Devenir, presencias y ausencias en el Centro Histórico de Ciudad Juárez

Evolution/Transformation, Presences and Absences in Ciudad Juárez’s Historic Center

Flor Urbina Barrera
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
Luis Felipe Tenorio Castañeda
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
Recepción: 07/11/2018 Aprobación: 30/04/2019 Publicado: 14/06/2019

 

RESUMEN:Este artículo analiza, en tres apartados, el transcurrir del Centro Histórico de Ciudad Juárez como una elaboración determinada por las interacciones entre los habitantes de la zona. Primero, se atiende a su calidad de centro trasnacional de una ciudad fronteriza. Esta superficie urbana, por su devenir histórico, entraña una condición peculiar no solo en términos geográficos y espaciales, sino también patrimoniales, en cuanto a las edificaciones determinadas por este contexto regional. En seguida se hace un recorrido por algunas discusiones conceptuales sobre la relevancia contemporánea de los centros históricos y el uso y la apropiación del espacio público. Asimismo, se resalta el reconocimiento y la legitimación de la riqueza histórica y arquitectónica de algunos territorios urbanos frente a otros desprovistos de tales valores, lo que deriva en acciones e interpretaciones para su restauración y remozamiento. En el tercer apartado se expone una reflexión con respecto a las interacciones, encuentros y desencuentros, y las prácticas que confluyen y propician el deterioro y la pérdida de preeminencia del Centro Histórico de Ciudad Juárez.

PALABRAS CLAVE: ciudad fronteriza, paisaje urbano, apropiación, espacio público, riqueza arquitectónica.

ABSTRACT: This article analyzes the historic unfolding/evolution of Ciudad Juarez’s Historic Center as an elaboration determined by the interaction between its inhabitants, in three different sections. First, it focuses on the fact that it is a transnational downtown area in a border city. This urban surface, due to the way its history unfolded, entails a specific condition not only in geographic and space-related terms, but also to its architectural heritage expressed in buildings determined by its regional context. The second section visits / journeys through some conceptual discussions regarding the contemporary relevance of historic centers/downtowns and the use and appropriation of public space. In addition, it highlights the recognition and legitimation of the historical and architectural wealth of some urban territories vis-à-vis other territories deprived of such values, leading to actions and interpretations for their restoration and renovation. The third section presents a reflection regarding the interactions, encounters and disencounters, and practices that converge and contribute to the deterioration and loss of preeminence of Ciudad Juárez’s Historic Center.

KEY WORDS: border city, urban landscape, appropriation, public space, architectural wealth.

 

Introducción

 

Como objeto de estudio, el tema de los centros históricos concita diversas perspectivas, por ejemplo, la arquitectónica y la de estudios de planificación urbana, así como desde su reconocimiento como patrimonio histórico y signo de identidad local o regional. Igualmente, como el espacio que alberga los establecimientos para las actividades comerciales, administrativas, las oficinas gubernamentales y que sostiene el carácter del núcleo de la vida pública. Aquí nos interesa proyectar la mirada antropológica, es decir, contemplarlo como un espacio construido por las relaciones sociales que ahí se establecen. Desde este ejercicio se busca poner atención no solo en los inmuebles o en la planificación y las estrategias del gobierno municipal. Nuestra lectura no es unidireccional ni de arriba hacia abajo; se trata aquí de mostrar la trayectoria que durante las últimas décadas se ha trazado socialmente entre el uso del espacio y la operación de determinadas prácticas de quienes ahí confluyen: propietarios, autoridades gubernamentales, visitantes y consumidores, presencias que además revelan ausencias (Augé, 2018). Este artículo recoge, entonces, un trabajo etnográfico en el Centro Histórico de Ciudad Juárez.

 

Cuadro 1: Trabajo de campo realizado en el Centro Histórico de Ciudad Juárez.

Recorridos de observación

Enero de 2017 a julio de 2018

Entrevistas

  • Semidirigidas con 10 locatarios y comerciantes que tuvieran al menos 10 años en la zona.
  • Realizadas durante los meses de abril, mayo y junio de 2017.
  • Es necesario proteger la identidad de los entrevistados debido a las condiciones de inseguridad
    imperantes tanto en la zona como en la ciudad.

Entrevistados mencionados:

Uno: gestor de la función pública

Dos: locatario con 25 años en el centro

Tres: locatario con 50 años de habitar la zona

Cuatro: empresario con 25 años en el centro

Cinco: locatario con 25 años en el centro

Seis: comerciante con 40 años de habitar la zona

Siete: locatario con 46 años en el centro

Cuestionario

Respondido por al menos 10 individuos de cada uno de los siguientes grupos de edad.

a. Menores de 20 años, los más jóvenes

b. Entre 21 a 34 años, adultos jóvenes

c. Entre 35 a 44 años, adultos

d. Entre 45 a 59 años, adultos medios

e. 60 y más años, adultos mayores

Fuente: Elaboración de los autores.

 

 

Como se expresa en el cuadro 1, hemos realizado primero un ejercicio de descripción densa derivada de observaciones durante los recorridos de campo y ampliada por la indagación bibliográfica; de ese modo se logra mostrar el desarrollo reciente y la incidencia de las interacciones de los actores sociales, es decir, entre los sujetos y los espacios. Se muestra a comerciantes y consumidores; también a visitantes frecuentes u ocasionales. Asimismo, se traen a colación los proyectos impulsados por las autoridades o los propietarios para uniformar, remodelar o simplemente mostrar las fachadas de los establecimientos, y la toma de decisiones direccionadas hacia su eliminación, transformación o permanencia. Además de los recorridos por la zona, realizamos entrevistas semidirigidas con comerciantes, locatarios, visitantes y algunos representantes de la administración pública; todos ellos aludieron a problemáticas cotidianas y hablaron de algunas estrategias para cohabitar con las autoridades de la ciudad. Finalmente, aplicamos un cuestionario entre los consumidores del centro, divididos por grupos de edad, para identificar el uso y las posibilidades de disfrute de este espacio entre diferentes sectores de la población. Es decir, que esta propuesta no se elabora únicamente desde el análisis y la interpretación en el papel que realizan los estudiosos; la etnografía nos permite traer a estas líneas la propia voz y las percepciones directas de aquellos que habitan a diario el centro de esta ciudad.

Presentamos los hallazgos que nos permiten afirmar que el de Ciudad Juárez pertenece al ámbito de los centros históricos de menor envergadura y majestuosidad debido a la limitada presencia de inmuebles arquitectónicos catalogados como monumentos patrimoniales. Esto como resultado de su historia y de su especificidad geopolítica. Historicidad y espacialidad que le confieren el carácter de centro fronterizo, constituido con una tendencia a satisfacer necesidades de la población que transita entre el sur de Estados Unidos y esta latitud al norte de México. Un centro además empobrecido, en cuyo espacio se advierte la ausencia y el distanciamiento de los sectores medios y altos de la población juarense.

 

 

Nota tomada del diario de campo

 

7 de julio de 2018. Hemos decidido hacer un recorrido más de observación por el centro antes de concluir la redacción de este artículo. Es sábado. Son las 11:00 horas. El centro luce abarrotado. Familias compuestas por padres jóvenes con niños pequeños, mujeres y hombres en marcha mientras buscan alguna mercancía de su interés en medio de centenares de puestos ambulantes y comercios establecidos entre las calles. Parejas de novios, grupos de amigos, o simplemente personas solas de todas las edades. En la avenida 16 de Septiembre ya está reuniéndose la gente alrededor de unos cinco bailadores acompañados por un aparato musical. Se escuchan viejas canciones de pachucos o de rock de los años sesenta y la indumentaria de los danzantes los identifica con esa época. Los peatones los miran con curiosidad y algunos se dejan llevar por el ritmo.

