares. Por estas razones realizar una etnografía de los
emigrantes salvadoreños supone situarlos en un campo físico y virtual que trasciende las
fronteras de la nación salvadoreña y que obliga a considerar su vinculación con los
lugares de origen, tránsito y llegada.
Además de conformar campos sociales trasnacionales, las redes migratorias manejan un capital
social definido como «la suma de los recursos reales o virtuales que corresponden a un individuo o
grupo en virtud de su pertenencia a una red duradera de relaciones más o menos institucionalizada
de conocimiento y reconocimiento mutuo» (Bourdieu, citado en Durand y Massey 2003: 31). Muchos de
estos recursos son en su mayoría intangibles, entre los que pueden mencionarse: el conocimiento
de las rutas migratorias, los contactos en los lugares de tránsito y llegada, las estrategias de
sobrevivencia, entre otras. Alejandro Portes (1998: 1-24) considera que este tipo de capital puede
diferenciarse del capital económico en tanto que presenta las características siguientes:
es inherente a las relaciones que existen entre los sujetos o vínculos, conlleva la acción
de hacer recíproco el favor recibido u otro equivalente y puede utilizarse para ejercer control
social entre los miembros de la red. De acuerdo con esto la producción del capital social supone
necesariamente la continuidad del vínculo entre los que intercambian, aunque dada la flexibilidad
de las redes algunos vínculos pueden ser más fuertes y permanentes que otros.
Tal y como lo afirma el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2005: 6), la
migración se ha convertido en la principal forma de participación de El Salvador en la
globalización. En esta lógica la fuerza de trabajo dirige su flujo hacia los centros
productivos en Estados Unidos. Contrario a la tendencia de abrir las fronteras para el libre
tránsito de producción y capital, a los trabajadores emigrantes las fronteras les han sido
cerradas con medidas políticas y físicas, obligándolos a realizar este viaje sin
los documentos migratorios respectivos. En el lugar de origen, El Salvador, tampoco existen las
condiciones para que los ciudadanos gocen de la estabilidad económica que les permita enfrentar
las crisis derivadas de las políticas neoliberales y los diferentes eventos naturales que han
empobrecido aún más a la población. Otro aspecto que incide fuertemente en esta
dinámica es la influencia sociocultural de la gran cantidad de salvadoreños que viven y
viajan en, y hacia Estados Unidos, que construyen la idea de la emigración como la mejor
alternativa para la superación individual y familiar.
En este contexto, una cantidad considerable mas no definida de salvadoreños viaja sin la
documentación migratoria necesaria para transitar por todo el territorio mexicano y para ingresar
al lugar de destino. La condición de indocumentados los induce a la búsqueda de todo tipo
de estrategias que permita realizar el viaje con éxito aun en detrimento de sus condiciones
humanas o la pérdida de la vida. Una de estas estrategias es viajar mediante el apoyo que brindan
las redes de migración y que constituyen el campo de migración trasnacional
salvadoreño, las cuales se forman entre El Salvador, México y Estados Unidos. Las redes
trasnacionales están constituidas por vínculos de parentesco y paisanaje y no cuentan con
una estructura interna que determine jerarquías, liderazgos o la distribución de sus
beneficios. Sin embargo, así como Levitt y Glick (2004: 64) lo han enfatizado para otras redes
migratorias, los recursos de las redes salvadoreñas no son accesibles a todos sus miembros en la
misma proporción, pues las redes están permeadas por diferencias de género, poder y
estatus.
Comprendiendo este campo de relaciones se plantea la necesidad de seguir a los sujetos en ese ir y venir
entre los diferentes lugares de tránsito en que se concretizan las redes. No estaría
completa una etnografía de la migración salvadoreña si los antropólogos
salvadoreños visualizamos ese campo como un mero campo virtual e ignoramos sus repercusiones en
todo el proceso migratorio. Este campo migratorio existe y se concretiza no solamente cuando conocemos
de las constantes violaciones a los derechos humanos que en él se desarrollan y que lo
caracterizan, sino también existe en la cotidianidad de cada una de la vida de los trasmigrantes.
Dada la complejidad de todo ese campo, por cuestiones metodológicas y de recursos de tiempo y
espacio mi esfuerzo de investigación se localizó en Arriaga, ciudad, ubicada en uno de los
corredores migratorios de mayor afluencia para los trasmigrantes que viajan utilizando el tren como
medio de trasporte hacia Estados Unidos, utilizando una ruta migratoria que atraviesa las Regiones
Soconusco e Istmo-Costa1 (véase Figura 1).
Figura 1. Ubicación de regiones Soconusco e Istmo-Costa.
Fuente: Elaboración con base en mapas de Inafed (2005).
Arriaga también se describe como un nodo de las redes que conforman el campo social trasnacional
en la medida en que cuenta con los mecanismos para que circulen y se articulen personas, símbolos
y capitales de una manera dinámica e intensiva. En consecuencia la ciudad se caracteriza por
proveer todos los servicios necesarios para el trasmigrante, tales como alojamiento, comunicaciones,
trasferencias financieras, pero sobre todo la posibilidad de usar el tren de carga como medio de
transporte. En este lugar circulan los dólares y marginalmente otras monedas centroamericanas, el
tiempo también se vive entre los lugares de origen y destino.2
En definitiva, el interés de la investigación que generó los
datos para este artículo era realizar un análisis cualitativo, por ende se realizó
observación participante en el periodo de agosto a diciembre de 2007, tiempo durante el cual
permanecí en el albergue La Misericordia como voluntaria, oportunidad que me permitió
relacionarme con toda clase de agentes del corredor migratorio, tales como encargados del albergue,
polleros, guías, maras, empleadores, voluntarios de la parroquia, activistas de derechos humanos,
investigadores, agentes migratorios, entre los reseñables.
