El ak’bil chamel (mal echado). Similitudes y diferencias entre tsotsiles y tseltales

Ak’bil chamel (Thrown Malice). Similarities y Differences Among Tsotsil and Tseltal

Jaime Tomás Page Pliego

Universidad Nacional Autónoma de México,
Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur, México

Recepción: 03/08/2023 Aceptado: 12/10/2023
Publicado: 05/12/2023

 

RESUMEN:En este artículo se aborda de manera sucinta cómo tsotsiles y tseltales concebían y vivían todavía hacia finales de la década de 1990 lo que se ha dimensionado como ak’ chamel o ak’bil chamel (mal echado entre humanos). Ambos grupos predominantemente designan a quien «echa mal» como j-ak’ chamel, que se distingue en dos clases: la primera es el peticionario, es decir, quien requiere dirigirse a ciertas entidades ontológicas situadas en algún lugar de poder sobre la tierra para que por efecto de «rezos» y ofrendas coadyuven a causar ak’bil chamel; la segunda clase refiere a los kibal (en tsotsil), que se metamorfosean en animales, fenómenos naturales o cósmicos, y los lab (en tseltal), que emanan de sí entidades dañinas, asimismo en animales, fenómenos naturales, pero también en humanoides. Estos dos últimos no requieren de la intercesión de terceros para dañar.

PALABRAS CLAVE: ontologías indígenas, cosmología, mal echado, deidades malignas, tseltales, tsotsiles.

ABSTRACT: This article discusses how Tsotsils and Tseltals conceived and lived before and at the end of 1990 decade what has been labeled as ak’ chamel or ak’bil chamel (thrown malice between humans). Predominantly, both groups designed the person capable of “thrown malice” as j-ak’ chamel, which I distinguish in two different categories: the first class is the petitioner, who requires to «pray» and make offerings to certain ontological entities, located in some powered place on Earth, so to help in the process of ak’bil chamel; the second class, corresponds to kibal (in Tsotsil), who transform themselves into animals, or natural and cosmic phenomena, and lab (in Tseltal), who emanates from within also to animals, natural phenomena, but also to certain humanoid forms. Neither of this two need the intercession of third parts to damage.

KEY WORDS: indigenous ontology, cosmology, thrown malice, evil deities, Tseltals, Tsotsils.

 

Introducción

 Cuando inicialmente me propuse realizar una revisión sobre la noción del ak’bil chamel (mal echado o daño intencionado) presente entre los mayas de Chamula, Chenalhó y Oxchuc, pretendí limitar la pesquisa al ámbito de la iniciativa humana. Sin embargo, conforme me fui adentrando en el tema me percaté de que dicho fenómeno va más allá de la mediación humana e incluye, independiente de esta, el ámbito anecúmeno, por lo que finalmente me aboqué a todo aquello que por medios sobrenaturales genera sufrimiento y exterminio, destacando similitudes y diferencias entre los pueblos señalados. Me apoyo en los registros que recabé, así como en lo que se ha reportado sobre la región.

En tsotsil, lo relacionado con el daño que tiene lugar entre humanos se designa con las locuciones ak’bil chamel y ak’ chamel, que se traducen al español como «mal echado»; en adelante utilizaré la designación ak’bil chamel. Esta noción implica la presencia de elementos de la tradición española y popular, en la que predominan elementos prehispánicos que determinan una racionalidad particular y distinta a la que se tiene sobre la noción de brujería, que además varía en consonancia con las diferencias de cosmovisión de cada pueblo. Entre los pueblos mayas de Chiapas o de otros estados, como los choles de Calakmul, aunque la locución varíe, en todos los casos se traduce como «mal echado». Así tenemos, por ejemplo, que las palabras en tsotsil ak’ chamel y ak’bil chamel, en tseltal corresponden a ts’ilavanej, ts’ilajwanej (Figuerola, 2010b; Sánchez, 2013; Page, 2023), en la variante dialectal del chol de Tila se designa ak’älbä chämel, y en el chol de Tumbalá ak’bilbä chämel (J. Vázquez Álvarez, comunicación personal, 12/09/2023). Acorde con la propuesta de los escritores mayas, de las palabras en tsotsil y tseltal se eliminan las letras: z, que se reemplaza por s; c, que se reemplaza por k, y sh, que se cambia por x, mientras se mantiene ch. Para las palabras que no contienen dichas letras, en el tsotsil me respaldo en el Diccionario tzotzil de San Andrés con variaciones dialectales (Hurley y Ruiz,1978).

Acerca de las formas sobre las que se ha documentado el ak’bil chamel, cabe señalar que salvo Figuerola (2010b), quien documentó y filmó el quehacer de los j-ak’ chameletik1 (quienes echan mal) entre los tseltales de Cancuc, Chiapas, lo que en este artículo se reporta sobre el tema refiere a narraciones y referencias de lo que j-iloletik (en tsotsil) y ch’abajeletik (en tseltal) —que se entiende que son quienes pueden ver-sentir-escuchar la sangre a través de la pulsación para ayudar a sanar— han escuchado o experimentado como víctimas, mas no como practicantes.

Respecto al posicionamiento teórico para el análisis de los datos, retomo la propuesta de Denise Jodelet (2008) sobre las representaciones sociales, noción que desglosa en tres esferas: transubjetiva, intersubjetiva y subjetiva, y que da lugar a racionalidades sobre la cosmovisión y lo religioso, que aplicaré para el caso referente al ak’bil chamel. Asimismo, a través de la intersubjetividad, y por la educación formal e informal en que se encuentra inmersa la población, además de otros intercambios que tienen lugar, se conforman habitus y disposiciones de pensamiento y acción, en un proceso dialéctico en el que las tres esferas interactúan en todo momento, retroalimentándose y modificándose en sí y en los habitus correspondientes, lo que da lugar en la actualidad, debido a esta interculturalidad dinámica, a incorporaciones y cambios sustantivos en las formas que va adquiriendo el entorno, en particular en el tema que nos ocupa.

En otro orden de cosas, cuando me es posible me inclino por el uso de categorías nativas en contraposición con las de uso en la vida común, en la antropología, y en otras disciplinas y ciencias. Se trata de palabras mediante las que designan diferentes objetos o hechos, y que difieren tanto en su locución como en el significado de las empleadas en español cuando se traducen al castellano. Específicamente ak’bil chamel (mal echado o enfermedad echada) se contrapone con brujería, que viene a ser, como lo veo, una designación universalizante. Asimismo, kibal y lab, que implican metamorfosis o emanación, según el caso y como veremos a continuación, se distinguen en sus formas y acción respecto del término mesoamericanizante «nahual» o «nagual». En alusión a este tipo de términos Foster (1944: 103) y Bartolomé (1993) señalaron, y es mi parecer, que implican generalizaciones que obstaculizan la aprehensión y comprensión de especificidades y diferencias entre los grupos estudiados, sitúan dentro «de la misma canasta» a agentes adscritos a distintas culturas y, por lo mismo, guardan significativas diferencias entre sí.

Haciendo énfasis en el término brujería, Gareis escribe: «la adopción del término ‘brujo’ que designa a un curandero u otro especialista en ritos […] equivale a la aceptación de la imagen que los autores coloniales trazaron de los especialistas religiosos indígenas, asimilándolos al estereotipo ‘brujo’ europeo» (Gareis, 2000: 10), palabra de uso predominante entre la población mestiza y amplios sectores de las ciencias sociales.

Reforzando esta postura, Báez-Jorge (2000: 22) y Scheffler (1992: 14) hacen énfasis en la demonización de los atributos de las deidades mesoamericanas bajo criterios europeos y en la imposición de estas ideas al menos entre mestizos y pueblos originarios como consecuencia del yugo y la imposición católica:

[…] dos percepciones del mundo —dos concepciones sobre la magia o de cómo dominar lo sobrenatural y dos ideas sobre la brujería o la utilización de las fuerzas ocultas para hacer el mal— operaron en un principio separadamente pero, poco a poco, se fue efectuando con ellas un sincretismo, una mezcla de conceptos, que dio lugar a una manera diferente de llevar a cabo dichas prácticas, que ya no era ni la europea clásica ni la propiamente indígena (Scheffler, 1992: 16).

Sin embargo, cabe señalar que, si bien prefiero el uso de categorías nativas, no soslayo trabajos con criterios diferentes pero que ciertamente hacen aportes de importancia para el tema.

