LA AUTONOMÍA COMO PROYECTO: PROCESOS DE REFLEXIÓN DELIBERADA
EN EXPERIENCIAS DE AUTOGESTIÓN
AUTONOMY AS A PROJECT: DELIBERATE REFLECTION PROCESSES ON
EXPERIENCES OF SELF-GOVERNMENT
RESUMEN:
Presentamos un análisis sobre el trabajo de organizaciones colectivas orientadas por el concepto de democracia como régimen de sentido (Castoriadis 1997). Examinamos las reflexiones, los debates y los intercambios entre participantes de cinco proyectos autogestionados en la Argentina actual y la relación entre dichos procesos con un espacio que reúne a representantes de esos mismos colectivos, denominado Mesa Colectiva de Trabajo. Destacamos algunos conceptos de la obra de Castoriadis desde la cual examinamos nuestra práctica y, a la vez, al examinarla sostenemos la posibilidad de generar una conceptualización que se constituya en aporte a la institucionalización de la autogestión y a la autonomía como proyecto político. En particular, trabajamos con el concepto de reflexión deliberada y examinamos su efectiva posibilidad como práctica que otorgue espesor al proyecto de autonomía.
PALABRAS CLAVE:
autogestión, autonomía como proyecto, reflexión deliberada.
ABSTRACT:
The authors present an analysis of the work conducted by collective organizations that are oriented by the concept of democracy understood as a meaningful regime (Castoriadis 1997). They examine the reflections, debates and exchanges between participants of five self-governed projects in contemporary Argentina and the relationship between these processes and a convergence of representatives of these collectives, called Mesa Colectiva de Trabajo (Collective Working Group). They highlight some of the concepts appearing in Castoriadis’ work which they use to examine their own practice. At the same time, through this examination, they posit the possibility of generating a conceptualization that could become a contribution to the institutionalization of selfgovernment and autonomy as a political project. In particular, they work with the notion of deliberate reflection and examine its effectiveness as a practice that grants greater depth to autonomy as a project.
KEY WORDS:
self-government, autonomy as a project, deliberate reflection.
Este escrito está organizado en cinco secciones. En la primera exponemos las cuestiones que nos impulsan
a pensar juntos tomando en cuenta algunos conceptos centrales de la autonomía como proyecto. En la
segunda comentamos los métodos que nos propusimos para pensar de modo colectivo sobre lo que exponemos
aquí y los interrogantes que guiarán nuestra exposición. En la tercera trabajamos sobre el
análisis de registros sobre la labor autogestionada de algunos colectivos específicos. La cuarta
sección busca establecer puentes entre pensamientos y materialidades, tomando un ángulo de
interpretación de aspectos que nos interesa destacar como aportes a la autogestión y la
autonomía como proyecto. Por último, la quinta sección deja reflejadas nuestras
conclusiones preliminares y abre interrogantes nuevos. El tema1 que va recorriendo todas las secciones
es el de la reflexión deliberada. En tanto el tema se ha construido a varias voces, ya que somos
once autores y colaboradores, las tonalidades vocales de quienes participamos en la generación de este
artículo se han ido alternando o sumando para producir conjuntamente secciones enteras de nuestro
trabajo. Por eso la textura varía y el lector se encontrará con estilos diferentes que pretenden
reflejar nuestra alteridad colectiva.
En Argentina existe una larga tradición de grupos que se autoconvocan para producir acción en
campos variados: político, social, laboral, cultural, artístico. Si bien estos grupos pueden tener
un eje central (por ejemplo, laboral, cultural, o social) también se proyectan hacia otras esferas de
acción: la educación, la política, la cultura, entre otros. A lo largo de la historia de
nuestro país encontramos mutuales, asociaciones civiles, cooperativas de trabajo, cooperadoras, grupos
autoconvocados (con o sin persona jurídica), asambleas barriales, movimientos de trabajadores desocupados
(piqueteros), trabajadores organizados para recuperar su trabajo (fábricas y empresas
recuperadas). Algunas de estas formas tienen tradición histórica larga aunque puedan ir
cambiando sus contenidos y orientaciones. Otras tienen tradiciones más cortas en el tiempo pero profundas
en el contexto argentino actual: la forma organizativa asamblea barrial, por ejemplo. Algunas de ellas
han dado lugar a una educación política y ciudadana de muchos participantes que, a partir de su
involucramiento en discusiones y acciones colectivas, han construido nuevos proyectos: huertas urbanas
comunitarias, centros de lucha contra el trabajo esclavo, comedores barriales, centros culturales,
participación en la recuperación de fábricas, entre otras experiencias. También las
asambleas han sido lugares donde activistas y militantes nacidos en la década de 1950 - 1960 retomaron
formas de participación política que habían dejado de lado durante la persecución de
la dictadura, y que no habían vuelto a poner en práctica con esta convicción o fuerza, y
crearon otras nuevas, vinculándose con activistas, militantes, vecinos y participantes mucho más
jóvenes, que sostienen también una trayectoria fresca de experiencias colectivas (por ejemplo, los
nacidos entre 1975 y 1982).
En este escrito, cuando hablamos de colectivos autoconvocados y autogestionados, nos referimos a formas
asociativas de hacer y pensar que se orientan hacia el ejercicio de la justicia, igualdad, equidad, paridad en
la toma de decisiones, libertad para ejercer el pensamiento sin dogmas y construcción de una forma de
verdad que contemple las disonancias, alteridades y tensiones que se alojan en el proyecto mismo. Estas
orientaciones se verifican tanto hacia su interior como hacia el contexto en que operan. De esta manera, nos
referimos a colectivos que construyen un régimen de sentido democrático tal que
Castoriadis (1997) denomina autonomía como proyecto y por tanto: a) permanecen abiertos
a la interrogación de los significados que orientan su práctica, sobre la base de su referencia a
unos valores de igualdad, justicia, equidad, libertad y búsqueda de la verdad; b) proponen un
modo de comunicación franco (vinculado a lo que se identifica como formas discursivas ligadas a la
parrhesía, traduciéndola libremente como «hablar con el corazón en la
mano»); c) permiten la construcción de la ley grupal en forma colectiva, asumiendo que
todos los que participan tienen paridad en el debate que permitirá construir esa ley.
El material que presentaremos para consideración es sobre estas organizaciones colectivas que buscan que
la democracia tenga sentido, se llene de significancia y se impregne de posibilidad. Nos proponemos examinarlo
en clave de aperturas o clausuras a pensarse, ya que, parafraseando a Castoriadis (1990), decimos que al
proyecto de autonomía no se arriba ya que nunca se completa. Está en interrogación continua
sobre sus posibilidades, efectos, regímenes de significación, y esta situación es posible
porque se piensa a sí mismo como una construcción en marcha. Así, hemos querido
interrogarnos sobre la reflexión deliberada como práctica sistemática de
análisis de nuestras creaciones institucionales, en tanto colectivos de autogestión en el encuadre
del proyecto de autonomía.