Seguimos avanzando hacia la calle Francisco Javier Mina. Son al menos cuatro cuadras repletas de puestos y tiendas: carnicerías, tenderetes de frutas y verduras, granos, tortillas y antojitos. Venta de platos y utensilios para la cocina; todo para las tareas del hogar. Cada cinco minutos vamos encontrando cuadrillas de policías que patrullan el área. Los salones de belleza y establecimientos para el arreglo de las uñas están llenos de clientes. Hemos caminado por más de tres horas. La mañana ha sido muy calurosa. Intentamos entrar en el café La Nueva Central para tomar una limonada pero parece imposible. El lugar está lleno y hay una larga fila de espera. Seguimos andando. Las calles lucen sucias y en algunos tramos el entorno es maloliente. El semblante en general de los que recorren el lugar es de personas procedentes de sectores populares. Entre la multitud se aprecian además individuos que lucen afectados por el consumo de alcohol o alguna droga, hombres o mujeres que muestran los cuerpos enflaquecidos y desgastados por la miseria, otros con los brazos y el rostro totalmente cubiertos de tatuajes: un arma, una hoja de marihuana o una calavera grabadas en la piel. Algunos visitantes están tomando fotos de la catedral, de los pachucos y de los personajes que trabajan como estatuas vivientes para recibir algunos pesos a cambio. Después de las dos de la tarde concluimos el recorrido en la avenida Juárez, la que conduce hacia El Paso, Texas. Una hora después ocurrió una balacera, justo en la calle que nos despedimos; tres personas perdieron la vida, dos transeúntes y un vendedor de aguas frescas.

 

La construcción social del Centro Histórico

de Ciudad Juárez: especificidad fronteriza

 

El Centro Histórico de Ciudad Juárez no se caracteriza por ser un espacio integrado con antiguas edificaciones emblemáticas, a diferencia de otras ciudades del territorio mexicano. En Juárez los inmuebles que aún se conservan fueron construidos hacia finales del siglo XIX, durante el gobierno de Porfirio Díaz y solo uno de ellos ha recibido el reconocimiento de patrimonio cultural: la antigua aduana fronteriza, que tiene la categoría de patrimonio histórico y actualmente alberga el Museo de la Revolución en la Frontera.

El Centro Histórico de Ciudad Juárez está ubicado al norte de la urbe. En el extremo septentrional de esa zona no hay comercios ni zonas habitacionales ni oficinas, y al avanzar en esa dirección se llega a los puentes fronterizos, por donde se accede, incluso caminando, a la ciudad de El Paso, Texas. En las manzanas circundantes puede encontrarse todo tipo de establecimientos comerciales. Existen amplios corredores que funcionan como mercados de carnes, vegetales y comestibles en general. Al mismo tiempo, el comercio ambulante ofrece una amplia variedad de objetos de bajo costo, imitaciones y curiosidades diversas. También se observan ahí la catedral y algunas oficinas del gobierno municipal. El crecimiento urbano solo ha sido factible hacia el oriente y hacia el sur. A medida que avanza la edificación de la ciudad, el centro se va constituyendo como un espacio más alejado de las nuevas zonas habitacionales, comerciales, laborales y administrativas. La mancha se ha desplazado hacia el sur. Ahí hay cientos de miles de pobladores que son visitantes y usuarios de los llamados centros comerciales: Las Misiones, Gran Patio Zaragoza, Las Torres, Plaza Sendero, entre otras.

Resulta relevante identificar el centro de la ciudad como un punto de contacto entre dos países. No es únicamente el centro de una ciudad fronteriza, es un centro histórico fronterizo. Entre las diferentes fronteras en la geografía mundial, la de México y Estados Unidos es emblemática. Se trata de los márgenes del país más influyente de la historia contemporánea, es la franja que divide a los Estados Unidos de América Latina; sin duda alguna, es una de las fronteras más frecuentadas por viajeros que, en la mayoría de los casos, buscan ingresar en ese país.

Las ciudades vecinas1 integran en conjunto el territorio fronterizo; siguiendo a Gilberto Giménez, «la frontera es simplemente una línea político-administrativa que se mide en términos de longitud, pero no de anchura. La franja fronteriza, en cambio, es un territorio. Ambas nociones son… indisociables, pero constituyen conjuntamente el marco de lo que podríamos llamar fenómenos fronterizos» (Giménez, 2007:20). En tal sentido, desde mediados del siglo XIX el centro histórico de la otrora Paso del Norte, y a partir de 1885 Ciudad Juárez, ha sostenido una trayectoria fronteriza que mantiene imbricaciones de procesos de las dos ciudades, de los dos países.

Hacia los primeros años del siglo XX el centro de la ciudad mantenía condiciones comunes a las de otras urbes del país: alumbrado público, electrificación, drenaje, agua potable, líneas telefónicas, pavimentación de las principales calles y transporte en tranvías eléctricos (véase González y Siller, 2006:44). Entre las décadas de 1920 y 1930, a consecuencia de la prohibición del alcohol en los Estados Unidos, comerciantes y empresarios de Ciudad Juárez, al igual que en otras franjas fronterizas del norte de México, se articularon en el fenómeno y participaron en la venta y distribución del producto por medio de restaurantes y otros establecimientos, así como en actividades que, siendo ilegales allende la frontera, se propagaron en la ciudad vecina del sur, tales como las peleas de gallos, las cantinas y los prostíbulos. Simultáneamente, el dinamismo económico impulsó el surgimiento de otras actividades laborales y administrativas: oferta de servicios diversos, tiendas, gasolinerías, restaurantes, agencias aduanales, hoteles, cines, periódicos, imprentas y edificios de oficinas. El bullicio del centro de la ciudad siguió siendo evidente en los años posteriores. Así lo expresan algunos autores cuando citan que en 1941 «un periódico del El Paso afirmaba que el centro de Ciudad Juárez había mejorado de tal manera que “la transición de la ciudad norteamericana a la mexicana apenas si la notan, con excepción del lenguaje, los viajeros que cruzan el puente internacional”» (González y Siller, 2006:84).

La dinámica de articulación entre espacios de entretenimiento que ofrecían opciones censuradas en los Estados Unidos y la recurrencia de la clientela de ese origen contribuyó a construir los imaginarios de la ciudad del vicio (García-Pereyra, 2010:118). La imagen de Ciudad Juárez se vio afectada por una serie de factores políticos, sociales y económicos. Algunas autoridades civiles y eclesiásticas de El Paso, en su afán de sanear y transformar las actividades de ocio de su comunidad, impulsaron la migración de estos giros a la ciudad mexicana. La transición fue aprovechada por los empresarios y comerciantes juarenses, principalmente para los giros de esparcimiento y de entretenimiento nocturno, y optaron por invertir en negocios relacionados con juegos de azar, centros nocturnos, salones de baile, cantinas, así como prostíbulos y expendios clandestinos de sustancias tóxicas. Todo ello influyó para que en el imaginario social la ciudad fuera considerada como un foco rojo de mala fama. Las otras urbes fronterizas del norte de México corrieron con la misma suerte. Tijuana, por ejemplo, vivió una transformación similar por razones semejantes y de hecho fue catalogada como el casino del sur de Estados Unidos2 (Ongay, 2010:19).

En la década de 1970 se estableció en Ciudad Juárez una industria manufacturera que ha permitido a capitales estadounidenses intensificar su producción gracias a una oferta de mano de obra barata y a mayores ventajas para el traslado de insumos y mercancías por la cercanía y la facilidad de comunicación entre los dos países. La ciudad empezó a tener relevancia entre los puntos industrializados del país y sobrevino un periodo de florecimiento económico, particularmente de explosión de la demanda de trabajadores, que permitía ofertas para locales y foráneos. En las ciudades fronterizas se han ejecutado obras de construcción y vialidad en pleno apego al intercambio y tráfico de personas y mercancías entre ambos países. De acuerdo con Eduardo Alarcón (2000), en Tamaulipas las ciudades de Nuevo Laredo y Reynosa están diseñadas a partir del cruce internacional con Estados Unidos; las vialidades que van de norte a sur han concentrado las actividades aduaneras y la mayor parte de los establecimientos comerciales y de servicios.

En Ciudad Juárez las avenidas y bulevares principales rodean la ciudad hacia los cuatro puntos cardinales y de ese modo se distribuye la movilidad de miles de transacciones que suceden a diario en los puentes fronterizos entre Ciudad Juárez, Texas y Nuevo México. También en el centro histórico se ubican dos vías o avenidas principales que facilitan el flujo de personas y bienes comerciales; la avenida Juárez, que se encamina directamente al puente internacional Santa Fe, es una de las más representativas de Ciudad Juárez. Lo mismo puede afirmarse de la avenida Lerdo, paralela a la Juárez, que está repleta de establecimientos comerciales y de servicios.