 

Metodología

En cuanto a las fuentes primarias, retomé 14 entrevistas de j-iloletik (los que pueden ver-sentir-escuchar) tsotsiles de distintos parajes de Chamula y Chenalhó y 10 de ch’abajeletik (ídem.) tseltales de Oxchuc realizadas a lo largo de la década de 1990 y a principios de la del 2000. Tanto unos como otros en su momento eran miembros de organizaciones que denominaban «de médicos indígenas»: la Organización de Médicos Indígenas del Estado de Chiapas A.C. (OMIECH) y la Organización de Terapeutas Indígenas Tseltales (ODETIT). Debido a lo acotado del espacio, no me adentro en los pormenores sobre las personas entrevistadas, que pueden ser consultados en Page (2010, 2023).

En cuanto a los j-iloletik y ch’abajeletik entrevistados, apelando a los códigos éticos y de consentimiento informado que rigen las investigaciones, cabe señalar que todos fueron enfáticas en cuanto a que sus nombres deben figurar en todo documento en que se les cite.

Las fuentes secundarias provienen tanto de la etnografía producida antes y después de 1950, como de trabajos actuales. En particular, retomé elementos de las entrevistas presentes en los anexos del libro Los peligros del alma de Guiteras Holmes (1965), además de textos etnográficos que abordan cuestiones provenientes de toda el área maya —Chiapas, Campeche y Centroamérica—. A partir de lo anterior realicé un fichado pormenorizado, pero dado el espacio acotado que permite un artículo, la pesquisa no se extiende a áreas fuera de la Mesoamérica maya ni, con mayor motivo, de otras partes del mundo.

 

Resultados

Todos los j-iloletik (tsotsil) y ch’abajeletik (tseltal)2 negaron desear o estar capacitados para el ak’bil chamel. Asimismo, su representación al respecto no se vertió de forma compartimentada —como lo hice yo en este documento con objeto de sistematizar—, sino como un continuum a partir principalmente de lo que sus ancestros les legaron y de lo que han ido incorporando en los procesos intersubjetivos y prácticas de «propios» y «otros» con los que interactúan. Desde una perspectiva que ubico en la esfera transubjetiva, conocen las especificidades de lo que es y no es ak’bil chamel. De este, distinguen sus dimensiones, pueden determinar su procedencia y alcances, así como eventualmente identificar a los agentes contratantes y ejecutores (independientemente de que estén dispuestos a denunciarlos), nociones que entre los j-iloletik y ch’abajeletik se retroalimentan y actualizan al subjetivar e intersubjetivar con sus pares o entrevistadores.

Sabemos que las dimensiones del mal no solo dan cuenta del ámbito sobrenatural; en tal sentido, también se encuentra el mal o daño producido por efecto de la acción deliberada que implica contacto físico o emocional de una persona o grupo sobre otra u otros, aspecto sobre el que no me extenderé en este trabajo.

Fuera de lo antedicho, son tres las dimensiones ontológicas que es importante considerar entre tsotsiles y tseltales, las cuales preferentemente acontecen de noche:3

  1. Las entidades anecúmenas, que son huestes del ajwalil pukuj (diablo), a las que se designa como anjel,4 quienes por lo general son dueños de lugares como cuevas y ojos de agua, y a quienes se atribuyen los colores rojo (tsajal) y negro (ik’). Hay que destacar que algunas de estas entidades por voluntad propia envían daño, es decir, no hay participación humana.5
  2. Hay dos modalidades de ak’bil chamel enviadas por humanos:
    1. La que lleva a cabo el j-ak’ chamel, que aquí traducimos como «peticionario», quien no tiene el don de metamorfosear y, mediante complejas rogativas y ofrendas, acude a las entidades anecúmenas del mal, de preferencia de la tierra, para que intermedien en sus oscuras intenciones.
    2. El ak’bil chamel, que ejerce el j-ak’ chamel (dador de enfermedad) en su forma de kibal (tsotsil), el cual puede metamorfosear a voluntad,6 y el lab (tseltal), quien emana, por decirlo de alguna manera, una entidad que habita en el cuerpo. Ambos transmutan o emanan, según el caso, en animales o en fenómenos naturales o cósmicos, con la salvedad de que en el caso de los lab se habla también de humanoides (pale, bispo) (Pitarch, 1996: 133; Figuerola, 2010a: 95-97). Unos y otros pueden a su vez actuar en el plano de yan-balamil/yan vinajel (esta tierra/este cielo) (Foster, 1944; Guiteras, 1965; Hermitte, 1970; Alejos, 1988; Sánchez, 2007; Figuerola, 2010a: 84; Page, 2023: 205) mediante su ch’ulel (entidad de naturaleza sutil que se asienta en el corazón-sangre de la persona).

En síntesis, me referiré a ak’bil chamel en todos aquellos ámbitos que resultan en daño deliberado provocado de una persona a otra sin que medie contacto físico o emocional; este daño necesariamente es infligido por el j-ak’ chamel (el que echa enfermedad), ya sea contratado o por decisión propia, ya sea con el apoyo y asistencia de entidades anecúmenas de la tierra o llevado a cabo por el kibal, el lab o el ch’ulel.

 

La maldad por volición de las entidades anecúmenas del mal

Se dice que el mero ajwalil pukuj —jefe de los demonios, también designado como Lucipel, diablo, tujuk, anticristo o Judas— es el enemigo principal de la deidad celestial y de los krisianoetik (la humanidad); es la deidad suprema del mal y el maestro, y es quien provee de conocimientos y poder a los j-ak’ chameletik. De este se dice que:

Al tujuk le gusta la sangre, comernos. Entonces, cuando una persona a la que ha agarrado muere, se pone muy contento y baila. Él es el rey, el jefe, y a él no se le puede hacer nada porque tiene a su papá y su poder allá en el cielo (S. Hernández Lampoy, entrevista, 25/04/1993).

Sin embargo, no es este quien impone el daño, sino sus huestes. En tal sentido, las huestes anecúmenas malignas son entidades asentadas en la tierra que se identifican como anjeletik, los cuales pueden ser tsajal7 (rojos), k’on o k’anal (amarillos) e ik’ (negros), y son dueños de lugares como cuevas, ojos de agua y cerros. Además, se reportan otros demonios menores, como el mukta pixol (sombrerón o sombrerudo) o walapatok (pies invertidos),8 el ik’al (negrito cimarrón),9 la pajk’inte o xpakinté (hermosa mujer tsotsil),10 me’chamel (madre enfermedad),11 etc. (Page, 1996).12

Ahora hay otros seres que atajan en el camino que se llaman pajk’inte’ y mukta pixol. Esos también molestan, pero yo creo que no tienen dueño; solo son dueños de las cuevas, porque hay mucha gente que los encuentra en el camino, y hasta yo los he encontrado. La pajk’inte es mujer, busca hombre para llevárselo a su cueva y hacerlo su marido. Dicen que el mukta pixol busca mujer para llevarla a que sea su mujer en la cueva. Estos seres solo se encuentran por las noches. Cuando a uno se lo llevan dicen que como que primero lo emborrachan y después lo llevan a su cueva, pero andando. Entonces, mi tío luego pensó en un secreto que le había enseñado su papá, se sacó la camisa, la volteó y se la volvió a poner. En ese momento reaccionó y vio que no era el camino de su casa, sino que ya se encontraba cerca de la cueva (V. Morales Sántiz, entrevista, 28/05/2004).

También se encuentran entidades sin lugar ni suficiente poder para hacer daño por sí mismas, por lo que tienen que comprar y, según el caso, revender ch’uleltik que han sido atrapados por entidades con suficiente poder para ello. La ausencia de ch’ulel del continente corporal enferma gravemente a la persona, con peligro de muerte.

En Zinacantán, la condición de pérdida y venta del ch’ulel se designa como chonel ta b’alamil (venta de la tierra), y en Chalchihuitán como chonbilal ch’ulelal (Hill, 1988: 291; Köhler, 1995).

Entre las huestes del ajwalil pukuj también se encuentran los pukujetik (demonios menores), repartidos sin domicilio sobre la faz de la tierra, cuya tarea no es atrapar y comer ch’uleltik, sino provocar que la gente peque induciéndola a decir groserías y maldecir, golpear a las mujeres, incurrir en bigamia, violar o abandonar a una mujer para ir a vivir con otra (M. López, entrevista, 13 a 17/06/1994). Incluso, estos pukujetik instigan el asesinato ya sea individual, en un grupo de alcoholizados o entre grupos o personas antagónicas (P. Gómez, entrevista, 23/06/1994).

Recientemente, la presencia de los cárteles de la delincuencia organizada ha coadyuvado gradualmente a incorporar en el panteón de las deidades del mal a la Santa Muerte y a Jesús Malverde.