UN PUNTO DE PARTIDA SOBRE LA REFLEXIÓN
DELIBERADA Y LA DELIBERACIÓN REFLEXIVA
Para pensar sobre las producciones organizacionales de nuestros colectivos hemos creado durante el año
2012 la Mesa Colectiva de Trabajo. En ella hemos indagado sobre las relaciones y diferencias entre lo que
Castoriadis propone como reflexión deliberada (más detallado en la sección
siguiente) y lo que varios de nosotros conocemos como práctica más habitual: la
deliberación reflexiva. Esta última se refiere a la posibilidad de los grupos
autogestionados en que participamos de poner en discusión las ideas orientadoras y las acciones que damos
para llevarlas a cabo, y las relaciones que establecemos internamente, con otros grupos, y el contexto al
realizarlas. Sin embargo, en nuestro trabajo juntos hemos ido identificando que no es tan común sostener
una práctica de reflexión deliberada colectiva que revise críticamente las
orientaciones que nuestros proyectos sustentan, las cadenas de asociaciones (relevos y eslabones, en la lengua
de Castoriadis 2004: 109) que proveen significación, y las rupturas o momentos de inflexión que
tal vez serían indicadores de una investidura-desinvestidura de la libido colectiva, de procesos de
descalificación y recalificación, siguiendo a nuestro autor.
REFLEXIÓN DELIBERADA
Los términos «reflexión» y «deliberada», asociados entre sí, han
sido analizados por Castoriadis en varias de sus publicaciones, entrevistas, conferencias y seminarios (por
ejemplo, en sus escritos de los Seminarios 1986-87, publicados en 2004 en español con el título de
Sujeto y verdad en el mundo histórico social, o en su larga reflexión sobre el
«Estado del sujeto hoy», publicada en español en 1992). Uno de los aspectos de la
reflexión deliberada refiere a su vinculación con la democracia como régimen de
sentido (Castoriadis 1997). Dicha expresión apunta, como ya señalamos, a la posibilidad de
un proyecto colectivo de autointerrogarse, reconociéndose como productor de su ley colectiva. A la vez,
con posibilidad de deliberadamente tomar posición en relación con las orientaciones que
guían su práctica. De esta manera la norma no es creación extrasocial sino son los seres
humanos en sus relaciones quienes construyen regímenes de práctica y sentido (Castoriadis 2007).
Así, «Nuestra tradición creó también la libertad y la responsabilidad de
elegir. Elegir es un acto político que está en la base de la filosofía propiamente dicha.
Para ingresar en la actividad filosófica hay que elegir el pensamiento frente a la revelación, la
interrogación ilimitada frente a la aceptación ciega de lo que ha sido heredado»
(Castoriadis 2002a: 142).
Uno de los ángulos que toma Castoriadis para abordar su discusión sobre las relaciones entre
«reflexión» y «deliberada» es el de las relaciones psique-sociedad.2 Castoriadis
se interroga de qué es capaz la psique humana y qué de lo propuesto por Freud puede revisarse
críticamente para pensar nuevamente las relaciones psique-sociedad. A sus preguntas responde que la
potencia de la subjetividad humana se sitúa más bien en una capacidad única entre todas las
especies: la capacidad de imaginación radical. Entre otros aspectos, Castoriadis señala que, por
ejemplo, el lenguaje se desarrolla precisamente por esta posibilidad únicamente humana de simbolizar a
partir de imaginar en procesos metonímicos, metafóricos, de representación, de
creación de formas y figuras, entre otras capacidades. Imaginar nos permite, entre otras cosas, pensarnos
reflexivamente: vernos como «otro» a ser pensado. Sin esa capacidad de imaginarnos otros no
podríamos producir autorreflexión, por ejemplo (Castoriadis 1997, 2002b).
Paradójicamente, la filosofía heredada ha puesto más acento en que la capacidad de
reflexión es un pensamiento que continuamente sopesa y calcula, y que en algunas versiones de la
filosofía, además, tiende a «controlar las pasiones», los deseos, o la
imaginación, inclusive (Castoriadis 2004, 2007). Castoriadis insiste en mostrarnos que la
reflexión humana está permanentemente en flujo, trabaja por asociación, construye
representaciones y las construye a partir del deseo y de la carga libidinal. Ha denominado
magmática a esta capacidad. De esta manera, Castoriadis postula que la subjetividad humana tiene
como condiciones de su existencia el hecho de crear formas y figuras (crear representaciones, incluso la
representación de sí mismo y para sí mismo), de operar en construcciones afectivas y de
estar también en la corriente del deseo (Castoriadis 2005).
REFLEXIÓN Y VOLUNTAD
Por estos motivos, tomamos de Castoriadis la insistencia en señalar que la subjetividad humana con
capacidad reflexiva se aloja en sus capacidades psíquicas magmáticas. La
construcción de subjetividad, además, puede operar a partir de la voluntad (que él denomina
actividad deliberada), en el sentido de tener la posibilidad de dirigir su voluntad a un objeto de pensamiento,
sin perderlo de vista e incluirlo en su cadena de asociaciones. Nuevamente sería un sentido ampliatorio
de la idea de voluntad, y no restrictivo; en sus palabras:
[El pensamiento] está sostenido por un vector de voluntad, de deliberación, que a través de
todos los meandros y todas las encrucijadas del laberinto, no le deja perder de vista su o sus objetos
[…]. Cuando se explora una cuestión puede producirse un cambio o una modificación: surge
espontáneamente una representación que hará ver otro aspecto de la cuestión y
hará así que se dibuje otro objeto, más importante que el del comienzo (2004:
108).
El tipo de subjetividad que intenta describir es una capacidad para «hacer entrar en los relevos que
condicionan sus actos los resultados de su proceso de reflexión» (2004: 109). La voluntad sobre la
que este autor nos propone pensar es el esfuerzo que como humanos podemos hacer para incluir dentro del campo de
reflexión, deliberadamente, objetos que se presentan ante nosotros, precisamente por la capacidad
fundamental del ser humano: la capacidad de imaginar.
Una de las conclusiones a las que el autor arriba es acerca de las determinaciones y las aperturas posibles de
la psique. Nos indica que la subjetividad humana contiene a su vez la posibilidad de «quedar presa»
de sus determinaciones como de abrir su voluntad a reflexiones que emplacen nuevas construcciones. Este
sería el sentido para Castoriadis de reflexión deliberada: aquella que nos permite, como
subjetividad humana individual y colectiva, construir proyectos precisamente porque podemos imaginar lo
distinto, lo que hoy no está o no existe o no es. Y también imaginar algo que se constituya por
otra cosa, es decir, crear una representación. Apoyándose en el psicoanálisis, indica que
esta capacidad de producir representaciones se liga con la capacidad de la psique de sublimar: de hacer algo
diferente o poner algo distinto, rompiendo de alguna manera asociaciones viejas y creando un espacio para la
producción de algo diferente, tesis que desarrolla con diferentes ejemplos histórico-sociales,
tanto de la sociedad contemporánea como de sociedades más antiguas (Castoriadis 1980, 2004, 2006,
2007). En este sentido, la capacidad de crear es sublimatoria y es posible también por la existencia de
energía disponible. La energía psíquica es la que podría pensarse como motor de los
procesos de descalificación o de recalificación de objetos pulsionales (que pueden ser objetos
reales, ideas, representaciones). Los objetos a los que dirigimos nuestra energía conforman así
tejidos de significación porque se invisten (se tornan importantes, podríamos decir).
La capacidad de la psique de modificar la investidura se denomina labilidad y es una
característica humana universal. Sin embargo, lalabilidadestá codificada en cada entramado
histórico-social específico de modos particulares. Así, la capacidad de investir es
universal mientras que los contenidos de la investidura son contextualmente situados. Por ejemplo, existen
sociedades (a nivel general, en el sentido que Castoriadis da al histórico-social) e
instituciones (a nivel particular de cada histórico-social) donde la posibilidad de abrir la
interrogación sobre los contenidos y significados que se privilegian está instituida, y otras en
las que no es posible. En las sociedades donde sea posible dicha interrogación estaremos en presencia de
una orientación hacia la autonomía y esta orientación está fundada, en parte, en la
posibilidad de que se establezcan relaciones entre lo consciente y lo inconsciente, tales que «un sujeto
pueda decir de forma fundada: esto es verdadero y este es mi deseo. Bajo reserva de agregar, por cierto:
«y no me voy a conformar con eso» (2004: 143).