Para captar a los sujetos en varios contextos se realizaron 51 entrevistas semiestructuradas las cuales
se realizaron en el albergue, la estación de tren en Arriaga y la estación migratoria del
INM, Siglo XXI. Del total de entrevistas, 44 se realizaron a los trasmigrantes salvadoreños
indocumentados y 7 a otros agentes. Considerando la movilidad de los trasmigrantes, las entrevistas
tenían que realizarse en una sola fase, aunque fueron complementadas mediante conversaciones
informales con estas mismas personas. Las entrevistas se dirigieron a indagar sobre las historias de
viaje de los trasmigrantes y sus vínculos para migrar; fueron sistematizadas en historias
personalizadas y en una matriz de análisis de trayectorias para cada entrevistado. Cuando los
trasmigrantes lo permitieron las comunicaciones se extendieron vía teléfono y correo
electrónico, ya sea que estuvieran en su lugar de origen o llegada, pero esto fue con la
minoría de los casos.
A la información cualitativa se le añadieron datos cuantitativos provenientes del registro
de inscripción del Hogar de La Misericordia, los cuales se toman a cada trasmigrante al momento
de ingresar al recinto. Es necesario puntualizar que los datos aquí presentados solo consideran a
los trasmigrantes indocumentados salvadoreños que utilizan el albergue, ya que un grupo no
determinado de trasmigrantes que viaja por la ruta Soconusco IstmoCosta no hace uso de este espacio.
Finalmente se advierte que las cifras presentadas difícilmente serán comparables con datos
productos de otras investigaciones y registros de otras entidades, pues el mayor obstáculo para
lograr registros confiables y representativos sobre los trasmigrantes indocumentados es el ocultamiento
o encubrimiento voluntario o involuntario en el que viajan.
El viaje de los trasmigrantes salvadoreños indocumentados hacia Estados Unidos
significa atravesar los territorios de Guatemala y México y sus tres correspondientes fronteras:
El Salvador-Guatemala, Guatemala-México y México-Estados Unidos; en este trayecto
también atraviesan fronteras nacionales, sociales, económicas, culturales y
políticas a lo largo del campo trasnacional.
Los trasmigrantes salvadoreños, a los que me refiero en este ensayo, inician su viaje partiendo
de su lugar de origen hacia la capital salvadoreña, en donde abordan trasportes públicos
para dirigirse hacia los puntos fronterizos de Tecún Umán-Ciudad Hidalgo o El
Carmen-Talismán de la frontera Guatemala-México. De ahí continúan su viaje,
atravesando las regiones Soconusco e Istmo-Costa (véase Figura 1) hasta llegar a Arriaga para
abordar el tren de carga que los conducirá a Ixtepec, Oaxaca, en donde trasbordan diversos trenes
que los llevarán hacia la frontera de México con Estados Unidos.
El trasporte colectivo facilita el desplazamiento físico de los emigrantes por esta ruta, pero
debido a que existen seis puntos de control migratorio a lo largo del trayecto (FronteraArriaga), muchos
trasmigrantes optan por caminar para esquivarlos. Mientras que de Arriaga a Ixtepec realizan el viaje
como polizontes del tren.3
La mayoría de estos trasmigrantes manifestó que viajar de esta manera les permite ahorrar
parte de los 7,000 dólares que cuesta el acompañamiento de un coyote durante todo el
recorrido. Su plan es pagar los costos del traslado desde El Salvador hasta el centro de México y
luego pagar entre 1,500 a 2,500 dólares que cuesta el cruce de la frontera México-Estados
Unidos con el acompañamiento de un coyote. Pero a pesar de sus insistentes manifestaciones sobre
el ahorro económico que significaba esta forma de viajar también identifiqué que
muchos seleccionaban esta ruta por conocerla de viajes anteriores o por el conocimiento que sobre ella
les había brindado otros emigrantes.
Cuando los trasmigrantes llegan al municipio de Arriaga se encuentran con un albergue financiado por la
iglesia local denominado Hogar de la Misericordia. En este lugar, en el año 2007 se alojaron
6,4394 personas en total. Mientras que durante los cinco meses del periodo estudiado estuvieron en el
albergue 2,171 trasmigrantes, que constituyó 37% del total de albergados en dicho año.
De esta población, 35% estaba constituida por salvadoreños, cantidad equivalente a la
segunda nacionalidad con mayor afluencia al albergue. La población salvadoreña estaba
compuesta mayoritariamente por 88% de hombres y 12% de mujeres. La mayoría de mujeres
trasmigrantes salvadoreñas que visitan el albergue podrían caracterizarse en edades que
oscilan entre los 16 y 39 años, es decir, se encuentran en edad productiva y reproductiva. El 65%
de mujeres son solteras y con hijos, el 17% posee pareja e hijos y 14% son solteras sin hijos. Estas
cifras podrían descartar la reunificación con su pareja como motivo de migración,
para situarlo como motivaciones económicas de jefatura familiar femenina. Estas mujeres
provenían de los departamentos de El Salvador con menor tradición migratoria (Sonsonate,
Santa Ana) y de la capital (San Salvador). La tercera parte se dedicaba a actividades como empleadas
domésticas y comerciantes, además de a actividades no remuneradas como ama de casa y
estudiante.