 

Ak’ chamel o Ak’bil chamel. La dimensión humana

El ak’bil chamel (mal echado o enfermedad enviada) es inducido por agentes que son designados de diferente forma entre los diversos pueblos mayas. Así, se observa que entre los tsotsiles y tseltales la denominación predominante es j-ak’ chamel (Holland, 1963; Guiteras, 1965; Page, 2023), entre los tseltales también se usan los términos ti’bal (Guiteras, 1965: 124) y tz’ilajwanej (Figuerola, 2010b; Sánchez, 2013), en la variante dialectal del chol de Tila se usa ak’älbä chämel, en Tumbalá ak’bilbä chämel (J. Vázquez Gómez, comunicación personal, 12/09/2023), entre los choles de Calakmul te’tikal (Rodríguez, 2017), entre los tojol-ab’al wayjelal (Guerrero, 2022: 108) y entre los quiché aj itzk (Falla, 1980).

El impacto de la labor del j-ak’ chamel (como en adelante se designará) es proporcional a los poderes y capacidades de cada cual, así como al nivel de intención, es decir, si se quiere enfermar o exterminar a la víctima.

Acerca de la presencia o no de ak’bil chamel y j-ak’ chameletik en las localidades mayas de los Altos de Chiapas, las opiniones vertidas en la década de 1990 fueron variables. Hubo quienes mencionaron que los dañeros iban en aumento porque había muchos jóvenes y jovencitas que estaban aprendiendo (S. Hernández, entrevista, 24/11/1994). Pero, asimismo, debido al antecedente de las intensas persecuciones y matanzas de ancianos y j-ak’ chameletik que acaecieron durante el siglo XX y la perenne amenaza de muerte que pesa sobre quien se sospeche o identifique como tal, la mayor parte de las personas opinaron que ya quedaban pocos o bien «no se muestran» para no correr riesgos.13

 

Predestinación

En casi todos los pueblos alteños se considera que la cualidad de j-ak’ chamel es exclusivamente dotada por el ajwalil pukuj, sin embargo, Guerrero (2022: 106) entre los tojol-ab’al y Rodríguez (2017: 67) entre los choles de Calakmul mencionan que quien lo hace es la deidad celestial.

Entre tsotsiles y tseltales se dice que quienes están predestinados a ser j-ak’ chamel,14 hombres o mujeres, «tienen la desgracia de nacer en miércoles» y son los predestinados para dañar al prójimo.15

En sueños me dijeron que cuando un niño nace en día miércoles, sea en la mañana, al mediodía, por la tarde, no va a ser un buen niño, va a ser un niño enemigo, que solo va a acabar a los hijos de Dios, que va a ser ak’bil chamel, que va a comer a los hijos de Dios [el ch’ulel]. Así que no sirve que nazca una criatura los miércoles. Esos niños reciben el poder del Diablo cuando nacen. Cuando los niños nacen en miércoles los padres se ponen muy tristes, lloran, no saben qué hacer, porque un niño o niña así es peligroso, pero en mis sueños me contaron que se les puede cambiar el día para que no sea una mala persona (S. Hernández, entrevista, 24/11/1994).

El destino del que nace en miércoles podrá ser salvaguardado por una avezada jtamol (partera) que conozca los entresijos y las plantas que coadyuven a posponer o adelantar el parto un día. En caso de que no se logre evitar el nacimiento de la criatura, se busca a un poderoso j-ilol o ch’abajel, quien al pulsar a la madre o al recién nacido obtendrá certeza, pues puede escuchar/sentir al ajwalil pukuj que señala: «Este va a ser nuestro», o la palabra del ch’ulel del recién nacido que dice: «Yo soy j’ak’ chamel, voy a acabar a la gente». Entonces, el j-ilol procede a realizar un ceremonial prolijo en rezos16 dirigido a Kajwal Dios y a otras deidades celestiales y secundarias para que salven al bebé y «cambien su destino» (Page 2006: 77).

Los rezos para evitar que el recién nacido reciba tan nefasto destino deben iniciarse mientras tiene lugar el parto. Si «el rezo» se posterga será inútil el esfuerzo y el gasto:

Se reza nueve veces en la madrugada mencionando a todos los apóstoles buenos, a todos los anjeletik buenos, a las lagunas, a las cuevas, a la Madre Tierra y a la Virgen de Santa María, al Niño Salvador y al Señor Jesucristo, para que le quiten el mal que trae (Page, 2006: 77).

La predestinación constituye un factor relevante para entender quiénes son, cuándo y dónde se les dota. En tal sentido, como ejemplo, entre los tsotsiles de Chamula y Chenalhó se dice que antes del recorrido que lleva a cabo el ch’ulel en su traslado al cuerpo que ocupará desde «la fuente» en vinajel (cielo), las entidades ontológicas celestiales reiteradamente le recomiendan no escuchar, y mucho menos aceptar, los ofrecimientos que el ajwalil pukuj le ofrezca en el «camino»:

No vayas a aceptar si viene nuestro enemigo y tiene seis cabezas; no le vayas a contestar ni nada, ni le vas a ofrecer. Así son sus obras, sus trabajos contra la gente, que no es para salvarlas sino para matarlas, para dañarlas. No es obra de Dios sino del diablo. Ahí está porque tiene su poder ese diablo. A ese, el señor lo pide (S. Hernández, entrevista, 24/11/1994).

Es decir, que en dicho trayecto se concreta la predestinación cualquiera que sea el destino: ser una persona sencilla sin mayor trascendencia, estar abocada a cumplir cargos diversos en su sociedad, tener la «suerte» de recibir el mandato de j’poxtavanej (quien ayuda a sanar)17 o tristemente ser algún tipo de j-ak’ chamel.

Cuando nuestro ch’ulel viene se defiende y dice: ‘Yo no quiero ser j-ak’ chamel, yo no quiero hacerle daño a mis compañeros, yo solo quiero ayudar, nada más’. A veces contesta así dentro del ch’ulel, pero hay otros que somos débiles, no sabemos nada y decimos: ‘Está bien, voy a llevar este, está bien por querer esto’ (V. Morales, entrevista, 28/05/2004).

 

Sobre la personalidad del j-ak’ chamel

Los j-ak’ chameletik en general se caracterizan porque desde su niñez y en adelante son pendencieros y crueles; además, gozan de excelente salud y en su juventud están dotados de fuerza física excepcional, razones por las que difícilmente enferman. Asimismo, son desmedidamente arrogantes, y de manera constante presumen de ser personas poderosas, sobre todo cuando están alcoholizados (A. Vázquez, entrevista, 06/09/1994). En este sentido, un entrevistado afirmó: «Cuando vienen creciendo no se enferman de nada, ya que están protegidos por el ajwalil pukuj y sus amigos que vienen a hacer sus trabajos; crecen muy bien, muy contentos, muy tranquilos» (A. Vázquez, entrevista 06/09/1994).

Por lo general los j-ak’ chameletik son irascibles, prontos a reaccionar grosera o violentamente, no les gusta la cercanía de la gente, y prefieren estar solos excepto cuando se emborrachan, que es cuando despotrican sobre sus poderes y lo malos y peligrosos que son. Cuando saben que alguien requiere de sus maléficos servicios, se muestran amables y condescendientes, con lo que evitan que sus futuros clientes les tengan miedo y se facilite la transacción a que aspiran. Sus servicios los «cobran muy caro, porque nos van a hacer el trabajo de acabar a un fulano, un niño o una niña» (A. Vázquez, entrevista, 06/09/1994). «Bueno, la verdad, los que tienen sus animales o sus labetik, nos lo dicen directamente en nuestras caras cuando están tomando su pox, así nos dicen: ‘Yo a nadie le tengo miedo, al que me toque me lo voy a tragar todo entero y lo saco por el trasero’. Así dicen en su borrachera» (V. Morales, entrevista, 28/05/1995).

Se dice que hay j-iloletik que también son j-ak’ chamel, es decir, que juegan el doble papel de ayudar a sanar y de echar mal. Se considera que las personas que aceptan dicho rol, aunque ayuden a sanar, dejan de estar bajo la protección de Dios, dejan de ser sus hijos para serlo del ajwalil pukuj.18

Bueno, yo creo que las personas que primero ayudan y después matan no están con los dioses, estos no le hablan directamente a Dios para curar a los pacientes, sino que le hablan directamente al mero pukuj, ya que ellos trabajan juntos. Es por eso que cuando [el enfermo] sana, se queda así unos días y después vuelve a enfermarse y muere. Aunque ellos dicen que le están hablando a Dios, eso no es cierto, sino que le están haciendo su trabajo al mero pukuj. No hay dos dioses que nos maten, eso es puro trabajo del pukuj, de lo que saben hacer esas personas. Tampoco hay un dios que nos mate, sino solo un Dios que nos ayuda a sanar, los que matan es que están directo con el pukuj. Así está la ayuda de los dioses y los trabajos de los pukujetik (R. Gómez, entrevista, 08/05/1994).