Una particularidad más de Ciudad Juárez es la lejanía con respecto a otras ciudades mexicanas. Característica que no comparte con otras de la frontera norte, ya que tanto al oeste como al este del territorio mexicano las ciudades se localizan a menor distancia unas de otras. Al respecto, Alarcón (2000:114) describe las conexiones que en Tamaulipas permiten trasladarse a otras ciudades fronterizas y metropolitanas, como Matamoros y Monterrey. Estas posibilidades de contacto promueven relaciones no solo comerciales, sino en términos generales de interacción social. En Ciudad Juárez hay pocas alternativas para viajar a otras ciudades; las más próximas exigen un traslado de alrededor de 400 km; eso la convierte ineludiblemente en una ciudad próxima a El Paso, Texas, a donde es posible llegar simplemente caminando y cruzar el puente en la avenida Juárez; por supuesto, esta posibilidad inmediata únicamente existe para quienes tienen los documentos que son requeridos por el gobierno estadounidense.

La urbanización de las ciudades fronterizas del norte de México mantiene vialidades, edificaciones y áreas habitacionales colindantes con la línea fronteriza.3 Al contrario de lo que ocurre en las ciudades fronterizas estadounidenses, en las mexicanas norteñas se valora la cercanía con ese país. En ese sentido, Alarcón sostiene que en el caso de Matamoros se observan diferencias socioeconómicas según la distancia con respecto al centro de la ciudad, sito en las proximidades del cruce internacional; que la ubicación principal de la población de nivel alto «se encuentra próxima al cruce internacional y la separa del centro comercial histórico un área de población de nivel medio alto» (Alarcón, 2000:117). Por su parte, en Ciudad Juárez las nuevas áreas habitacionales de niveles socioeconómicos medios y altos se han mantenido aledañas a la frontera, pero alejadas del centro histórico que, de acuerdo con las condiciones y el equipamiento urbano actuales, puede considerarse como un espacio empobrecido y precario.

Otro aspecto del centro histórico fronterizo es la presencia del ferrocarril que ingresa del sur y se dirige hacia el norte, hacia los Estados Unidos. Cruza justamente por el centro de la ciudad, y parte y obstaculiza el tránsito de automóviles y transeúntes incluso en horas pico. Las vías ferroviarias dividen la ciudad en tramos; en el centro, específicamente, se ha optado por tender puentes a desnivel para agilizar la circulación; sin embargo, no ha sido suficiente para que fluya la vialidad en la zona.

Como parte del carácter fronterizo que mantiene la zona centro de la ciudad, es evidente la proliferación de establecimientos dedicados al área médica: consultorios dentales, laboratorios radiológicos, farmacias, ópticas y otros afines. Hay que considerar que el costo de los servicios de salud es más barato en México que del otro lado de la frontera. En ese sentido, la atención del lado mexicano es más atractiva para los estadounidenses. En distintos momentos se han hecho esfuerzos para captar a los consumidores del norte, ya sea como usuarios de servicios de la salud o mediante la oferta de diversiones. Hay que recordar que ahí mismo, en la calle Ignacio Mariscal, se encontraba la denominada zona roja, sitio de prostitución, así como de escondrijos y cantinas.

Otros autores coinciden en resaltar esta zona no solo por su trayectoria y devenir histórico, sino por su posición espacial; en tal sentido, especialistas de las áreas de arquitectura y desarrollo urbano expresan:

es el territorio donde se localiza el origen de la ciudad, ahí se han librado múltiples batallas: vencer la naturaleza y avenidas del río; sobrevivir a las incursiones de diversas tribus indias; presenciar la pérdida de territorio o la firma de diversos tratados. Sitio donde se vivencian las diversas recesiones económicas propias y extranjeras; o dan cuenta de la modernidad con la llegada del ferrocarril. Es el sitio en transición durante la recesión norteamericana o por la introducción de la industria maquiladora, imagen del pasado y de las transformaciones que definen o caracterizan su dinámica fronteriza de una ciudad «de paso» (Sandoval y Peña, 2010:10).

 

El Centro Histórico de Ciudad Juárez está definido, entonces, por su condición de frontera, por su lejanía con respecto a otras ciudades mexicanas, e incluso por su distancia frente a la nueva urbanización de la ciudad.

 

El Centro Histórico. Carácter y pervivencia

 

Los centros históricos en México han sido tema de interesantes estudios, principalmente en las regiones herederas de la tradición histórica mesoamericana, sobre todo por tratarse de las áreas con más población y andamiaje durante la administración virreinal. Actualmente, distintas ciudades de la región central del país conservan majestuosos inmuebles que datan de los siglos XVII y XVIII y que suman edificaciones tanto del periodo colonial como de los siglos XIX y XX. Diversas instancias de los gobiernos han conformado patronatos y proyectos para la restauración, preservación y resguardo de casonas, residencias, palacios, acueductos, calzadas, fuertes, templos y catedrales. Algunas ciudades promueven como emblema las edificaciones que conforman el llamado patrimonio cultural e incluso han obtenido certificaciones de patrimonio de la humanidad o mundial, título conferido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). La mayoría de las edificaciones antiguas y protegidas están ubicadas en los llamados centros históricos. En torno a estos espacios se han añadido nuevos servicios, además de incrementarse las dimensiones de las zonas centrales de las ciudades.

En el contexto mexicano, el Centro Histórico de la Ciudad de México es sin duda el principal por ser la capital del país. Desde 2007 se constituyó el órgano denominado Autoridad del Centro Histórico de la Ciudad de México, que actúa en apoyo al gobierno de la ciudad, pero que mantiene autonomía para «la planeación y ordenamiento del desarrollo territorial, económico y social del Centro Histórico» (achcdmx, s./f). Este órgano echa a andar acciones para revertir el proceso de deterioro del centro y propiciar su desarrollo. Cabe mencionar, entre sus principales objetivos, el repoblamiento del espacio a través de la promoción de la vivienda y de usos diversos de los inmuebles y el embellecimiento de espacios abiertos. Las principales acciones realizadas que se mencionan son: «la recuperación del espacio público como plazas públicas, jardines y calles, la conservación de inmuebles emblemáticos que forman parte de la memoria colectiva y constituyen el rostro simbólico de la identidad nacional» (ACHCDMX, s./f; las cursivas son nuestras).

Algunos autores explican que la pervivencia contemporánea de espacios tradicionales y del llamado patrimonio inmobiliario requiere una actuación amplia de intervención. Álvarez propone cuatro procesos. Primero, una operación de ornato y embellecimiento, que puede ser atractiva para un grupo de estrato social elitista. El segundo proceso se desarrolla desde la utilidad pública; se caracteriza por las operaciones urbanísticas, es decir, como un servicio a la ciudad, desde la productividad urbana. El tercero corresponde a la estrategia inmobiliaria, incluida la rehabilitación del centro histórico. Finalmente, la reutilización del patrimonio inmobiliario; se parte de analizar el estado físico de los monumentos e inmuebles considerados como patrimonio cultural o histórico, con el fin de rehabilitarlos y conservarlos. Sin embargo, en esta última etapa es donde se presentan las decisiones en cuanto a preservar, sin modificar en ningún sentido la esencia del inmueble, o intervenir de tal manera que las modificaciones se adapten a las necesidades de la sociedad actual (Álvarez, 1996:35-36). Se concibe el espacio como suma de voluntades, que articula intereses y redunda en el beneficio de la ciudad.

Hay quienes lo visualizan como un espacio integrador. Para Azevedo, históricamente están presentes ahí los principales monumentos y la sede del gobierno local; «sigue siendo el espacio de la alteridad y de la interacción social, étnica y cultural, de las fiestas populares, de las procesiones, de las paradas militares, de los saltimbancos, de los bailarines, mágicos y rezadores» (Azevedo, 2005:193). Además de la valoración arquitectónica, estética y la historicidad4 de estos espacios, surgen otras reflexiones igualmente trascendentes. En este sentido, se construyen estimaciones y méritos que implican la mayor relevancia de una zona sobre el resto de la ciudad.

