RESEÑA

ESTUDIOS DE CULTURA MAYA, VOL. 26, CENTRO DE ESTUDIOS MAYAS, INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS, UNAM, MÉXICO, 2006

Lynneth S. Lowe
CENTRO DE ESTUDIOS MAYAS-IIFL-UNAM

 

 

Introducción

 

Para seguir la tradición de dar a conocer los avances logrados en la investigación mayista en sus diversos ámbitos, el volumen 26 de la revista Estudios de Cultura Maya incluye aportaciones relacionadas con la arqueología, la iconografía, la literatura, la historia y la antropología. 

Dentro del campo arqueológico, en este volumen se han incluido dos estudios que abordan temas específicos de la disciplina, como el análisis de materiales cerámicos y la distribución espacial de un asentamiento prehispánico. En el primero de ellos, titulado “A través del río del cambio”, Ronald Bishop, Erin Sears y James Blackman abordan la problemática del surgimiento de la cerámica de pasta fina en los últimos momentos de la Época Clásica a lo largo del río Usumacinta, asociado a la caída de las grandes capitales mayas, como Piedras Negras, Altar de Sacrificios y Ceibal, entre otras. Ello ha dado lugar a múltiples especulaciones acerca del origen de esta clase especial de cerámica y al papel que jugó el río. En esta ocasión los autores intentan aportar información complementaria a la de los enfoques tradicionalistas, a partir de la aplicación del análisis de activación neutrónica en muestras cerámicas procedentes de la cuenca del Usumacinta y la región de Palenque. 

Ya desde los años cincuenta Robert Smith y Enrique Berlín habían propuesto que las fuentes de esta cerámica tardía se encontraban en las regiones costeras de Tabasco y Campeche, y los estudios de activación neutrónica realizados por Bishop a lo largo de más de veinte años han permitido responder a ésta y otras interrogantes. De acuerdo con los resultados obtenidos se ha podido asociar la cerámica anaranjada fina con fuentes de producción ubicadas a lo largo de los afluentes del Bajo Usumacinta. Asimismo, han encontrado algunas diferencias específicas: la cerámica Balancán, que es la más temprana, fue elaborada en la región de Jonuta, pero con el paso del tiempo se dieron cambios en la producción, pues el grupo Silhó, más tardío, procedía de la zona del delta del río, hacia el norte. Desde allí se exportaba ampliamente esta cerámica a la península de Yucatán, llegando hasta Chichén Itzá y Dzibilchaltún. Un tercer grupo, de composición diferente, conocido como Pabellón moldeado —que muestra imágenes de guerreros con elementos foráneos, como los lanzadardos o las narigueras de barra—, puede haber tenido su origen en la zona del río La Pasión, un tributario superior del Usumacinta. Sin embargo, todo parece indicar que esta tradición tuvo sus antecedentes en la cerámica gris fina conocida como Chablekal, que desde mediados del siglo VIII tenía como centro de producción la región de Palenque, y un siglo más tarde encontró nuevas formas de expresión y popularidad en el anaranjado fino del Bajo Usumacinta.

 Por su parte, el arqueólogo Kenichiro Tsukamoto presenta “Un estudio sobre la organización espacial del antiguo asentamiento maya de El Resbalón, Quintana Roo”. A partir de varias temporadas de campo que permitieron concluir el levantamiento topográfico del sitio pudo determinarse la expresión de una identidad unificada y su cambio a lo largo del tiempo mediante la planificación urbana. Así, propone tres diferentes etapas en el desarrollo arquitectónico y en la distribución del espacio. La primera de ellas, que se inicia en el Preclásico Medio, se caracteriza por los templos triádicos y los complejos de conmemoración astronómica; la segunda, correspondiente al esplendor clásico del sitio, muestra edificios abovedados de múltiples cámaras y una disposición que trata de emular a la de Calakmul, lo cual se refuerza por la presencia del glifo emblema de esta capital en una de las escalinatas jeroglíficas del grupo principal. La tercera y última etapa, fechada en el Posclásico Temprano, está marcada por un cambio de orientación y por la construcción de nuevos espacios y plataformas agregadas a los diversos conjuntos arquitectónicos. Estos resultados constituyen así un sustento adecuado para la planificación de futuras excavaciones sistemáticas que abarquen los tres diferentes momentos de ocupación del sitio.