Se sabe que los j-ak’ chameletik dañan a toda persona que consideren que les ha faltado al respeto, por ejemplo, si por descuido al «anciano» no se le ofreció pox o refresco en algún evento, no se le saludó respetuosamente al toparlo en un camino o se ve afectado en sus pertenencias —como cuando los animales del campo de algún vecino comen su milpa o dañan sus plantas o cercos—. Estos y más son motivos para que los j-ak’ chameletik sin mediar lapsos prolongados enfermen a las personas, e incluso les provoquen la muerte, problema que se resuelve con regalos y pidiendo perdón (V. Morales, entrevista, 28/05/1995).

Por último, cuando los j-ak’ chameletik presienten que hay un j-ilol o ch’abajel en sus inmediaciones, cambian su soberbia actitud para tratar de pasar desapercibidos.

Se dice que en promedio el predestinado empezará a hacer ak’bil chamel sobre los 18 años, con mínima variabilidad.

 

El j-ak’ chamel peticionario por súplica

En la naturaleza de quienes tienen que pedir que se les dote de la cualidad de j-ak’ chamel está presente el «deseo» de servir al ajwalil pukuj. La predestinación los inclina irremisiblemente a pedir ser dotados de conocimientos y poderes que les permitan hacer sufrir a sus semejantes. Una vez cumplidos los preámbulos: «Pasan a ser comisionados, cómplices de la envidia. También está ordenada su comisión, los tienen elegidos. Así como Dios elige, ellos también. Entonces, así los tienen elegidos para que ayuden a hacer las cosas, daño a los hijos de Dios» (S. Hernández, entrevista, 24/11/1994).

Quienes aprenden ak’bil chamel tienen que dirigirse al ajwalil pukuj y «llorar hincados» al menos durante dos o tres noches para pedirle que les permita «maltratar, hacer sufrir» y destruir a sus semejantes. Para lograrlo deben acudir a ciertas cuevas o sitios de poder donde residen tsajal (rojos) o ik’ (negros) anjeletik a suplicarles para obtener el poder del ak’bil chamel. Por lo general estos lugares son identificados por toda la población.

Al cuarto día, sin mayor complicación los j-ak’ chameletik suplicantes ya saben cómo peticionar para causar daño.

 

Revelación onírica

Tanto el j-ak’ chamel que pide que se le otorgue la facultad, como el que la recibe por mandato, tienen que pasar por un proceso de revelación onírica en el que se les entregan los materiales y estrategias que tendrán que mencionar al dirigirse a las entidades ontológicas del mal para lograr sus propósitos. Por ejemplo, entre la materia dañina que se entrega se encuentra: «[…] 13 bastones, 13 cuchillos, 13 machetes, 13 navajas» carne de cerdo, alacranes, sapos, gusanos verdes, plantas urticantes, el frío de las culebras, el frío del panteón, velas negras y rojas, etcétera.

En sus sueños, los j-ak’ chamel comen carne de puerco, animales y gente. A veces, cuando una persona sueña que le entregan un platón o carne y lo acepta es que no va a ser buena persona, no va a defender a los hijos de Dios, sino que será asesina, va a matar a muchas personas, hombres y mujeres.

Muy luego aprenden, no es igual como j-ilol que hasta lleva dos, cuatro, cinco hasta seis veces que llegan a enseñar en el sueño en cambio eso no, muy rápido pueden acabar, pueden matar. Es que mencionan puros diablos, hablan con ellos, platican con ellos (V. Morales, entrevista, 28/05/1995).

El j-ak’ chamel por súplica o quien lo es por mandato solo puede hacer ak’bil chamel «por medio de velas» y plegarias, ya que requiere la intercesión de un ik’ o tsajal anjel para lograr su propósito.

Para los efectos, el j-ak’ chamel peticionario acude a alguna cueva, pequeña oquedad u ojo de agua situado en la montaña para dirigirse a los anjeletik dueños de tales lugares, pero también puede recurrir a pedir a los difuntos en algún panteón. Iniciará su petición hablándole a la tierra y pidiendo a las entidades señaladas que le ayuden a canalizar hacia la víctima de ak’bil chamel los materiales diabólicos que menciona o los que coloca en la ofrenda ak’bil chamel, como paquetes que contienen carne, espinas u objetos personales de la víctima; en el proceso, estos materiales son quemados o enterrados en la cueva u oquedad donde se realiza la petición (Figuerola, 2010b).

El ak’bil chamel del peticionario puede estar dirigido a matar lentamente a la víctima infligiéndole dolor y sufrimiento o a inducirle directamente la muerte.19

La persona que pide el ak’bil chamel no está bien, es muy malo. Cuando aprenden ak’bil chamel van a rezar a los cerros porque hay cerros malos, con anjeletik malos, como he dicho, he platicado. También en la noche se van a rezar al panteón para que la persona se muera, para acabar con sus enemigos.

Entonces el señor o la señora primero se va al panteón, después se va al cerro, a las cuevas, y ahí pueden amanecer. Ya cuando amanece como a las tres, cuatro o cinco de la mañana terminan.

Piden muchas cosas con el diablo para que mande las enfermedades, para ello ofrendan varios tipos de velas, varios tipos de cosas para que se enfermen las personas (V. Morales, entrevista, 28/05/1995).

Cabe agregar que, en toda petición para enfermar o matar, primeramente se debe mencionar el nombre de la persona que se quiere afectar. Guiteras (1965: 245) reportó entre los pedranos que el verdadero nombre del recién nacido se guardaba en secreto, y se le asignaba un alías con el que se le nombraba hasta cierta edad, esto, entre otras razones, para salvaguardar al pequeño de ser víctima de ak’bil chamel. Aún en la actualidad observamos que algunas personas al relacionarse con desconocidos cambian sus nombres.

En cuanto a la variedad de anjeletik y otras deidades menores, entre las huestes del bien se mencionan algunos sak (blanco) y yaxal (verde) anjeletik, entidades que se caracterizan por su debilidad en términos «morales». Estas, «si uno está pide y pide», pueden acceder a facilitar el ak’bil chamel. Para ello, «el j-ak’ chamel debe llegar a hincarse nueve, 13, 23 veces. Pedirles a los sak y yaxal anjeletik que nos los entreguen, y a veces el anjel se debilita y nos los entrega con su brazo» (S. Hernández, entrevista, 24/11/1994).

Excepcionalmente, se da el caso de peticionar a santos menores que se sabe que, tanto como coadyuvan en la protección, también ayudan a dañar. Estas entidades, con la debida ofrenda accederán a facilitar el daño cuando se les pide —en el entendido de que por lo general las deidades divinas y secundarias del «bien» se abocan tan solo a la protección de los hijos de Dios—.20

Se dice que el ak’bil chamel peticionado viaja por el aire o por el arcoíris hasta llegar a la víctima. El viento conoce el nombre del destinatario porque se menciona repetidamente durante «el rezo». Si bien la víctima por lo general es un hombre, el ak’bil chamel también puede estar dirigido a mujeres o niños, y afectar al cónyuge, a los hijos, e incluso a padres y suegros. El «rezo» también puede direccionarse a los animales de corral: caballos, «ganados» o cerdos.

La complejidad del rezo que lleve a cabo el j-ak’ chamel peticionario dependerá de la fortaleza de su víctima; si esta es una persona débil, simple, se requerirá de menor rezo, que se irá complejizando y prolongando en función de la dificultad que acaezca para que el ak’bil chamel haga efecto. En tal sentido, si el j-ak’ chamel detecta que la víctima es fuerte, utilizará todos sus conocimientos y recursos, echando objetos ponzoñosos y putrefacciones complejas difíciles de neutralizar. El efecto del ak’bil chamel se conocerá en horas o el mismo día en que envían o introducen el mal en la víctima.

Como parte del proceso para protegerse, el j-ak’ chamel instalará un «tapa ojo» que impedirá que el j-ilol que intentará contrarrestarlo sepa quién es él o sus contratantes, o pueda erradicar el ak’bil chamel. Moscoso (1991: 89) refiere la forma en que se valía un j-ak’ chamel para colocar un tapa ojo o «tapado»: al pie de un árbol ubicado en lo profundo del cerro se sitúa un cántaro de barro roto, dentro se enciende copal, nueve velas de color rojo y nueve de color negro, y gradualmente se agrega romero, semillas de mostaza y dos cucharadas de flor de azufre, a la par que se hace la petición de tapado al señor del cerro o de la cueva.