Paradójicamente, el mismo autor aduce que, si bien es cierto que estos espacios conservan un reconocimiento y un valor histórico, también lo es que no aglutinan la plena centralidad en la ciudad actual, pues en general han dejado de ser el núcleo de intereses comerciales y de relaciones sociales. Simultáneamente, Carrión opina que existen circunstancias que reducen la prominencia de los llamados centros históricos, por razones como su difícil acceso, las calles cerradas o peatonalizadas, limitaciones que entorpecen la circulación y la articulación con el resto de la ciudad; además, los considera espacios de rezago tecnológico, poco prácticos y que rompen las redes de relaciones sociales y todo ello produce una escasa vinculación e interacción de diversos sectores de la sociedad (Carrión, 2005:92).

Pensar el centro de la ciudad como espacio de relaciones sociales añejas y actuales origina perspectivas a veces contrapuestas, ya que como se mencionó, algunos no lo consideran articulado con respecto al resto de la ciudad, mientras que en otros casos se destaca que la centralidad no solo alude a actividades financieras o comerciales, sino que además genera estructuras que moldean la imagen de la urbe a partir de la utilización adecuada de sus edificaciones o de sus espacios. Desde este ángulo se busca la rehabilitación de ciertos espacios públicos con la intención de atraer inversiones y capitales, así como una imagen que despierte el interés de visitantes y usuarios (Luquetta y Vidal, 2009:38).

Hasta aquí son visibles al menos tres posturas en torno a la rehabilitación y preservación del centro histórico: un discurso sobre el patrimonio de la sociedad, ya sea de alcance local o mundial; otro que encuentra el proceso como estrategia para generar un ámbito de consumo, incluidos los visitantes cotidianos y la afluencia del turismo; y uno más referido a la carga onerosa y desarticulada relacionada con el crecimiento de la ciudad. Los tres discursos no son excluyentes, y a veces los encontramos superpuestos. Por lo tanto, la preservación de espacios e inmuebles implica la coexistencia de intereses en pugna; en este sentido, «el espacio público —como las plazas— termina siendo, por un lado, un desperdicio para la lógica económica de la maximización de la ganancia, y por otro, un mal necesario para cumplir con las normas del urbanismo» (Carrión, 2005:96).

Las acciones emprendidas en el centro histórico pueden favorecer a quienes persiguen intereses hegemónicos y se proponen retirar a los pobladores comunes, por ejemplo, al convertirlo en museo abierto, siguiendo la expresión de Herrera (2014). Esto es, hacerlo llamativo y elegible solo para visitantes selectos y para la atracción del turismo. Pero también se advierte el abandono y la falta de obras de recuperación y reutilización que conduzcan a incluir a la población y a elevar la calidad de vida en aspectos económicos, sociales y culturales de la localidad. Herrera denuncia que el Centro Histórico de Ciudad Juárez ha iniciado un proceso de deterioro espacial, arquitectónico y social, que data de la década de 1960, y que significa un obstáculo para la competitividad de la ciudad (Herrera, 2014:105).

La noción de paisaje urbano aporta una ruta propositiva para pensar las problemáticas y condiciones actuales del deteriorado Centro Histórico de Ciudad Juárez, según la propuesta que exponen Brandis y Del Río (ver fotografía 1). Esto supone tres dimensiones: un patrimonio urbano, los lugares de vida de los ciudadanos y los espacios que reflejan la cultura urbana. Es decir, el paisaje urbano no solo se refiere a su configuración, a determinado número de calles, a un conjunto de inmuebles y plazas o monumentos, sino además a las cualidades que añade la sociedad: «son los espacios donde la sociedad se hace visible, los espacios de la expresión y la apropiación social por excelencia, que albergan el cotidiano transcurrir de la vida colectiva, el encuentro y el intercambio […] termómetro para determinar los valores de integración social, los alcances de los sentidos de pertenencia y las capacidades de apropiación de lo público» (Brandis y Del Río 2016:241).

En este trabajo etnográfico pudimos reconocer la apropiación social del espacio al adentrarnos en la vida diaria de los que lo habitan y los que se mantienen ausentes ante un tendido de relaciones sociales que muestran dinámicas de integración y de separación.

Las condiciones en que se mantiene al Centro Histórico juarense confrontan las intenciones de los diversos sectores de la sociedad. Es un espacio en el que confluyen intereses diversos, en ocasiones afines y en otras contrapuestos (Magdariaga et al., 2014:159). La preservación de los bienes culturales conlleva ventajas y perjuicios para los sectores sociales involucrados; se trastocan intereses económicos, habitacionales, referentes simbólicos, querencias y afectos. Intervenir en la ciudad, en los espacios públicos, es intervenir en la percepción de los individuos y de sus vínculos con el paisaje urbano, es intervenir en las historias de vida que los pobladores construyen al habitar la ciudad.

Fotografía 1. Avenida 16 de septiembre.

Fuente: imagen tomada de Sabina Loghin.

 

La rehabilitación del Centro Histórico de Ciudad Juárez

 

En el Centro Histórico de Ciudad Juárez se han ejecutado algunas acciones con la intención de enfrentar el deterioro. Se ha buscado la reactivación económica, el saneamiento, la erradicación de actividades ilegales, así como la garantía de ofrecer un entorno seguro, en acciones concretas como el programa de demolición de fincas, el remozamiento de fachadas, la conformación de un patronato y más recientemente de un plan maestro para el propósito aludido.

Para dirigir la atención hacia las interacciones sociales en el centro de la ciudad mostraremos a los que lo habitan. No nos referimos a sus moradores, sino a todos aquellos que frecuentan este espacio, los visitantes, consumidores, clientes cotidianos y ocasionales, así como a los empleados, trabajadores y propietarios de los establecimientos comerciales y los cientos de vendedores ambulantes.

Marc Augé, al hablar de ciertos lugares que algunos abandonan mientras que otros los encuentran acogedores, distingue tres clases de habitantes del mundo: los poseedores, los consumidores y los excluidos (Augé, 2018:13).

En el Centro Histórico de Ciudad Juárez podemos identificar como poseedores a aquellos inversionistas que promueven actividades y poseen edificaciones, así como a los propietarios de negocios, algunos a mayor escala que otros; en general, a todos aquellos cuyos intereses en la zona están en función de su condición de propietarios. Están presentes también los consumidores: de las mercancías, de los servicios ofertados y del espacio en sí mismo. Finalmente, las presencias nos permiten identificar las ausencias: los excluidos del centro pueden serlo tanto porque el lugar y las interacciones sociales que ahí ocurren no les dan cabida, es decir, hay excluidos porque son desplazados por otros, pero también los hay porque se autoexcluyen; estos son los que rechazan ser habitantes de un lugar.

Entre los entrevistados son comunes los recuerdos de la vivacidad de las calles del centro, de los espléndidos espectáculos y los bailes protagonizados. Fue a finales de los noventa y partir de la década de 2000 cuando las actividades comerciales y la afluencia de visitantes mostraron claros signos de decaimiento, deterioro y abandono. Paradójicamente, el comienzo del desmoronamiento del centro viene a la par de iniciativas de intervención gubernamental que, en voz de las especialistas, han sido favorables a grupos de capitales privados (Sandoval y Peña, 2010:11). Uno de los primeros antecedentes fue el Plan Parcial Centro Histórico de Ciudad Juárez, en 1997, con el cual se buscaba la reactivación económica, así como de la actividad turística y cultural de la zona, además de aportar equipamiento e instalaciones que permitieran ofrecer servicios financieros, comerciales y de negocios (pmduch, 2014). Posteriormente, en 2004 y 2007 se pusieron en marcha acciones dirigidas a la intervención directa de los inmuebles, como a la promoción del turismo y las actividades comerciales. Se trataba también de sanear y erradicar las actividades ilegales y ofrecer un entorno de seguridad para los habitantes de la zona.5

Hacia 2004 el gobierno municipal asumió la tarea de intervenir en el centro de la ciudad para erradicar la clandestinidad que existía en muchos bares, cantinas, restaurantes y centros nocturnos, y con la intención de mantener la zona libre de drogas (Cruz, 2014). Entre 2004 y 2010 se ejecutó un programa de demolición de fincas en el centro histórico, que incluyó la histórica estación de bomberos y la delegación de tránsito.