El perfil del hombre trasmigrante lo describe como un hombre en la plenitud de su edad productiva (16 a
33 años); provienen de los mismos departamentos que las mujeres y al igual que ellas la
mayoría (57%) se declaró soltero; sin embargo, la cifra de hombres con pareja
también es significativa (41%). La diferencia en el estado civil soltero entre hombres y mujeres
la constituye la tenencia de hijos, pues 36% de los hombres se declaró soltero sin hijos,
proporción que casi duplican las mujeres con hijos. La mayoría de ellos se dedicaba a
actividades productivas que no requieren un mayor nivel de entrenamiento, como jornaleros, comerciantes,
obreros de construcción y empleos no calificados. También se observa un mayor
número de hombres que realizan oficios técnicos, en su caso como carpinteros,
mecánicos, panaderos, electricistas y peluqueros. En el Cuadro 1 se presentan los porcentajes del
estado civil entre hombres y mujeres.
Cuadro 1. Estado civil de los trasmigrantes salvadoreños.
Estado civil |
Mujer |
Hombre |
Soltero con hijos |
65% |
21% |
Casado (incluye unión libre) con hijos o sin hijos |
17% |
41% |
Soltero sin hijos |
16% |
36% |
Sin datos |
2% |
2% |
Total |
100% |
100% |
Fuente: Elaboración propia con base en registros del Hogar de la Misericordia,
agosto-diciembre de 2007.
Como ya se explicó anteriormente, este perfil incluye solo los trasmigrantes salvadoreños
que se refugiaron en el Hogar de la Misericordia, dejando fuera importantes grupos que a pesar de llegar
hasta Arriaga, a tomar el tren de carga, no utilizan el albergue. La diferencia entre un grupo y otro de
trasmigrantes podría radicar en el capital social migratorio que manejan. Los trasmigrantes que
no utilizan el albergue pueden poseer diferente poder adquisitivo y manejar otras formas y contactos de
viaje, que en muchos casos podrían constituirse en capital social más empobrecido que los
que poseen los trasmigrantes que sí utiliza el albergue. Tal es el caso de los trasmigrantes que
aun a costa de endeudarse, ya sea por desconocimiento de la existencia del albergue o por desconfianza
del mismo, pagan hoteles y hospedajes,5 o los que careciendo de recursos económicos e
información sobre el albergue se quedan a dormir en las vías del tren.
Antes del huracán Stan en el año 2005, los trasmigrantes que viajaban por el corredor
migratorio Socunusco Istmo-Costa abordaban el tren de carga en Tapachula con rumbo al municipio de
Arriaga. Fue a partir de la destrucción de la vía férrea, a causa de dicho
huracán, que los trasmigrantes se vieron obligados a transitar en trasporte colectivo y/o
caminando por este tramo de 240 km. Actualmente, al acercarse a alguna de las seis casetas de control
migratorio, los trasmigrantes bajan y suben del trasporte colectivo con el objetivo de
‹‹rodear los retenes››. Es precisamente durante esta práctica que los
trasmigrantes se exponen a las mayores agresiones a sus derechos humanos, pues al rodear las casetas
tienen que internarse en reductos de selvas donde atraviesan ríos caudalosos, se exponen a
ataques de insectos y/o víboras y, sobre todo, a ser asaltados o violados. Cuando los recursos de
estos trasmigrantes son más escasos y no alcanzan ni para pagar el trasporte colectivo, se
aventuran a caminar en pequeños grupos tomando como guía la vía del tren. Entonces
los peligros se vuelven constantes, se le suman la insolación, el cansancio y las llagas en los
pies.
La condición de indocumentados con la que viajan estos trasmigrantes los convierte en vulnerables
a constantes violaciones a sus derechos humanos y a usar formas de movilidad y sobrevivencia que atentan
contra su integridad física y moral, siendo las mujeres las más expuestas. Sin embargo,
aun en este ambiente hostil hacia los trasmigrantes se encontró fuerte evidencia de muestras de
solidaridad y apoyo por parte de personas que habitan en la ruta y que constituyen posibilidades de
formar parte de la red de migración.
Esta es a grandes rasgos la caracterización formal de los sujetos y del contexto en el que se
insertan en los lugares de tránsito; vistos desde esas perspectivas numéricas y
descriptivas, parecería que son un grupo más que realiza una trayectoria migratoria entre
el origen y el destino. Sin embargo, al analizar sus trayectorias personales encontré un grupo
que se caracteriza por hacer de la migración y de esta manera de viajar una forma de vida, con
movimientos que varían en intervalos de tiempo, de manera que algunas veces parecieran
estabilizados, no obstante la posibilidad migratoria está siempre latente. Así al ordenar
las trayectorias de los trasmigrantes en una tipología descubrí a un grupo importante de
ellos que ‹‹migran por primera vez››, en el cual se clasifican la
mayoría de mujeres entrevistadas.
Otro tipo denominado ‹‹el que va y viene, pa´adelante pá
atrás›› son trasmigrantes capaces de regresar repetidamente sea voluntaria o
forzadamente entre el lugar de origen y destino, y que aprovecha su experiencia guiando a nuevos
trasmigrantes; grupo dominado por los hombres. El tipo de ‹‹los suspendidos en el
viaje›› son personas que realizan múltiples intentos sin lograr llegar a su destino
y que se mueven de manera continua en el corredor, en este tipo pueden encontrarse algunas mujeres, pues
muchas de ellas viajan en trasportes colectivos donde son fácilmente identificadas por agentes de
migración; también se encuentran hombres que por falta de apoyos o redes son atrapados en
diferentes puntos del camino, situaciones por las que realizan múltiples intentos, los hombres
identificados en este tipo usualmente tienen edades mayores a 45 años, y son considerados como
«gente mayor» al interior de los grupos.
