LUCHA CAMPESINA, AUTONOMÍA E INSTITUCIONALIZACIÓN: EL CASO DE LA CIOAC EN ACALA, CHIAPAS
PEASANT STRUGGLE, AUTONOMY AND INSTITUTIONALIZATION:
THE CASE OF CIOAC IN ACALA, CHIAPAS
RESUMEN:
En este artículo se analiza la participación de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC) en Chiapas, en el marco de la lucha campesina nacional. Resalto su trabajo organizativo y sindical en la entidad. Detallo el papel de la organización en el contexto de la estrategia salinista y reflexiono sobre la pérdida de la capacidad autonómica y de independencia de la CIOAC frente al poder estatal y político. Posteriormente, y tomando como caso de estudio la CIOAC en Acala, Chiapas, describo las estrategias de institucionalización de la organización y planteo la presencia de una crisis de representación de dicha central.
PALABRAS CLAVE:
lucha campesina, autonomía, institucionalización, CIOAC.ABSTRACT:
This article analyzes the participation of the Independent Central of Agricultural Workers and Peasants (CIOAC) in Chiapas, in the framework of the national peasant struggle. Highlight their organizing and union in the state. Detail the role of the organization in the context of the strategy Salinas and reflect on the loss of regional capacity and independence of the CIOAC against the state and political power. Then, taking as a case study CIOAC in Acala, Chiapas, I describe the strategies of institutionalization of the organization and raised the presence of a crisis of representation of the central.KEY WORDS:
peasant struggle, autonomy, institutionalization, CIOAC.
En los años cincuenta y sesenta surgieron diversas
movilizaciones y luchas de todo tipo en el país, como las de maestros de primaria, secundaria,
telegrafistas, telefonistas y ferrocarrileros, así como otros sectores de la población
trabajadora urbana y del campo. Cada sector demandaba mejores condiciones de trabajo, una nueva
política económica, democracia y libertad.
El sector agrícola parecía haber alcanzado cierta estabilidad social gracias a que la
Confederación Nacional Campesina (CNC), portadora de las demandas del sector campesino,
garantizaba que estuviera representado en el ámbito de la toma de decisiones; sin embargo, en la
década de los sesenta la situación del país y de los trabajadores del campo
comenzó a ser crítica, por las demandas de los campesinos y las modificaciones de la
política económica del gobierno federal, la cual repercutió negativamente en los
sectores sociales.
Según documentos de la CIOAC, los años sesenta se caracterizaron por la violencia en
contra de los movimientos sindicales y campesinos.
Como respuesta a este ambiente se constituyó el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) en
los días 4 y 5 de agosto de 1961; este movimiento surgió como una corriente que
adhería a varias organizaciones en movilización y que marcó la aparición de
otros procesos como la Convocatoria al Congreso Constituyente de la Central Campesina Independiente en
1962. A esta convocatoria acudieron más de medio millón de campesinos y trabajadores del
agro, también participaron grupos y dirigentes con posiciones ideológicas variadas, por
ejemplo, Arturo Orona, viejo líder campesino de la Comarca Lagunera; el ex gobernador de Baja
California, licenciado Braulio Maldonado y el líder agrario de ese mismo estado norteño,
Alfonso Garzón (CIOAC s/f: 8).
Las décadas de 1950 y 1960 fueron años de gran convulsión en México. Las
movilizaciones campesinas, estudiantiles y sindicales sacudieron a todo el país. En medio de todo
ese torbellino se formó, en 1975, la CIOAC,2 con el claro objetivo de organizar al
proletariado agrícola y luchar por la tierra. «La central surgió ligada a un partido
político – el Partido Comunista Mexicano– no orgánicamente, sino por la
participación de su dirigencia a esta afiliación partidista» (Guzmán 2000:
14).
Desde su origen la CIOAC se estableció como una organización democrática,
anticapitalista, autónoma e independiente. Al no acatar las reglas del poder hegemónico y
utilizar, en cambio, estrategias de defensa ante el gobierno, la Central se convirtió en una
organización crítica y contestataria, enfrentó al partido único de Estado y
a todo lo que pudiera afectar a sus representados.
Tenía como interés primordial la democracia interna, un principio de identidad importante
para la organización. La toma de decisiones, el nivel de participación de los agremiados y
las relaciones que se establecieron con los dirigentes reforzaron la fuerza de su base social y el poder
autonómico de la organización.
La máxima autoridad de la Central era su asamblea nacional,3 y en esta estructura, la
autonomía, la independencia y la democracia se regían libremente. «Los
órganos intermedios se [encargaban] de elegir a la dirección nacional»
(Guzmán 2000: 15).
La participación activa de la CIOAC en el campo de la movilización, la
reivindicación agraria, y sobre todo el descontento de los campesinos de las organizaciones
corporativizadas, permitieron a la Central ampliar sus dirigencias desde el centro del país hasta
el sur, como fue el caso del estado de Chiapas. Actualmente, en la entidad chiapaneca la CIOAC tiene una
amplia presencia en las regiones norte, sierra, selva y centro; en esta última región se
encuentra el municipio de Acala.
Los conflictos del campo en México causaron una gran convulsión en los sectores rurales. A
principios de los años setenta el proceso se agudizó, pero no fue «hasta 1972 y 1973
cuando el ascenso del movimiento campesino cobró espontáneamente un carácter
nacional» (Bartra 1985: 103).
Precisamente en esos años, la lucha campesina empezó a estructurarse hacia algunas
regiones del país, y de acuerdo con Bartra (1985) tenían cuatro frentes de lucha: el
combate de los pequeños productores por los precios de los granos básicos, la lucha de los
jornaleros agrícolas por sus derechos salariales, la lucha por la democracia y la
imposición política, y, de forma más enérgica, la lucha por la tierra. Bajo
este esquema surgió la CIOAC en 1975, como una organización campesina defensora de los
campesinos y asalariados del campo frente a la burguesía agraria y terrateniente; es decir,
sostenía una lucha por la tierra y otra de tipo laboral y sindical.
