MISCELÁNEA

LOS ORÍGENES DEL PRIVILEGIO EN EL SOCONUSCO, 1650 A.C.:

DOS DÉCADAS DE INVESTIGACIÓN

 

John E. Clark y Mary E. Pye
NEW WORLD ARCHAEOLOGICAL FOUNDATION

 

 

 

 

Introducción

 

En este trabajo presentamos los resultados más sobresalientes de las investigaciones arqueológicas practicadas desde 1985 en el Soconusco, Chiapas, México (figura 1), particularmente en la zona de Mazatán. Hemos investigado los orígenes de la desigualdad social en esta región, un tema complejo que implica varias preguntas secundarias concernientes a la herencia del privilegio a lo largo del tiempo. Aunque nuestras investigaciones de campo empezaron como parte de los estudios doctorales de Clark (1994), han incluido a muchas personas y proyectos de investigación desde el principio, especialmente a Michael Blake y sus estudiantes. Con el tiempo los cuestionamientos originales han sido modificados a la luz de nuevos datos. Aquí evaluamos opiniones de las planteadas en 1984 y algunas otras que surgieron después. 

Decidimos investigar el origen del privilegio social en el Soconusco (figura 2) porque excavaciones anteriores documentaron allí la presencia de ocupaciones en el Arcaico Tardío, 5000-1900 a.C., y de aldeas tempranas, 1900-1000 a.C., indicando que sus pobladores se organizaban según su estrato social. Nuestra pregunta principal fue la transformación de sociedades igualitarias en no igualitarias, cuestión que requiere un estudio arqueológico regional y diacrónico, tal como hemos practicado en la zona de Mazatán desde 1985. Nos interesan todos los indicadores arqueológicos de prestigio diferencial, o la falta de ellos. Hemos buscado evidencia de prácticas funerarias, patrones de asentamiento, cambios de comunidad, arquitecturas doméstica y pública, intercambio de larga distancia, producción especializada y consumo de bienes suntuosos. La cronología precisa ha sido relevante para resolver el problema: necesitamos relatar sucesos en el tiempo y el espacio actual, con ellos podremos determinar las causas históricas de los desarrollos locales. Igual de importantes fueron las indagaciones acerca de la vida cotidiana y los modos de subsistencia. Parece ser que la transición hacia sociedades no igualitarias ocurrió paralela al cambio de actividad: de la caza y pesca a una agricultura permanente. El debate principal en el Soconusco cuando realizábamos nuestras primeras investigaciones tuvo que ver con el cultivo principal de los primeros agricultores. ¿Fue maíz o yuca? 

En las páginas siguientes revisaremos debates académicos y presentaremos la impresión que tuvimos al planear las investigaciones en 1984 así como nuestra opinión actual, 2004. Se organizó la lectura en quince temas con base en lo que creíamos o suponíamos en 1984, y lo que pensamos ahora después del beneficio de veinte años de investigación. Hemos descubierto datos diversos en nuestras intervenciones que responden a la situación planteada, sin embargo la sección final trata los temas que todavía merecen atención. 

 

1.  CRONOLOGÍA

 

Antes de 1984 los proyectos ejecutados en el Soconusco ya habían demostrado la presencia de sitios en el Arcaico Tardío y Formativo Temprano, por esta razón investigamos los orígenes de desigualdad hereditaria en esta región (figura 3). Las exploraciones en los concheros de la zona de manglares en Las Palmas llevadas a cabo por Philip Drucker (1948), José Luis Lorenzo (1955) y Barbara Voorhies (1976), demostraron que habían sido ocupados por pescadores y recolectores nómadas durante 1000 años, desde 3000 a.C.; Voorhies bautizó como “chantutos” a la gente arcaica de esta zona costera de Chiapas.

La distinción entre los periodos Arcaico y Formativo se encuentra marcada por la posible presencia de alfarería y aldeas permanentes en el Formativo y por su ausencia anterior. En las aldeas más tempranas el estudio se ha encaminado hacia el descubrimiento de nuevos complejos cerámicos. En 1984 los estudios previos establecieron cuatro complejos de estas características además de fases para el Formativo Temprano que abarcaban el periodo 1900-1000 a.C., de los más antiguos a los más recientes son los complejos Barra (Lowe 1975), Ocós (Coe 1961), Cuadros y Jocotal (Coe y Flannery 1967).

En Mazatán confirmamos la posición cronológica relativa de estos complejos tempranos y añadieron dos más, Locona y Cherla (figura 4.). Aunque las formas y decoraciones de las vasijas cerámicas cambiaron con el tiempo, creemos que fueron fabricadas por los mismos pobladores a quienes designamos mokayas, que quiere decir “la gente del maíz”.1 Los complejos nuevos y su cronología absoluta han sido confirmados en un trabajo reciente realizado en la costa sur de Guatemala (Blake et al. 1995; Clark y Cheetham 2004). Los estudios del Arcaico han identificado recientemente unos concheros que fechan en 5000 a.C. (Voorhies et al. 2002; John Hodgson, comunicación personal, 2003) y dos sitios del Arcaico Tardío tierra adentro, el primero en la zona de Mazatán, San Carlos. Como resultado de estas investigaciones, la cronología del Arcaico y Formativo del Soconusco es la más precisa en toda Mesoamérica y permite una consideración de preguntas históricas tales como los orígenes de la alfarería, agricultura y vida sedentaria.

 

 

2.  ORIGEN DE LA ALFARERÍA

 

La cerámica más temprana en el Soconusco presenta ciertas paradojas. Investigaciones previas establecieron que esta cerámica en el Soconusco y en el sur de Mesoamérica era la del complejo Barra (Lowe 1967, 1975): contempla vasijas sofisticadas, bien elaboradas y con buena cocción. De pulidos finos y gama cromática rojo-blanco muestran variedad de decoraciones plásticas.

Como se aprecia en la figura 5, las vasijas reproducen formas naturales de calabazas y jícaras. En 1984 no había evidencia contundente de una evolución local en las artes alfareras ni tampoco de su importación de otro lugar. Gareth Lowe (1975) dedujo que el conocimiento para fabricar la cerámica llegó de culturas tempranas pertenecientes a la costa de Ecuador. 

                                                 

 

Las investigaciones en Mazatán han confirmado la fecha temprana de la cerámica Barra y hemos encontrado indicios que muestran una variedad de decoración plástica aún más amplia. Todavía no existe evidencia de una cerámica pre-Barra ni de una etapa experimental con esta tecnología. Por ello seguimos buscando sus orígenes fuera del Soconusco.

En el presente trabajo nos concierne el porqué y el cómo la alfarería temprana llegó al Soconusco. Nuevos datos de la cerámica Barra y sus supuestos antecedentes en Ecuador han cambiado las posibilidades. Con el estudio de fechas, ahora parece que la cerámica Barra es más temprana que su análoga de Ecuador (Clark y Gosser 1995). Según nuestro conocimiento, no existe una conjunción cerámica en América que el complejo Barra pudiera haber imitado. La cerámica Barra es original y sólo se encuentra en el Soconusco. ¿Cómo explicarlo entonces? Las respuestas simplistas no convencen. La alfarería es considerada tecnología utilitaria para preparar comida. Pero aún no tenemos certeza de que la vasija Barra fuera usada para cocinar.

Clark y otros (Clark y Blake 1989, 1994; Clark y Gosser 1995) han propuesto que la razón por la cual el origen de esta cerámica escapa de explicación posible es porque lo hemos enfocado equivocadamente. La primera cerámica no dependía de necesidades utilitarias ni representó los orígenes en un sentido estricto. Más bien fue un primer uso de cerámica en el Soconusco y no su invención. Las vasijas cerámicas remplazaron a las perecederas de materiales naturales, como las de calabaza que la gente había utilizado por miles de años antes de que existiera la primera. El conocimiento técnico para fabricar vasijas cerámicas fue adoptado de los pobladores de América Central, probablemente por razones políticas y no culinarias. Las primeras vasijas eran elegantes y útiles para servir líquidos, quizá para bebidas preparadas como algún tipo de licor fermentado, chocolate o semejante.

Queda mucho por hacer para evaluar estas ideas de uso de las primeras ollas y tecomates cerámicos, así como las razones que se tuvo para su adopción de lugares lejanos. En fin, hemos ampliado las interrogantes concernientes a la cerámica temprana sin resolverlas.