Para esta primera etapa el gobierno de la entidad creó una oficina enfocada en las negociaciones del centro: «encargada de contactar a los propietarios y negociar la adquisición de propiedades, cuyo titular sería la misma persona que, según versiones de la prensa, habría desempeñado el mismo rol en el proceso de regeneración del Centro Histórico de la ciudad de Chihuahua» (Martínez, 2010:32).

Durante la administración municipal 2010-2013 se entablaron negociaciones con los comerciantes para la venta de sus fincas. Algunos de ellos detectaron irregularidades en la compra de los inmuebles, ya que en su opinión los precios de compra fueron muy bajos con respecto al valor real, y muchos de estos solo se demolieron.6 A pesar de que se buscaba reactivar las actividades mercantiles en el área, los métodos utilizados terminaron con muchos establecimientos. Durante la gestión del gobierno estatal 2010-2016 se adoptó una estrategia al parecer más agresiva: se nombró a un negociador que trató con los comerciantes; algunos entrevistados denunciaron que este había presionado a los dueños para que entregaran sus fincas bajo amenazas de que mientras no lo hicieran se les realizarían estrictas auditorías, y que en caso de no aceptar sus condiciones les enviarían a la policía. De ese modo recibieron pagos mínimos por las fincas, que posteriormente fueron demolidas.7

La intención de las demoliciones estaba vinculada a un plan para fomentar el turismo. El objetivo era la construcción de una plaza en los terrenos en que se ubicaban la estación de bomberos y la delegación de tránsito. El proyecto llevaba por nombre Plaza Santa Fe. Algunos locatarios explican que la intención subyacente era atraer a visitantes estadounidenses. Incluso se pensaba en ofrecerles un transporte exclusivo y evitar así que llegaran a los demás comercios de la avenida Juárez.

Hay autores que opinan que los recorridos turísticos y los catálogos de la unesco sobre Patrimonio de la Humanidad tienden «a desarrollar una percepción muy simplificada de [la] riqueza patrimonial […]. Pero también las propias ciudades propician ese proceso de simplificación reduccionista de su patrimonio cuando sus autoridades definen rutas, señalizan itinerarios y distribuyen planos que condicionan en buena medida el desplazamiento de los turistas por el centro histórico y lo dirigen hacia una serie muy limitada de edificios» (Cavaillès et al., 2016:38).

En Juárez ocurrió entonces que sobrevino una reacción organizativa desde la sociedad y de ese modo se conformaron e integraron varias instancias, como la Comisión para el Desarrollo Social y Humano del Centro Histórico y la de Comerciantes de la Av. Juárez, que juntas integraron el Patronato Ciudad Juárez para Todos, Asociación Civil, empeñado en la defensa de los inmuebles para evitar su demolición. Después de diversas gestiones, el patronato logró detener el proyecto (entrevistado uno, mayo de 2017).

Para que dicho Patronato obtuviera legitimidad se recurrió a su institucionalización. No basta con que los individuos mantengan intereses afines, es necesaria la participación organizada y su formalización: «las redes sociales no son un dato natural y deben construirse mediante estrategias de inversión orientadas hacia la institucionalización de relaciones grupales, utilizables como una fuente confiable de otros beneficios» (Portes, 1999:4). El entrevistado dos es un comerciante del Centro Histórico desde hace 25 años. Él perteneció al patronato y comenta que solicitaron apoyo a la Cámara Nacional de Comercio (canaco), y que ese organismo se los brindó y les asignó un lugar en la mesa directiva.

Por medio de la canaco se obtuvo un oficio cuya presentación ante el gobernador del estado de Chihuahua evitó la demolición y compraventa impuesta de más propiedades. Asimismo, dentro de estas negociaciones existían algunas que eran «de palabra», que a su vez tenían que ser «pagadas» con favores para compensar el apoyo; «las transacciones que implican capital social tienden a caracterizarse por la presencia de obligaciones no especificadas» (Portes, 1999:4), que al final se convierten en normas de reciprocidad. El entrevistado dos lo describe de esta manera: «y así lo hacemos todos los comerciantes cuando apoyamos a algún presidente de la Cámara de Comercio, entonces pues él me apoyaba, yo lo apoyaba y pues era así como que un, cómo te puedo decir, ¿un… trueque?»

En 2014 se diluyó la presencia de dicho patronato, en cierta medida porque en 2013 inició la contienda electoral por la presidencia municipal. Algunos de sus integrantes estaban involucrados en el proceso electoral, por lo que se presentaron algunas renuncias. Ante este escenario, el informante dos intentó asumir el liderazgo del patronato, pero se generó una oposición que lo impugnaba por no pertenecer (su tienda no estaba ubicada) a la avenida Juárez, es decir, estaba fuera del rango que representaba el patronato, y no fue aceptado.

Finalmente, el patronato jugó en su momento un papel importante para los comerciantes en la medida en que hizo evidente la capacidad y voluntad de sus integrantes para trabajar con un fin en común: la defensa de la avenida Juárez, por medio de lazos de cooperación y formas efectivas de involucramiento, que les permitieron acceder a la información y al conocimiento disponibles (véase Etkin, 2007).

El Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP) lanzó en 2014 un nuevo proyecto para el centro. Entre sus objetivos incluía: recuperar el valor histórico y cultural de la zona mediante el rescate de los espacios públicos y edificios que constituyen el patrimonio histórico de la ciudad; reactivar la economía de la zona y potenciar su funcionalidad como centro urbano, a partir de inversiones público-privadas; reordenar e impulsar el sector turismo; otorgar a la zona el carácter de Centro de la Ciudad y de la Región Fronteriza (pmduch, 2014). El documento presentado por las autoridades expresa que para la elaboración de dicho proyecto se consultó durante 30 reuniones con grupos de interés en la zona de intervención, es decir: comerciantes, usuarios, académicos, funcionarios de gobierno, empresarios y la prensa. Al respecto, en la presente investigación se preguntó a los entrevistados sobre su conocimiento y participación en las reuniones para generar el plan maestro.

 

 

Los encuentros e intercambios entre los habitantes del centro

 

a) Los poseedores o propietarios

De los 10 comerciantes y locatarios entrevistados, solo tres tuvieron conocimiento de las reuniones efectuadas. El entrevistado tres, comerciante desde hace 50 años en la avenida Juárez, expresó que el plan que les dieron a conocer contemplaba la remodelación de fachadas, puesto que se lucían muy deterioradas y ninguno de los dueños de las fincas quería invertir para mejorar la imagen de los establecimientos, debido a que no existían condiciones que les proporcionaran estabilidad. 8 Asimismo, el entrevistado cuatro, restaurantero de la avenida Juárez desde hace 25 años, consideró que las sesiones realizadas por las autoridades siempre tuvieron tintes políticos; solo parecía interesarles recabar las firmas de asistencia a las reuniones. El entrevistado cinco, con 25 años de locatario en el centro, comentó: «se nos presentó un proyecto, pero cambiaban de idea, porque nos prometieron una cosa y luego que siempre no, no sé por qué, no se hizo» (ver fotografía 2).

Por otra parte, aquellos que nunca tuvieron conocimiento de las sesiones, y propiamente del Plan Maestro de Desarrollo Urbano del Centro Histórico, consideran que las autoridades tomaron decisiones unilaterales. Que las tres personas que se enteraron y asistieron a dichas reuniones eran locatarios de la avenida Juárez; que el plan no especificaba las zonas de consulta y dejaba entrever que el diagnóstico dio prioridad a los locatarios de esa avenida, y dejó fuera a otros comerciantes de calles colindantes.