A principios de los años setenta el movimiento campesino comenzó a encauzarse por el
centro y norte del país, y el sureste reaccionó con sus propias formas de lucha y con
diferentes acciones; especialmente, en el estado de Chiapas, a principios de los años setenta
habían brotado algunas llamaradas de lucha campesina.4
El estudio de Sonia Toledo sobre Fincas, poder y cultura en Simojovel (2002) señala
cinco procesos determinantes que propiciaron el surgimiento del movimiento campesino en Chiapas en la
década de los setenta: a)la introducción de cambios en la elaboración de
ciertos productos con demanda externa;5 b) la construcción de tres presas
hidroeléctricas;6 c) el reparto agrario transcurría con lentitud; d) se
registra la llegada de intelectuales y activistas políticos con una clara formación
marxista y maoísta;7 y e) finalmente, la teología de la liberación se
propaga.
Asociado con este proceso estructural, el mismo gobierno, a través del Instituto Nacional
Indigenista (INI), la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO) y la CNC
promovió las organizaciones locales de manera formal e informal en la entidad (Romero 2002).
Sin embargo, el periodo más crítico de la lucha por la tierra se consolidó en
Chiapas a finales de los años setenta (véase Villafuerte y García 1998), cuando los
grupos de acasillados de la zona norte del estado se vieron reprimidos y violentados por el gobierno
estatal; y como los trabajadores del campo no podían hacerse cargo de todos los problemas
agrarios, decidieron en una de sus asambleas que el movimiento debía ser dirigido por una
organización nacional y con experiencia en la movilización campesina, así como en
el terreno legal. Los primeros brotes de lucha propiciaron el germen en el resto de los municipios de la
entidad, los cuales se tradujeron en invasiones de tierras y fincas.
En 1978 la CIOAC llegó a Chiapas y planteó tres grandes frentes de lucha: por la tierra,
por condiciones adecuadas para la producción y por la sindicalización de los trabajadores
del campo. La Central empezó a elaborar sus propias reglas y normas para ganar legitimidad y ser
una organización representativa de las demandas campesinas, pero sobre todo autónoma e
independiente de cualquier estructura de poder que pudiera restringir sus ideales. La autonomía
significaba para la Central tomar decisiones propias y garantizar que sus decisiones y prácticas
fueran completamente libres de cualquier atadura gubernamental (Rodríguez et al. 2002).
La CIOAC se enfocó en su proyecto sindical y en «la formulación de demandas
laborales, en que se exigía el pago retroactivo de una serie de prestaciones que los acasillados
no habían recibido de parte de los patrones por espacio de muchos años» (Romero
2002: 88).
La lucha sindical era muy importante en la región norte porque los peones acasillados no
tenían derechos laborales; los finqueros pagaban lo que querían y cuando querían;
los peones trabajaban sin contar con ninguna condición laboral que respaldara su trabajo. Por
ello, peones acasillados y campesinos decidieron agruparse en la CIOAC y constituir un sindicato que
pudiera apoyarlos legalmente. A pesar de los esfuerzos de la CIOAC por consolidar el sindicato, las
autoridades respondieron con una negativa ante las demandas, y su registro no fue posible por los
obstáculos impuestos por la Secretaría del Trabajo, la Secretaría de
Gobernación y, en su momento, el Partido Revolucionario Institucional.
La CIOAC se retiró de Chiapas –por muy corto tiempo– debido a diferencias
ideológicas entre los líderes de la organización y los campesinos; pero
regresó en 1979 a la zona norte del estado, aunque esta vez se extendió a otras regiones,
a los municipios de Pujiltic y Venustiano Carranza, de la región centro; y en la región
fronteriza, a los municipios de Las Margaritas, Trinitaria, La Independencia y Comitán.
La aceptación social de la CIOAC fue demasiado fuerte, a tal grado que en 1980 la
organización aglutinaba a 90 comunidades de varias regiones del estado. Los distintos intereses
de los grupos a los que representaba la condujeron a tener estrategias y prácticas variadas para
solucionar sus problemas.
En los años ochenta continuó movilizándose con sus bases de apoyo, a pesar de las
fuertes represiones del gobierno estatal. Los dirigentes utilizaron la negociación como
instrumento fuerte de sus luchas. A finales de esa década la CIOAC, al igual que otras
organizaciones cansadas de la lucha represiva, comenzó a desgastarse y a disminuir su fuerza
social.
El regreso de las organizaciones campesinas al escenario político estuvo ligado a la batalla
electoral de salinistas y cardenistas; conquistar el voto y la simpatía de los campesinos
posicionó a las organizaciones y les permitió entrar en una nueva comunicación y un
trato concertado con el Estado (Hernández 1992).
La propuesta de Carlos Salinas de Gortari resultó tentadora para las organizaciones campesinas
porque ofrecía solucionar viejas y nuevas demandas, además de «estructurar un nuevo
sistema de interlocución campesina» (Hernández 1992). De esta manera surgieron los
convenios de concertación8 y eso significó el reconocimiento gubernamental de las
dirigencias campesinas, a la vez que representó a las organizaciones una estrategia
política para influir en las políticas públicas. Trataron, entonces, de impulsar
una propuesta colectiva sobre el desarrollo al campo; sin embargo, la mayoría se quedó en
el discurso, porque en la práctica poco se logró. Las organizaciones cayeron en un
clientelismo político, además de correr el peligro de la cooptación y el
neocorporativismo estatal. Por ello, no es de extrañarse que algunas organizaciones campesinas
acataran normas de disciplina laboral por parte del Estado para ser beneficiadas; esto al final
tendió a romper el esquema democrático de organización y gestión que por
años habían alcanzado las organizaciones denominadas autónomas (Moguel 1992).