 

 

3.  SUBSISTENCIA EN EL ARCAICO

 

La historia más completa de la subsistencia basada en la caza recolección mesoamericana proviene de investigaciones llevadas a cabo en Tehuacán (MacNeish 1981) y en los valles centrales de Oaxaca (Flannery 1986). La transición de la caza a la recolección y cultivo para, después, depender de la agricultura aconteció gradualmente durante miles de años. Diferente a sitios de las tierras altas, el Soconusco presentó un ambiente más húmedo y abundante. Para la costa guatemalteca, Michael Coe y Kent Flannery (1964) describieron muchos “microambientes” productivos agrupados en la región, con una capacidad de soportar a más recolectores que en un área como el de Los Altos. Los modos de vida y los usos de cultivos básicos, maíz y calabaza, diferenciaron a los costeños de los alteños, particularmente dada la variación estacional en los recursos naturales terrestres y acuáticos en las dos zonas (Blake et al. 1992a). 

Los últimos veinte años de estudio nos han proporcionado elementos para entender más la cultura chantuto. El conchero Arcaico más temprano conocido, Cerro de las Conchas, está fechado en 5000 a.C. Es posible que se usara durante todo el año. La gente temprana utilizaba las almejas y probablemente otros recursos disponibles tales como camarones y pescados (Voorhies et al. 1991). Los pocos artefactos encontrados en Cerro de las Conchas incluyen piedras quebradas por fuego —quizá calentadas para cocinar o hervir agua— y conchas grandes modificadas y usadas como instrumentos para cortar y raspar. Los ocupantes del montículo fabricaron también anzuelos grandes, de caparazón de tortuga, para pescar (Voorhies et al. 2002).

Siglos después, de 3000 a 1900 a.C., los últimos chantutos explotaban los recursos del estero y las lagunas de una forma más especializada, de ahí que visitaran los concheros para pescar (Kennett y Voorhies 1995). Los del Arcaico Tardío con frecuencia tienen muchas capas uniformes y delgadas de concha quemada con carbón, atributos que Voorhies originalmente supuso eran para cocinar almejas encima de leña y echando fuego. En la actualidad ha replanteado su hipótesis y considera posible que las capas delgadas de concha fueran pisos o solares para secar los camarones. Antes de 1970 todavía así se preparaban en esta zona toneladas de camarones para el mercado exterior (Voorhies et al. 1991). Un análisis de las capas anuales de conchas individuales indica que los concheros a finales del Arcaico eran usados durante la estación de lluvias, y no todo el año como ocurría con los concheros más antiguos (Kennett y Voorhies 1995). Si fuera de esta manera, ¿qué hacían los chantutos durante la estación seca cuando no pescaban en las lagunas del estero?

Solamente se ha investigado un sitio del Arcaico Tardío tierra adentro, aunque esto no aclara las cosas. Se encontró el sitio Vuelta Limón, erosionado en una orilla del río tres metros bajo la superficie actual (Voorhies 1996). No había muchos artefactos formales: dos piedras de mano, un fragmento de vasija de piedra, muchos otros fragmentos de piedra y piedras quebradas por el fuego. No obstante, las muestras de esta capa de suelo proporcionaron evidencia de fitolitos, partículas microscópicas de sílex u ópalo que se forman en las células de las plantas. Los fitolitos de plantas y árboles que existían en el entorno de Vuelta Limón durante dicha ocupación nos revelan que en el área existían muchos árboles, asimismo áreas de pasto, característica de campos agrícolas. Los chantutos pudieron haber cultivado plantas allí, quizá maíz.

 

 

4.  SUBSISTENCIA EN EL FORMATIVO TEMPRANO

 

El periodo Formativo representó una transición a la agricultura de tiempo completo, pero el cultivo principal queda aún en disputa entre maíz o una variedad de mandioca. La evidencia más clara y temprana para el cultivo de maíz en el Soconusco se encuentra en los elotes mineralizados e impresiones de otros recuperados en Salinas La Blanca, Guatemala, en contextos que datan de 1000 a.C. (Coe y Flannery 1967). La yuca es más circunstancial el fecharla, ya que no se conserva arqueológicamente y por lo tanto no hay restos directos de estos tubérculos. Lowe (1967, 1975) explicó la cerámica temprana como un préstamo de Suramérica, y pensó que la mandioca también pudiera haber sido traída al Soconusco, como parte de un solo complejo de subsistencia tropical. Él confió en dos líneas de evidencia indirecta: la frecuencia baja de piedras de moler en depósitos de Barra a Ocós requeridos para procesar los cereales, por ejemplo manos y metates, y abundantes fragmentos de obsidiana en los mismos sitios, los cuales quizá fueran usados como ralladores para deshacer o desfibrar tubérculos. Los ralladores en Suramérica para la mandioca son tablas cuadradas de madera planas donde se incrustan fragmentos pequeños de piedra dura que sirven como dientes para desfibrar las raíces; estos ralladores se sostenían con un ángulo y la mandioca era deslizada sobre la superficie para deshacerla, en la primera etapa donde se preparaba la harina. Esta interpretación para las numerosas lascas de obsidiana encontradas en aldeas tempranas en el Soconusco resultó interesante, pero probablemente errónea (Clark 1981; Lewenstein y Walker 1984). Las lascas de obsidiana se usaron para otros propósitos.

Pero el rechazar la hipótesis de una conexión entre obsidiana y mandioca no elimina la cuestión de ésta. Nuestras intervenciones recientes han intentado resolver qué cultivaban los mokayas para enfocar la importancia del maíz en su dieta. Restos macrobotánicos carbonizados de maíz, frijol y aguacate han sido encontrados en depósitos de la fase Locona, 1650 a.C., y ocho granos de maíz en depósitos más tempranos con cerámica Barra (Feddema 1993; Clark 1994). Otros restos recuperados incluyen semillas de plantas herbáceas del campo, géneros Polygonum y Galium, las cuales indican campos cultivados. Hemos emprendido estudios para recuperar huellas o trazas de fécula en las herramientas de piedra y en las vasijas de cerámica, por lo que estamos analizando recipientes para detectar residuos de comida antigua. Se puede obtener también información de prácticas de subsistencia si tomamos en cuenta las herramientas de piedra.

Como ya se ha descrito, había pocas piedras de moler en el periodo Arcaico y éstas eran de mínima capacidad, algo que señala que el moler no fue una actividad principal, como ha llegado a ser en tiempos posteriores. Con el tiempo, los instrumentos de molienda se incrementaron en frecuencia, tamaño, formalidad y eficiencia. Otro patrón paralelo fue la disminución con el paso del tiempo de piedras quebradas por el fuego, supuestamente usadas para cocinar. Es decir, continuaron las prácticas antiguas de preparación de alimentos en las primeras aldeas. Sin embargo, en los siguientes tres siglos los mokayas molieron más comida, probablemente maíz, y cocinaban en vasijas de cerámica en vez de usar piedras calientes.

Otra línea de evidencia para la dieta antigua son los restos humanos. Los estudios de isótopos en huesos miden las moléculas de carbono y nitrógeno conservadas en osamentas humanas, las cantidades relativas de cada una pueden mostrar si un individuo tuvo una dieta rica en plantas, mariscos o carne. Un estudio de 36 entierros de sitios del periodo Arcaico Tardío hasta el Formativo Medio en el Soconusco (Blake et al. 1992a, 1992b) nos reveló resultados sorprendentes: dos entierros del periodo Arcaico Tardío mostraron dependencia del maíz, mientras que los del siguiente periodo Formativo Temprano no, esto según la evidencia de isótopos. Hasta el periodo Formativo Medio, 1000-500 a.C., la gente del Soconusco empezó a depender del maíz. Aunque este estudio fue criticado por su metodología (Ambrose y Norr 1992; Chisholm et al. 1993); aún así fue retomado para probar nuevas hipótesis: ¿Dependió más del maíz la gente del Arcaico Tardío que sus descendientes? ¿Qué otros alimentos consumían estos aldeanos tempranos si el maíz no fue su principal comida?