Durante 2008-2011 la Asociación INCLUIR trabajó junto a varios grupos autoorganizados,
autoconvocados y autogestionados. El enfoque metodológico durante este proceso se orientó por la
etnografía y la sociolingüística de la interacción (Heras 1993, 1995, 2009) y desde
una perspectiva interdisciplinaria. Este equipo se había propuesto generar vínculos a
través de diferentes formas de producción de conocimiento: un proyecto de investigación
acción, tres encuentros abiertos colectivos, varias mesas de debate, participación en diversos
foros, integración del consejo editorial de la revista de Economía Social junto a varias
organizaciones, estancias en diversas localidades de Argentina para documentar organizaciones autogestionadas en
distintas provincias de Argentina, entre otros. A partir de estas formas de conocimiento se fue produciendo una
gran cantidad de información y algunos análisis específicos sobre cuestiones de relevancia
para los grupos autogestionados.3
En enero de 2012 la Asociación INCLUIR tomó la iniciativa de invitar a algunos colectivos en
particular a formar una Mesa de trabajo 4 . Aceptar la invitación para cada grupo implicaba estar
dispuestos a vernos como grupo (Mesa Colectiva) y a la vez vernos cada uno en y desde nuestro grupo (es
decir, analizar nuestros grupos de origen), abriéndonos a la mirada de los otros participantes. Se hizo
operativa en forma de Mesa, lo cual quiere decir que cada colectivo designó a quien iba a participar y
ocupar el lugar alrededor de la Mesa. Se trata de un espacio de grupo pequeño (máximo 15
personas).
Como Mesa Colectiva, hasta ahora:
Hasta la escritura de este artículo, en todas las reuniones de la Mesa se ha propuesto la
coordinación de miembros de la institución convocante (INCLUIR), dado que aún nos estamos
conociendo. Como INCLUIR participa al mismo tiempo como organización convocante del espacio y como
organización que se mira a través de los ojos de los otros, esa coordinación es rotativa y
compartida. Así, los cinco miembros que asisten a la mesa por INCLUIR desdoblan su participación:
mientras 2 ó 3 de ellos actúan como coordinadores de la actividad de la mesa, los otros 2 ó
3 lo hacen en su función de miembros de INCLUIR como organización participante.
LA MESA DE TRABAJO COLECTIVA Y LA PRODUCCIÓN DE ESTE ESCRITO
Nuestro escrito fue elaborado por once autores/as y colaboradores/as que intercambiamos nuestras producciones,
ideas, preguntas, comentarios críticos, de acuerdo con nuestro horizonte de sentido, partiendo de suponer
que éste siempre puede extenderse (Gadamer 1995, 2005). Para ello partimos de tomar herramientas en
común y nos propusimos integrar también algunas distintas, producto de nuestras diferencias
significativas existenciales. Un factor que tuvo peso en esta escritura colectiva fue el de las preferencias
diferentes de cada uno por soportes y formatos para expresar ideas. Por ejemplo, algunos elaboraron a
través de la fotografía como método de conocimiento, otros a través de lo escrito,
otros por fin también tomaron lo audiovisual y lo oral, lo dramático y lo gestual, y sobre eso,
pensaron, dialogaron y corrigieron, es decir, reenfocaron. De esta manera, hemos consultado nuestros archivos de
audios, videos, fotografías, escritos (observaciones, entrevistas, actas, intercambios de mail, notas
sobre las organizaciones publicadas en medios periodísticos, etc.), resúmenes de trabajo en
soportes multimedia o mixtos, entre los más importantes.
Nuestro pensamiento se produjo en distintas instancias. Una de ellas fue el intercambio acerca de cada uno de
los colectivos que participan en esta experiencia. A partir de esta primera instancia comenzamos la Mesa
Colectiva de Trabajo a la que asistimos entre diez y catorce personas en forma regular (una vez por mes). Para
cada encuentro planificamos dispositivos específicos que nos permiten analizar nuestro propio colectivo
como los demás que integran la mesa. Por ejemplo: lectura y escucha; lectura en voz alta y
discusión posterior; trabajo sobre registros (escritos o audiovisuales) que incluyen a veces cierta
teatralización o recreación de observaciones registradas para su mayor comprensión; trabajo
sobre materiales escritos por otros autores y posterior intercambio; visualización de cortos o segmentos
de documentales, entre otros. Por fin, otras instancias propuestas han sido las situaciones de trabajo
individuales o en grupos más pequeños que van surgiendo por las necesidades de cada uno de pensar
solo o con otros.
Además, hemos generado un dispositivo «de memoria colectiva» que se va conformando entre
todos en la medida en que se avanza en la producción de registros y análisis. Para esto se han
generado reservorios de materiales en soportes variados que todos podemos consultar (digital, papel, materiales
mixtos tales como papeles afiche o papelógrafos con técnicas de facilitación gráfica
también mixtas como combinaciones de collages, dibujos, conceptos o escrituras realizadas con fibrones o
lápices de colores). El reservorio digital fue desarrollado utilizando software libre (drupal) y se puede
acceder a él a través de una clave otorgada a cada integrante de la mesa.
METODOLOGÍA
Los análisis presentados en este escrito se orientan de manera general por entender:
Tomando en cuenta lo anterior, para este escrito nos hemos preguntado específicamente:
ANÁLISIS SOBRE EL COMEDOR A CIELO ABIERTO «EL GOMERO» PRODUCIDO POR
PARTICIPANTES DE ESE COLECTIVO
Presentamos a continuación dos relatos analíticos diferentes de integrantes del comedor sobre la
reflexión, la deliberación y la reflexión deliberada que, además, han sido
trabajados también con fotografías por parte de una tercera integrante del comedor (fig. 1). A
través de estos relatos queremos enfocarnos en las tres preguntas formuladas más arriba, tomando
como punto de apoyo lo que elaboran los participantes de este proyecto en particular, y mostrando también
algunos cambios identificados a través del tiempo por ellos mismos.
Figura 1. Bandera del Comedor El Gomero
PRIMER RELATO
El comedor nació como una expresión de solidaridad hacia quienes estaban decididamente mal, en un
momento determinado y en respuesta a una emergencia social (año 2002). El plato de comida no era otra
cosa que una excusa para estar cerca de quienes sufrían más duramente la crisis de entonces y eso
nos convocaba a reunirnos y compartir angustias (fig. 2). En forma totalmente desordenada, casi sin planes o
proyectos que no sean simplemente esos: estar cerca y darles el apoyo que pudiéramos brindar quienes
estábamos en una situación circunstancialmente mejor. Sin embargo, esa tarea requería
cierta «organización» para poder llevarla adelante (juntar víveres, cocinar, reunir
vajilla, ropas, etc.): únicamente lo material del hecho de servir una comida era lo que nos obligaba a
darnos una suerte de organización. Lo demás, que era lo principal, se realizaba «como
viniera». Cada uno le daba la carga que tenía en su interior.