Este escenario de convenios favoreció los objetivos de la CIOAC, debido al fuerte interés
en las áreas de producción, comercialización y abasto; precisamente, la lucha por
la producción fue una nueva demanda impulsada por la CIOAC, aunque prosiguió con la pugna
agraria, pero de forma más mesurada.
Pedro de Paz, Secretario de Planeación y Desarrollo Rural de la CIOAC, afirmó que,
asociado con la reforma de 1992 (Castellanos y Anaya 1992) y el nuevo pacto social entre campesinos y
Estado, «La lucha por la tierra pasó a segundo término, ahora con las tierras
obtenidas se piensa en hacerlas producir, entonces empezamos la gestión de los recursos
productivos porque el gobierno también entró en ese esquema» (entrevista Pedro de
Paz Bautista, Tuxtla Gutiérrez, febrero de 2011).
En el sexenio de Carlos Salinas de Gortari la CIOAC, entre otras organizaciones, según puntualiza
Hernández (1992), firmó un convenio con el gobierno por 2,334 millones de pesos para
impulsar la producción agrícola a nivel nacional.
Hernández (1992) afirma que los Convenios de Solidaridad y el Programa Nacional de Solidaridad en
el sexenio salinista fueron un instrumento de su nueva política de desarrollo en el medio rural,
que propició el clientelismo de las organizaciones campesinas.
Si bien la CIOAC recibió fuertes beneficios económicos para impulsar la gestión
productiva, también se favoreció al formar un frente de lucha junto con otras
organizaciones campesinas, cuando el gobierno salinista desprotegió los precios de
garantía de los granos básicos y asistió a los productores competitivos, dejando de
lado a la mayoría de campesinos minifundistas, además de promulgar reformas agrarias
contra los campesinos. Estos factores propiciaron la movilización y el aglutinamiento de las
diferentes organizaciones campesinas, entre las que se encontraban la CIOAC, Alianza campesina del
Noroeste, UNORCA9, UGOCP,10 y otras más.11
El rechazo de las organizaciones campesinas a los cambios propuestos por Salinas de Gortari (Moguel
1992) motivó a la CIOAC a participar y a protestar bajo diversas modalidades: debates, foros,
bloqueos, marchas, etc. Aunque sus propuestas fueron ignoradas por el gobierno salinista, la CIOAC
continuó articulándose a las reglas del juego establecidas.
A raíz de los cambios económicos y políticos del gobierno salinista, la Central
tuvo que transformar no sólo su estructura interna, sino también sumar entre sus
líneas de trabajo a las fuerzas sociales y políticas del campo y de las urbes, esto con la
finalidad de ampliar los espacios de participación popular.
Durante las últimas décadas se ha visto a la CIOAC transitar del nivel local al regional y
nacional, de la lucha económica a la política o bien a la articulación de ambas, de
las demandas por la tierra a la apertura de un abanico de proyectos de gestión.
La entrada en vigor del neoliberalismo en México, a finales de los años ochenta,
planteó fuertes cambios trascendentales en la política agraria del país. Bouquet
(1996) señala que en 1992 la reforma al artículo 27 constitucional fue un parte aguas en
el campo, con la cancelación del reparto agrario y la implantación de un programa que
proporcionaría seguridad jurídica a las tierras,12 así como la inversión de
capital privado tanto nacional como extranjero y el retiro de la mayoría de los apoyos al campo.
Estos cambios significaron para la lucha agraria un golpe devastador.
Como respuesta a este contexto de reformas y cambios económicos, en Chiapas renació la
movilización campesina bajo un espectro mayor que benefició no sólo a las
organizaciones, sino también a la comunidad indígena, excluida y oprimida por grupos de
poder y por el mismo gobierno. Con el surgimiento del movimiento zapatista en 1994, las demandas
campesinas olvidadas por las autoridades agrarias desde los años ochenta retomaron su
cauce.
La lucha campesina y agraria fue conducida por el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) y las organizaciones fueron solidarias con este movimiento por lo que significaba en
términos agrarios. Al respecto Pérez puntualiza: «Cientos de organizaciones
indígenas y campesinas, diversas en origen, en figuras asociativas y trayectorias de lucha,
compartieron públicamente con el EZLN su descontento fundamental por las reformas al
artículo 27 constitucional, por el retiro de las políticas de apoyo al campo y por el cada
vez más limitado desarrollo de sus regiones» (2004: 31).
El movimiento zapatista reanimó a las organizaciones campesinas, entre ellas a la CIOAC, sobre
todo porque había perdido cierta credibilidad en sus acciones. Algunos líderes
habían sido cooptados por el gobierno, sobre todo al asumir cargos políticos y olvidar los
principios y valores de la Central; tal es el caso de Antonio Hernández Cruz y Margarito
Ruíz Hernández, entre otros.
El movimiento zapatista significó el motor de las organizaciones campesinas para recobrar la
fuerza y hacer valer sus demandas históricas sobre la tierra. Pero esta lucha no podía ser
aislada, las organizaciones campesinas formaron un frente de lucha mayor para resolver viejas demandas y
pugnar por nuevas luchas.
Camacho (2007) señala que el primer paso de las organizaciones campesinas fue la creación
del Consejo Estatal de Organizaciones Indígenas y Campesinas (CEOIC),13 «donde se reunieron
280 organizaciones» (Camacho 2007: 71). La intención de este colectivo era apoyar y
participar en las reuniones de trabajo que mantenía el EZLN en San Cristóbal de Las Casas,
pero además conducir sus demandas de tierra, proyectos productivos y liberar a los presos
políticos.