Tenemos algunas respuestas a la segunda pregunta. Las excavaciones en Mazatán han descubierto bastantes restos de pescado de agua dulce y reptiles, conchas de mariscos y algunos huesos de mamíferos y pájaros (figura 6). Pesas para redes y anzuelos de hueso demuestran la importancia de la pesca. Junto con la evidencia de maíz, frijol y aguacate, los pobladores del Formativo Temprano colectaron una variedad de comida que les permitió abastecerse de una base mixta de subsistencia, más amplia que la de sus vecinos del altiplano o la de sus descendientes del Formativo Medio, quienes dependieron mucho más del maíz. 

 

 

5.  PATRONES DE ASENTAMIENTO Y DEMOGRAFÍA

 

Las primeras intervenciones arqueológicas el Soconusco no identificaron todos los sitios de la región, aunque muchos sí fueran documentados. De su trabajo en Guatemala, Coe (1961) y Flannery (1968) propusieron que la población del Formativo Temprano vivió en aldeas pequeñas cerca del manglar, con quizá una central más grande que las demás. Lowe (1975) y Fausto Ceja (1985) plantearon que los sitios pequeños tierra adentro y los de los estuarios se relacionaron con los pueblos grandes del interior, lo que los arqueólogos considerarían como una jerarquía de asentamiento en dos niveles, usualmente indicadora de una integración política y económica aunada a la presencia de caciques. La población de Mazatán también parece más grande que la propuesta para asentamientos contemporáneos en la costa del Pacífico correspondiente a Guatemala.

Nuestras investigaciones recientes y la búsqueda de sitios en la región de Mazatán confirmaron y agregaron nuevos datos a los proporcionados por Lowe y Ceja (figura 7). Al principio de la fase Barra vemos la primera evidencia de aldeas permanentes en la llanura costera, tierra adentro. Casi todas pequeñas, con algunos pueblos más extensos. Las diferencias de tamaño llegaron a ser claras en la fase siguiente, con pueblos grandes como Paso de la Amada, rodeados de pueblitos, aldeas y quizá algún caserío. La evidencia más temprana de aldeas especializadas en el estuario y la bocacosta corresponde a la fase Locona; parece que la población se trasladó a zonas nuevas como parte de su expansión (Clark 1994).

Para las fases más tempranas del periodo Formativo, tiempos Barra hasta Cherla, usamos el término “patrón de asentamiento” en dos sentidos. Primero, nos referimos a cómo se distribuyen según ocupación en todo el Soconusco. Desde esta perspectiva observamos que durante la fase Locona los mokayas colonizaron las zonas de estuarios y piamontes, pero la mayoría de sus asentamientos y las aldeas más numerosas se ubicaban en la llanura costera. Supusimos que éstas eran sedentarias y agrícolas. Segundo, nos referimos al patrón de asentamiento en una escala más reducida dentro de las grandes regiones. En la zona de Mazatán, por ejemplo, vemos un patrón de asentamiento temprano, más o menos con 5 km de diámetro, donde se encuentra un pueblo central grande rodeado por aldeas pequeñas y caseríos.

Consideramos estos pueblos centrales con sus aldeas satélites como sistemas particulares o políticos, probablemente dirigidos por un líder del pueblo central. Si así fuera la distribución de pueblos indica la presencia de diferentes unidades políticas o grupos de pueblos independientes. Consideramos cada uno como un cacicazgo sencillo. La mejor información de su posible forma de organizarse proviene del sitio Paso de la Amada, sección 12. En este pueblo hemos identificado el domicilio del líder del pueblo, sección 6.

Los cambios en los asentamientos regionales a través del tiempo indican que ocurrió una transformación significativa más o menos en 1300 a.C. El patrón de asentamiento temprano que incluía un pueblo central rodeado por aldeas fue remplazado por un sólo patrón integrado, es decir, complejo para toda la región. Muchos de los centros del área que fueron antes importantes como Paso de la Amada se despoblaron, y nuevos pueblos más pequeños aparecieron en su lugar. Además una nueva capital central fue establecida cerca del centro geográfico de la región Mazatán, en el sitio Cantón Corralito. Pensamos que estos cambios demuestran que todas las unidades pequeñas anteriores fueron combinadas e integradas a una unidad más compleja. Esta transformación ocurrió en el tiempo de máxima influencia de los olmecas de Veracruz en la zona de Mazatán. Por consiguiente, lo vemos como una consecuencia del control olmeca de Mazatán en este tiempo (Clark y Pye 2000). El sistema olmeca duró unos siglos y la población mazateca se incrementó a su máximo índice antes de la era moderna. Después de varios siglos de bonanza parece que el sistema político se derrumbó y la región fue abandonada. La población llegó a su cota máxima en 1000 a.C., pero disminuyó hasta casi desaparecer en los siguientes 150 años.  Hemos tenido mucho cuidado para asegurar que esta merma de población propuesta no es consecuencia de una deficiente identificación de utensilios. No es así. Cabe señalar que al tiempo de su homólogo demográfico, la población en la costa próxima de Guatemala alcanzó también su máximo índice (Love 2002). Sospechamos que casi todos los mokayas de Mazatán se trasladaron a La Blanca, donde las condiciones políticas resultaban más favorables durante esa época.

Nuestras investigaciones acerca del sector central de Mazatán nos permiten estimar cambios de la población por fase, mediante cálculos por hectáreas ocupadas en cada siglo. Estas medidas son preliminares, sin duda, aunque suficientes para compartir algunas observaciones confiables de interés. Como presenta la figura 8, la región de Mazatán sufrió cambios radicales en la población durante su historia, empezando con los primeros agricultores en la fase Barra. La población se incrementó rápidamente en las siguientes fases, Locona y Ocós, durante un par de siglos descendió, fases Cherla y Cuadros, y aumentó otra vez durante el periodo de influencia olmeca para despúes desaparecer completamente con el colapso de la entidad política olmeca al final de la fase Jocotal. Parece ser que nunca se llegó al nivel de la ocupación Jocotal sino hasta el final del siglo XX. Vale señalar que desde más o menos 600 a.C. toda la ocupación mayor en la zona de Mazatán se encontraba en grandes centros con estructuras piramidales, localizados en las orillas del río Coatán, mientras que la llanura costera estuvo conformada por aldeas pequeñas y caseríos.

El tema de la población antigua tradicionalmente ha sido estudiado mediante preguntas referentes al desarrollo de su complejidad social. Muchos investigadores ven la evolución de complejidad social, o la civilización, como consecuencia de la presión demográfica y sus “aliados”: hambre y conflicto. La historia demográfica de la zona de Mazatán contradice estas expectativas. A incrementos y descensos de población siguieron cambios políticos mayores que no los precipitaron. Varias líneas de evidencia demuestran que líderes hereditarios y sociedades caciquiles se desarollaron en Mazatán durante la fase Locona. 

La primera explosión de población siguió, en vez de preceder, a estos cambios. Después, la llegada de una política integradora olmeca fue antecedida por una pérdida significativa de población. Finalmente, es imposible explicar el abandono total de la región por degradación del medio ambiente o factores demográficos naturales. En fin, la historia demográfica y de cambios en los centros de poder en esta zona indican que el crecimiento de población dependió de factores políticos, y no al revés. Se advierte que durante el tiempo Locona casi todo el territorio de Mesoamérica estaba despoblado. Que tanta gente haya escogido vivir en Mazatán entre 17001400 a.C. es un testimonio del desarrollo temprano de centros ceremoniales y de una jefatura centralizada predominante en la región.

 

 

6.  ARQUITECTURA DOMÉSTICA

 

En la zona de Mazatán las primeras evidencias de casas mokaya fueron las frecuentes cantidades de fragmentos de barro quemado encontrados en Altamira (Green y Lowe 1967); éstos son restos de bajareque, lodo colocado sobre paredes de caña y quemado accidentalmente. Después, en Paso de la Amada, Ceja (1985) abrió varias unidades de excavación mediante las cuales encontró una serie de pisos de casa y artefactos, incluyendo basureros, carbón y cerámica diagnóstica. Por trabajos tempranos en Chiapas y Guatemala (Coe 1961; Coe y Flannery 1968), al emprender nuestra investigación en 1985 parecía que las aldeas del Formativo Temprano se restablecieron con frecuencia —por lo menos en tiempos arqueológicos—, pues parecía que ningún sitio había sido ocupado en los 900 años del Formativo Temprano.