Figura 2. La preparación de la comida
En los primeros voluntarios la motivación era de cada uno, con un solo eje en común: ser
solidarios con cartoneros, gente de la calle y familias en estado de extrema pobreza (fig. 3). Había
quienes eran movilizados por un sentimiento de piedad para con los más débiles. Otros, que
instaban a la gente a reaccionar frente a tanta injusticia. No faltaban los que querían dar lecciones de
cómo debían reinsertarse en los cánones que imponía la sociedad
«civilizada». Entre nosotros estaban también los que querían hacer la
revolución con ese ejército despatarrado de soldados destruidos por la pobreza y los que no
tenían otra intencionalidad que la de cumplir con una tarea asistencial de emergencia por el tiempo que
ella durara y que se esperaba que fuera breve. El temor de los más era que esa
«asistencialidad» se transformara en un fin en sí mismo. En casi todos había un
espíritu colonizador o misional, poniéndonos en el rol de dueños de la verdad, dispuestos a
«enseñarles» las bondades de pertenecer a una sociedad, que era la nuestra, con acceso a la
educación, al trabajo, a una vivienda propia, etcétera. Lo que nunca pudimos descifrar es
qué se encerraba en ese «etcétera» y que quizás ahí estaba lo
verdaderamente importante.
De toda esta mezcla extraña nace el Comedor de Barrancas. Me animaría a decir que el Comedor El
Gomero fue y es el resultado de seguir los acontecimientos que le cayeron encima. Sería algo así
como un lugar en la calle para gente en situación de calle. Y las reglas de la calle no son muy claras.
Jamás se nos ocurrió que deberíamos tener un lugar en el mundo que no fuera ese lugar... en
la calle... o al lado de la calle. Estuvimos casi siempre detrás de los acontecimientos que nos marcaba
la realidad. Un día la expulsión de los cartoneros de Barrancas, otro, las «apretadas»
(término de uso coloquial que se refiere a prácticas de amedrentamiento policial) de la
policía y de personas extrañas (disfrazadas de indigentes) que venían a provocarnos. Ahora
la pérdida del lugar para el apoyo escolar y la consecuente búsqueda de un lugar para
continuarlo… y muchas cosas más que ocurrieron en el medio que me llevan a pensar que el comedor,
más que un proyecto, es un resultado incierto que nos deparó el destino.
Figura 3. Confección de frazadas para los asistentes al comedor
SEGUNDO RELATO. APOYO ESCOLAR
La toma de registros de todo lo significativo que transcurrió en el último año 2011 por
parte de nuestro grupo (Comedor El Gomero) y de INCLUIR implicó tener en cuenta correos
electrónicos, registros fotográficos, notas descriptivas. Esta suma de posibilidades
propició nuevos pensamientos. Este ejercicio habilitó también nuevas posiciones,
rechazos, a veces matices sobre los temas tratados. Fijó puntos de apoyo que por sobre el dato
meramente histórico, dejan la puerta abierta a nuevas revisitas, sin plazos ni garantías de
revalidación. Construyó puentes. Sin embargo, no deberíamos confiarnos en la solidez de
los materiales a desplegar de una orilla a la otra: la reflexión, en su ir y venir, en la cadena de
rebotes, puede arrojar indicaciones frágiles, cortas, efímeras. Solamente podemos afirmar que
existen puntos de encuentro e incidencias mutuas entre las deliberaciones que se suscitan en el ámbito
de la mesa de trabajo y las reflexiones que producen las organizaciones en su interior, en el andar cotidiano
y en los espacios habilitados de evaluación y proyección de ese andar. Esas reflexiones se
construyen tanto alrededor de la tarea concreta (en este sentido sería una deliberación para
reflexionar sobre lo hecho) como de las orientaciones o los significados que se construyen sobre y en esa
práctica (como una brecha en nuestro pensamiento como colectivo) lo cual nos permite pensar que se
estaría en el marco de una reflexión deliberada.
Dentro del colectivo del comedor está habilitada la posibilidad de crear grupos autoconvocados y se
forman para aspectos específicos. Uno de ellos fue el de apoyo escolar, que se gestó durante
varios años (2004-2009) como actividades relacionadas con lo educativo en general, y se organizó
más específicamente pensado como apoyo a la escuela desde 2010 (fig. 4).
Figura 4. Apoyo escolar
Si bien antes de esa fecha existían actividades educativas, recreativas y
artísticas en el comedor, que continúan existiendo, el grupo pensado para trabajar sobre
aspectos educativos vinculados a la escolarización surge en 2010. Este grupo decidió
autoconvocarse periódicamente y, además, no perderse el espacio de reflexión sobre sus
objetivos, posibilidades, problemas recurrentes y organización de actividades (fig. 5). Esta
posibilidad se produjo en 2011 en forma sistemática porque la ofrecieron los voluntarios de INCLUIR
para acompañar nuestro proceso. A través de observar nuestra práctica concreta por medio
de nuestras reflexiones, fotografías y registros escritos, pudimos cuestionarnos sobre nuestro
quehacer.
Figura 5. Reuniones de trabajo
Nos posicionamos así en que el trabajo apunta más a
desarrollar el espíritu crítico y conocer diferentes técnicas de expresión para los
niños o jóvenes que concurren al apoyo y así probablemente encontrarnos con el deseo de
ellos. Empezamos entonces con una reflexión sobre la tarea concreta, más cercana a una
evaluación de lo propuesto y lo logrado, y a revisar la orientación sobre la que se
fundó este espacio de trabajo. Llegamos así a pensarnos en el marco de la educación
popular. A través de este primer posicionamiento, y en diálogo con otra organización, se
consiguió material para alfabetización de adultos. Allí se produjo otro nuevo
reposicionamiento, ya que los voluntarios del apoyo escolar aprendimos que existe un enfoque educativo que se
concentra no solo en alfabetizar sino en pensar que la alfabetización podría permitir reflexionar
críticamente sobre la realidad. Estos cambios de posicionamiento ocurrieron en encuentros concretos en
los que se producían grietas (en el pensamiento de los voluntarios del comedor) a partir de
contrastar nuestras propias ideas con las de otros (de INCLUIR en este caso) o con nuestras propias ideas
según quedaban registradas y podíamos revisitarlas.
A las dos semanas de estas reflexiones en conjunto se evaluó la puesta en práctica, lo planificado
y las circunstancias de los dos últimos encuentros del apoyo. Al volver a tomar lo hecho para pensarlo,
surgió en el grupo la idea de que el proceso de trabajo en apoyo escolar es de largo plazo. Con este
nuevo horizonte de sentido, la tarea cobró otra dimensión, ya que fue produciéndose una
revisión sobre los modos de pensar las relaciones entre quienes concurren al apoyo como
«alumnos» y quienes están allí en tarea docente. Estas reflexiones a su vez se
vinculan con otros procesos de pensamiento sobre quiénes son/somos los que estamos en el comedor.
Están los «que asisten» al comedor (van a comer, a recibir ropa, a participar de los espacios
de apoyo escolar) y los «voluntarios». Y entre estos dos grupos se presentan situaciones a veces
tensas e incluso violentas (para un análisis de este aspecto en particular véase Heras 2012).
Tomando en cuenta estas cuestiones se analizaron las situaciones y se revisó la posibilidad de variar las
formas de vinculación, poniendo acento en escuchar la voz de quienes participan como
«asistentes». Se tomó entonces esta perspectiva para el trabajo en apoyo escolar y para el
momento del comedor, donde se comienza a instalar una práctica de asamblea a micrófono
abierto.
Este pensamiento fue guiado por la preocupación que existe en los voluntarios del comedor de no repetir
una relación de «asistencia» sino provocar la posibilidad de tomas conjuntas de decisiones.