La CIOAC, como otras organizaciones campesinas aglutinadas en el CEOIC, comenzó a invadir fincas
y predios privados; estas estrategias sirvieron como marco de presión al gobierno estatal para
exigir solución a las demandas de la organización.
Las presiones de las organizaciones motivaron al gobierno a asumir una decisión rápida y
tomar cartas en el asunto, porque temía al poder de convocatoria de las organizaciones y no
deseaba una movilización mayor, similar a las de los años setenta.
Las organizaciones campesinas formaron un cerco zapatista y obtuvieron de ello beneficios de la derrama
de recursos que el gobierno les proporcionó como una forma de satisfacer las demandas de las
organizaciones indígenas y campesinas externas a la zona de conflicto (Pérez 2004).
Las acciones del gobierno fueron dos en términos de las demandas agrarias. Primero, se
creó «la Comisión Ejecutiva Agraria, el 14 de abril de 1994» (Camacho 2007:
72). Esta instancia tenía la función de analizar los casos de las invasiones y hacer
cumplir los acuerdos firmados en torno a ello. En respuesta a esta «buena
disposición» del gobierno, las organizaciones aglutinadas en el CEOIC se comprometieron a
detener la ola de invasiones de varias regiones de la entidad chiapaneca. Segundo, el gobierno
emprendió la compra de tierras a través de fideicomisos,14 y fue este precisamente el
medio por el cual la CIOAC resolvió la mayor parte de sus demandas de tierra. La Central
logró obtener «14,626 hectáreas, principalmente en las regiones fronteriza y
norte» (Reyes 2004: 85).
Con estas dos acciones, el gobierno refrendó su posición de conciliación al pactar
los acuerdos agrarios para solucionar la inestabilidad del Estado. Esta estrategia representó un
canal de solución para organizaciones campesinas como la CIOAC; sin embargo, el beneficio
resultó contraproducente, porque dicha central vio afectada cierta parte de su autonomía
al pasar a ser dependiente del gobierno.
La CIOAC fue beneficiada por los fideicomisos y por la distribución de recursos económicos
del gobierno estatal; no obstante, el gobierno decidió cuáles tierras compraría, y
la Central se sujetó a los deseos del aparato estatal, y de ese modo, la demanda de tierra
quedó como un negocio lucrativo para algunos líderes, y para otros la negociación
con el gobierno simbolizó una puerta al mundo político.
En términos productivos, el gobierno impulsó una política social integral para
calmar los ánimos de la población civil y de las organizaciones campesinas. Se
instrumentó el Fondo Nacional de Apoyo para Empresas Sociales con la finalidad de apoyar los
proyectos productivos y sociales, además de poner a las dependencias gubernamentales como canales
de comunicación y captación de demandas de las organizaciones campesinas; esta
política social cubrió las nuevas demandas de tipo productivo de la CIOAC.
Es necesario apuntar que la Central se vio obligada a aceptar los beneficios del gobierno estatal porque
de lo contrario hubiera sido difícil cumplir con las demandas gremiales; asimismo, la
organización tenía claro que la lucha agraria no sería la única demanda por
apoyar, sino que también debería incorporar reivindicaciones de tipo productivo, de
infraestructura y de servicios.
¿UNA CIOAC AUTÓNOMA E INDEPENDIENTE?
El concepto de autonomía tiene varias connotaciones, dependiendo del ámbito en que se
analice. Ha sido utilizado como marco de referencia territorial, entendido como ente
jurídico-político; en el campo de las organizaciones campesinas, la autonomía fue
parte indispensable del ascenso de las fuerzas campesinas e indígenas y concebida como la
capacidad para tomar decisiones propias; pero a partir del conflicto de 1994 en Chiapas la
autonomía resonó con más fuerza en los acuerdos de San Andrés como un lema
de defensa para la cultura indígena y definida como una forma de autogobierno.15
De acuerdo con Máiz (2008) hay toda una teoría política sobre la autonomía
que abarca once tesis: la autonomía (1) supone un autogobierno; (2) implica
gobierno compartido; (3) presume una lógica horizontal del reparto de competencias en
ámbitos territoriales del autogobierno; (4) es un proceso del resultado de un pacto
entre el Estado y los entes autónomos; (5) postula la unidad en la diversidad;
(6) implica la igualdad territorial; (7) produce identidad; (8) requiere la
descentralización de partidos; (9) requiere un discurso autonomista ampliamente
compartido; (10) forma parte de los procesos de democratización; y (11) es
vista más como una teoría normativa que como un modelo susceptible de ser reinventado para
hacer frente a nuevos fenómenos.
Desde este ángulo, la autonomía no es exclusiva de un determinado grupo, ni uniforme, dado
que puede atribuirse a cualquier fenómeno social que construya bases equitativas,
democráticas, participativas e incluyentes. Rodríguez y colaboradores (2002) enmarcan la
autonomía como una forma de recuperar los espacios de participación de la sociedad civil
ante el fortalecimiento del Estado; asimismo, describen la autonomía:
Como sinónimo también de autogobierno, refiriéndose a aquellas entidades que sin
dejar de formar parte del Estado al que pertenecen desarrollan una gran cantidad de funciones bajo el
mando de sujetos determinados, a través de elecciones, por la misma comunidad o por la
asociación de los administrados y que, en el ejercicio de sus funciones, se caracterizan por
contar con una gran independencia del aparato estatal (Rodríguez et al. 2002: 11).