 

Kibal y lab

Por efecto de una feroz e insistente retórica y diferentes acciones, desde la Colonia la Iglesia católica intentó desarticular y erradicar tanto las formas de concebir y vivir el mundo, como las religiones originarias, centrado ello de manera importante en la persecución y el exterminio de personas a las que se atribuía que podían realizar metamorfosis, a quienes se designó con el término náhuatl «nagual» (Martínez González, 2011), a quienes se demonizó.

Aunque lo anterior fue lo predominante, también se escucharon voces que hablaban de «naguales» benéficos. Martínez González aporta la siguiente cita proveniente del siglo XVI:

Núñez de la Vega (1983: 8) declara que, para los mayas de Chiapas, el nagual es el ángel que Dios le depara, que con él tenga fortuna, le favorezca, le ayude y le acompañe, y así él debe invocarlo en todos los casos, negocios y ocasiones en que tenga necesidad de su ayuda (Martínez González, 2011: 89).

Sobre este último punto, en la literatura etnográfica de los Altos de Chiapas de la segunda mitad del siglo XX y principios del milenio hay referencias importantes sobre protectores metamorfoseantes, principalmente en las formas de cometa, rayo y viento, y con menor frecuencia en animales, e incluso en ciertos insectos y arácnidos. Hermitte (1970) menciona este hecho para los tseltales de Pinola, Nash (1973) entre los tseltales de Amatenango, y Page (2023: 179-181) entre los tsotsiles de Chamula y Chenalhó, donde se les denomina me’il tatil21 (padre-madre) (J. Ruiz, entrevista, 23/06/1995).

La gente de Chamula dejó de viajar por ahí pues no sabían qué otra cosa hacer. Ocho muchachos, «buenos hijos de Dios», se organizaron para ir a combatir a los pukujetik y ver si podían erradicar esa amenaza. Antes de partir hacia la cueva mencionada trazaron un plan a sabiendas de los poderes de metamorfosis que cada cual tenía, poderes que «estaban al servicio de la gente, no para dañarla». Así cada uno fue diciendo en qué podía metamorfosear: uno en chauk (rayo), otro en vaknebal (arcoíris), otro en 500 o 600 chanul mum (avispas), dos en jo’ (lluvia), uno en cham tsuin mut (paloma), otro en chauk verde y el último en 500 o 600 diferentes cosas (Page 2023: 180).

 

Aspectos que los j-ak’ chameletik kibal y lab comparten

Sabemos que la condición metamórfica humana, por el lado de su quehacer maléfico, se expresa de modo diferente en cada pueblo mesoamericano. Al menos entre los mayas no encontramos uniformidad. Por ejemplo, entre tsotsiles y tseltales es claro que entre kibal y lab las diferencias de naturaleza se concretan, como veremos con mayor precisión, en que el j-ak’ chamel tseltal emana en la coesencia denominada lab; pero en el caso tsotsil, el aspecto de la metamorfosis se denomina kibal. Su naturaleza, como más adelante se verá, la obtendrán a elección, así como las particulares formas de actuar. En tal sentido, antes de adentrarme en las diferencias señalaré aspectos que son similares en unos y otros:

  1. Si bien el kibal y el lab no precisan peticionar a las entidades anecúmenas para abocarse al ak’bil chamel, se distinguen en que las personas tsotsiles echan mano de la metamorfosis o bien de la imposición volitiva en animales, mientras las tseltales lo llevan a cabo como emanación en algún ser ontológico. En ambos casos, al igual que el peticionario, requieren pasar por un proceso de revelación onírica en el que reciben los materiales dañinos que necesitan para actuar de acuerdo con alguna de las distintas estrategias de que echan mano para el ak’bil chamel. En tal sentido, antes de que formalmente atenten contra personas, aplican su poder matando animales pequeños, como perros, gatos, toros o guajolotes, o plantas como arbustos y árboles; arrojan a estas víctimas las cosas que recibieron en sueños. Cuando se percatan de que esas tempranas víctimas mueren, es cuando ya tienen la certeza de su efectividad.

    Lo tienen bien estudiado, bien practicado antes para que no de balde empiecen a hacerlo con la gente. También practican con plantas; a algunos árboles empiezan a secarles la raíz, los secan, y así como a los animales, empiezan a sacarles algún tipo de enfermedad, como algún nacido. Entonces aprenden a reventar a sus enemigos en tres días. Lo hacen en el mero intestino, no en cualquier parte porque el peligro está en el mero intestino (S. Hernández, entrevista, 24/11/1994).

  2. En su forma humana, el kibal y el lab poseen la cualidad denominada «dos ojos», que literalmente significa ver lo que «está detrás». Esto hace referencia a la capacidad de ver y sentir todo en los planos yan vinajel-yan balamil (este cielo-esta tierra) y en lo que sobre el plano terrestre tiene lugar.22 «[…] tienen luces en sus ojos, tienen luces atrás de su cabeza, todo lo miran». Esas personas «vienen bien listas».
  3. En yan vinajel-yan balamil, donde deambulan los ch’uleltik cuando se desprenden del cuerpo al dormir, es donde por medio de su ch’ulel el j-ak’ chamel daña a su víctima. Quien tiene esta capacidad «siente muy completo su conocimiento para tratar mal a los hijos de Dios».
  4. El j-ak’ chamel puede arrojar objetos, palabras o su kibal o lab a través del «aire», que se introducen en el cuerpo y la sangre de la víctima hasta producirle una enfermedad o la muerte (Figuerola 2010b: Sánchez, 2007, 2013).
  5. Tanto el kibal como el lab, periódicamente requieren alimentarse de ch’uleltik, lo que tiene lugar de acuerdo con los siguientes condicionantes: cuando la víctima es seleccionada como objeto de ak’bil chamel, o, fuera del ak’bil chamel, la necesidad que tienen estas entidades de alimentarse. Esto último se inscribe en el ámbito del predador, que acecha y caza sorprendiendo a cualquier caminante nocturno, a quien asusta con objeto de lograr la salida de su ch’ulel, el cual atrapa sea para alimentarse o para cumplir con las obligaciones de proporcionar alimento a los comensales con los que tiene compromiso (Page 2023: 156 y 184).

     

    Particularidades del kibal

    El kibal, como ya se señaló, es una condición inherente, predestinada, escasamente presente en mujeres, y predominante en hombres. Quien es kibal es un ser poderoso, pero no indestructible.

    Entre los predestinados a kibal, a quienes de por sí el ajwalil pukuj les impuso diferentes animales, fenómenos naturales o cósmicos, se encuentran, entre otros, los que están predestinados a apoyarlo, pero también los que lucharán por detenerlo. A todos ellos se les han incorporado al menos 13 ch’uleltik y hasta 36 vayijeliltik, «nueve de cada uno». Se dice que estas personas pueden metamorfosear en cualquier animal, preferentemente en grandes predadores con poderes extraordinarios, pero también en animales de pastoreo como huacax (toros) o tentsun (chivos), fauna nociva ixt muk’it u om (moscas o arañas), vaknebal (arcoíris) y el temido yalem bek’et (esqueleto) (J. Ruiz, entrevista, 23/06/1995).

    Hay otros j-ak’ chameletik que solo les dan que los acompañe el vaknebal, les completan nueve vaknebaltik, esos j-ak’ chameletik con eso hacen ak’bil chamel, mencionan los nueve vaknebaltik para que puedan maltratar a la persona. Le puedan hacer ak’bil chamel de pura frialdad, hinchazón que comienza desde sus pies hasta la cabeza, pura frialdad ya que el vaknebal es agua. Entonces, es donde dañan a las personas (A. Vázquez, entrevista, 06/09/1994).

    En algunos testimonios se señaló que la metamorfosis a yalem bek’et (esqueleto), así como a otros seres o fenómenos, debe llevarse a cabo frente a una cruz y por la noche; cuando el kibal lo desea, pero de preferencia de noche.

    A diferencia de lo antedicho, Moscoso (1991: 94-95) documentó que la metamorfosis solo podría tener lugar si durante la primera plegaria del correspondiente día se pedía la transformación; pero enfatizó que esta debía tener lugar a la media noche frente a una cruz situada muy lejos de cualquier fuente de agua, con riesgo de que si se llevaba en la proximidad el j-ak’ chamel podría morir.