La estructura doméstica más temprana que conocemos fue hallada en el conchero denominado Tlacuachero, perteneciente al Arcaico Tardío (Voorhies et al. 1991). Excavaciones revelaron un piso de barro preparado donde había hoyos de postes que delinearon una estructura ovalada de 8 x 10 metros. No se hallaron los restos de paredes o bajareque, por lo cual es posible que esta estructura arcaica fuera una enramada, con techo pero sin paredes. El barro para el piso tenían que llevarlo al área con canoa, lo que indica un esfuerzo considerable para construir el piso de barro. 

La meta principal de nuestro trabajo en Mazatán fue recuperar evidencia de la vida temprana de los pueblos, especialmente mediante las estructuras domésticas. Paso de la Amada nos pareció un lugar ideal para intentarlo. Un pozo de prueba en el montículo más alto, el 6, descubrió una serie de pisos estratificados, eligiéndolo candidato para intervenciones extensivas. Según los informantes locales, en los últimos cincuenta años de arar el terreno han removido un metro y medio de la altura de este montículo; sin embargo, los materiales bajo la capa arada estaban en condiciones envidiables. Excavaciones más amplias en el Montículo 6 revelaron mismos pisos estratificados con fechas de los periodos Locona temprano hasta Ocós, 1600-1450 a.C. (figura 9). Las excavaciones en las faldas del mismo montículo descubrieron evidencia de tres episodios de construcción más tardíos correspondientes a los 1.5 metros arrasados en tiempos modernos del montículo. Estas últimas construcciones corresponden al periodo Ocós. Aparentemente el Montículo 6 fue abandonado al final de esta fase.

Las estructuras del Montículo son únicas en tamaño y elaboración, cada una construida sobre la previa después de cubrirla con tierra para alzar la plataforma basal. Todas estas grandes estructuras tenían la misma forma apsidal con postes y piso bien definidos, y está claro que representaban una inversión significante de trabajo y tiempo. La más elaborada, Estructura 4 (figura 9), midió 21.7 x 12.1 metros, tenía paredes bajas de barro de 50 cm de altura que soportaban paredes de caña y lodo. La Estructura 4 quedó como una plataforma de tierra de 80 cm de alto. Contaba pórticos en las entradas, atrás y enfrente. El interior incluía fogones grandes en los dos lados de la casa, y encontramos basura doméstica: tiestos, huesos de animales y herramientas de piedra. Se descrubrió el entierro de un bebé debajo de uno de los fogones. Otra actividad ritual fue notada debajo del piso de la Estructura 7, donde los dueños habían puesto un hacha pequeña de jade; una escápula de venado, pintada con hematita, fue hallada cerca del poste central de la Estructura 2, residencia construida dos siglos después que la Estructura 7 (Blake 1991). No hubo otra residencia en Paso de la Amada que fuera restaurada y periódicamente elevada como las del Montículo 6. El único montículo conocido con una historia paralela es el de San Carlos, probablemente centro de un cacicazgo rival. Estas estructuras elevadas y renovadas eran únicas en cada sitio y, dado el número de personas y horas que habrían tomado para su construcción, creemos que eran casas de caciques locales. 

¿Cómo fueron las otras casas? Hemos encontrado variedad en los tamaños de residencias de Paso de la Amada (Clark 1994; Lesure y Blake 2002). Algunos individuos vivieron en casas grandes ubicadas sobre plataformas elevadas, pero ninguna de éstas fue de nuevo habitada, reconstruida o modificada durante siglos como las del Montículo 6. Otras casas fueron levantadas sin plataformas, a nivel del suelo; eran pequeñas y medían 6 x 4 metros. 

Las estructuras del Montículo 6 eran las más anchas, altas y elaboradas en Paso de la Amada. Por causa de sus rasgos particulares, Joyce Marcus y Kent Flannery (1996: 90-91) especularon que fueron estructuras públicas: Casas de Hombres o Casas del Linaje. Rechazamos esta interpretación. Las estructuras secuenciales encima del Montículo 6 correspondían principalmente a unidades domésticas, como es evidente por los artefactos y patrones de residuos químicos de varios pisos de barro. La poca evidencia de actividad ritual —que actualmente reconocemos— consiste en ofrendas dedicadas a nuevas viviendas. El hacha de jade y la escápula de venado fueron parte de estos eventos de construcción. El trabajo invertido en dichas estructuras, y la variedad en los tamaños de viviendas y sus elevaciones, demuestran que localidad y construcción de edificios en montículos eran indicadores del prestigio de sus ocupantes en el lugar. 

 

 

7.  LA ESPECIALIZACIÓN ARTESANAL

 

Los investigadores antiguos no se preocuparon tanto por la especialización artesanal como por la cronología y subsistencia. Estamos interesados en esta pregunta porque la especialización artesanal tradicionalmente ha sido ligada a la evolución de civilización y sociedades complejas, nuestra cuestión principal. La cerámica Barra quizá era producida por especialistas de tiempo parcial (Clark y Gosser 1995). En vasijas lujosas no hay evidencia de que sirvieran para cocinar, y también quizá fueran usadas en fiestas y rituales para servir bebidas. En verdad, las vasijas Barra pueden ser indicadoras de prestigio —objetos de valor producidos localmente. 

De igual manera los jefes de Paso de la Amada y de otros centros emplearon artesanos para crear objetos de pedido, se incluyen vasijas de piedra pulida, cuentas y pendientes de piedra verde, hachas de jade y punzones (figura 10). Cuentas y pendientes tallados y pulidos de formas zoomorfas formaban parte de su adorno personal. Las hachas fueron escasas, encontradas en viviendas y en contextos rituales; como ejemplo un hacha de jade colocado debajo de la primera estructura del Montículo 6 (Blake 1991). Los espejos de mica también sirvieron como adornos personales, pues en un entierro se encontró uno en la frente de un joven de once años (sección 10; Clark 1991). Estos espejos están representados en las figurillas de cerámica. Objetos redondos aparecen en las frentes y en los pechos de las figurillas masculinas que tal vez representaban dignatarios de las aldeas o caciques (Clark 1991). Quizá algunas figurillas fueron elaboradaspor especialistas de tiempo parcial (Lesure 1999). 

No se puede asegurar que todas las familias produjeron sus propias hachas, espejos de mica, cuentas y pendientes, vasijas de piedra o aun cerámica o figurillas. Por ejemplo, una vasija —de diámetro más o menos 15 cm— de andesita, piedra volcánica pulida en el periodo Locona, hubiera requerido más o menos dos meses de mano de obra para terminarla, en jornada de 3-4 horas por día (Clark 1994). No existe evidencia segura de artesanos que trabajaran tiempo completo, pero probablemente algunos productos fueron realizados por especialistas de tiempo parcial con el patrocinio de dirigentes o jefes (Clark 1994, 1996; Clark y Parry 1990).

 

 

8.  INTERCAMBIO DE LARGA DISTANCIA

 

Los artefactos de obsidiana han llegado a ser objetos clave en la reconstrucción del intercambio de larga distancia. Cada yacimiento de obsidiana o afloramiento geológico tiene su propia composición química que puede ser determinada por una variedad de técnicas fisicoquímicas. Para algunas obsidianas con propiedades físicas distintas, como las importadas al Soconusco, es posible identificar el yacimiento geológico a simple vista. Casi todas nuestras tipificaciones fueron dispuestas mediante examen visual, algunas comprobadas por análisis de instrumento para verificar su eficacia. El estudio de obsidiana del Soconusco nos indica que durante el periodo del Arcaico Tardío los chantutos la obtenían del volcán Tajumulco, un yacimiento al otro lado de la frontera con Guatemala, y también de El Chayal, en la zona centro del mismo país (figura 11; Nelson y Voorhies 1980). La obsidiana de este lugar probablemente fue la más apreciada, ya que es de mayor calidad que la de Tajumulco, de ahí que produjeran herramientas más filosas. 

Estas dos clases de obsidiana siguieron siendo importantes en el Soconusco durante el Formativo Temprano. Al principio de la fase Barra, junto con la de estos dos lugares, también importaron obsidiana del yacimiento ubicado en San Martín Jilotepeque, un afloramiento del altiplano de Guatemala central. Su calidad es comparable con la de El Chayal. Clark y Salcedo (1989) concluyeron que en el Formativo Temprano el mineral fue conducido en canoa por la vía fluvial costera descrita por Carlos Navarrete (1978) en los periodos Posclásico Tardío y Colonial. En el mismo sentido, las obsidianas de San Martín Jilotepeque y Tajumulco es probable que fueran transportadas a la zona de Mazatán por tierra. Estas maneras diferentes de transportar bienes quizá expliquen las cantidades de obsidiana de los varios yacimientos que llegaron a Mazatán durante el Formativo Temprano (Clark et al. 1989).