 

El proyecto de remodelación de fachadas que se ejecutó en la avenida Juárez fue elaborado por la Cámara Nacional de Comercio y financiado por la Secretaría de Turismo. Se invirtieron 50 millones de pesos tanto para la remodelación de fachadas como para la rehabilitación de la infraestructura urbana. El entrevistado dos participó como organizador y administrador de este proyecto y comentó que el financiamiento del recurso era a fondo perdido, es decir, se preveía que los locatarios beneficiarios no pagarían nada por su remodelación, y que la única condición era que se vieran resultados de la inversión y que se reflejara también en la imagen de la avenida.

 

Fotografía 2. Aspecto recurrente de las fachadas en el centro de Ciudad Juárez.

Fuente: imagen tomada de Susana Villalobos.

 

La primera tarea para hacer efectivos los 50 millones de pesos fue proponer el diseño de las fachadas. Se recurrió a arquitectos en un proceso que duró seis meses. Y aunque algunas de las propuestas rebasaban lo previsto, finalmente se llegó a una selección, a lo que el entrevistado dos comentó: «de la noche a la mañana se aprobó uno de los diseños que se encontraban todavía en proceso de selección». Luego se presentaría la parte legal de la remodelación en la que fue necesario notificar a los dueños, quienes tenían que firmar un oficio con su anuencia a la intervención. De ese modo, tal como lo establece el documento del pmduch, la intervención se iniciaría en las dos primeras manzanas contiguas al puente internacional:

 

El propósito general es recuperar fachadas originales, pintarlas, restaurar cornisas, borrar grafitis, así como también quitar cableado y avisos publicitarios excesivos y/o fuera de norma. En cuanto a la Av. Juárez (puerta de acceso a los Estados Unidos) la respuesta es darle un tratamiento para homologar las fachadas, es decir, pintarlas de color blanco o colores claros, quitar letreros y en su lugar colocar unas placas de acero de acabado oxidado con los nombres de cada negocio, los cuales también contarán con iluminación homogénea. Se respetarán las fachadas existentes (pmduch, 2014:256).

 

El entrevistado dos comentó que existieron muchos problemas en esas dos primeras cuadras, debido a que varios dueños de los locales se opusieron a la intervención de sus fincas y eso retrasó un tanto el proyecto. Una vez que se logró convencerlos, surgieron imprevistos en el diseño; por ejemplo, se colocaron unas placas de acero de acabado oxidado en donde estaba escrito el nombre del negocio, pero los materiales sufrieron daños por las heces de las aves que habitan la zona. Esto provocó que se modificara el diseño y se colocaran letras independientes en color cromado, con un agregado de iluminación entre las letras para que resalten en la oscuridad.

En la manzana 14 ocurrió lo contrario:9 los dueños de los locales no utilizaron apoyo de ninguna instancia gubernamental. El documento del pmduch describe que la intervención en la manzana 14 nace por iniciativa de los locatarios que la conforman, es decir, su remodelación fue gestionada con recursos propios. Estos realizaron algunas propuestas de modificación arquitectónica en la que destaca la remodelación de fachadas, que se integraba al concepto que propuso el pmduch, además de convivir con la peatonalización de la avenida 16 de Septiembre y la rehabilitación de la avenida Juárez. Incluso se firmó un acuerdo por parte de propietarios de la manzana 14 en el que fijaban un plazo aproximado de 24 meses para concluir el proyecto (pmduch, 2014:276-280).

Al reflexionar sobre la imagen de las ciudades, Lynch propone que para que una imagen posea valor para la orientación en el espacio vital debe ser suficiente, auténtica en un sentido pragmático y permitir que el individuo actúe dentro de su medio ambiente en la medida deseada (Lynch, 2015:18). En este sentido, los entrevistados han expresado su perspectiva con respecto a la nueva imagen que se está construyendo en el Centro Histórico. Entre sus opiniones destacan aspectos acerca de la limpieza y la congruencia estética. El entrevistado seis, locatario de la manzana 14, comenta que hace falta más aseo y «que los botes de la basura no son acordes a la calidad de esta ciudad». Por su parte, el entrevistado siete, que es propietario de un estudio fotográfico desde hace 46 años, manifiesta su inconformidad con el mobiliario urbano y con la falta de un estilo o una imagen que lo caracterice, ya que se colocaron cabezas de payaso encima de los botes de basura y considera que eso no tiene nada que ver con la remodelación.

Además, a la problemática se suma la presencia del comercio ambulante; en este sentido, uno de los locatarios externó su inconformidad:

 

cada fin de semana dejan a los ambulantes ahí… esta es la ciudad de los eloteros, porque hay veinte, veinticinco carritos (en unas cuantas calles) vendiendo elotes y yo estoy de acuerdo que todos necesitamos o requerimos de generar dinero para nuestras familias, pero si les van a dar oportunidad de trabajar ¿pues por qué no los uniforman? ¿Por qué no les hacen un carrito bonito? Nosotros no estamos en contra de nadie, pero sí queremos que los regulen, que se vean bien, que haya un orden (entrevistado seis).

 

De igual forma, el entrevistado cuatro comenta su descontento con el comercio informal: «ahorita la imagen urbana es pésima, se ve como de barrio, se ve de segunda, porque está desfasado el centro histórico, está súper invadido por ambulantes, los drenajes, olores, no hay baños públicos, no hay casetas ni folletos de información turística, así estamos, tristemente es una realidad».10

En su artículo sobre el centro de la Ciudad de México, Delgadillo explica que para atraer inversionistas y colocar en mejor posición los centros históricos es necesario el uso del marketing. En América Latina, antes de vender la imagen de los centros históricos, lo primero que se debe hacer es limpiar y garantizar la seguridad para los visitantes, lo que supone la eliminación del comercio en la vía pública por medio de su reordenamiento (Delgadillo, 2008:828). El entrevistado uno, que ha sido colaborador de la Comisión para el Desarrollo Social y Humano del Centro Histórico de Ciudad Juárez, declaró estar al tanto de la publicación de una nueva ley federal en donde todos los centros históricos del país tienen que ir en la misma frecuencia de rehabilitación (Diario Oficial de la Federación, 2018).

En su reflexión acerca de los centros históricos, García (2010) insiste en la condición de «producto» que son las ciudades en sí mismas, y los centros históricos son mostrados también desde esta perspectiva, como un producto para ser comercializado y dirigido hacia diferentes públicos. Uno de los errores que ese autor considera más comunes dentro de la comercialización de las ciudades, específicamente de los centros históricos, de acuerdo con Kotler (en García, 2010), sería una inadecuada promoción, ya que dentro de la elaboración de la imagen se ejerce solo la comunicación y no la práctica. En este sentido se deben identificar y determinar las necesidades de los diferentes públicos, así como desarrollar una serie de productos y servicios en la ciudad para satisfacer a los distintos públicos internos y externos (García, 2010:214). Se trata de ir más allá de lo que se acuerda para comunicar, mucho más que solo trasmitir una imagen homogénea de las fachadas, de los colores y los anuncios luminosos en un par de avenidas. Falta identificar tanto lo que se busca difundir como lo que se puede encontrar en el Centro Histórico de Ciudad Juárez.

 

 

Los consumidores y visitantes. Las presencias y las ausencias

 

Otros habitantes del centro son aquellos que acuden como consumidores y visitantes, clientes de los establecimientos, paseantes y transeúntes. Para esta investigación fueron abordados consumidores y transeúntes dentro de un abanico que incluyera desde a menores de 20 años hasta algunos mayores de 60 años,11 sin mayores pretensiones al agruparlos, es decir, no se hicieron cortes etarios bajo alguna construcción teórica en particular; se trataba de una clasificación que facilita la exposición y la comprensión acerca de las presencias en el lugar. Se fijaron los siguientes conjuntos:

Menores de 20 años - los más jóvenes

Entre 21 a 34 años - adultos jóvenes

Entre 35 a 44 años - adultos

Entre 45 a 59 años - adultos medios

60 y más años- adultos mayores

 

Con respecto a la frecuencia y los objetivos al presentarse en el centro, todos los conjuntos expresaron estar ahí para comer o ir de compras (véase cuadro II. Las respuestas aparecen según el mayor número de menciones). Sobresale el conjunto de los adultos, o sea, el grupo de edad de 35 a 44 años, que declararon el gusto por acudir a las cantinas de la zona, Se asume que estos tienen ingresos más estables que los otros conjuntos y que a su vez podrían considerarse como el grupo de edad con menos sanciones o mayor permisividad para ser clientes de dichos establecimientos. De la información obtenida también se colige que los adultos medios y los adultos mayores suelen acudir a la zona con mayor frecuencia para realizar diversas actividades lúdicas. Y que a medida que son más jóvenes los visitantes del área central son consumidores menos involucrados con el lugar.