    El mismo autor (Moscoso, 1991: 50-51) en la década de 1940 reportó, para chamulas, que un recurso muy común del j-ak’ chamel era lo que denominó «cabezas rodantes del mal». Esto consistía en que, en vez de suscitarse una conversión a un animal u otro fenómeno, una vez llegada la noche y adormilado el compañero de cama mediante efluvios emanados por la kibal (porque hace énfasis en que se trata de mujeres), procede a desprender su cabeza del cuerpo para ir rodando a hacer el ak’bil chamel. Este fenómeno no me fue mencionado por las personas entrevistadas tsotsiles ni tseltales. Sin embargo, Alejos (1988: 73-74) reporta entre los choles el desprendimiento de la cabeza por las noches como una forma de way, la cual se va rodando para hacer sus fechorías, en tanto que el resto del cuerpo reposa en su habitación. Pero la conversión en esos ámbitos no se limita a la cabeza rodante, también Alejos (1988: 79-80) menciona way en forma de búhos, zorros, gatos, y una entidad que denomina xiba’, que tiene forma humana, de hombre, mujer, niño o músico, aspecto que también se menciona respecto de los tseltales de Cancuc (Pitarch 1996; Figuerola 2010a).

    Por último, lo que con mayor frecuencia se menciona es el kibal en forma de huacax (toro) o tentsun (chivo)23 —con menos frecuencia cualquier otro animal—, el cual puede confrontar en el camino a la víctima de ak’bil chamel y generarle con su sola presencia la salida del ch’ulel (el kibal nunca establece contacto físico).

    El kibal no solo se canaliza hacia las personas, también se dirige a dañar las milpas en forma de fenómenos naturales, como ráfagas de viento o lluvia intensa y prolongada que inunda y pudre las plantas (Page, 2023).

     

    Particularidades del lab

    Entre tseltales, la entidad a que nos referimos se designa como lab. Por lo general no se reporta que la persona tseltal posea animales compañeros, pero lo central y relevante es que, a diferencia del kibal, entre estos no se habla propiamente de metamorfosis, sino de una entidad gaseiforme que emana desde el cuerpo, en la mayoría de los casos maligna. Solo se puede percibir en esta forma cuando se desprende del cuerpo mientras el humano duerme; adopta forma de animal, de humanoide, o de fenómeno natural o cósmico. Se ha reportado que hay labetik que residen en cuevas y no necesariamente en el continente corporal (Hermitte, 1970: 94-95; Pitarch, 1996; Sánchez, 2007; Figuerola, 2010a, 2010b).

    Hay tseltales que, aunque predestinados, requieren acudir a ciertas cuevas a rogar para que se le otorgue un lab: «Porque hay un señor que vive por el yan witz (abajo del cerro), cerca de la colonia San Fernando, de él dicen que llegó a pedir su swa’jel directo con el Señor Santo Tomás; su swa’jel que pidió es el xoch’ (la lechuza)» (F. López, entrevista, 06/10/1995).

    Según reportan Figuerola (2010a) y Pitarch (1996), las formas más temidas de lab son las humanoides, que refieren predominantemente a personajes de la Colonia y de la Iglesia católica, como bispo (obispo), pale (sacerdote católico) o scribano (escribano) —esta última figura se refiere a aquellos que en la finca o en las garitas tomaban nota de los despojos que llevaban a cabo con los campesinos—. Como incorporaciones recientes, se habla de aleluyas, que se trata de grupos de labetik que deambulan por el monte emitiendo cantos religiosos.

    El lab, además de dañar penetrando el cuerpo de la víctima para producirle enfermedad o muerte, tiene la necesidad apremiante de alimentarse o proveer a su grey de lo que se designa como mutil ta kot’antik (ave del corazón) (Pitarch 1996; Figuerola 2010), que refiere a un pájaro parecido a una gallina en la mujer o a un gallo en el hombre; también se menciona que puede ser una paloma, ave que reside en el corazón de los tseltales y que es la cognada del ch’ulel de la víctima. Para la extracción de mutil ta kot’antik, el lab silva de tal forma, que intenta reproducir el sonido de dicha ave, la que para acudir al llamado se desprende de su continente. Una vez logrado esto, procede a atraparla sometiéndola al destino de la comensalidad que se describe más adelante.

    Cabe señalar que el lab puede actuar por sí mismo o bajo la voluntad del j-ak’ chamel durmiente.

     

    Estrategias comunes de ak’bil chamel

    Cuando el ak’bil chamel se realiza mediante palabras «[…] sale a través de malas habladas» (V. Morales, entrevista, 28/05/1995) que se introducen en la sangre de la víctima, lo que, de manera incomprensible para mí, provoca sufrimiento, enfermedad o muerte. Si no, el lab/kibal se introduce en su víctima en forma de poslom (bola de fuego), tsajal o ik’ vaknebal (arcoíris rojo o negro).24

    Si la metamorfosis se da en la forma del temido poslom25 (bola de fuego) el ak’bil chamel se manifiesta a través de elevadas fiebres o de quemaduras corporales. Respecto del poslom, Guiteras señala:

    A la intrusión de objetos se les puede dar los nombres de poslom o majbenal, y tolk’aalté’. El poslom o majbenal produce fiebre, dolor de cabeza, una sensación de mordedura en el estómago y disnea; esta enfermedad se llama también ‘Oxlajuneb (trece), porque trece es el número de objetos que se ponen mágicamente en el cuerpo de la víctima (diversas serpientes venenosas, hormigas, avispas y alacranes, aparte zacate espinoso). En ocasiones, la intrusión de otros animales (cachorros caninos, lechones, armadillo, ranas, sapos y ratas) produce los mismos efectos. Tok’aalté’ es la intrusión de fuego, que causa tumores incurables. Cuando el poslom se relaciona con el vaknebal (arcoíris) puede también producir enfriamiento, explicándose así las fiebres y escalofríos del paludismo.

    A veces, en lugar de dirigirlas contra una persona dada, intencionalmente se colocan estas enfermedades a la orilla del camino, en sitios de descanso o a la sombra de un gran árbol, para que cualquiera que pase, o se detenga a reposar unos minutos las encuentre (Guiteras, 1965: 124).

    En otra referencia esta autora afirma:

    Las fuerzas malignas que se encuentran arriba están personificadas en el jaguar, el Poslom. Estos dioses celestes son trece, y entre ellos se incluye el «águila» o gran halcón, y los animales cuya mordedura ponzoñosa se parece al fuego. La única meta del Poslom es el aniquilamiento de la humanidad y sus protectores, Los wayjeletik del mal son sus aliados. El Poslom parece ser el aspecto de la Tierra que todo lo devora (Guiteras, 1965: 264).

    Asimismo, sobre el poslom Holland refiere:

    Los sueños particularmente peligrosos son aquellos en los que el individuo se ve tentado a seducir a una hermosa mujer, en los que se le ofrecen suculentas comidas de carne de vaca, de gallina, de pavo, de puerco o de carnero, o bebidas de aguardiente y chicha. Tales experiencias nocturnas, relacionadas con un espíritu maligno o con un objeto ofrecido por él, se consideran como pos lom y son a menudo una explicación de los dolores de estómago, de las hinchazones o de infecciones de todo tipo, de varias clases de trastornos respiratorios y especialmente de las enfermedades progresivas que producen pérdida de peso y debilitamiento general de la resistencia corporal. Los sueños que contienen agresiones, como pleitos entre enemigos, entre miembros de la misma familia, o ataques de animales como la mordida de un perro o una serpiente, la coz de un caballo, etcétera, pueden asociarse con un grave daño sufrido por el espíritu (Holland, 1963: 166-167).

    Aunque en la cita anterior se menciona el poslom, me parece que, por sus características, refiere a la capacidad ya señalada más arriba tanto del kibal como del lab de incidir por medio del ch’ulel contra su víctima cuando al soñar se deambula en yan vinajel-yan balamil.

     

    Consideraciones finales

    Referirnos al fenómeno de la brujería como una designación universal difícilmente permite distinguir diferencias entre las regiones, los pueblos y las especificidades de este fenómeno. Por ello, opté por utilizar la designación en tsotsil y tseltal, es decir, ak’bil chamel, que es similar en los dos primeros pueblos, y «mal echado» en español.

    Sobre similitudes y diferencias, cabe señalar que, entre quienes he designado como j-ak’ chameletik peticionarios, sus prácticas en ambos pueblos son iguales; en tanto que entre el kibal y el lab, si bien hay similitudes importantes en algunas de sus prácticas, constatamos diferencias sustanciales tanto en su naturaleza, como en ciertas formas particulares de hacer ak’bil chamel y en las estrategias para obtener el ch’ulel de las víctimas.