Los riesgos de la reflexión deliberada sobrevuelan las meditaciones, somos conscientes de que más
allá de entender, de aprender del otro y saber más de nosotros mismos, está el derecho
humano a ser escuchado, que todo lo que hacemos no tenga mayor sentido que reforzar, en algunos casos devolver,
la condición reflexiva y la voz que la desigualdad de posibilidades apropió: ese se transforma en
el eje de la tarea y se comienza a perfilar más fuertemente como orientación de toda la labor de
los voluntarios del comedor. En este sentido se puede ver cómo se tienden esos puentes de los que
hablábamos al principio entre deliberar (sobre lo hecho) y cuestionar las fundaciones de la tarea que se
realiza. Se señala que en ese camino ocurrieron situaciones de discusión (a veces tensas) entre
los voluntarios del comedor. Esta discusión continuó y se acordaron algunas formas de trabajo
nuevas a partir de tales intervenciones y diálogos. Estamos en proceso. La reflexión deliberada
emerge alrededor del diálogo, es el entramado dialógico, multilógico, que posibilita la
intervención en el cambio que nos convoca. La posibilidad y la decisión de pensar nuestro devenir,
el nosotros, si existe, y hasta dónde llega, quiénes somos, si vale la pena el compromiso, si las
urgencias no nos convirtieron en mandatarios inconscientes de esos otros que nos condicionan, si el objetivo
merece concesión.
PENSANDO LOS DOS RELATOS EN CONJUNTO
Una aproximación a estos relatos escritos y fotografiados nos permite comprender distintas lógicas
en juego en la misma organización. En el primero se detallan los orígenes del grupo, las
situaciones que exigían una gestión propia y que además se enmarcaban en la pregunta por la
(in)justicia, la (des)igualdad, la diferencia producto de políticas económicas sostenidas en
Argentina. Aparece fuertemente la conexión entre una tarea que debe ser resuelta y la organización
(definida «como viniera») para producirla. En el segundo relato aparece con igual fuerza la idea de
revisar lo hecho y encontrar la grieta por donde colar algo diferente. Estas distintas visiones, en palabras de
uno de los miembros de este mismo grupo, nos permiten poner de relieve que
Organizar algo que tiene que ver con el estar cerca implica reflexionar sobre puntos de conexión
inmateriales, complejos, simbólicos que se requieren para organizar tareas de materialidad ausente,
materialidad que las ollas y los alimentos sí le aportan a la cena. Tal vez la expresión «a
como venga» da cuenta de que las distintas formas de pensar y sentir de los voluntarios no logran cruzarse
en un ámbito de reflexión. No parece haber capacidad (¿o voluntad?) explícita de
hacerlo, no existe como acto deliberado el hallazgo e identificación de ese «material»
abstracto que nos lleve (unos a otros) hacia los otros voluntarios y fundamentalmente hacia los
«asistidos» (en forma organizada), que permita encaminar la reflexión sobre este aspecto
específico: acercarse al otro y que de ahí (de esa abstracción que llamamos antes el
estar cerca), surjan acciones concretas. Sería ir de lo abstracto a lo material. (Intercambio por
correo electrónico de MJ, integrante del Gomero)
También en el segundo relato aparecen aspectos que cabe destacar:
Si tuviera que elegir una grieta, asumida por pocos (por lo desafiante), es que el apoyo en su
carácter de «escolar» aplica poco. Eso que mencionaba en mi escrito: la invitación a
reflexionar, a pensar nuestra actividad «escolar» nos permitía reconocer la urgencia de otro
tipo de apoyo, asumir que uno de los condicionamientos que recaía sobre los niños y adolescentes
con quienes tratábamos era su no acceso a la escolaridad. Creo que no se asume esa situación
porque nos paraliza la idea de diseñar y llevar adelante una actividad diferente de la educación
escolarizada que está en nuestros huesos. Nos resulta demasiado extraña. Como decimos más
adelante en el escrito, «se clausura la posibilidad de debatir en profundidad las significaciones
imaginarias que están guiando este proyecto» (Intercambio por correo electrónico de MJ,
integrante del Gomero).
REFLEXIÓN, DELIBERACIÓN: ¿TENSIÓN ENTRE UNA Y OTRA? UNA
MIRADA A LOS
COLECTIVOS AUTOGESTIONADOS
A continuación incluiremos el análisis sobre los intercambios que suceden dentro de los colectivos
con el objetivo de problematizar sobre las diferencias entre deliberación reflexiva y reflexión
deliberada. Se presentan ejemplos documentados en distintos grupos ya que, por nuestro enfoque
etnográfico, tenemos la posibilidad de revisar registros de tiempo largo. En cada uno de ellos se intenta
mostrar el punto donde se clausura lo que podría convertirse en reflexión deliberada.
PRIMER RELATO. APORTES AL GRUPO
Uno de los colectivos que participan en la mesa acordó escribir, a principios del año 2012, sobre
los posibles aportes que cada integrante se proponía hacer durante el siguiente semestre. El contexto que
había llevado a esta propuesta se resume apretadamente: en 2010 una integrante del grupo había
decidido alejarse (y el grupo también le había pedido que renunciara) por no interesarle el modelo
de funcionamiento autogestionado; en 2011 dos integrantes se mudaron a vivir a otras provincias y a pesar de
haber expresado sus deseos de participar en la institución, no pudieron realizarlo; otra integrante
necesitó tomarse licencia ante una serie de dramáticas situaciones de salud en su familia y una
cuarta integrante que se había asociado y prometía incorporarse en la dinámica cotidiana de
trabajo postergaba esa decisión por cuarta vez. Por último, ese mismo año, otro integrante
falleció inesperadamente.
La propuesta de revisar los aportes de cada miembro tenía el sentido explícito de analizar si
quienes integraban activamente el grupo y la institución podían sostenerla, y también
analizar cuáles eran comparativamente los aportes de cada integrante apuntando a poner en práctica
un criterio de justicia, si bien de todos modos el colectivo entendía que no todos podían aportar
en igual medida (ya que los aportes de trabajo eran voluntarios y las situaciones personales eran diferentes en
cuanto a carga familiar, ingresos, etc.). Se intentaría luego comprender la relación entre lo
comprometido y lo realizado para ver qué hacer en caso de que los compromisos mínimos no se
pudieran cumplir –algo que ya había ocurrido anteriormente– y si esto se repetía,
rediseñar eventualmente la estructura institucional en función de la energía disponible.
Esto podía llevar a tomar la decisión de cerrar la institución tal como es ahora o
modificarla hacia algo completamente diferente (por ejemplo, renunciando a la personalidad jurídica y
evitando de este modo la obligación de realizar balances, llevar libros rubricados, soportar controles de
los organismos fiscales, enfrentar el pago de un contador, etc.). Si bien el ejercicio parecía resultar
adecuado para todos al ser propuesto, no se profundizó en dicho momento acerca del sentido que
podía tener cerrar la institución o incluso qué consecuencias podía implicar
realizar este ejercicio. Quizás pudo haberse aceptado como un modo de postergar decisiones. Los
integrantes completaron una planilla que se propuso para que cada uno expresara sus posibilidades. Algunos
listaron sus objetivos y acciones de manera detallada en tres páginas. Otros definieron sus compromisos
en unas pocas frases. A los seis meses, cumplido el tiempo acordado para evaluar lo propuesto y lo hecho por
cada uno y como grupo, se convocó a una reunión. Uno de los integrantes avisó un rato antes
de la reunión que se había torcido un tobillo. Luego dos integrantes leyeron sus compromisos y sus
metas cumplidas. A continuación otro integrante visiblemente angustiado compartió su
sensación de ahogo por darse cuenta de que no iba a poder cumplir con las exigencias que implicaba el
sostenimiento cotidiano de la organización y pidió una licencia en su participación en la
comisión directiva. Por último, otro participante que también había tenido
dificultades en cumplir con los compromisos asumidos por situaciones familiares dramáticas, tomó
la angustia expresada por el anterior y planteó que daba para pensar que esta situación generara
angustia y que eso le hacía ruido. El grupo debía poder contemplar las situaciones
personales de todos los integrantes.