Finalmente, ‹‹el deportado que regresa a los Estados Unidos››;quienes
generalmente viajaron solos o con un coyote cuando realizaron su primer viaje en condiciones percibidas
como menos riesgosas, por lo que intentan realizar nuevamente su viaje hacia Estados Unidos de manera
individual. Pero dado el recrudecimiento del contexto de viaje generalmente solicitan a su red que les
envíe un coyote para que los recoja en el lugar que se encuentren. En esta investigación
de campo, no se conocieron mujeres salvadoreñas deportadas que estuvieran retornando a Estados
Unidos, aunque cabe la posibilidad que muchas hayan ocultado esta condición.
Tradicionalmente, en el afán de producir conocimientos objetivos, las ciencias
sociales requieren alejamiento entre el investigador y los sujetos de su investigación y niegan
las particularidades humanas de los investigadores. Pero ¿qué pasa con los
antropólogos que asumimos el riesgo de investigar procesos que nos atañen de manera
personal y colectiva? ¿Cómo se puede ser imparcial frente a esta situación? Estas
eran mis principales preocupaciones al definirme como mujer, emigrante y ‹‹con el
agravante de
ser
salvadoreñ[a]›› (Dalton 1974).
Donna Haraway (1991: 313-346) respondió a mis preguntas, su propuesta se centra en
asumir el posicionamiento que contiene el acto cognoscitivo, aunque implique un conocimiento parcial, al
fin y al cabo todos los conocimientos son parciales, la diferencia con la epistemología
tradicional radica en explicitar el lugar en que se produce el conocimiento. A la luz de esta propuesta,
el investigador describe su posición y sus intereses respecto a su tema de investigación,
de manera que el lector y los sujetos cuentan con los elementos para analizar la forma en que dicho
conocimiento fue producido y la forma de mirar del etnógrafo. Para Charles Hale, esta propuesta
daría la oportunidad al investigador de adoptar posiciones que contribuyen a aumentar y
enriquecer su objetividad en la medida que se define a sí mismo. «Los significados se
producen mediante el diálogo entre el investigador y el investigado y se fortalece la objetividad
del trabajo si uno como investigador sabe dónde está ubicado» (Hale 2007: 305).
Por otro lado, la etnografía multilocal propuesta por Marcus (2001: 111-127) es una corriente
emergente que responde a los cambios de la realidad donde las tecnologías de comunicación
y los modos de producción están trasformando los sitios de producción cultural, en
este sentido sale de los lugares y situaciones locales de la investigación etnográfica
convencional al examinar la circulación de los significados, objetos e identidades en un tiempo y
espacio difuso. El objeto de estudio móvil entre diversos espacios y tiempos tiene que ser
situado en múltiples localidades pues de lo contrario no puede ser entendido
etnográficamente. Por lo anterior, el autor concibe que cuando se trata de migraciones la
modalidad para la construcción de los objetos de estudio es la de ‹‹seguir a las
personas››, este procedimiento consiste en ‹‹seguir y permanecer con los
movimientos de un grupo particular de sujetos iniciales›› (Marcus 2001: 118). Se trata de
hacer etnografía de los mismos sujetos en diferentes localidades para captar más
allá del simple movimiento de las personas de un lugar a otro. Al respecto la etnografía
desarrollada en El Hogar de la Misericordia y Estación Siglo XXI permitió captar a los
trasmigrantes indocumentados salvadoreños en movimiento y comprenderlos en los contextos
producidos en ambas localidades.
Ambos lugares permitían captar a los trasmigrantes en movimiento, pues, en el centro de
detención o aseguramiento, como lo llaman los agentes de INM, también es un lugar en el
que los trasmigrantes se preparan para iniciar nuevos intentos. En ese centro los trasmigrantes
intercambian experiencias para burlar los retenes, organizan nuevos grupos para viajar, solicitan
remesas de viaje o retornan a su lugar de origen.
En suma, mis esfuerzos metodológicos se centraron en apropiarme de la propuesta de seguir a los
sujetos, en el marco de la etnografía multilocal (Marcus 2001: 111-127) y a la vez me
permití gozar del privilegio de la perspectiva parcial (Haraway 1991: 313). Ambas proporcionan
una configuración diferente a la observación participante, la cual a su vez tiene vigencia
y viabilidad, como explicaré más adelante, para los estudios de los grupos que tienen a
ocultarse por razones de seguridad.
A partir de un conocimiento situado en la relación sujeto-objeto planteada por Malinowski pierde
vigencia porque los objetos de conocimiento se convierten en actores dialogantes (Haraway 1991: 342), y
en ese camino del conocer tanto el investigador y el sujeto-objeto de conocimiento se trasforman unos a
otros, pues la compresión no es tarea sólo del etnógrafo. En este ejercicio se
integran diferentes perspectivas, maneras de ver, de sumar los conocimientos parciales (Haraway 1991:
342) para evitar la subjetividad y propiciar el diálogo horizontal entre sujetos de conocimiento.
Una etnografía multisituada y posicionada debería necesariamente superar la figura del
«antropólogo como “muñeco de nieve”, observando de modo penetrante pero
invisible en su acción y helado en sus afectos y pasiones» (Hughes, en Gil: 2006: 31). En
este sentido, la opción particular de los antropólogos, cuando hacen etnografía,
supone exponer sus experiencias personales si con esto se contribuye a explicar y comprender a los
sujetos en sus diferentes dimensiones y muestran al lector claridad sobre su punto de vista.
Bajo estos lineamientos me ofrecí como voluntaria en el Hogar de La Misericordia. El voluntariado
implicó asumir el rol que consistió en colaborar con las actividades básicas del
albergue tales como elaboración de comida, limpieza y atención de enfermos. En este lapso
al encargado del albergue se le presentaron emergencias personales y me solicitaron apoyo para dirigir
el albergue en colaboración con otra trasmigrante hondureña.6 En este corto periodo
además de las otras actividades me encargué del mantenimiento de la disciplina,
coordinación para cobro de envíos de remesas, realización y recepción de
llamadas internacionales, coordinación con actores locales (unidad de salud, Grupo Beta e
Iglesia), y administración de la despensa.