La extraída de Tajumulco fue más común en Mazatán y se encuentra en todas las aldeas del periodo Formativo. No es sorprendente porque está relativamente cerca; se puede ver el volcán en días claros por la costa de Chiapas. Casi todos los artefactos tempranos de obsidiana son pequeñas lascas usadas para cortar y raspar. Ninguna destreza especial fue necesaria para fabricarlas por percusión directa o bipolar (Clark y Lee 1984; Clark 1981). Individuos de cada casa elaboraban sus propias herramientas. No fue hasta finales del Formativo Temprano cuando los productos especializados de obsidiana se importaron —en este caso las navajas prismáticas (Jackson y Love 1991).

Otros bienes encontrados en Mazatán, en contextos del Formativo Temprano, son el jade, quizá del altiplano de Guatemala, la mica, hematita y la piedra arenisca de grano fino. Durante las fases Cherla y Cuadros importaron vasijas y figurillas de cerámica de San Lorenzo, Veracruz, capital principal de los olmecas. Es presumible que los bienes perecederos del Soconusco dados a cambio por estos artículos especiales hubieran incluido pescado seco salado y camarones, cacao, plumas, cueros o pieles de felinos y cocodrilos, sal y otros bienes que circulaban por el Soconusco y se dirigían a regiones más distantes, principalmente obsidiana y jade.

El número de importaciones y exportaciones cambió con el tiempo. Parece que la frecuencia de intercambio aumentó al principio del periodo Formativo Temprano y siguió creciendo durante todo el periodo hasta que llegó a la frecuencia más alta en la fase Cherla, poco antes de la llegada física de los olmecas a Mazatán (Clark 1997; Clark y Blake 1989). El acceso a productos provenientes de lugares distantes fue mucho más limitado durante el horizonte olmeca: fases Cuadros y Jocotal. Parece que los cambios en clase y frecuencia de bienes disponibles fueron afectados por la política (Clark y Pye 2000). 

 

 

9.  REDISTRIBUCIÓN

 

Basados en estudios de artefactos de obsidiana encontrados en Altamira, Los Álvarez, y Paso de la Amada, Clark y Lee determinaron que la obsidiana llegada a la región provenía de tres yacimientos del altiplano de Guatemala, sección 8. Además propusieron que los jefes de cada comunidad grande en la zona de Mazatán tenían sus propios arreglos de intercambio, y que, una vez recibida, la obsidiana importada se distribuyó entre las familias dentro de cada asentamiento. Esto resultó una inferencia importante al indicar un sistema integrado de distribución y la presencia de un gestor o jefe, quizá cacique. Dado nuestro interés en los orígenes de la jefatura hereditaria se consideró importante revaluar la evidencia por redistribución y líderes.

Reciente hemos rechazado algunas suposiciones básicas del estudio anterior, la más importante es la relacionada con la cronología de eventos. En vez de dos fases, ahora tenemos seis para el Formativo Temprano. También hemos recuperado obsidiana de otros sitios y en una variedad de contextos, lo cual permite evaluar de nuevo la noción de “redistribución”. Los patrones de la distribución de obsidiana son más complejos que los descritos por Clark y Lee (1984). 

Nuestra muestra actual de obsidiana procede de los pueblos grandes de la llanura central, así como de los sitios especializados del estuario, y cubre todas las fases del Formativo Temprano. Para revaluar los patrones de intercambio regional identificamos visualmente las clases de obsidiana y sus cantidades absolutas. Como se ha señalado, las cantidades de obsidiana de los yacimientos guatemaltecos variaron con el tiempo. La información más completa de la distribución regional de obsidiana atañe a la fase Locona, periodo que consideramos de estudio.

Las muestras más amplias de obsidiana en contextos excavados aún no apoyan claramente la hipótesis original de contactos de intercambio entre comunidades, individuos, o de la redistribución de obsidiana dentro de cada pueblo. Considerándolo mejor, está claro que la hipótesis de redistribución se basó en suposiciones simplistas (Clark 1994, 2003). La distribución de las clases de obsidiana por toda la región de Mazatán durante la fase Locona es algo homogéneo, sugiriendo un sistema de intercambio más amplio de lo que Clark y Lee postularon. Además, dentro de Paso de la Amada el patrón es igualmente homogéneo, tal vez resultado de la redistribución, pero no podemos afirmarlo con certeza. Quizá otras formas de distribuir los bienes podrían haber culminado en un patrón similar. Por esto, consideramos ambigua la evidencia por redistribución y ahora no la tomamos como un indicador contundente de la presencia en Paso de la Amada ni en la región de Mazatán de un redistribuidor o cacique.

Generalmente, la mejor evidencia para tales distinciones se deduce de patrones mortuorios. 

 

 

10.  COSTUMBRES FUNERARIAS

 

Por el interés del grupo en el desarollo de la desigualdad social trabajamos con cuidado para encontrar entierros en la región estudiada. Antes de nuestra intervención, cuatro fueron reportados. Ceja (1985) los rescató en su investigación de Paso de la Amada; sólo uno tenía ofrenda: dos piedras de río colocadas cerca de la cabeza. 

Después de veinte años de investigación se documentaron más entierros, sin embargo el problema de la desigualidad social queda aún ambigüa, con pocas indicaciones de privilegio hereditario. Durante la temporada 1984-1993 se descubrieron veintisiete entierros del Formativo Temprano en la zona de Mazatán, quizá el más importante sea El Vivero. Un pozo de prueba reveló el esqueleto de un niño de once años con pigmento rojo en la osamenta, una piedra verde de río cerca de la cabeza y un espejo de mica en la frente (figura 12; Clark 1991, 1994; Ardern 2003). El espejo fue pegado sobre un trozo de tiesto y quizá fue parte de un tocado. Parece que algunas figurillas contemporáneas portan espejos en la frente, pegados a un tocado especial. La insignia probablemente indicaba una posición de privilegio (Clark 1991, 1994), como fue documentado después para los olmecas (Carson 1981) y los mayas (Schele y Miller 1983). Que un símbolo haya sido encontrado así en un joven hace el asunto del privilegio natal más fuerte.

Durante la temporada de 1995 fueron excavadas dos largas trincheras en Paso de la Amada. La Trinchera 1 se extendió de norte a sur 215 metros hasta llegar al Montículo 6, un poco al este de la cancha del juego de pelota del Montículo 7. Se encontraron 15 entierros, casi todos cerca de la cancha de pelota; con una muestra total de 46 podemos identificar algunas costumbres funerarias de los mokayas del Formativo Temprano (Ardern 2003). A los adultos los enterraban en posición flexionada, posiblemente sentados. Trece de los veinte entierros conocidos de Paso de la Amada tenían las manos en la cara (Ceja 1985: 23-26). La orientación del cuerpo fue característica, con las cabezas típicamente orientadas al oeste o al noroeste, una práctica constante en toda la región de Mazatán. Es notable que esta orientación paralela a la de la plaza principal en Paso de la Amada indica una dirección ritual significativa (Ardern 2003; Clark 2003). Solamente la tercera parte de los entierros tenía ofrendas no perecederas, algunas de ellas piedras de río; otros incluían vasijas de cerámica, cuentas de piedra verde tallada, aretes de mineral de hierro, un hacha miniatura, un espejo de mica y una mano con su mortero. No vemos patrón indicativo claro en las ofrendas de posiciones sociales altas. Se requiere una muestra más amplia para dilucidar la cuestión. 

Otra práctica interesante de los mokayas durante los tiempos Locona y Ocós era enterrar perros. Los entierros de canes están separados de los de humanos pero en el mismo terreno. Como con los entierros humanos, en casi todos los caninos faltaron ofrendas. Un entierro de perro recién descubierto en Cuauhtémoc, a 40 kilómetros al suroeste de Mazatán, estaba acompañado de un cuenco rojo (Rob Rosenswig, comunicación personal, 2003) parecido a una vasija encontrada en un entierro humano en la zona mazateca. Por este tratamiento especial hacia los perros no es sorprendente que imágenes de canes aparezcan en vasijas y figurillas de cerámica (sección 11; Clark 1994, 2004b; Lesure 2000). Los entierros de perros desaparecieron durante la fase Cherla; considerado éste entre los muchos cambios culturales que sucedieron bajo la influencia de los olmecas (sección 13).