Luego de estos intercambios los demás integrantes no leyeron su respectivo informe sobre lo que
habían realizado, sobre lo hecho o no hecho. En las semanas siguientes el responsable de convocar a las
reuniones envió un mail con el orden del día de la siguiente reunión donde no
incluyó como tema la finalización de este proceso. Uno de los que no leyeron su informe
indicó que era necesario retomar la discusión. Se pudo completar la lectura de los planes en la
reunión siguiente, a la que ya no asistió la integrante que pidió licencia, pero sí
quien se había torcido el tobillo. No se realizaron casi comentarios sobre la situación que
mostraban los informes. Se terminó planteando continuar el debate por mail a partir de una serie de
preguntas que formularían dos de los integrantes.
Pareciera difícil o imposible en determinadas configuraciones grupales hablar «con el
corazón en la mano», compartiendo los marcos de pensamiento y actuación personales y su
relación con el cumplimiento de las normas que el mismo grupo se da para poder sostener el proceso
colectivo y la estructura institucional. Tratando de analizar las causas, quizás se deba a que en 2005
este colectivo sufrió rupturas a partir de situaciones de reflexión deliberada o de la actitud
parrhesiasta de algunos integrantes. Y en 2009 hubo situaciones de evaluación difíciles
porque no todos los miembros entendían «evaluar la tarea» del mismo modo. Es posible
comprender que hubiera cierto temor a disparar una nueva situación conflictiva por lo que esto pueda
provocar. A nivel descriptivo podríamos decir que se clausura de diversos modos la posibilidad de debatir
en profundidad las significaciones imaginarias que están guiando este proyecto.
¿Qué podría implicar la reflexión deliberada en este caso? a) disponer de
la energía psíquica de los integrantes para romper con asociaciones de ideas y cadenas de
significación que se fueron construyendo durante la historia grupal e imaginar algo distinto.
O analizar alternativas para permitir condiciones de posibilidad del proyecto con una mayor creatividad;
b) conversar sobre la posibilidad y los modos en que deberían convivir distintas orientaciones
que de hecho existen dentro del colectivo, algunas más regidas por una lógica político
partidaria y que valoran el fortalecimiento del Estado como medio de garantizar la justicia social y otras que
se rigen por una orientación crítica de los partidos políticos y los dispositivos
representativos de la democracia tradicional; c) revisar qué parámetros de
evaluación, mecanismos de inclusión, reglas y dispositivos están y han estado haciendo
difícil la inclusión de nuevos participantes o inciden y han incidido en las decisiones de
abandonar la organización y en qué medida es así por la confrontación con las
significaciones imaginarias sociales del contexto, por las características de personalidad de los
integrantes o por otras cuestiones que podrían quizás modificarse; d) analizar
cómo conciliar la necesidad de cada integrante de generar recursos para la supervivencia, y el tiempo que
esto implica, con la posibilidad de destinar tiempo al trabajo voluntario en la organización o a la
formulación de pedidos de financiamiento para lograr un trabajo rentado en la organización;
e) analizar de modo realista hasta qué punto el colectivo puede contemplar y contener las
situaciones personales de sus integrantes y de qué forma se concilia esta demanda con la posibilidad de
que el colectivo logre sus metas.
SEGUNDO RELATO. CUANDO LA VOLUNTAD ¿NO ALCANZA?
Otro ejemplo proviene del trabajo realizado con una cooperativa con que se tiene relación cercana. En
este caso se toman decisiones por impulso voluntarista acerca del volumen de tarea que se planifica llevar
adelante definiendo metas imposibles de alcanzar con el trabajo aportado, que es voluntario y limitado (un
promedio de 40 horas por mes de trabajo aportado por cada uno de 13 asociados, de las cuales 20 se dedican a las
reuniones grupales para tomar decisiones). Esto sucede en forma recurrente. La frustración entonces gana
al conjunto y muchos integrantes comienzan a retacear el trabajo especulando con que sus compañeros
tampoco aportan. Sin embargo al discutir los objetivos varios integrantes defienden la necesidad de continuar
con todos los objetivos inicialmente definidos, aunque eso los lleve a una parálisis, sin ningún
argumento más que la supuesta libertad de sostener un deseo irrealizable. En este caso la
reflexión deliberada podría llevarlos a comprender que los deseos parecen chocar con un
límite fáctico y reevaluar hasta qué punto este límite opera como frustración
del colectivo. A partir de esa reflexión quizás se habilite un proceso que permita abrir nuevas
ventanas de significación continuando con algunos pocos de los objetivos iniciales o modificando los
criterios de organización del colectivo, descentralizando la toma de algunas decisiones en personas o
comisiones.
TERCER RELATO. POSIBLES SOLUCIONES, ESCUCHAS PARCIALES
En una reunión del colectivo que gestiona el comedor para gente en situación de calle se discute
acerca de posibles alternativas para reemplazar el espacio de un local que era prestado por una
agrupación política para llevar adelante la actividad de apoyo escolar. Cuatro integrantes
defendían la idea, propuesta por otro voluntario, de comprar o conseguir un autobús y adecuarlo a
esa actividad en lugar de intentar alquilar un local. Dos integrantes prácticamente no escuchaban esta
propuesta, no podían siquiera considerarla como posible. No se dio el tiempo para comparar las opciones,
sopesar ventajas y desventajas, sino que se cuestionó la alternativa rodante dando por hecho que no era
posible, «no es lo mismo» fue el texto explícito. También se planteó «si
pones un ómnibus en la plaza te lo van a ocupar»; «el costo de un garaje para estacionarlo es
carísimo, porque necesitás al menos dos cocheras», «¿quién lo va a
manejar? ». Sin embargo, argumentos similares a los que se esgrimían para cuestionar esta idea
rodante se podían usar para cuestionar el local: el espacio del local era menor al del autobús
(finalmente se aceptó gestionar el alquiler de un local de 2,5 m x 5 m con un subsuelo también
pequeño, la mitad de la superficie de un autobús escolar grande). El costo para acceder al local
era alto porque había que dejar un depósito, pagar la comisión de la inmobiliaria y dos
meses por adelantado. Pero además el costo de la cochera, en caso que se decidiera guardarlo en un
garaje, era la mitad de lo que implicaba un alquiler mensual. Y en cuanto a la posibilidad de intrusión,
lo mismo podía ocurrir con el local, sobre todo porque la idea no era estacionar el autobús junto
a la plaza.
Pasadas dos semanas, y una vez avanzada la negociación con la inmobiliaria, se analizó que
quizás era necesario tramitar un acta constitutiva para poder firmar el contrato de alquiler, pero el
costo de esta gestión era mayor aún, además que implicaba una demora de dos años.