Cuadro II: Frecuencia y objetivos al presentarse en el centro de la ciudad

(-20) Los más jóvenes

—Diariamente.

—Es parte del trayecto entre la escuela y la casa.

—Para hacer algunas compras o para ir a comer.

—Algunos se hacen presentes tan solo una vez al año y es para cruzar a El Paso, Texas.

(21-34)

Adultos jóvenes

—Los fines de semana, o alguna vez al mes.

—Como distracción, para pasear, comer, asistir a los bares.

 

(35-44)

Adultos

—Diariamente o un par de veces por semana.

—Acuden a comprar el mandado, es parte del trayecto entre el trabajo y la casa.

—Para comer o para visitar las cantinas.

—Algunos acuden solo una vez al año para hacer alguna compra e ir a comer.

(45-59)

Adultos medios

—Diariamente, los fines de semana, o unas 3 veces al mes.

—Vienen a trabajar, de paseo, para hacer compras o a comer.

 

(60+)

Adultos mayores

—Diariamente, dos o tres veces por semana.

—Para pasear, hacer algunas comprar, ver el baile, escuchar música, ver a la gente, platicar con los amigos.

—Algunos vienen unas tres veces al año, para realizar algún trámite en las oficinas de gobierno.

Fuente: Elaboración de los autores.

 

 

La segunda pregunta fue específica acerca del gusto o agrado por el espacio que nos ocupa (véase cuadro III). A los más jóvenes suele gustarles menos que a los de mayor edad. Los primeros externaron una serie de razones para su desagrado relacionadas con la inseguridad y el tipo de personas con quienes coinciden en ese espacio. Por su parte, los adultos jóvenes también hicieron énfasis en el ambiente «pesado» que encuentran. La población de adultos también percibe la inseguridad en el entorno del centro. Por su parte, los adultos medios y los adultos mayores parecen menos preocupados por la inseguridad, tal vez porque están más familiarizados, mientras que los más jóvenes se sienten vulnerables en ese espacio. Los adultos mayores, tal vez como resultado de su madurez y experiencia de vida, no emitieron ninguna inconformidad, simplemente disfrutan de estar ahí. En los cuatro conjuntos restantes sobresale la coincidencia sobre la suciedad y pestilencia del lugar.

Cuadro III: Le gusta visitar el centro de la ciudad

(-20)

Los más jóvenes

La mayoría respondió que no.

Razones expresadas:

— Mucha gente

— Ambiente de inseguridad

— No me gusta el tipo de personas

— Gente irrespetuosa

— Mal olor

(21-34)

Adultos jóvenes

La mayoría respondió que sí.

Quienes dijeron no, argumentaron lo siguiente:

— Mal olor

— Ambiente pesado y venta de drogas

 

(35-44)

Adultos

Las respuestas se dividieron uniformemente entre sí y no.

Quienes dijeron que no adujeron lo siguiente:

— Está sucio

— Mucha gente

— Inseguridad

(45-59)

Adultos medios

La mayoría respondió que sí.

Solo un participante dijo que no:

— Problemas de vialidad tanto de autos como de peatones

— Está sucio

(60+)

Adultos mayores

Todos respondieron que sí les gusta visitar el centro

Fuente: Elaboración de los autores.

 

 

La tercera pregunta nos permite conocer lo que les gusta del centro de la ciudad. Todos, desde los más jóvenes hasta los adultos mayores, disfrutan de los inmuebles monumentales como la catedral, el museo, la plaza de armas. Todos hicieron referencia también a la variedad de opciones de mercancías que pueden elegir. Igualmente, comentaron que disfrutan los antojitos, restaurantes y las alternativas para comer en la zona. Los más jóvenes y los adultos jóvenes no mencionaron nada acerca del disfrute de convivir o simplemente ver a otras personas; sin embargo, los tres grupos de edad restantes declararon que les complace de mirar a otros, saludarlos e incluso bailar y ser parte del ambiente que se genera (véase cuadro IV).

Cuadro IV: Mencione lo que le gusta del centro de la ciudad

Los más

Jóvenes

(-20)

Adultos jóvenes

(21-34)

Adultos

(35-44)

Adultos medios

(45-59)

Adultos mayores

(60+)

— La estructura y la historia

— Los edificios

— La comida

— Hay precios bajos

— La plaza

— La catedral

— Los edificios

— Las esculturas

— La comida, los restaurantes

— Los bares

— Variedad de mercancías

— La catedral y el museo

— Ver a los que bailan

— Saludar a la gente

— La comida, los mercados, las verduras

— Las cantinas tradicionales

— La catedral y el jardín

— El andador peatonal

— Variedad de productos

— Mejores precios

— El ambiente de las personas

— La comida

— La av. Juárez,

—El museo, la catedral, la plaza de armas

— Ver a los que bailan

—Escuchar música

— El ambiente

— La comida

Fuente: Elaboración de los autores.

 

 

Los consumidores o visitantes comentaron su experiencia de haber visitado algún otro centro histórico. Entre los dos conjuntos de jóvenes se debe subrayar que son mayoría los que no han paseado por otras ciudades. Como se mencionó líneas atrás, la ubicación de Juárez le impone la lejanía como constante hacia cualquier otra ciudad mexicana. Por su parte, los adultos, los adultos medios y los adultos mayores han visitado otros centros, en las zonas sur, centro y norte del país. Los comentarios entre los cinco grupos de edad coinciden en que, en comparación con otros centros, el de Ciudad Juárez se mantiene en peores condiciones de limpieza, estética, seguridad e incluso con respecto a la preservación de edificios antiguos (véase cuadro V).

 

Cuadro V: Comparación del centro de Ciudad Juárez con el de otras ciudades

Los más Jóvenes (-20)

Adultos jóvenes

(21-34)

Adultos

(35-44)

Adultos medios

(45-59)

Adultos mayores

(60+)

Ciudades mencionadas:

— Chihuahua

— Torreón

— Durango

— Puebla

 

 

Un participante no conoce ninguna otra ciudad.

 

* Están más bonitos que el de aquí

 

Ciudades mencionadas:

— Chihuahua

— Torreón

— Saltillo

— Xalapa

 

 

La mayoría de los participantes no han visitado otras ciudades.

 

* Aquí el ambiente es más inseguro

 

Ciudades mencionadas:

— Veracruz

— Morelia

— Tapachula

— Cd. México

 

 

Todos los participantes han visitado otros centros.

 

* Están limpios

* Más seguridad

* Más calidad

* Existe cartelera cultural

Ciudades mencionadas:

— Chihuahua

— Torreón

— Durango

— Zacatecas

— Monterrey

— Puebla

— CdMex

 

Todos los participantes han visitado otros centros.

 

*Más limpio

*Más seguridad

* Más bonito

Ciudades mencionadas:

— Chihuahua

— Casas Grandes, Chih.

— Torreón

 

Todos los participantes han visitado otros centros.

 

* Están mejor, colonial

*Limpio con flores

*Bien cuidado

Fuente: Elaboración de los autores.

 

 

Reflexiones finales

 

Hemos ofrecido hasta aquí un recorrido profundo por el Centro Histórico de Ciudad Juárez, descrito por los habitantes presentes como descuidado, sucio, feo, maloliente e inseguro. Los ausentes por su parte, son aquellos grupos de la población de sectores económicos medios y altos que evitan acudir a la zona. Sin embargo, los primeros se identifican con el espacio y encuentran lugares y prácticas que disfrutan y están en espera de encontrar mejores condiciones en el paisaje del centro de la ciudad. En el mismo sentido que advierten las autoras Brandis y Del Río, es necesario

 

apostar por la intervención en la ciudad histórica en congruencia con las estructuras preexistentes que permitan la convivencia entre el pasado y el presente. […] Es vital compaginar el significado histórico y la construcción de un espacio actual y contemporáneo capaz de ser significador para nuevas generaciones, para nuevos ciudadanos, […] no se debe olvidar que salvaguardar el carácter y esencia de los espacios públicos significa conservar la vida social del grupo que habita la ciudad y perpetuar las formas y modos de apropiación que han contribuido a la conformación de una identidad (Brandis y Del Río, 2016:242).