    Por otro lado, en la etnografía registrada es evidente y distinguible la presencia de elementos prehispánicos y católicos en cuanto al ak’bil chamel reportado. Respecto de elementos prehispánicos, se constata la presencia y participación constante de las deidades de la tierra, «los dueños de los lugares», y los ik’ y tsajal anjeletik situados en ojos de agua, cuevas, cerros, barrancos, etc., con los que el j-ak’ chamel peticionario busca relacionarse para llevar a cabo sus fechorías. Este aspecto no está presente en el cristianismo.

    Respecto de las incorporaciones, cabe resaltar que a más de 500 años de coloniaje y dominación, la única deidad proveniente del panteón católico presente en lo que se considera el ámbito del mal es el ajwalil pukuj (Lucifer), a quien desde tiempos de la Colonia se le asignaron como huestes tanto los metamorfoseantes, como las deidades prehispánicas.

    Otro elemento prehispánico que cabe resaltar es la noción de comensalidad, que destaca no solo por la necesidad imperiosa de nutrir constantemente a las deidades como la parte más importante del cumplimiento del mandato, sino por las formas que adquiere el deber ser del j-ak’ chamel peticionario, cuyas ofrendas siempre tienen un propósito nutricio, que se extiende a comer el ch’ulel u ofrecerlo para los efectos.

    El antecedente de comensalidad entre los mayas lo encontramos claramente expresado en el mito del Popol Vuh (Recinos, 2022: 28-80 y 132-133), específicamente en torno a la creación y destrucción de varias «humanidades», que culminó en la creación de la que actualmente habita la tierra, «los hombres de maíz», creación que resultó capaz de cumplir con el mandato primordial de adorar, cargar y nutrir a las deidades, quienes en retribución los proveen de protección personal y familiar, mientras que su incumplimiento se concreta en el desentendimiento de dicha protección, lo que expone a quienes no cumplen a diversos daños provenientes de las huestes del mal, entre estos el ak’bil chamel.

    Casi todo lo que toca el ak’bil chamel tiene que ver con comida, con comer o con dañar los órganos de la digestión. Las ofrendas que se dirigen al kajwal pukuj y sus huestes consisten en alimentos pungentes; si no, el kibal/lab atrapa los ch’uleltik de las víctimas para comerlos en compañía de sus pares.

    La comensalidad no es un elemento presente en el catolicismo, donde las ofrendas se hacen con propósito de agradar y honrar a las deidades.

    Por último, en la etnografía de la región producida a mediados del siglo XX repetidamente se menciona que el ak’bil chamel tenía como propósito fundamental el control social, como un mecanismo para restringir a la población en torno a espacios y tiempos. Se constituía en amenaza sobre quienes afectaban la salud o la propiedad de otros, o para inhibir la deambulación nocturna. Sin embargo, el ak’bil chamel siempre se ha dirigido a individuos y no a colectivos, y su principal motor ha sido la envidia o el odio, lo que desde mi perspectiva pone en duda la postura mencionada. En tal sentido, considero que es a través de reglas y castigos como la religión amenaza y presiona a la humanidad para su control.

    El ak’bil chamel, como la brujería en nuestro medio, es un fenómeno que perdura a través del tiempo y que tiene en cada caso una construcción histórica, tema que vale la pena estudiar como parte de lo que los humanos nos hacemos unos a otros.


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Signorini, Italo y Lupo, Alessandro. (1989). Los tres ejes de la vida. Almas, cuerpo, enfermedad entre los nahuas de la sierra de Puebla. Xalapa: Universidad Veracruzana.

Silver, Daniel B. (1966). Enfermedad y curación en Zinacantán. En Evon Z. Vogt (Ed.), Los zinacantecos (pp. 455-473). México: Instituto Nacional Indigenista.

Tedlock, Barbara. (1982). Time and the Highland Maya. Albuquerque: University of New Mexico Press.

Venturoli, Sofía. (2006). Curanderos, espiritistas, brujos y gente común en el umbral de la cueva. En Dolores Aramoni Calderón, Thomas A. Lee Whiting y Miguel Lisbona Guillén (Coords.), Presencia zoque. Una aproximación multidisciplinaria (pp. 97-116). México: Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas / COCYTECH / Universidad Autónoma de Chiapas / Universidad Nacional Autónoma de México.

Notas

1 El sufijo tik o etik implica pluralización en todos los casos.

2 Tedlock (1982: 116-118) señala que a lo largo de Mesoamérica se ha registrado la pulsación como un elemento de comunicación con el pasado, el futuro y lo anecúmeno. Lo destaca entre los mam, k’iche’, tz’utujil, ixil, ch’orti’, q’anjob’al’ y kaqchiquel de Guatemala; asimismo, entre los nahuas de Veracruz, mixtecos, zapotecos, y obviamente entre tsotsiles y tseltales.

3 Holland (1963:97) señala: «Durante el día, los hombres son observados y están protegidos por el Sol y los dioses del cielo; los dioses de la muerte están confinados al mundo inferior. Por la noche, en cambio, el Sol desaparece en el límite de la tierra y los dioses de la muerte tienen permiso de salir de su nivel en el mundo inferior para andar por la superficie de la tierra y atacar a la humanidad. Los tzotziles temen, en consecuencia, abandonar sus chozas por la noche porque pueden interpretar cualquier forma ambigua, como proveniente de los dioses de la muerte que han venido a injuriarlos. Con el comienzo del día y el regreso del sol, las deidades malignas vuelven por las cuevas a las profundidades de la tierra, donde muchas de ellas tienen sus casas, y el hombre tiene nuevamente la protección del Cielo. Historia de don Miguel Jiménez Luna, pág. 40» (Laughlin, 1966: 396-397).

4 En el pasado, los dueños de los lugares eran antepasados de tsotsiles y tseltales a quienes se designaba como ajaw. Por efecto del embate satanizador y descalificador llevado a cabo por grupos cristianos, sin perder su función, los dueños adquieren el fenotipo de angélico.

5 La iniciativa de hacer daño por volición de las deidades también la reporta Rodríguez (2017: 220) para los choles de Calakmul.

6 No se hace referencia a «la capacidad de metamorfosear», sino que lo entiendo como que la persona es, a elección, humana o su forma metamórfica.

7 Previo al embate de denominaciones cristianas a partir del segundo tercio del siglo XX, las deidades o dueños de los lugares se describían como ancestros de los mayas o deidades con aspecto y ropaje maya, a quienes se denominaba ajaw. Con el advenimiento de la escalada cristiana, gradualmente estás deidades adoptaron el fenotipo angélico y pasaron a ser denominados anjel en singular y anjeletik en plural.

8 Sobre el mukta pixol Holland menciona: «De vez en cuando los dioses de la muerte adoptan la forma de otro demonio, conocido como mukta pishol (sombrero grande) o walapatok (pies invertidos). Se cree que es alto y que usa un gran sombrero ancho, como los ladinos. Además, tiene dos caras y dos pares de pies, uno al frente y otro atrás. Como el ik’al vive en una cueva y hostiga a los hombres, principalmente durante la noche; no es tan abominable como el primero, pues sus hazañas no pasan de ser, por regla general, más que bromas; le gusta esconderse detrás de los árboles próximos a los senderos de las montañas para asustar a los caminantes, especialmente a los borrachos. Su travesura más típica y notoria es la de montar a caballo, cabalgar hasta un paraje lejano y abandonarlo. Es especialmente un peligro para las mujeres, pues también le gusta atacarlas en los senderos poco frecuentados de la montaña, con el propósito de seducirlas; como resultado, la mujer despertará a la mañana siguiente tendida en un río o en un pozo donde fue abandonada» (Holland, 1963: 127).

9 Acerca del ik’al, Holland apunta: «Los dioses de la muerte presentan muchas formas; la más común es la del ik’al, que los tzotziles conciben como un hombre negro del tamaño de un niño de cuatro o cinco años (de la Fuente, 1961), que viste generalmente como ladino —pantalón negro, camisa, zapatos y un sombrero de ala ancha— su ropa es muy sucia y huele a cuervo; suele llevar machete y anuncia su presencia con un silbido peculiar o arrojando piedras desde la cima de la montaña. El alimento del ik’al es la carne humana, de preferencia india, la cual come cruda. Parece tener una predilección por la cabeza humana; sin embargo, se cree que come también carne de animales, así como fruta o pozol y que sazona sus alimentos con piloncillo. El ik’al vive en una cueva situada en una montaña alta. Varias cuevas de la región se consideran como su morada, incluyendo una cercana a Larráinzar, donde hay muchos cascarones de huevo de los que se supone que son restos de su comida. Igualmente se cree que habita en las torres de la iglesia de Santo Domingo en San Cristóbal y en la iglesia de Chamula. El ik’al puede entrar mágicamente a una casa durante la noche y llevarse a la mujer que duerme junto a su marido, sin que ella pueda prevenirlo; si la mujer se resiste, él la obliga a beber su orina. Por otra parte, si la víctima es un hombre, le ordena cerrar los ojos y cuando los abre encuentra que el ik’al lo ha envuelto en una estera de paja y lo lleva hasta las nubes» (Holland, 1963: 125-126). También Pozas (1977: 205) lo reporta para Chamula.