Luego habría que tramitar la habilitación municipal. Tampoco se dio lugar para evaluar las
ventajas que representaba contar con el autobús, como, por ejemplo, trasladar a los chicos y familias a
paseos, o viajar todos juntos los voluntarios hacia la isla del Tigre que uno de los voluntarios aportaba como
sede de fin de semana, o trasladar donaciones, la posibilidad de vender el autobús en caso de que luego
operativamente no funcionara como alternativa, la posibilidad de pintar el autobús reforzando la
identidad del colectivo, etc. En este caso distintos modos de clausura directamente deshabilitaron la
posibilidad de realizar una reflexión deliberada. En particular la voz grave y fuerte masculina que se
contrapuso con cuatro voces femeninas que no se terminaron de confrontar, o el uso de un tono socarrón
para referirse a la idea expresada, para finalmente cerrar la posibilidad con afirmaciones como «no: es
imposible» o «es una locura». La reflexión deliberada ¿hubiera permitido
analizar cuáles eran las significaciones imaginarias que estaban representadas para cada uno en las ideas
de «local» y de «ómnibus» y comparar ventajas y desventajas de cada
decisión? En este y en otros casos las voces de algunos integrantes del colectivo funcionan como
«más autorizadas que otras» contradiciendo el espíritu igualitarista que
explícitamente el grupo promueve.
Analizando los intercambios es posible afirmar que existe deliberación reflexiva. En todos estos
grupos se opina y delibera, se analiza, compara, tipifica, evalúa, prioriza, decide y planifica sobre el
hacer cotidiano partiendo de una serie de supuestos a veces personales y a veces grupales: cadenas de
inferencias a partir de interpretaciones subjetivas informadas por un marco de pensamiento, una
ideología, una orientación, unos valores o por las intenciones individuales –a veces ocultas
y que se van develando con el tiempo– de cada integrante. Sin embargo, es menos frecuente que se
reflexione sobre el sentido de lo que ocurre, es decir, precisamente sobre lo que condiciona esas
inferencias e interpretaciones, el conjunto de ideas, paradigmas, valores e ideologías que inciden en
cada definición y toma de posición. En la siguiente sección analizaremos dos conceptos que
estamos identificando porque parecen operar en sentido de que esta reflexión se habilite.
En esta sección de corte netamente interpretativo proponemos un paso más acerca de dos conceptos
que recorren nuestro trabajo: el espejo y las formas. Algunos participantes de la mesa colectiva identifican que
este espacio les permite ver su propio proyecto a través de los ojos de otros. Esa situación hemos
pasado a denominarla «espejo». Un aspecto destacado por varios participantes es que el
«espejo» no se limita a ser una superficie que devuelve la imagen propia. La idea que circula es que
el espejo no es pensado para reflejar coincidencias, sino diferencias. Qué se reconoce como propio y
qué se reconoce como diferente; qué surge de ese reconocimiento de otras experiencias –y de
otros– que no es enteramente igual a la nuestra. La reflexión, nada más subjetivo aun en un
colectivo, si es potente y genuina, tal vez llegue hasta la mesa de los compañeros que aguardan en el
territorio, para que en el juego infinito de los espejos enfrentados puedan decantar la práctica en
pensamientos y conclusiones que retroalimentarán aquellas primeras reflexiones: algo cambió, una
diferencia se suma al inventario de lo aprendido. En palabras de una participante de Diablo Mundo, y con
respecto a las preguntas que su colectivo elige profundizar a partir del trabajo en la mesa:
Expresar en la mesa de trabajo colectivo el entramado y las anécdotas que suceden en el grupo
abrió una invitación a la reflexión, que de alguna manera repercutió en nosotros.
Por ejemplo: para pensar momentos de crecimiento y convocar a una reunión a colaboradores (en un contexto
de crisis ya que una parte del grupo planteaba no continuar con el trabajo de la sala teatral por la
energía que demandaba5), pudimos explicar con cuadros cómo funcionaba el espacio y las redes con
las cuales se articulaba. Al comenzar a trabajar en la mesa y poner en palabras el entramado en el que nos
encontramos inmersos, aparecieron muchas preguntas, algunas sin respuestas y otras que se van respondiendo sobre
la marcha. Son estas:
En relación con estas notas y con dichos de los participantes de la mesa, estamos en condiciones de
afirmar que, por un lado, la función espejo en el espacio de la mesa colectiva no se reduce al «a
mí me pasa lo mismo que a usted» (que la mayoría de las veces quiere decir hablar de uno sin
escuchar al otro), sino que se abre un nuevo eslabón en la cadena de pensarse: pensarse distinto y tal
vez pensarse distante (ya que ver en el otro permite distanciarse y atenuar el temor al conflicto, por
ejemplo). Por otro lado, que a un colectivo le pase lo mismo que a otro y puedan verse reflejados no es una
simple anécdota. Pasa a ser una materialidad desde la cual interrogar ambos procesos, incluso los propios
procesos de deliberación.
La construcción de reflexión y deliberación puede identificarse, entre otros modos
posibles, a través de prestar atención detallada a las formas que asumen las
interacciones entre diversos géneros textuales en los momentos de intercambio de mesa colectiva. Las
formas textuales más recurrentes usadas por los participantes de la mesa colectiva, según las
identificamos en nuestro material videograbado y luego transcrito en su totalidad, son:
Seguimos las ideas de Bajtín, en particular para la oralidad y la escritura (1999: 4), quien propone
pensar que «el uso de la lengua se lleva a cabo en forma de enunciados (orales y escritos) concretos y
singulares, que pertenecen a los participantes de una u otra esfera de la praxis humana». Ese autor
identifica además diversos tipos de enunciados a los cuales les da el nombre de «géneros
discursivos»; éstos son «tipos relativamente estables de enunciados» (Bajtín
1999: 4), es decir, discursos estandarizados que circulan socialmente de acuerdo con convenciones más o
menos rígidas y que pueden identificarse y diferenciarse unos de otros. Por ejemplo, un saludo, un
cuento, un diálogo, una investigación científica, una nota periodística, son
distintos tipos de géneros discursivos. Siguiendo esta idea, si se toma el texto oral como un tipo de
texto general puesto en juego en la mesa colectiva, dentro de este tipo general, se pueden identificar los
siguientes géneros discursivos: el diálogo, la presentación institucional (refiere a que se
enuncia la voz de una institución como su historia oficial), la exposición, el intercambio con
tono de debate reflexivo, el humor, el texto estético expresivo.
Así hemos querido destacar la importancia de generar soportes para nuestro pensamiento que se tornen
útiles conceptualmente y que engarcen, por un lado la inmaterialidad de las representaciones (el valor
del espejo para pensar la otredad y la diferencia, por ejemplo, en vez de insistir en su acepción de
«reflexión de lo mismo» como concepto), como lo cercano a la materialidad de las formas (es
decir, en qué soportes producimos pensamiento y comunicación, a través de qué
géneros, con qué formatos estético-fonémicos, etc.). Creemos a partir de buscar
estos engarces haber mostrado algunas condiciones en que debates y reflexiones se ponen en marcha y producen
campos tal vez no previstos de pensamiento colectivo. A continuación procuraremos volver a los
interrogantes de inicio para responder qué de lo trabajado hasta aquí nos permite construir
algunas certezas y qué de lo presentado, por el contrario, es texto abierto.