 

 

11.  INTERPRETACIÓN DE LAS FIGURILLAS

 

De las diferencias más interesantes entre el Arcaico Tardío y el Formativo Temprano se menciona la manufactura de figurillas de cerámica. Las figurillas humanas más tempranas en el Soconusco fechan el final de la fase Barra; aparecieron inmediatamente después de la cerámica más temprana (Clark 1991; Gosser 1994). Fragmentos de figurillas tempranas fueron reportados en varios sitios antes de nuestra investigación: Izapa (Ekholm 1969), Altamira (Green y Lowe 1967) y La Victoria en Guatemala (Coe 1961). En Paso de la Amada fueron documentados más de 400 fragmentos de figurillas (Ceja 1985). Hemos encontrado muchos más fragmentos de figurillas humanas y también de animales durante el proyecto Mazatán. 

Las figurillas son importantes no solamente como marcadores del tiempo, también porque representan concepciones de humanos y animales por la misma gente que las elaboró. Algunas parecen ser representaciones naturales o retratos de individuos. Otras mezclan rasgos naturales con rasgos grotescos en un híbrido de criaturas; estas figurillas quizá representaban gente con máscaras o posiblemente espíritus o dioses (Clark 2004b).

Fragmentos de figurillas quebradas aparecen en basura doméstica, rellenos de construcción y sobre los pisos de casas, o sea, en casi todos los contextos arqueológicos. Las figurillas más tempranas son de dos clases, rústicas y finas, que distinguimos por atributos de manufactura y representaciones: sólidos-huecos, mujeres-hombres, no pulidos-pulidos. Las sólidas y rústicas representan mujeres desnudas con nalgas y pechos exagerados pero sin brazos (figura 13c). De caras rudimentarias y a veces deformes, sus rasgos fueron realizados rápidamente con impresiones de palitos para indicar los ojos y la boca; la nariz está formada de un trocito de barro vertical. En contraste, las figurillas huecas tienen engobe de varios colores, están pulidas y son representaciones naturales o reales (figura 13a), quizá retratos de individuos de alta posición. Con dos excepcionas claras, estas figurillas representan hombres con ropa o adornos especiales. En las figurillas sólidas de mujeres, las huecas aparentemente fueron trabajadas por especialistas y están asociadas con grandes plataformas residenciales en Paso de la Amada (Clark 1994; Lesure y Blake 2002).

Visto como una tradición a través del tiempo, hubo cambios importantes. Las figurillas llegaron a ser mejor elaboradas (Clark 1994; Lesure 1999). Las femeninas de la fase Ocós eran más grandes y exhibían rasgos faciales más naturales, arreglos en pelo y adornos como cuentas u orejeras (figura 13d). Las huecas de hombres fueron remplazadas por figurillas sólidas, obesas, antropomorfas, muchas de las cuales parecen estar agachadas o sentadas (figura 13b). Unos están desnudos con estómagos sobresalientes, mientras que otros tienen adornos elaborados, como collares en el cuello y borlas (Lesure 1997). Los que conservan sus cabezas tienen caras zoomorfas o fantásticas, por lo que se cree portaban máscaras. Estas figurillas de hombres probablemente representaron especialistas en rituales, caciques o ancianos que ocupaban un papel social particular, como los chamanes (Clark 1994). Las figurillas de animales también fueron populares. Los mokayas fabricaron figurillas, silbatos, cuentas talladas y cuencos hondos con efigie de imágenes de peces, reptiles, pájaros, sapos, perros, armadillos y otros animales (Clark 1994; Lesure 2000).

Aproximadamente en 1400 a.C. empezó una nueva tradición de figurillas, el famoso estilo olmeca con sus figurillas bien pulidas y sólidas, con engobe blanco o amarillo (figura 13f; Clark 1991; Clark y Pye 2000). Los ejemplos más tempranos descubiertos en Mazatán fueron importados de San Lorenzo, la capital olmeca en el sur de Veracruz. Estas figurillas son las mismas que conocemos para San Lorenzo un siglo antes en la fase Chicharras, 1400 a.C. (Coe y Diehl 1980: 263-266). Las figurillas representan hombres sentados en la misma posición que las esculturas monumentales olmecas de piedra. En Mazatán estas figurillas masculinas remplazaron a las de hombres gordos enmascarados (Clark 1994), pero las femeninas desnudas locales continuaron al lado de las de hombres olmecas. 

En 1300 a.C. ocurrió otro cambio. Las figurillas de estilo olmeca continuaron, pero las femeninas locales, una tradición que había existido por 400 años, desaparecieron (Clark 1994). Las representaciones naturales de animales también disminuyeron notablemente y fueron remplazadas por diseños abstractos zoomorfos, en particular de dragones olmecas tallados en la cerámica (Lesure 2000; Pérez 2002).

Por su parte, las figurillas olmecas desaparecieron más o menos en 1150 a.C. Durante la fase Jocotal las figuras humanas fueron pocas. En el estilo Jocotal los individuos se encontraban representados con arreglos en pelo y orejeras. Parece que las figurillas cerámicas no las hicieron especialistas. Normalmente en sitios grandes de los estuarios aparecen pocas figurillas, pero una excepción notable ocurrió en El Varal, allí se localizaron bastantes que coinciden con el final de la fase Jocotal (Lesure 1993). Este cambio señala el comienzo del Formativo Medio, cuando las figurillas llegaron a su máxima producción con una variedad de estilos documentados en La Blanca y el área del río Naranjo (Arroyo 2002; Coe 1961).

 

 

12.  PASO DE LA AMADA: CENTRO CEREMONIAL

 

Paso de la Amada llamó la atención de científicos por la publicación de Fausto Ceja (1985), quien nombró el sitio y condujo las primeras excavaciones en 1974 (figura 14). Descubrió que había sido ocupado durante las fases Barra y Ocós, desde 1900 a.C. El sitio cubre muchas hectáreas y tiene más de 50 montículos bajos y algunos centrales grandes. Lowe (1977) abrió el camino cuando comenta que se trataba posiblemente de un planeamiento arquitectónico temprano, con los montículos principales formando una plaza. 

La investigación de Paso de la Amada fue un objetivo clave del proyecto Mazatán. Su montículo más alto, el 6, reveló una serie de estructuras residenciales grandes (Blake 1991). Como fue explicado, la variedad de estructuras y casas era una característica de este pueblo, cuya diversidad arquitectónica es un buen indicador de estatus social. El Montículo 6 constituyó la casa más impresionante en la comunidad por 300 años (Clark y Blake 1994; Blake y Clark 1999). 

 El descubrimiento de una cancha del juego de pelota en el Montículo 7 confirmó la identificación de Lowe de una plaza; esta revelación nos forzó a revaluar la naturaleza de Paso de la Amada, su plan y función, y nuestras ideas de su historia temprana. El Montículo 7 está localizado a menos de 200 m al norte del Montículo 6 y parece que fue construido un poco después que la primera casa de allí. La cancha del juego de pelota se consideró en su tiempo la construcción más grande en Mesoamérica, y debió haber requerido por lo menos 1,400 personasdías laborales para construirla (Hill y Clark 2001). La presencia de esta cancha temprana y otras evidencias del juego de pelota en otros lugares de Mesoamérica (Ortiz y Rodríguez 1994) indican que el juego con pelota de hule tuvo sus orígenes en una institución del Arcaico Tardío. Warren Hill y John Clark (2001) piensan que la construcción de la cancha y la plaza temprana en Paso de la Amada fue clave para el rápido desarrollo del sitio como un centro ceremonial dirigido por caciques hereditarios. Más importante que el periodo temprano de esta cancha fue la coordinación de la mano de obra invertida en su construcción. Su uso para juegos competitivos contra equipos de otros pueblos dio lugar a una percepción de identidad de grupos y comunidad, más allá de las relaciones de parentesco.