El rol de voluntaria me permitió vivir diferentes escenarios como ayudante y como encargada del
albergue, lo cual requirió la mayor parte de mis esfuerzos para cumplir con las responsabilidades
que estos cargos implicaban, llegando incluso a cuestionarme cuáles eran mis objetivos
últimos al estar en Arriaga.
Los trasmigrantes, por su parte, tenían sus propias percepciones sobre mi persona y el papel que
yo desempeñaba en el albergue en tanto que me identificaban como una compatriota
salvadoreña. Las representaciones más frecuentes estaban orientadas a considerarme una
trasmigrante, aun en el caso de que conocieran mi situación como estudiante. Esta
percepción también debió haber tenido influencias sobre su comportamiento con
respecto a mí, que yo percibí como una facilidad para tener acceso a conversaciones de
confianza. Así también, me hizo objeto de todo tipo de proposiciones para que continuara
mi supuesto viaje hacia Estados Unidos, las cuales eran realizadas por trasmigrantes, coyotes y
guías, pudiendo variar desde el darme un consejo, la conquista romántica hasta la
insistencia abrumadora.
Durante los pocos días que mi amiga, trasmigrante hondureña, y yo estuvimos a cargo del
albergue, tuvimos que asumir una posición de autoridad al interior del mismo. Esta tarea no fue
fácil considerando nuestra condición centroamericana y de mujeres, la cual nos
hacía objeto de cuestionamientos por los mismos trasmigrantes quienes lo percibían como
una manera de ocupar espacios que no nos correspondían, por ser de la misma nacionalidad
«centroamericana» y por ser mujeres que necesitan ser protegidas y dirigidas. Los
trasmigrantes expresaban abiertamente que cuando estaba el encargado, hombre y mexicano, todo era mejor,
que nosotras no manteníamos la disciplina; nos preguntaban si no nos daba miedo estar con tantos
hombres en el albergue y nos advertían sobre posibles peligros de violaciones sexuales. Por otro
lado, algunos manifestaban que no podíamos obligarlos a cumplir una norma, pues éramos
iguales a ellos, algunas mujeres incluso solicitaron autorización a otros colaboradores
mexicanos, que llegaban ocasionalmente, para hacer uso de la cocina fuera de las horas reglamentarias,
obviando nuestra autoridad. En este corto periodo, mi amiga y yo usurpamos espacios de poder, que a
juicio de los trasmigrantes, correspondían al ser ciudadano mexicano y al ser hombre, como ya se
comentó.
Pero en la mayor parte del tiempo que realicé mi trabajo de campo mi posición fue
diferente en tanto ocupé la posición subordinada de género y nacionalidad que,
según ellos, me correspondía con respecto a los demás trasmigrantes hombres y a los
encargados del albergue. En este caso los trasmigrantes hombres me ofrecían su guía y
protección para continuar mi viaje. En contraste, el encargado del albergue y su esposa
controlaban en todo momento mis conversaciones con los trasmigrantes hombres, cuestionaban mi
insistencia en recorrer la línea del tren y me prohibieron pasear en el río como lo
hacían la mayoría de los trasmigrantes, todo bajo el argumento de que tenía que
mantener ‹‹el respeto›› de los hombres y ‹‹el
respeto›› como voluntaria, para lo cual me propusieron ocultar mi nacionalidad
salvadoreña.
Las trayectorias analizadas indican el movimiento continuo y habitual que muchos de
estos trasmigrantes realizan a través del corredor migratorio, y con ellos se trasmiten todo el
cúmulo cultural de sobrevivencia que bien podría constituir un capital social que se
trasmite entre emigrantes y no migrantes ubicados en cualquier punto del campo trasnacional
salvadoreño.
Este devenir de los sujetos en el contexto trasnacional promueve una manera diferente de vivir en el
tiempo y el espacio, ampliando de esta manera las dimensiones de lo que tradicionalmente se ha percibido
como cultura. Jesús Machuca (1998: 30) realizó una revisión de las diferentes
percepciones de ésta en la posmodernidad, encontrando que existe la idea de una noción
ampliada de cultura, entendida como un flujo dinámico compuesto por una diversidad de elementos
tangibles y simbólicos, modernos y tradicionales, que sirven como eje para la reproducción
de los grupos sociales y a partir de las cuales estos grupos se diferencian de otros. Los trasmigrantes
que viajan por dicha ruta migratoria y pertenecen a estas redes de migración constituyen
referentes empíricos de esa conceptualización, pues en su afán por sobrevivir y
movilizarse han construido y resignificado prácticas y representaciones que los diferencian de
otros grupos de emigrantes y de pobladores locales para identificarse como indocumentados.
Entre estas prácticas se pueden mencionar ‹‹las remesas de viaje o del camino,7
rentear, echar la mano, mano vuelta, rodear las casetas››, viajar en el tren de carga,
entre otras, las que están dirigidas a la obtención de recursos económicos,
recursos en especie —comida, alojamiento principalmente— y recursos intangibles como la
conducción —guía—, información8 y protección. Todos esos
recursos que facilitan el viaje conforman una cultura de riesgo, en el sentido que no garantizan la
protección de la vida ni la dignidad humana de los viajantes y los someten a múltiples
violaciones de sus derechos, variando sus afectaciones de acuerdo con sus características
personales de género y edad. En este punto, no está demás recalcar que el
sinnúmero de obstáculos que estos trasmigrantes deben sortear en el camino tiene su origen
en una política migratoria ejercida por el Estado mexicano.