En los años ochenta, las organizaciones campesinas otorgaron un contenido diferente al concepto
de autonomía, por su sentido económico y político; las organizaciones concibieron
la autonomía como «la capacidad del campesino para controlar el proceso productivo y para
retener el mayor excedente económico por él producido; así como garante de que las
asociaciones puedan decidir por sí mismas» (Rodríguez et al. 2002: 11, 12).
En este contexto organizacional, la autonomía está implicada:
En los organismos o asociaciones locales insertos en la administración estatal, caracterizados
por contar con personalidad jurídica o por lo menos con capacidad de gestión, no unidos
por relación de jerarquía con el aparato central y regidos por funcionarios cuyo origen es
la elección hecha directamente por la comunidad en cuestión (Rodríguez et al. 2002:
11, 12).
Por otra parte, Moguel considera la autonomía como «el no compromiso con los partidos
políticos –y el Estado– (y con la política) y la aceptación
tácita o explícita de que la desincorporación o el retiro del Estado de sus
funciones tradicionales coincide plenamente con los intereses estratégicos de los
productores» (1992: 22). Esta perspectiva es la que tradicionalmente acuñan las
organizaciones campesinas al hablar de autonomía.
Para comprender la importancia de la capacidad autonómica de las organizaciones campesinas es
necesario detallar que después de las reformas al campo –la declaración del fin del
reparto agrario, la nueva ley agraria, la privatización de las paraestatales, el adelgazamiento
de la banca estatal, la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), etc.– las organizaciones
campesinas comenzaron a perder potencial para influir en las políticas públicas. Esta
situación ocasionó una crisis de representación de las organizaciones, y por ello
permanecieron sujetas a los programas determinados por el gobierno.
En este escenario institucional la CIOAC se benefició en dos componentes; primero, con el
asistencialismo de los programas sociales para conseguir recursos y canalizarlos hacia las bases, y
segundo, su inserción en la vida política; aunque estos componentes favorecieron su
proceso de institucionalización también contribuyeron a la pérdida de cierta parte
de su autonomía en diferentes ámbitos como el financiero, el democrático y el de
gestión. Es evidente que la presión de las bases sociales de la CIOAC, para responder a
las demandas, contribuyó a que la dirigencia optara por participar en la esfera política.
Por ello, la presencia de la CIOAC en las contiendas electorales se hizo más recurrente, y en el
año 2000 comenzó a tener mayor representación de sus bases en los distintos
espacios políticos. Sin embargo, el ideal democrático de las estructuras de
representación política pronto desapareció en algunos representantes de la CIOAC al
obtener un puesto de representación política, lo que significó un desbalance para
la organización.
La relación de la CIOAC con partidos políticos como el de la Revolución
Democrática (PRD) no significa la pérdida de su autonomía por completo, pero
sí se ha visto limitada en sus decisiones, al tener que hacer alianzas electorales con otros
partidos políticos como el Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario
Institucional (PRI), Partido Verde Ecologista de México (PVEM), entre otros; esta
asociación política sacrifica de alguna manera su autonomía política por
beneficios materiales. En este sentido, De Grammont puntualiza que las organizaciones campesinas no
pueden ser completamente «autónomas de la esfera política [porque] en la
práctica dependen de esa por lo cual su dinámica corresponde más a las necesidades
de los partidos que a los intereses de sus bases sociales» (2007: 4).
La estrecha relación de la CIOAC con las dependencias gubernamentales y con la política no
sólo restringe a la organización a construir una visión real de las necesidades y
los objetivos de los campesinos e indígenas hacia mejores condiciones de vida, sino
también obstaculizan la toma de decisiones de la organización, lo que representa de
algún modo la pérdida de su autonomía sobre la lucha productiva y social, porque
depende en gran medida de los apoyos de las dependencias gubernamentales. En tal caso, la CIOAC puede
ser vista como subordinada al Estado y a los partidos políticos, situación que etiqueta la
presencia de la organización en un neocorporativismo. Sin embargo, no se puede juzgar ligeramente
el trabajo de la CIOAC en su lucha por obtener más recursos para su propio fortalecimiento porque
siguiendo la lógica económica, la organización actúa conforme a las reglas
del contexto que le toco vivir, y que por supuesto, no van a partir de cero en la búsqueda de
otro desarrollo distinto al del aparato estatal (Quintana 2005). Sin embargo, la organización ha
procurado mantener una autonomía interna al crear aparatos técnicos propios16 que aseguren
la concreción de sus demandas en proyectos específicos y la capacitación para
apropiarse del proceso productivo en su conjunto.
Actualmente, la autonomía e independencia de la CIOAC es muy discutida porque en algunas
representaciones municipales se ha diseminado la capacidad autonómica y en otras regiones se
observa altamente fortificada. De manera general se pueden señalar los cambios de la CIOAC, en
términos de una organización menos movilizada, flexible en términos
políticos y con representantes revolucionarios –ya no por naturaleza– dotados de una
subjetividad propia y de una reivindicación específica basada en intereses
particulares.
La institucionalización17 es un concepto estudiado desde la perspectiva del Nuevo
institucionalismo.18 Precisamente a partir del Nuevo Institucionalismo Sociológico se pueden
comprender las formas institucionalizadas que adoptan las organizaciones en su estructura, es decir,
conocer cuáles son los mecanismos o procedimientos que las organizaciones incorporan en su
interior para alcanzar y mantener legitimidad social y gubernamental.
Dentro de esta perspectiva teórica, y en su fundamento más clásico se encuentran
los planteamientos de DiMaggio y Powell al definir la institucionalización como un conjunto de
prácticas homogéneas asociadas a ciertas expectativas que un colectivo desea obtener (De
la Rosa 2002). Ciertamente, este tipo de institucionalización es obligatorio y necesario para las
organizaciones, si desean tener legitimidad y una figura representativa en el acceso a los recursos.