No obstante, el reconocimiento de una planeación en el sitio de Paso de la Amada requirió datos de la cronología de sus estructuras principales. La fecha temprana y la coherencia del plan del sitio cambiaron muchas de las ideas que tuvimos del lugar. Sus montículos están orientados por un eje mayor con un eje menor perpendicular. La plaza principal se encuentra en el sector sur del sitio y está flanqueada en el oeste por la cancha de pelota, en el sur por la residencia del cacique y al este y norte por otros montículos de propósitos todavía desconocidos. Una trinchera excavada en el área central no arrojó evidencia de ocupación doméstica como en otras áreas del sitio, en consecuencia fue una plaza. Al noreste de ésta es posible que hubiera otra hundida, la confusión se dio por ser un bajo natural. Las plazas de Paso de la Amada y la quizá hundida indican que el espacio fue planeado para funciones públicas (Clark 2002b). 

Los que pensaron y construyeron el sitio aplicaron un sistema de medida que tenía como unidad básica 1.666 m, correspondiente a una brazada de hombre adulto. Ésta se utilizó en módulos más largos, de 43.32 y 86.63 m (Clark 2002b, 2004b). En tales términos, la cancha medía 52 unidades de largo y 20 de ancho. La estructura 4 del Montículo 6 se ubicaba en una cuarta parte de la cancha, con 13 unidades de largo. Las distancias entre los edificios son también interesantes porque están en proporciones rituales —13, 20, 52—, por ser números del calendario sagrado mesoamericano. No consideramos esto como accidente sino como diseño cuidadoso e importante a tener en cuenta.

 

 

13.  OLMECAS EN EL SOCONUSCO

 

A las esculturas de piedra tallada en el estilo olmeca se les conoce desde hace mucho tiempo en

Chiapas (Ekholm 1973), especialmente en la vertiente del Pacífico (Green y Lowe 1967; Navarrete 1974). Nuestra investigación en la zona de Mazatán ha identificado allí artefactos olmecas, los cuales sugirieron una interpretación diferente de influencia olmeca en esta parte del estado. Antes de este tiempo los mokayas habían desarrollado cacicazgos, comunidades grandes y centros ceremoniales sobre el 1650 a.C. Los caciques de estas entidades políticas tempranas participaron en el intercambio de larga distancia con otros jefes de regiones lejanas. Al principio de 1400 a.C., los mokayas tenían contacto con comerciantes y jefes de la zona del Golfo de México —gente conocida arqueológicamente como olmecas—. Con arribo de bienes de intercambio, y tal vez gente del área olmeca, empezó un proceso que tuvo un impacto primordial en la cultura mokaya.

La influencia extranjera fue extensa y profunda en Mazatán. Aproximadamente en 1300 a.C. la tradición cerámica local cambió de color: de rojo brillante a blanco y a negro. Además, las clases y frecuencias de figurillas evolucionaron de estilos mokayas a olmecas. Sorprendentemente, el número de bienes importados también declinó drásticamente. El proceso parece haber ocurrido en dos etapas. Primera; unidades políticas independientes practicaron el intercambio con socios lejanos y fueron influenciadas por sus costumbres y estilos, suponemos que para beneficio mutuo. Segunda; en Mazatán algunos socios comerciales olmecas parecen haber cambiado sus relaciones: de socios a superiores. Opinamos que algunas personas tomaron el mando de la región y la reorganizaron según sus costumbres olmecas (Clark y Pye 2000). 

Bajo el mando de los olmecas, Mazatán vivió una serie de cambios profundos en los patrones de asentamiento, en los estilos de la cerámica y de figurillas, en la cantidad de bienes importantes y en la población, misma que disminuyó y fue concentrada en ciertos sitios. Paso de la Amada se abandonó como centro y Cantón Corralito, localizado a 7 km al noreste, llegó a ser el centro más importante (Pérez 2002).

Otra innovación olmeca se dio en las esculturas monumentales de piedra. Una muestra a un individuo en posición agachada con los brazos enfrente del pecho. La figura tiene un tocado con una insignia alrededor de la frente; la cara porta ojos estrechos, labios exagerados y distintivos y una boca ceñuda. El segundo ejemplo, actualmente en la plaza principal de Álvaro Obregón, es un torso de un metro de altura, más grande que su tamaño natural, con cabeza y piernas quebradas. Muestra un hombre vestido lujosamente, con capa corta y banda ancha en la cintura de la cual cuelga un par de patas de cocodrilo (Clark y Pye 2000: 223, figura 15; cf. Montículo 19, Laguna de los Cerros, De la Fuente 1994: figuras 13.3-13.4). La presencia de escultura olmeca en Chiapas enfatiza sus innovaciones principales: la creación y el despliegue de un sistema ideológico y de “arte” político.

Con la decadencia de San Lorenzo en 1150 a.C. y el ascendente de La Venta en 950 a.C., las relaciones olmecas también cambiaron en la región Mazatán. El centro principal cambió al otro lado del río Coatán: sitio El Silencio. Los diseños olmecas en las vasijas cerámicas evolucionaron de imágenes zoomorfas a antropomorfas. Estos nuevos diseños se extendían por todo Chiapas, México central, Morelos, Oaxaca y Puebla, pero no en la zona del Golfo. La influencia olmeca en el Soconusco disminuyó y parece que el gobierno regresó a manos locales. Una escultura olmeca fechada en este tiempo Jocotal corresponde a una figura vestida con ropa y tocado lujosos, lleva una placa en el pecho que porta la imagen de un hombre sentado con las piernas cruzadas en un trono. Actualmente en el Museo Regional de Tapachula, Chiapas, esta escultura vino de El Silencio —antes de nombre Ojo de Agua—. De igual forma, en San Carlos fue encontrado un fragmento de otra escultura (Clark y Pye 2000).

Aproximadamente en el año 1000 a.C. la región Mazatán fue abandonada. Su población se trasladó a otro lugar, probablemente al sur, hacia el valle del río Naranjo alrededor de la capital nueva en La Blanca, Guatemala, centro ceremonial grande con muchos montículos piramidales, de los cuales el más considerable tenía una altura de 25 m y medía 100 x 100 m en su base (Love 2002).

 

 

14.  LOS ORÍGENES DEL PRIVILEGIO

 

Antes de 1980 los proyectos regionales en México central y los valles de Oaxaca y Tehuacán proveyeron las ideas centrales del desarrollo social durante los periodos precerámicos y formativos en Mesoamérica, incluían los orígenes de sociedades de rango o cacicazgos dirigidos por jefes hereditarios. Estos trabajos proporcionaron nuevas propuestas acerca de los orígenes de la agricultura, el sedentarismo y la cerámica temprana, aunque la parcialidad de evidencia y la teoría pertenecieron a las áreas del altiplano. Las zonas costeras para tiempos tempranos y las tierras bajas mayas todavía desconocidas típicamente eran consideradas como lugares de poca importancia para el desarrollo sociocultural. Desde este modo de pensar, las zonas costeras contemplaban ambientes demasiado ricos para necesitar gestores que coordinaran el uso de escasos recursos, mientras que las tierras bajas mayas, homogéneas ecológicamente, eran demasiado pobres. De ahí se pensó que las dos regiones tropicales eran recipientes de desarrollos de los valles del altiplano donde las condiciones eran perfectas para el desarollo de liderazgo.

La dicotomía entre el altiplano y las tierras bajas elaborada por Richard MacNeish (1966)

fue cuestionada por Lowe (1971; figura 1), quien dijo que las características del medio ambiente simplificaron un paisaje ecológico más complicado. Él ofreció otra interpretación de la relación entre desarrollo y ecología, pero la opinión de otros que estaban trabajando en el Soconusco fue la que predominó. Flannery y Coe (1968) propusieron un modelo con dos estrategias para la colonización de regiones con diferentes microambientes. 

En la estrategia aglutinante un grupo coloniza el microambiente más rico y aprovecha primero sólo este área, con asentamientos nuevos siempre dentro de la misma zona. La zona favorecida tenía suficientes recursos para mantener una población más o menos densa. En la estrategia dispersa los grupos se segregan uniformemente entre diferentes microambientes y llegan a ser especialistas dentro de sus zonas, pero no autosuficientes. Han de intercambiar con comunidades de otras zonas ambientales para procurarse todas las necesidades básicas, lo cual quiere decir que se ven obligados a entrar en relaciones simbióticas con sus vecinos (Sanders 1956; Sanders y Price 1968). Coe y Flannery consideraron la costa del Pacífico de Guatemala como ejemplo de asentamiento aglutinante, con grupos pequeños de montículos ubicados en la zona de estuarios, mientras que el valle de Tehuacán fue ejemplo de un asentamiento disperso. En esta interpretación las aldeas en el Soconusco no tenían que entrar en arreglos simbióticos porque cada una tenía acceso a los mismos recursos necesarios. En cambio, en el valle de Tehuacán tal intercambio de necesidades fue menester debido a la distribución de recursos esenciales. Las zonas con más recursos soportaron los pueblos que llegaron a ser centros de redistribución y posteriormente centros ceremoniales con jefes privilegiados, quienes controlaron y manejaron la economía. Resulta que el caso del desarollo desigual en el Soconusco durante el Formativo Temprano no es conforme a estas explicaciones ecológicas.