Hemos planteado en la introducción que nos proponemos una lectura continua de la obra de Castoriadis para
buscar, en su punto de intersección con la práctica de nuestros colectivos, nuevos deslizamientos
o grietas que nos permitan continuar pensando. En primer lugar, y en relación con las preguntas
que nos hacíamos, podemos afirmar que la reflexión deliberada como práctica se encuentra
tensionada. En el quehacer de los grupos identificamos claramente la dimensión de fuerzas encontradas
entre la posibilidad (apertura) y la repetición (clausura de esa reflexión). Así, hemos
mostrado en este escrito situaciones en las cuales el proceso de reflexión se desarrolla y, tal vez
descarnadamente también, hemos intentado poner de relieve las dificultades entre la reflexión y la
deliberación, sobre todo cuando esta conjunción implica transitar y transponer la tensión,
y sostener la indagación acerca de las significaciones imaginarias sociales que nos habilitan como
humanos en nuestras cotidianidades. En este sentido, nos ha interesado poner en articulación los
conceptos de la teoría militante de Castoriadis con teorías que para nuestros equipos son
familiares, tales como los conceptos nodales de la etnografía y la sociolingüística de la
interacción. Si bien en este escrito no hemos detallado la forma en que etnografía y
sociolingüística informan nuestro trabajo, estas orientaciones están implícitas y en
dos sentidos fuertes: por una parte, han sido de hecho puestas en práctica para trabajar en la mesa, para
generar vínculos entre los grupos que la conforman, para construir archivos de información que
permitan interrogar nuestra práctica, y para poner en funcionamiento estos archivos. Por otra, han
operado en la forma de comprender que cada uno de nuestros colectivos construye su vida social a través
de lo que en etnografía llamamos práctica cultural y que la sociolingüística de la
interacción ha intentado explorar a través de la interrogación de lo cotidiano como
construcciones intertextuales (Heras 1993, 1995). Por lo tanto, una primera noción teórica que nos
resulta importante destacar es que creemos congruente la práctica de la
investigación-acción colaborativa a través de la teoría de Castoriadis e informada
por estas otras disciplinas que mencionamos.6
Más específicamente destacando el valor explicativo que puedan tener las distinciones que hemos
buscado señalar (entre deliberación reflexiva y reflexión deliberada), podemos sostener que
es poco frecuente que se ponga en marcha un proceso que interrogue sobre el sentido de lo que ocurre en
los colectivos, es decir, sobre las significaciones imaginarias sociales que los guían. Al indagar
específicamente sobre la deliberación nos preguntábamos si acaso deliberar sin proponerse
una visión crítica sobre los sustentos o significados en que nuestras construcciones
institucionales se basan es acaso casi no reflexionar, al menos en el sentido que proponíamos al
principio, guiados por Castoriadis. Creemos entonces que es importante distinguir la reflexión deliberada
de la deliberación reflexiva como una segunda cuestión, vinculando la potencia que nos brindan los
conceptos con el recorrido que hemos hecho de análisis de nuestras prácticas. Así,
proponemos que un aporte que realizamos es del orden de la praxis: creemos importante poder
identificar, registrar y sistematizar los mecanismos y las situaciones que habilitan este tipo de praxis que no
es otra cosa que profundizar en la autogestión como proyecto de autonomía. Por eso, sostenemos que
es revolucionaria. Nos parece fundamental intentar ampliar los espacios para la reflexión deliberada por
sobre la deliberación reflexiva comprendiendo el horizonte de sentido que orienta estas diferencias. Y
nos resulta relevante poder explicitar este hallazgo ya que apunta a interrogarse acerca de las posibilidades de
acción política, imaginación radical y democratización de grupos que se plantean
ellos mismos como proyectos de autonomía.
Una tercera cuestión para nosotros es del orden del método, y se liga a lo que acabamos de
proponer en el aspecto de la praxis revolucionaria (o de la autonomía como proyecto, que en la obra de
Castoriadis se tornan sinónimos): nos parece importante contar con herramientas de registro de
interacciones, análisis de estas, producción de cuerpos de archivos accesibles a nosotros mismos,
y de espacios y tiempos previstos para volver sobre los archivos. Creemos que construcción o
generación de datos para producir archivos, y al mismo tiempo, creación de dispositivos que
permitan el uso de lo archivado, tornándolo dato en tiempo real, también es fundamental y
distintivo de nuestro aporte de trabajo. Como decíamos antes, creemos que este aporte es posible por
conjugar teorías y enfoques de investigación que provienen de campos diferentes pero entre los que
vamos encontrando interesantes articulaciones. En esta línea, hemos intentado sostener y mostrar a lo
largo del artículo que no es solamente registrar, acumular, archivar o incluso consultar este
cuerpo de información, sino también cómo lo realizamos concretamente, cuando nos acercamos
a consultarlo e interrogarlo. Por ejemplo, hemos propuesto que mirar desde el espejo y las formas
incide en nuestra posible comprensión de esas aperturas y clausuras en los procesos de
reflexión. Estas dos instancias interpretativas entonces nos orientan a ver: portan indicios. Por
ejemplo, en tanto la reflexión deliberada se relaciona con el acto de «hablar con el corazón
en la mano», la gestualidad, la entonación de lo que decimos, nuestras posturas corporales y
miradas son instancias que entran en juego, y por tanto las proponemos también como parte de los indicios
a ser analizados.
A su vez, estas tres cuestiones (de orientación conceptual teórica general, de praxis y de
método) se vinculan con una cuarta y última, de orden institucional: la creación de una
obra que instituya encuentros entre colectivos con propósitos a la vez claramente definidos (el
autoanálisis) y a la vez claramente abiertos (es decir, que en su misma formulación de instituido
se incluya la potencia del cambio, de la ampliación de cadenas de relevos psíquicos y de
creaciones tales que lo indeterminado efectivamente tenga lugar y a la vez pueda ser interrogado) es a su vez un
proceso que, como diría Castoriadis, se orienta por nuestra voluntad de elegir. La misma
conformación de la mesa de trabajo de este proyecto de investigación que juega con la
abstracción del espejo y propone distintos lenguajes (oral, visual, escrito, audiovisual, gestual) y
distintos géneros expresivos dentro de cada lenguaje es un modo de habilitar y profundizar la
reflexión deliberada dentro de los colectivos. Concluimos vinculando esta cuestión de orden
institucional con lo que Castoriadis propone como lógica de magmas, ya que nos parece más cercana,
como visión de lo que vamos creando como obra, a la posibilidad de actuar desde, con y hacia lo que es
complejo por naturaleza, heterogéneo por factura, increíble –casi– en su
ontología, puesto que es lo que aún no está creado.
Castoriadis plantea que el ser humano es el único animal que tiene la capacidad de imaginar y la
capacidad de la psique de «investir» objetos libidinales, o sea, de cargar de sentido lo que
hacemos. Cuando nos fuimos encontrando en la mesa colectiva, escuchamos con atención, preguntamos sobre
las experiencias, sonreímos o suspiramos cuando algún relato de otro nos ha parecido propio (o
impropio). Paulatinamente, los proyectos se entrecruzan en el imaginario, en las coincidencias, en las
diferencias. Pensar y volver a direccionar nuestras prácticas, construir nuevas formas de llevar el
proyecto del imaginario a una realidad más soñada. La no linealidad brinda al arte de crear
nuestra obra institucional un abanico de posibilidades, y la no linealidad ofrece a las prácticas
conjuntas y a la reflexión deliberada la elección de nuestro hacer colectivo. Escrutamos nuestro
destino, soñamos. Y de alguna manera traducimos en hechos concretos esos sueños sin someternos a
condicionamientos preestablecidos, eligiendo. Aunque no siempre se manifiesten nuestros deseos… Entonces
seguimos buscando, cambiamos, nos encontramos con otros que nos cambian. No abandonamos el andar.
Nos surgen algunas preguntas, aún sin responder del todo: ¿qué lugar ocupa la
reflexión deliberada efectivamente y cómo se sostiene, en concreto, en este tipo de colectivos de
trabajo?¿Es suficiente con convocar a un espacio o pensar un dispositivo específico para que la
reflexión deliberada se habilite y fluya? ¿Cómo operan en concreto las distintas
subjetividades cuando actúan en interacción, tomando en cuenta que algunas estarán
más condicionadas por sus determinaciones y otras serán más lábiles, pudiendo
abrirse a imaginar nuevas opciones con mayor facilidad?
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