Ahora bien, comprender y compilar toda esta cultura migratoria sería un procedimiento sesgado si
metodológicamente no se consideran las implicaciones de viajar de manera indocumentada y la
manera en que las relaciones de género y edad contribuyen a darle una configuración propia
a estas formas de vivir en movimiento.
La condición indocumentada de estos trasmigrantes contribuye a que los sujetos se vean así
mismos como fuera de la ley, en ese sentido, sin derechos como seres humanos y sin nadie que pueda
defenderlos. Es por esta razón que en las representaciones sobre sí mismos, los
trasmigrantes se describían como venaditos en un campo, imaginaban el albergue rodeado de
lagartos, soñaban con víboras gigantescas que los perseguían y eran asustados por
pájaros horribles en La Arrocera.9 Resalta también que tenían regresiones a las
zonas de combate de la época de guerra civil salvadoreña. Todas estas representaciones me
fueron platicadas en las largas conversaciones que sosteníamos mientras hacíamos los
oficios del Hogar de la Misericordia o esperábamos el tren en la estación de Arriaga.
Entonces, si bien las entrevistas fueron parte importante de mi recopilación de datos, estas no
hubieran sido tan efectivas de no acompañarse de la convivencia con los sujetos, pues la
condición indocumentado los obliga a que mantengan en el anonimato y el secreto muchas de las
estrategias de movilidad y sobrevivencia, negándose a conversar al respecto con investigadores u
otros agentes de ayuda humanitaria.
La observación participante fue la estrategia más apropiada para entablar relaciones con
las mujeres trasmigrantes, quienes fueron las que más se negaron a ser entrevistadas formalmente,
muchas porque manifestaban temor de los usos que pudiera dársele a la información y otras
porque sus acompañantes masculinos les prohibían hacerlo. Sin embargo, la mayoría
de estas mujeres conversaban —fuera de entrevista— con otras mujeres y conmigo sobre sus
experiencias de viaje, sobre todo en el único lugar en el que no éramos observadas ni
cuestionadas por los hombres: el dormitorio de las mujeres en el albergue.10.
Se evidencia entonces la validez de la observación participante para trabajar con grupos que
tienden a ocultarse por temor y por seguridad sea de sus otros masculinos o de los agentes que
intervienen en el proceso migratorio.
La perspectiva de género permite comprender la diferente condición de
las mujeres y hombres en una cultura dada. De ahí que para el estudio de las redes de
migración, las relaciones entre los géneros constituyen una construcción social de
la cual se derivan diferentes maneras de participar en ellas y de beneficiarse del capital social que se
genera en sus interacciones.
Analicemos ahora por qué las condiciones de género deben ser consideradas como parte de
una estrategia metodológica en el estudio de estos trasmigrantes. El viaje como tal se constituye
en un proceso de adquisición de conocimientos y experiencias que permite a los trasmigrantes
avanzar geográficamente de manera gradual hacia su destino y puede constituirse de
múltiples intentos fallidos o exitosos. Esta experiencia de desplazamiento físico se vive
de manera diferente si se es mujer u hombre, joven o adulto mayor.
Para que una etnografía de los trasmigrantes salvadoreños capte esas diferencias
migratorias, es exigible la aplicación trasversal de la perspectiva de género que permita
la visibilización de las mujeres en términos numéricos y presenciales, pero sobre
todo que haga posible identificar las relaciones de poder (Scott 1996: 265-302) que se construyen sobre
las asignaciones simbólicas de los cuerpos sexuados y las desventajas que se derivan de ellas.
Elemento fundamental es tomar como base que las relaciones de género son construcciones sociales
diferentes para cada cultura, pero que en la mayoría de los casos estas suponen la
subordinación de las mujeres (Lamas 1999: 162), y este es el caso de las relaciones que median
entre los géneros en el campo trasnacional salvadoreño, las cuales se caracterizan por la
asimetría y desigualdad hacia lo femenino. Entonces la metodología de análisis
migratorio con enfoque de género debe facilitar el análisis de las relaciones de poder
desigual.
Uno de los hallazgos principales de mi investigación es que las relaciones de género que
median las experiencias migratorias del campo trasnacional salvadoreño limitan y ponen en grave
desventaja a las mujeres. Hombres y mujeres salvadoreños que transitan por este camino tienen
diferentes experiencias, pues las relaciones de género suponen distintos roles, identidades y
espacios que deben ocupar de acuerdo con su sexo y que norman su comportamiento en relación con
los otros. La manera en que de acuerdo con el género las mujeres deben de viajar y protegerse no
solo limitan su capacidad de movilización y subsistencia, también hacen que inviertan
más recursos económicos, situaciones que contribuyen a configurar un perfil de alto riesgo
para este grupo. La vulnerabilidad de género, más la vulnerabilidad originada por la
condición indocumentada y las amenazas a las que se someten en el contexto de toda la ruta
migratoria, agrava los costos humanos que las mujeres tienen que asumir. Sus efectos se perciben
más allá de los lugares de tránsito, pues muchas mujeres tienen que pagar el
endeudamiento de su traslado, en el lugar de origen o de destino, aun y cuando el viaje no haya sido
exitoso.
Para ejemplificar las aseveraciones anteriores, regresemos a la etnografía en cuestión. La
Ruta Soconusco Istmo-Costa se caracteriza como de dominio masculino, no solo porque los hombres
constituyen la mayoría de trasmigrantes sino también porque las mujeres se ven
subordinadas a sus compañeros masculinos de viaje y demás agentes migratorios que en su
mayoría también son masculinos —coyotes, delincuentes, agentes del INM, cuerpos de
seguridad mexicana, encargados de los albergues, entre otros—. De ese poder masculino se desprende
el miedo de las mujeres de ser victimizadas sexualmente, que se constituye en uno de los
obstáculos que más afecta a las mujeres para aprovechar la cultura migratoria que se
comparte entre trasmigrantes, entendido como capital social.