 A continuación Eric Orlando Cach desarrolla un estudio sobre “Las canoas de jade del sur de Veracruz como elemento iconográfico olmeca previo a la odisea del Dios del Maíz maya”. Por medio del análisis comparativo de las imágenes esgrafiadas en dos canoas olmecas que muestran al Dios del Maíz y el Quincunce, se intenta establecer una relación con los mitos de la creación de esta deidad en la zona maya. Retomando las interpretaciones realizadas por otros autores, como Linda Schele, a partir de elementos registrados en algunas vasijas policromas y en los huesos esgrafiados de Tikal, se apunta que se concebía la creación de Dios del Maíz como un proceso formado por varias etapas: el surgimiento del interior de una serpiente o animal fantástico, su atavío, el traslado en una canoa al cielo y, por último, su aparición en la tierra a través del caparazón de una tortuga. De acuerdo con su propuesta, varios de estos elementos se encontraban presentes desde la época olmeca y, especialmente, destaca el papel de las canoas como transporte divino, como representación de los planos celeste y terrestre, y como ordenadores del cosmos, entre otros.

 Más adelante, en “Las palabras que contaron los antepasados: los recursos retóricos del Popol Vuh”, Michela Craveri realiza un acucioso estudio literario acerca del texto quiché original registrado por fray Francisco Ximénez, con el fin de comprender su forma de transmisión, su función, la relación entre sus partes, así como su estructura y función poética. El Popol Vuh es el resultado de un proceso de transculturación e integración preciso desarrollado en la primera época colonial, ya que procede de un discurso que tenía un carácter esencialmente oral en tiempos prehispánicos. El documento que conocemos integra de forma consciente la tradición oral en un canal comunicativo escrito, donde la uniformidad se logra mediante la versificación semántica y gramatical, que permite la transición de los significados entre un verso y el siguiente. Los relatos del Popol Vuh contienen el universo simbólico maya así como las bases históricas de su organización social; representan sobre todo un instrumento de afirmación cultural que identifica en las palabras de los antepasados una línea espiritual continua desde la época prehispánica hasta la colonial.

 En el ámbito histórico, y como resultado del análisis de documentos de archivo, María del Carmen Valverde expone una serie de datos acerca de “Un alzamiento de indios en Nebaj, Guatemala, en 1798”, motivado por la imposición de cambios en las costumbres funerarias tradicionales del lugar. Esto sucede en el ocaso de la época colonial, en un momento de crisis, carestía y epidemias, aunque el detonante constituido por el cambio de ubicación del camposanto lo distingue de otros movimientos de insurrección. Asimismo, nos remite a concepciones más profundas en torno a la vida, la muerte y la defensa de los espacios sagrados.

 El siguiente artículo, “Matrimonio y transmisión de la propiedad entre los mayas del siglo XIX”, presentado por Paola Peniche, tiene como objetivo mostrar cómo el análisis antropológico del matrimonio, la propiedad y la herencia, constituye una ruta viable para analizar el parentesco en diversas épocas. El estudio tiene como base los documentos de archivo relativos a una serie de disputas por herencias registradas en el resultado de los juicios verbales efectuados en Ticul, Yucatán, entre 1820 y 1833. Las conclusiones obtenidas indican que el matrimonio puede ser interpretado como una de las estrategias que los indios peninsulares utilizaron para conservar, reproducir o defender la propiedad de un grupo de parientes.

 En otro artículo, Daniela Maldonado y Enrique Rodríguez Balam abordan el tema “Entre el cielo y el porkatorio: concepciones mayas sobre el destino del alma”, en el que comparan diversas creencias actuales acerca de lo que sucede con el alma después de la muerte. Para ello es fundamental considerar que desde la antigüedad el hombre maya se percibió a sí mismo de un modo mucho más complejo que el que encontramos en la filosofía occidental. El concepto de inframundo ha sufrido constantes transformaciones por el contacto con las ideas cristianas, aunque en algunas comunidades continúa siendo considerado como la morada de los muertos, al igual que caminos, lagunas, ríos y cerros, mientras que en otras se han establecido firmemente los conceptos de cielo, infierno y purgatorio. Así como el mundo de los vivos cambia, el de los muertos no ha permanecido al margen de estos procesos.

 En el último texto titulado “Organizaciones mayas para el desarrollo en el sur de Yucatán”, Margarita Rosales y Amada Rubio analizan la forma en que incide la política ambientalista mundial en las comunidades mayas a partir de la constitución de diversas organizaciones para el desarrollo en la última década. Aquí se destaca como un aspecto central la adopción de figuras jurídicas ajenas a las prácticas, normas y valores propios de la organización tradicional. De la misma forma, se comenta el sentido y alcance que dichas organizaciones tienen para sus integrantes.

 Finalmente, el volumen concluye con las reseñas dedicadas a tres textos de reciente aparición: Reforma o extinción. Un siglo de adaptaciones de la orden de Nuestra Señora de

La Merced en Nueva España y El ámbar de Chiapas y su distribución en Mesoamérica, ambas publicaciones del Centro de Estudios Mayas, comentadas por Rosa Camelo y Tomás

Pérez Suárez, respectivamente, También incluye Una historia de la religión de los antiguos mayas, de Claude Baudez, por parte de Carmen Valverde.