Para Berger y Luckmann (2008), la institucionalización es un proceso de habituación o
reproducción en un grupo, es decir, hábitos que se vuelven pronto una pauta a ejecutar en
el futuro, de la misma manera y con el mismo esfuerzo.
No cabe duda de que la normatividad y los valores son un componente importante para el ambiente
institucional de las organizaciones. Al respecto Campbell (2009: 8) señala que «las
organizaciones buscan su legitimidad en sus ambientes para asegurar su supervivencia».
Precisamente, los hábitos son acciones significativas para las organizaciones, y con el tiempo
alcanzan el carácter institucional.
Desde una perspectiva macro contextual, Pérez y Valencia (2004: 91) argumentan que autores como
Meyer y Rowan definen el institucionalismo como «organizaciones moldeadas por fuerzas
institucionales y técnicas». Esto significa que factores externos a las organizaciones
suelen influir en sus prácticas o en su estructura, de tal manera que las organizaciones asumen
formas institucionalizadas y legitimadas por el Estado.
En el mismo sentido, Hall afirma que la institucionalización es un «efecto de presiones
tanto externas como internas, que hacen que las organizaciones en un campo se parezcan unas a otras con
el tiempo» (1996: 315).
Tomando en cuenta el análisis institucional para esta investigación, la
institucionalización se asume como un proceso por el que una organización realiza un
conjunto de prácticas, reflexivas o influidas por el ambiente institucional, las cuales se
vuelven habituales en el campo de la acción y forman parte de la identidad del colectivo,
producen confianza en el grupo y en la sociedad, por la personalidad jurídica que la rige, por la
continuidad y proyección en el tiempo de sus acciones y resultados.
Las acciones institucionalizadas dentro de una organización le permiten a esta obtener el
reconocimiento social y gubernamental que toda organización social anhela. La
institucionalización es un proceso flexible que se puede ir determinando de acuerdo con el
dinamismo y la cambiante realidad social que prevalece. Al respecto, organizaciones campesinas como la
CIOAC plantean nuevas estrategias, desarrollan nuevas demandas y cambian los valores con los que
surgieron y se suman a los procesos de cambio para permanecer vigentes como representantes populares
frente al gobierno.
En el caso de la CIOAC, en sus inicios tenía como principal ideología la
transformación de los campesinos en obreros agrícolas capaces de agenciar el movimiento
revolucionario que conduciría al comunismo; luchaba por la sindicalización de los obreros
agrícolas y su participación, al mismo tiempo, como solicitantes de tierra. Estas
actividades formaron las prácticas formales de la CIOAC, fueron institucionalizándose poco
a poco, incluso por estas acciones es reconocida la organización en la entidad chiapaneca. Sin
embargo, ante los cambios sociales, económicos y políticos que fue enfrentando el
país a finales de los años ochenta, las acciones institucionalizadas de la CIOAC se
transformaron: la lucha por la tierra pasó a ser apropiación del ciclo productivo; la
lucha autodefensiva y los proyectos propositivos se transformaron en espacios de negociación y
gestión. Además prácticas como la toma de tierras, marchas, plantones, toma de
presidencias, estrategias desarrolladas de la relación con las dependencias gubernamentales y los
nexos con partidos de oposición (PRD) actualmente representan la base de la
institucionalización de la CIOAC.
Este nuevo rostro de la institucionalización de la CIOAC también implicó un proceso
político-social en el que la organización se dotó de expresión legal para su
estructura organizativa y se legitimó ante sus representantes, al tiempo de adquirir una
identidad singular y diferente a las demás. Cabe mencionar que el conjunto de reglas y
prácticas identificadas por la CIOAC construyeron en cada región de Chiapas sus propias
particularidades.
Los nuevos procesos de institucionalización de la CIOAC obedecieron a las políticas de
ajuste estructural con que el gobierno mexicano intentó impulsar la agricultura nacional y una
serie de reformas agrarias que ayudaran a repuntar la producción y el crecimiento de la
agricultura y de los productores del sector rural. Para llevar a cabo esta encomienda se ensayó
una política social integral en términos productivos,19 como un medio para llegar a la
gente. La CIOAC optó por esta vía y comenzó a gestionar proyectos productivos en
las dependencias gubernamentales. Estas canalizaban la mayor parte de las demandas de la
organización, y eso significó perder autonomía e independencia en sus proyectos, a
tal grado que las gestiones realizadas se supeditaron a las reglas y normas de las instituciones de
gobierno que financiaban los proyectos productivos y sociales. Rodríguez (2009) señala que
este tipo de relaciones corporativizadas da lugar a que las organizaciones campesinas solo trabajen en
función de los proyectos que las instituciones financian, y por lo tanto su autonomía en
la gestión queda completamente a merced del Estado.
La transición de la CIOAC también se vio reflejada en su participación en
contiendas electorales para ocupar puestos de representación pública. La
organización se vinculó con partidos de izquierda como el PRD. Ese hecho también
propició que la política de la Central se viera apoyada por dicho partido político
en el interés de obtener espacios de representación en el congreso o puestos en el
gobierno, sobre todo a partir del gobierno de Pablo Salazar Mendiguchía.
Acala está situado en la región de los Llanos, al margen del río Grijalva. Entre
sus principales actividades económicas se encuentran la agricultura, la ganadería y la
pesca.
Aunque la CIOAC se estableció en el 2002 en el municipio de Acala, Chiapas, anteriormente
venía trabajando con los habitantes de este poblado desde el municipio de Venustiano Carranza. De
ese modo, cuando la organización se estableció en Acala ya contaba con un buen
número de afiliados. Para el 2010 sumaba en sus filas a 1,200 integrantes. Pero actualmente ese
número se ha reducido en forma considerable, no obstante que abarca 10 comunidades (El Lagartero,
El Rosarito, Luis Echeverría Álvarez, Unión Buenavista, Agua clara, Nuevo Vicente
Guerrero, Frontera del Grijalva, 20 de Noviembre, Alfaro y Adolfo López Mateos) más la
cabecera municipal.