10 La pakinté, según Holland: «Con frecuencia aparece ante los hombres que regresan a casa en la noche, por los caminos de la montaña; muchas veces le han oído decirles: ‘Ven sígueme. Soy tu mujer’. Puede incluso ofrecerles un regalo; si el individuo lo acepta, el regalo se transforma en humo. Si el hombre presta atención a sus palabras seductoras, ella lo conducirá por senderos desconocidos en lo alto de las montañas; él no conseguirá seducirla, pues cada vez que intente atraparla ella huirá para llevarlo más y más lejos hasta que, repentinamente, él se dé cuenta de que la mujer ha desaparecido. A la mañana siguiente el hombre despierta tendido en el fondo de un pozo o de un río, donde ella lo abandonó. Esta desgracia puede remediarse si el hombre se quita la ropa y la viste de nuevo al revés y después de hacerlo se persigna y reza. Al hacer esto, shpakinté se retira y aparece claramente el camino correcto de su casa ante el hombre» (Holland, 1963: 128). También Pozas (1977: 205) lo reporta para Chamula.

11 «Los dioses de la muerte aparecen también bajo la figura de una mujer conocida con el nombre de me’chamel (madre de la enfermedad). Me’chamel vaga por los parajes y, si sus gritos son escuchados, se toman como malos augurios de que alguien está a punto de enfermarse o de morir. Si se la encuentra cara a cara, su mirada es fatal. Algunos indios creen que me’chamel es una enviada de Dios para repartir sus castigos; otros la interpretan como uno de los dioses de la muerte; algunos más creen que los brujos, cuyos ojos de espejo pueden ver a través de los objetos y a grandes distancias, atraen a me’chamel o envían sus naguales para hacerla venir. Solamente los curanderos y brujos pueden verla sin recibir daño» (Holland, 1963: 128-129).

12 Por otro lado, la presencia de demonios menores es extensa en lo que fuera Mesoamérica. Al respecto, Signorini y Lupo señalan: «Los mazacame de este tipo son seres malosos y malévolos, pero constituyen una categoría completamente aislad que escapa al vasto y heterogéneo pelotón de los ehecame; tanto de los, digamos ‘naturales’ (demonios y señores de lugares) como de los ligados al mundo humano (muertos de mala muerte) y nahualme). Representan, efectivamente, un peligro relativo; quitando las contusiones, los rasguños y las heridas por seguirlos hasta lugares casi inaccesibles, sólo pueden causar nemouhtil a sus propias víctimas (y ni siquiera a todas), pero nunca les podrá provocar el mal que toma el nombre del encuentro con los espíritus: el ehecat. Su naturaleza luminosa, la capacidad de desaparecer o de transformarse en animales y su comportamiento burlesco los acercan a la figura del nahual de Tlaxcala, que Nutini y Roberts (s.f.) definen precisamente ‘transforming trickster’, por tratarse de un agente que explota sus propias dotes sobrenaturales al objeto de burlarse de las personas, pero sin producirles nunca serios daños» (Signorini y Lupo, 1989: 86).

13 Respecto de Cancuc, Figuerola (2010a: 322) refiere que los ch’abajom, es decir, quienes ayudan a sanar, son los únicos con el poder para llevar a cabo ak’bil chamel.

14 Hermitte (1970), Quezada (1989: 12), Signorini y Lupo (1989: 102-103), Scheffler (1992: 19) y Page (2023: 363) señalan la presencia de la predestinación para el mal en diferentes pueblos mesoamericanos. Venturoli (2006: 102) lo destaca para los zoques.

15 Holland dice: «Se cree, generalmente, que las personas se transforman en brujos por alguno de los siguientes métodos; algunos indios explican que el pukuj seduce subrepticiamente a las mujeres dormidas y el resultado de estas uniones son los brujos por naturaleza. Otros creen que el pukuj introduce secretamente algunas gotas de su sangre en las venas de los niños y cuando éstos crecen se convierten en brujos. Muchos tzotziles sostienen la opinión de que los niños, destinados a convertirse en brujos, no comienzan a serlo sino hasta la edad de trece años» (Holland, 1963: 134).

16 Toda vez que se menciona rezo, implica un complejo ritual aderezado con una ofrenda.

17 Hierbatero, huesero, partera, j-ilol y obviamente j-ak’ chamel.

18 «Los que tienen relaciones con los dioses de la muerte dejan de ser hijos de Dios porque su espíritu pertenece al pukuj. A cambio de hacer un pacto para servir a las fuerzas del mal, el brujo (tzotzil: ak’chamel; el que arroja la enfermedad) recibe conocimientos mágicos y poderes ocultos con los que daña a otros; se transforma en un facsímil humano del pukuj y, en adelante, las actividades de ambos son complementarias» (Holland, 1963: 132-133).

19 En este proceso, tanto Figuerola (2010b) para Cancuc, como Silver (1966: 465) para Zinacantán, reportan cómo el j-ak’ chamel elabora paquetitos que contienen pequeñas velas, carne y algunas hierbas, y los envuelve con papel periódico; les puede rociar pox o gasolina y luego los quema y entierra, todo mientras pide el ak’bil chamel nombrando a quien se desea matar.

20 Venturoli (2006: 105) afirma que entre los zoques quienes hacen mal también curan y llevan a cabo rituales para la fertilidad (ver además Page, 2023 y Silver, 1966: 457).

21 Me’il tatil (madre-padre del alma), que sabe cuidar el alma. Llamar totilme’il a una persona es como decir que «es un gran hombre». Es él quien sabe rezar, quien sabe defender el alma para que no muera. «Cerca del Dios vive el alma del anciano y dialoga con los Santos. Dialoga su alma con los Santos y con Dios. Defiende a sus compañeros. Explica su sueño, cómo ha soñado; explica a sus compañeros y lo van a respetar a respetar. El totilme’il es hombre, pero también puede ser mujer. Aconseja a todos: a los que están en las escuelas les dice que estudien mucho, que aprendan mucho» (Guiteras, 1965: 145). En tal sentido, Hermitte (1970: 52-53) se pronuncia para Pinola y agrega que tales personas son rayo, meteoro o torbellino. Nash al respecto dice: «Tanto a los antepasados como a los progenitores se les llamaba me?iltatik. Se creía que vivían en una cueva en la montaña desde la cual podían vigilar las calles del pueblo e impedir la entrada del mal que era llevado por el swayohel o espíritu animal del ak’chamel (literalmente el que da la enfermedad), o brujo. Sus intermediarios directos eran los curanderos cuyo espíritu animal cuidaba las calles del pueblo por las noches. Como curanderos que eran se llamaba a estos hombres u?ul, pero como guardianes de su parte de la división dual, se les llamaba me’iltatil. Los prefijos me?iltatil revelan su relación con los antepasados y otras figuras protectoras. Los principales y los alcaldes, a quienes se llamaba también me’iltatil, se encargaban de vigilar a los curanderos y ver que su poder no se empleara para el mal. El sistema funcionaba mediante represiones y equilibrios que protegerían la comunidad contra el mal» (Nash, 1973: 211).

22 Holland (1963: 134) también lo documentó en San Andrés.

23 En contraposición con lo documentado por mí, Pozas (1977: 204) señaló que los kibaltik de los j-ak’ chameletik son animales sanguinarios y también poslom (bolas de fuego).

24 Pozas (1977: 205) documentó que los kibaltik vaknebal (arcoíris) corresponden siempre a mujeres.

25 En Guiteras (1965: 191) se dice: «Poslom es el compañero de ‘Oxlajuneb; por eso hablan del Poslom que lleva pintura de rayas. El Poslom come al Sol, como si el Sol fuera un animal. Cuando va a llover y se tapa la Luna tenemos miedo del Poslom. La luna oculta por las nubes de agua es Poslom».

 

Cómo citar este artículo:

Page Pliego, Jaime Tomás. (2023), «El ak’bil chamel (mal echado). Similitudes y diferencias entre tsotsiles y tseltales». Revista Pueblos y fronteras digital, 18, pp. 1-27, doi: https://doi.org/10.22201/cimsur.18704115e.2023.v18.685