Ya anteriormente se mencionaron algunas de las prácticas que caracterizan a los trasmigrantes que
viajan de esta manera. Veamos con detenimiento dos de estas prácticas que algunos trasmigrantes
denominaban ‹‹mano vuelta›› y ‹‹hacernos bola››.
Como se explicó antes, se trata de un viaje gradual, y en ese sentido los trasmigrantes
más experimentados se unen con los novatos y se organizan en grupos para compartir recursos
tangibles e intangibles que faciliten el viaje, a esta forma le denominan ‹‹hacernos bola
o bolita››. Al interior de estos grupos los roles están divididos por
género. Así los hombres se dedican a la protección y guía de las mujeres y
estas debían compensar dichos servicios aportando los recursos necesarios para facilitar
alojamiento, traslado y alimentación de sus acompañantes. Los gastos se pagaban con
recursos que ellas traían para sufragar su viaje, remesas que enviaban sus familiares
—remesas de viaje—, ‹‹rentear››,11 apoyos de los
pobladores o realizando trabajos ocasionales en el camino.12 Paralelo y/o complementando el
‹‹hacernos bolita›› se practica ‹‹la mano
vuelta››.13 Esta estrategia consiste en que uno de los miembros del grupo asume todos los
gastos del viaje en el primer segmento del camino, es decir, desde El Salvador hasta Arriaga, y luego
otro miembro del grupo pagará otro segmento del viaje. Las personas elegidas para iniciar la mano
vuelta usualmente son las que necesitan protección y guía, entre ellas las mujeres y los
adultos mayores. Es de resaltar que esto significa riesgo de pérdida económica para las
mujeres porque este tramo del camino es uno de los más peligrosos y con mayores posibilidades de
resultar en un intento fallido.
Como es evidente los beneficios de la realización de estas prácticas también son
apropiados de acuerdo con el género, pues las mujeres aunque pueden captar más recursos
económicos se encuentran en una situación de desventaja que las obliga a pagar costos
más altos de viaje. Muchos hombres que viajan por primera vez sufren también esta
desventaja pero tienen más posibilidades de compensarla en otros intentos, pues el hecho de ser
hombres los libera de los peligros de agresiones que atienden a la sexualidad y pueden aprovechar la
acumulación de la experiencia adquirida en sus múltiples intentos.
En este artículo se han evidenciado la vigencia y viabilidad de la
etnografía para el estudio de poblaciones migrantes indocumentadas. Sin embargo, considerando el
contexto migratorio en el que se mueven los sujetos y la dinámica que los caracteriza como
trasmigrantes, se evidencia que para realizar etnografía de dichos grupos es necesario
comprenderlos en los contextos de origen, tránsito y destino. Dicho análisis va más
allá de lo físico-geográfico ya que también se sitúa a los sujetos en
el contexto del campo social trasnacional conformado por las redes migratorias.
El desarrollo del ejercicio etnográfico en el campo social trasnacional también se ve
enriquecido por la observación participante realizada desde la mirada del investigador nativo, en
tanto que le permite acercarse y conocer las intersubjetividades con los sujetos. Pero para superar la
preocupación por la objetividad en la producción del conocimiento hacer explicito la
perspectiva del que mira es una propuesta más que recomendable, exigible.
La perspectiva de género, entendida como el estudio de las relaciones entre hombres y mujeres
también puede recomendarse como un eje trasversal metodológico, ya que permite conocer las
situaciones de desventaja que viven ciertos vínculos o miembros de las redes migratorias,
particularmente las mujeres.
Por todo lo anterior, a partir de la observación participante realizada es necesario apuntar que
para levar a cabo etnografía, al igual que los trasmigrantes salvadoreños indocumentados,
los antropólogos también tienen que trasgredir tres fronteras. La primera que se interpone
entre el investigador y los investigados; la segunda, que existe entre la persona investigadora y su
investigación, y la frontera entre la realidad y lo imaginado.
Proceso que como ustedes juzgarán se caracteriza por sus altos riesgos.
Appadurai, Arjun, 1996, ‹‹Sovereignty without territoriality: Notes
for a postnational geography››, en Patricia Yaeger (ed.), The geography of
identity, Ann Arbor, University of Michigan Press, pp. 40-58.
Casillas, Rodolfo, 2007, Una vida discreta, fugaz y anónima: Los Centroamericanos
transmigrantes en México, OIM CNDH, México.
Dalton, Roque, 1974, ‹‹Poema de Amor››, Las historias prohibidas del
pulgarcito, en http://www.literatura.us/roque/historias.html [consulta: 9 de diciembre de 2012].
Durand, Jorge y Douglas S. Massey, 2003, Clandestinos, migración México-Estados Unidos
en los albores del Siglo XXI, Editorial Miguel Ángel Porrúa, México.
Gil, Carmen Gregorio, 2006, ‹‹Contribuciones feministas a problemas epistemológicos
de la disciplina antropológica: representación y relaciones de poder››, en
Carmen Gregorio Gil, AIBR, Revista de Antropología Iberoamericana, v. 1, n. 1, Madrid,
pp. 22-39.