La reducción de la militancia obedece particularmente a la insatisfacción de las demandas
del gremio, debido a que los proyectos productivos solicitados no corresponden a las necesidades de los
agremiados, y las gestiones están supeditadas a los programas asistenciales de gobierno. Un
representado de la CIOAC señala lo siguiente:
Mucho, mucho, no me ha beneficiado los apoyos que he recibido porque sí lo necesitamos, pero no
es suficiente para el campesino. Yo he recibido semillas, liquido, bombas nada más, pero como yo
también me dedico a otras actividades como la apicultura, necesito también de otros
recursos más fuertes para apoyar a mi familia. Como se ve, el líquido es muy caro, el
maicito viene muy caro, para comprar una bomba cuesta mucho, entonces tenemos que recibir lo que nos
venga. Sería bueno apoyos en dinero para poder trabajar, porque no sólo con decir
aquí está tu líquido, tu semilla ya es suficiente, necesitamos otras cosas que
comprar y con el dinero ya se pueden hacer otras actividades (entrevista a afiliado número nueve,
Colonia Unión Buenavista, septiembre de 2011).
Los apoyos gestionados por la CIOAC en Acala son útiles pero no suficientes para alcanzar el
desarrollo de la población y el municipio. Como los campesinos pobres son reconocidos por el
gobierno como un problema social que requiere su intervención para desarrollarlos, el gobierno
utilizó distintas dependencias gubernamentales y organizaciones como la CIOAC para enganchar a la
gente y entablar relaciones clientelares. Es muy posible que en otras regiones la CIOAC tenga mayor
éxito con los proyectos y estén dirigidos a la demanda solicitada; no obstante, en este
caso de estudio los proyectos gestionados bajo la intervención de los organismos estatales
están muy lejos de promover el desarrollo del campo y lo único que hacen es retardarlo.
La subordinación de la CIOAC ante las instituciones gubernamentales ha provocado que la
mayoría de los afiliados de Acala se sientan inseguros en términos del cumplimiento del
proyecto; pese a todo, algunos afiliados no piensan en retirarse de la organización, están
conscientes de que no son los dirigentes locales quienes autorizan los proyectos y que son otras
instancias las que deciden qué grupos califican y cuáles no para acreditarlos.
Pese a la buena voluntad de la CIOAC por canalizar la mayor parte de las demandas del gremio, la falta
de un techo financiero sólido para facilitar proyectos productivos y sociales20 limita su
propuesta de crear un desarrollo equitativo, incluyente y democrático. Esta restricción de
la Central influye en los agremiados de Acala, porque se ven obligados a cooperar con cierta cantidad de
dinero21 como parte de los trámites de gestión. Los proyectos sociales como el de vivienda
requieren una aportación mayor. Al respecto un agremiado comenta: «Yo solicité el
apoyo de una vivienda digna, y ya está pagado, según que iba a salir en cinco mil pesos de
cooperación y ya lo di, porque dijeron que ya venía la vivienda» (entrevista a
afiliado número dos, Acala, septiembre de 2011).
Una cantidad reducida de afiliados en Acala ha recibido los apoyos de los proyectos productivos
gestionados por la CIOAC, mientras que el resto del gremio muestra cierta incertidumbre sobre los
proyectos porque no saben si llegarán o no hasta sus manos. En muchas ocasiones los afiliados
solicitan algún proyecto y nunca llega, porque los dirigentes locales argumentan que el proyecto
no fue autorizado. Lo único que resta para los afiliados es volver a intentarlo cuantas veces
puedan y sea posible.
La mayor parte de los afiliados depositan sus esperanzas en la CIOAC para resolver algunas de sus
necesidades; pero, cuando pierden la confianza en los dirigentes terminan por salir de la
organización.
Yo estuve afiliado cerca de 4 años y en una ocasión solicité el proyecto de
borregos, pero cuando llegó el apoyo, vi que los borregos estaban en mal estado y me opuse a
aceptarlos, lo mismo sucedió con la gente que yo representaba. Los dirigentes me dijeron que
estaba bien, pero que firmáramos como de recibido y les dije que no podía hacer eso porque
no nos íbamos a quedar con los borregos, los dirigentes se molestaron y la verdad a mí me
gusta las cosas derechas y mejor me salí de la CIOAC (entrevista a afiliado número diez,
Colonia Unión Buenavista, septiembre de 2011).
Como la CIOAC es gestora de apoyos ante las dependencias gubernamentales, se encuentra al margen de la
toma de decisiones sobre qué proyectos productivos se ejecutarán, y por lo tanto, los
dirigentes aparecen ante sus agremiados como mentirosos al no poder cumplir con las solicitudes
realizadas. La mayor parte del gremio de Acala ha solicitado diversos proyectos sociales como el de
construcción de vivienda, entre otros. A pesar de las gestiones realizadas en este tipo de
proyectos, pocos han sido los beneficiados.
Los apoyos, por otro lado, son condicionados. Son para aquellos afiliados que participen en las
movilizaciones, acudan a las reuniones y ante cualquier problema hagan frente de lucha al lado de sus
dirigentes. Para ellos los apoyos llegan más fácilmente;22 de lo contrario no reciben
nada. Estas prácticas de los representantes propician la desorganización de la Central, al
no regirse por los principios que formalmente la describen como una organización que representa y
defiende a la población más necesitada.