 

El proceso de abandono, deterioro y alejamiento, es decir, de descentralización en Ciudad Juárez, atenta contra la consolidación identitaria de sus habitantes, les arrebata una parte nodal del patrimonio simbólico y los hace prescindir de espacios generadores de sentido y detonadores de la capacidad de apropiación conjunta ciudadana del espacio público. En palabras de Augé (2018), se trata de aceptar ir a verse con los otros.

En este documento se reflexiona acerca de la construcción social del Centro Histórico de Ciudad Juárez. Pensamos el devenir como un suceder histórico que se compone de eventos relacionados y que transcurren, en este caso, en un espacio común. Además, el devenir pensado como la realización de prácticas sociales comunes. Aunque el proyecto no sea común, se trata de ejecutar tareas comunes sin dejar de admitir, sin embargo, la permanencia de temporalidades y velocidades diversas, siguiendo el planteamiento de Silveira (2013). El Centro Histórico de Ciudad Juárez está configurado como un espacio transfronterizo que articula tanto conflictos como intereses afines entre la sociedad de las dos ciudades vecinas. El viejo centro se ha ido transformando en un nuevo ámbito de los sectores populares de la ciudad. Usuarios nuevos, más deslucidos que los consumidores de los renombrados cabarés y centros nocturnos de hace más de cuatro décadas, cuando el lugar se llenaba de luces y autos llamativos.

Aunque en los dos últimos decenios se han emprendido acciones específicas para reactivar y realizar mejoras, estas han sido parciales y excluyentes, como lo demuestra el apoyo brindado a los empresarios de la avenida Juárez, y la organización con recursos propios de los comerciantes de la manzana 14. Los propietarios han enfrentado controversias; en ocasiones se han articulado los objetivos entre autoridades gubernamentales, proyectos de planificadores urbanos, empresarios y comerciantes. Sin embargo, entre los comerciantes y empresarios se reflejan disparidades por los intereses propios de la cada posición en la escala social, en donde algunos encuentran que pueden obtener mayores ventajas o desventajas de las propuestas y acciones emprendidas; por ejemplo, aquellos que se encuentran en ciertas calles dotadas de un capital simbólico más denso. Un claro ejemplo es la avenida Juárez, por donde ingresan los peatones que vienen de los Estados Unidos y los locatarios del actual andador peatonal de la avenida 16 de Septiembre.

Las presencias y ausencias nos permiten ver por una parte a los consumidores o visitantes y por la otra a los ausentes o excluidos. Los propietarios convergen con el perfil de consumidores; unos y otros se condicionan, se impulsan y juntos eslabonan una cadena de habitantes del centro. La presencia masiva y multitudinaria de consumidores de sectores populares es compatible con tiendas que ofrecen mercancías a precios bajos. No han hecho acto de presencia las grandes tiendas departamentales lujosas; los establecimientos actuales no atraen a un consumidor más opulento, ni el público atrae las grandes tiendas. Los ausentes, los excluidos, son pertenecientes a todos aquellos sectores que no tiene acceso al Centro Histórico porque representa un lugar inseguro para ellas y ellos; porque se ha quedado estático, en el límite del país, en un rincón del bordo de la ciudad, a kilómetros de distancia de los nuevos desarrollos urbanos de Juárez. También porque es incompatible con emblemas de prestigio que se han erigido en la ciudad como indicadores de buen gusto y de marcadores de estilos de vida de elite.

Pensar en proyectos para hermosear la zona, atraer y elevar el nivel social del centro, puede traer implícita la idea de desplazar a los actuales habitantes. Pensamos en un espacio con edificaciones de valor histórico restauradas y no demolidas, con un entorno que garantice mayor seguridad, que se logren mejores acciones de saneamiento y limpia, en donde pueda disfrutarse el espacio y las interacciones de los que gastan mucho, los que gastan poco y los que no gastan, en donde el sujeto pueda mirar al otro como diferente pero sin anular las opciones de interlocución; un centro histórico para desarrollar capacidades a través de su apropiación por toda clase de ciudadanos.

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Notas

1 A lo largo de los 3 200 kilómetros que conforman la frontera entre México y Estados Unidos existen alrededor de 20 ciudades que comparten el espacio fronterizo, entre las más importantes se pueden mencionar: Tijuana-San Diego, Mexicali-Calexico, San Luis Río Colorado-San Luis, Nogales-Nogales, Agua Prieta-Douglas, Juárez-El Paso, Piedras Negras-Eagle Pass, Nuevo Laredo-Laredo, Matamoros-Brownsville, Reynosa-McAllen. Mencionadas simplemente por orden de ubicación, en dirección de oeste a este, refiriendo primero las ciudades mexicanas y posteriormente las estadounidenses.

2 La construcción histórica que conforma la franja fronteriza describe las relaciones que se establecen entre las sociedades que conviven y, al mismo tiempo, compiten por ese espacio. Giménez distingue entre fronteras abiertas y cerradas; las primeras consisten en el intercambio cultural y el flujo económico, así como de organizaciones transfronterizas. Mientras que las fronteras cerradas se caracterizan por desactivar y paralizar el intercambio económico y cultural; además, la zona fronteriza mayormente desarrollada pone en operación sectores de alta vigilancia militar o policial, lo que provoca que la zona fronteriza menos desarrollada deje de ser un lugar de dinamismo productivo y se convierta en una periferia natural (Giménez, 2007:21).

3 En contraste, algunas ciudades fronterizas de Estados Unidos apuestan por alejar de la frontera sus principales centros comerciarles y de servicios. En este sentido, la densidad de la población está distribuida a partir de los centros comerciales. Por ejemplo, la ciudad de McAllen está diseñada en el límite fronterizo bajo una división de parcelas que son aprovechadas por los agricultores (Alarcón, 2000:152).

4 Historicidad entendida como el constructo que de los inmuebles se hace al ligarlos a personajes, episodios, coyunturas y procesos del devenir de la localidad que los identifican como emblemas y símbolos del relato que pervive.

5 Ya hemos mencionado que los habitantes no son entendidos aquí como colonos o vecinos.

6 Parafraseando a Sandoval y Peña (2010:11), estas transformaciones agresivas y devastadoras han eliminado los elementos del patrimonio simbólico del centro de la ciudad.

7 Testimonio del entrevistado uno, quien ha desempeñado diversas funciones en la gestión pública del centro de la ciudad. Por razones de la complejidad y actualidad de la problemática hemos reservado los nombres de los entrevistados.

8 Acerca de los locatarios del centro, Sandoval y Peña refieren: «son pequeños propietarios cuya inversión y negocio se destina a la subsistencia familiar, más que para obtener grandes ganancias. Las ventas están destinadas al consumo local con productos especializados y con valor accesible, y servicios de poco desarrollo, para sectores de población con ingresos bajos o medios. Algunas propiedades presentan problemas de posesión legal lo que ocasiona el abandono o descuido, aunado a que algunos propietarios ya no residen en la ciudad y las rentas que solicitan no corresponden a la dinámica local, siendo a veces incosteables y sus beneficios no se destinan al mantenimiento» (Sandoval y Peña, 2010:13).

9 Ubicada entre la avenida 16 de Septiembre, la calle Noche Triste, avenida Vicente Guerrero y avenida Juárez, es conocida popularmente como la manzana 14 por el número de registro del catastro de la ciudad.

10 El servicio de sanitarios fue abierto al público el 10 de julio de 2018.

11 Se trató de consultar con cualquiera que por su propia iniciativa estuviera andando en el lugar; de ahí que no se abordaron niños, ya que es de suponer que, en condiciones normales, la mayoría de ellos estarían ahí siendo llevados por algún adulto y no por decisión propia. Las personas más jóvenes dijeron tener 16 años de edad.