Glick Schiller, Nina y George E. Fouron, 2003, ‹‹Los terrenos de la sangre y la
nación: Los campos sociales transnacionales haitianos››, en Alejandro Portes, Luis
Guarnizo y Patricia Landolt, La Globalización desde abajo: Transnacionalismo, inmigrante y
desarrollo. La experiencia de los Estados Unidos de América Latina, Miguel Ángel
Porrúa, México, pp.
191-221.
Hale, Charles, 2007, «Reflexiones sobre la práctica de una investigación
descolonizada», en Axel Köhler (coordinador), Anuario 2007. Centro de Estudios Superiores
de México y Centroamérica, Gobierno del estado de Chiapas, Unicach, Tuxtla
Gutiérrez, pp. 299-315.
Haraway, Donna, 1991, ‹‹Conocimientos situados: La cuestión científica en el
feminismo y el privilegio de la perspectiva parcial››, en Ciencia, cyborgs y mujeres:
La Reivindicación de la naturaleza, Ediciones Cátedra y Universitat de Valencia e
Instituto de la Mujer, Madrid, pp. 313-346.
Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal,2005, ‹‹Enciclopedia de
los municipios de México. Estado de Chiapas››, Inafed, en:
http://www.elocal.gob.mx/work/templates/enciclo/chiapas/municipios/07009a.htm [consulta: 15 de febrero
de 2008].
Instituto Nacional de Migración, 2006, ‹‹Estadísticas migratorias, eventos
de rechazo aseguramientos y devoluciones››, INM, en: http:// www.inm.gob.mx [consulta: 10
de febrero de 2008].
Kauffer, Edith, 2003, ‹‹Entre peligros y polleros la travesía de los indocumentados
centroamericanos››, Ecofronteras, n. 19, Ecosur, México, pp. 9-11, en:
http://www.ecosur.mx/ecofronteras/ecofrontera/ecofront19/pdf/polleros.pdf. [Consulta: 11 mayo de 2008].
Lamas, Marta, 1999, ‹‹Usos, dificultades y posibilidades de la categoría
género››, Papeles de Población, n.
21, en:
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=11202105 [Consulta: 9 de diciembre de
2012].
Levitt, Peggy y Nina Glick Schiller, 2004, «Perspectivas internacionales sobre migración:
conceptuar la simultaneidad», Migración y Desarrollo, n. 3, México, en:
http://redalyc.uaemex.mx/pdf/660/66000305.pdf [consulta: 9 de diciembre de 2012].
Machuca R, Jesús Antonio, 1998, ‹‹Percepciones de la cultura en la
posmodernidad››,
Alteridades, n. 8,
UAM-Iztapalapa,
México, en:
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=74781603 [consulta: 9 de diciembre de
2012].
Marcus, George, 2001, ‹‹Etnografía en/del sistema mundo. El surgimiento de la
etnografía multilocal››, Alteridades, n. 11, UAM-Iztapalapa,
México, en: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=74702209 [consulta: 9
de diciembre de 2012].
Massey, Douglas S. et al., 1991, Los ausentes. El proceso social de la migración
internacional en el occidente de México, Alianza, México, pp. 396.
Menjivar, Cecilia, 2000, Fragmented ties. Salvadorean immigrant networks in America, University
of California Press, Los Ángeles, California.
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2005, ‹‹Informe sobre desarrollo
humano. El Salvador 2005: Una mirada al nuevo nosotros. El impacto de las migraciones››,
PNUD, s. n., San Salvador.
Portes, Alejandro, 1998, ‹‹Social capital: Its origins and applications in modern
sociology››,
Princenton University, Annual Review of Sociology, n. 24, pp. 1-24, en:
http://arjournals.annualreviews.org [consulta: 13 de febrero de 2008].
Portes, Alejandro, Patricia Landolt y Luis Guarnido, 2003, ‹‹Conclusión: Hacia un
nuevo mundo. Los orígenes y los efectos de las actividades transnacionales››, en
Alejandro Portes, Patricia Landolt y Luis Guarnizo, La Globalización desde abajo:
Transnacionalismo inmigrante y desarrollo. La Experiencia de Estados Unidos y América
Latina, Miguel Ángel Porrúa, México, pp. 377-398.
Pries, Ludger, 1999, ‹‹La migración internacional en los tiempos de la
globalización.
Varios lugares a la vez››, Nueva Sociedad, v. 29, n. 164, pp 56-68.
Pries, Ludger, 2001, ‹‹The disruption of social and geographic space››,
International sociology, v. 16, n. 1, pp. 55-74.
Pries, Ludger, 2002, ‹‹La Migración transnacional y la perforación de los
contenedores Estado-Nación››, Estudios demográficos y urbanos,
Colmex, México, en: http://revistas.colmex.mx/revistas/11/art_11_257_741.pdf [consulta: 6 de
abril de 2008].
Ruiz, Olivia, 2003, ‹‹La migración centroamericana en la frontera sur: un perfil
del riesgo en la migración indocumentada internacional››, El Colegio de La Frontera
Norte, Universidad de California, Centro de Estudios Mexicanos, en:
http://repositories.cdlib.org/cgi/viewcontent.cgi?article=1043&context=usmex [consulta:
26 de febrero de 2007].
Scott, Joan W, 1996, ‹‹El género: Una categoría útil para el
análisis histórico››, en Lamas, Marta (comp.), El género: La
construcción social de la diferencia sexual, PUEG, UNAM, México, pp. 265-302.
Valdés Montoya, Vladimiro, 2004, ‹‹El flujo centroamericano irregular con destino a
los
Estados Unidos: La Construcción social de la vulnerabilidad››, El Bordo, Retos
de Frontera, n. 14, Universidad Iberoamericana del Noroeste, Tijuana, en:
http://www.tij.uia.mx/elbordo/vol14/efectos1.html [consulta: 25 de febrero de 2007].