Yo he recibido apoyos de semilla (maíz), bomba y los recibía cada año, siempre que
gestionaba los apoyos siempre salían, excepto el año pasado que la dirigente actual
doña Antonia estaba inconforme conmigo porque no la apoyamos cuando tuvo una dificultad y como se
dio cuenta de que no la apoyamos nos canceló el apoyo que habíamos pedido, que era de
líquido y como ella dice, donde ella vaya tenemos que ir nosotros, y como no tuvimos tiempo por
eso no la acompañamos (entrevista a afiliada número once, Acala, septiembre de
2011).
La actitud de la dirigencia local en Acala pone en serios problemas a la CIOAC porque, más que
fortalecer el colectivo tiende a fragmentarlo, al condicionar el apoyo gremial; además de
producir desconfianza en la dirigencia y organización en general. Si el objetivo de la CIOAC es
conservar su legitimidad en Acala, la dirigencia local deberá cambiar su actitud y su
comportamiento; de lo contrario, el gremio se disgregará y la permanencia de la
organización en Acala se verá en peligro.
La relación de dependencia de la CIOAC respecto del Estado y de los partidos políticos
puede restringir en cierta forma la autonomía de la organización, aunque la
negociación con el Estado no significa necesariamente la pérdida de la autonomía.
Mientras la organización cumpla con ciertas funciones de apoyo a sus bases sociales, sin que esto
implique defender y subyugarse a los esquemas estatales, y tenga clara su relación con quienes
detentan el poder, la CIOAC mantendrá la capacidad de crítica y de transformación
social, así como su autodeterminación.
Pese a las críticas de la vulnerabilidad autonómica de la CIOAC, es interesante reconocer
la capacidad de negociación de la organización con el gobierno, el poder de convocatoria
de su base social en las distintas movilizaciones que realiza, y la fuerza política que mantiene
aún en la entidad chiapaneca.
Desde la reestructuración neoliberal en México, las organizaciones campesinas han perdido
su capacidad de incidir en las políticas públicas y se sujetan a los programas
determinados por el gobierno. Por ello, actualmente las organizaciones campesinas luchan por desligarse
del campo corporativizado.
Identificar la autonomía de una organización campesina como la CIOAC es complejo, debido a
las múltiples relaciones que mantiene con el Estado y los partidos políticos; no caer en
la delgada línea de la cooptación y saber negociar –sin comprometer los
ideales– implica para la organización un gran esfuerzo difícil de sostener.
Como los procesos organizacionales son muy complicados y en cada región la
institucionalización varía, es espinoso definir hasta qué grado la CIOAC conserva
su autonomía e independencia; sin embargo, a partir de lo observado considero que la CIOAC a
nivel estatal mantiene una autonomía interna en cuanto a sus estrategias y prácticas de
institucionalización, aunque su estructura económica y su capacidad de gestión
productiva y social se han ido reduciendo en forma paulatina.
Históricamente, la CIOAC fue considerada como una organización que participó
activamente en resistencia a los abusos del gobierno mexicano en los años setenta; con todo, se
ha transformado en una organización cada vez más clientelar y hasta cierto punto
corporativizada; se ha adaptado a las políticas del gobierno; sus acciones se han vuelto
negociables, situación que ha puesto en duda su capacidad autonómica.
Actualmente la CIOAC promueve proyectos productivos bajo el esquema productivista del neoliberalismo. De
alguna manera, la Central siempre estuvo consciente de estar obligada a imponerse estas adecuaciones,
pero por otro lado fue absorbida y neutralizada por la misma política hegemónica y por las
exigencias de su base social. La organización adoptó estrategias y prácticas,
según las circunstancias que le tocó enfrentar, reproduciendo aquellas que mejor
proyectaran sus objetivos e intereses.
Para el caso de la CIOAC en Acala, la actitud de la dirigencia local pone en serios problemas a la
organización porque, por un lado, no fortalece al colectivo, sino lo fragmenta al condicionar los
apoyos, y por otro, la deserción de afiliados constituye un desbalance – pérdida del
control, de legitimidad y de democracia– y crisis de representación de la CIOAC en el
municipio.
Los dirigentes de la CIOAC en Acala no han fomentado en los agremiados el sentimiento colectivo de la
organización, ni han logrado transmitir reglas, normas, y obligaciones que el gremio debe
cumplir. Tener este conocimiento posibilita el apego del gremio a la normativa de la CIOAC y de ese modo
fortalecer la organización.
Una situación que no debe perderse es el hecho de que el trato preferencial hacia algunos
agremiados estorba la integración del colectivo, y la dirigencia local pierde el control de
liderazgo; además, si los proyectos necesitados por los agremiados no se gestionan, significa
dejar de lado las necesidades y decisiones del gremio. Este es un problema que debe ser atendido por la
CIOAC estatal, si se desea recuperar la confianza, la seguridad y la legitimidad de la
organización en Acala.
La dirigencia local de Acala atraviesa por un proceso inestable en la base social, no se han logrado
consolidar los valores y las prácticas propios de la CIOAC. De hecho, los afiliados consideran a
la Central como el medio necesario para solicitar apoyos, pero no se sienten parte de la
organización; de ahí que no la perciban como una organización campesina, con una
historia de lucha por la tierra en la entidad chiapaneca.
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ENTREVISTAS
Afiliada número dos, CIOAC, Acala, septiembre de 2011.
Afiliada número ocho, CIOAC, Colonia Frontera del Grijalva, septiembre de 2011.
Afiliado número diez, CIOAC, Colonia Unión Buenavista, septiembre de 2011.
Afiliada número once, CIOAC, Acala, septiembre de 2011.
De Paz Bautista, Pedro A., Secretario de Planeación y Desarrollo Rural de la CIOAC, Tuxtla
Gutiérrez, febrero de 2011.