El trabajo en Altamira y Paso de la Amada en las décadas de los sesenta y setenta pasados demostró la presencia de pueblos grandes tierra adentro y de sitios pequeños en el manglar, o sea, no fue un patrón aglutinante. Lowe (1977) propuso la presencia de diferentes clases sociales y actividades complementarias en cada zona: pescadores/recolectores y agricultores. En Paso de la Amada la presencia de un “montículo de tres metros de altura rodeado por un arreglo cuadrangular de plataformas muy bajas o montículos de casas” indica el planeamiento de la comunidad y, por ende, de distinciones sociales (Lowe 1977). Paso de la Amada fue un centro regional pequeño que indica “la presencia de estatus social” durante el periodo Ocós. Nuestras investigaciones han confirmado la interpretación de Lowe respecto a la diferenciación social temprana en la zona de Mazatán. Se nota la especialización artesanal en la cerámica Barra y un centro formal en Paso de la Amada por lo menos alrededor de 1650 a.C. En los últimos veinte años de investigación la idea del desarrollo de la complejidad social ha cambiado de factores ecológicos o funcionales a hipótesis que consideran procesos políticos y sociales transformativos.

Si tomamos en cuenta el trabajo inicial realizado en el Soconusco, Clark y Blake (1989, 1994) propusieron la existencia de sujetos o agentes especiales que tuvieron un impacto profundo en el desarollo de la desigualdad social por el simple hecho de buscar fama personal o de tratar de engrandecerla. Quienes promovieron actividades premeditadas para atraer partidarios, de ese modo aumentaron el tamaño de sus grupos al acrecentar su fama y el peso de su nombre. Estos “buscafamas” se comunicaron con otros “grandes hombres ” dentro del mismo sistema regional de intercambio para engrandecer su ego e influencia en las comunidades aledañas y más alejadas. El privilegio hereditario nació en este ambiente social competitivo cuando líderes políticos realizaron actividades para conferir beneficios a sus partidarios, y especialmente a sus hijos, mientras mantenían sus reputaciones como jefes efectivos. Con tiempo y frecuente repetición la gente se acostumbró a la distribución de beneficios y fama, y no veían injusto que los buscafamas confirieran beneficios y reputación a sus hijos; esta forma de ir perpetuando el privilegio llegó a ser un derecho de nacimiento y no una injusticia social.

Nuestras investigaciones arqueológicas han identificado algunas innovaciones y actividades quizá involucradas en las competencias sociales que dieron luz a las sociedades de rango o cacicazgos. Por ejemplo, la cerámica elegante Barra (sección 2) probablemente fue producida como bien de prestigio y usada durante ceremonias notables para servir bebidas especiales a los participantes, partidarios e interesados. Pensamos que los buscafamas trajeron cultivos de Los Altos, con ellos hicieron comidas o bebidas en estas oportunas ocasiones, por ejemplo, maíz para preparar la bebida llamada “chicha”.

El centro ceremonial Paso de la Amada y la construcción de la cancha del juego de pelota (véase sección 12) levantados con mano de obra de partidarios leales, tuvo que haber conferido muchísima fama a las personas que lo organizaron. La construcción y el trabajo comunal promovieron un sentido de unidad o de comunidad entre los individuos involucrados y una relación con el líder. Después de la construcción, la cancha y la plaza central habrían proveído espacios para actos rituales y así reforzar esta identidad comunal. Las rivalidades entre buscafamas de varios pueblos y sus partidarios fomentaron cierto ambiente competitivo del cual surgió una cultura dinámica y una era de evolución social. Algunas de las actividades formativas de los buscafamas todavía son especulaciones por lo que la hipótesis necesita ser probada. Es importante notar en esta explicación que el cambio social ocurrió debido a una consecuencia no premeditada ni anticipada de individuos que buscaban una reputación dentro de sus comunidades igualitarias.

 

 

15.  TRABAJO PARA EL FUTURO

 

Carecemos de trabajos suficientes para contestar nuestra pregunta respecto al origen del privilegio. Sin embargo, entendemos mejor a los pueblos tempranos mediante su cronología y la aparición de la desigualdad hereditaria, también si consideramos algunas de las condiciones precedentes involucradas. De las mil cosas que quedan por saber, tres son críticas. Todavía no hemos conectado el Arcaico Tardío con el Formativo Temprano. Urgen investigaciones en ambos periodos que contemplen sus modos de vida. Sabemos que uno evolucionó al otro, pero no entendemos cómo. Hasta la fecha hemos identificado solamente un sitio del Arcaico Tardío en la zona Mazatán: San Carlos, fechado en 2400 a.C., o 500 años antes del Formativo. Conocemos poco del modo de vida de los mokayas en tiempos Barra y los últimos chantutos siguen siendo igual de desconocidos. Necesitamos encontrar sitios de estos periodos e investigarlos intensamente. Se requiere un estudio sistemático con métodos de prospección profunda para localizar estos sitios enterrados.

Hemos procedido en nuestra investigación con la hipótesis de que los desarrollos en el Formativo Temprano surgieron de la sucesión del periodo Arcaico, pero carecemos de evidencia sólida para demostrarlo. Lo que podemos decir con toda confianza por el momento es que muchos rasgos del Formativo se originaron en el Arcaico. Hasta que tengamos una secuencia cronológica continua y completa que abarque la transición entre las dos eras no podemos eliminar la posibilidad de que los mokayas llegaron al Soconusco de un lugar ajeno, con todas sus prácticas nuevas, como originalmente Michael Coe y Gareth Lowe opinaron. Dudamos fuertemente acerca de esta posibilidad por muchas buenas razones que no podemos documentar aquí, pero las dudas no son datos. Necesitamos más de éstos para salir de la oscuridad. Las prioridades para futuras investigaciones en nuestra óptica son encontrar y excavar sitios: 1. del Arcaico Tardío de la llanura interior, y 2. de la fase Barra temprana. 

La tercera prioridad urgente relaciona a las dos anteriores: la reconstrucción del medio ambiente local durante el periodo de la transición crítica entre el Arcaico y el Formativo, esto es, de 2500 a 1500 a.C. Hemos postulado un ambiente rico antiguo similar al actual e incorporado esto imaginando la posibilidad en nuestras interpretaciones del pasado. Pero queda por hacer la mayor parte de la investigación necesaria para reconstruir el paleoambiente. Consideramos esta falta de datos ambientales la mayor debilidad de todo nuestro trabajo hasta la fecha. Hemos enfatizado explicaciones sociales para entender el cambio hacia el Formativo y minimizado influencias ecológicas, pero no tenemos una base segura para favorecer una interpretación sobre las demás.

Sospechamos que los niveles del mar se estabilizaron aproximadamente entre 2400 a 2000 a.C. en el Soconusco, y que este suceso global ejerció un gran efecto durante siglos, como el aumento rápido en los depósitos aluviales de Mazatán, cambios en la posición de las playas de la costa, presencia o ausencia de manglares y lagunas interiores, y la distribución de tierras viejas y nuevas —de diferentes fertilidades—, además de todo lo que esto implica para la flora y la fauna del lugar y su distribución. La densidad de recursos naturales de varios tipos habría afectado los asentamientos humanos y sus posibilidades para vivir permanentemente en un solo


lugar. Para resolver estas cuestiones apoyaremos más estudios de paleoambiente que tomen en cuenta el Arcaico Tardío y el Formativo Temprano.

Sumado a ello, continuaremos los análisis de isótopos de huesos humanos en los entierros recuperados durante las excavaciones de 1995 (sección 10); estos estudios proporcionarán datos acerca de dietas y la importancia de varias plantas y animales. Por el momento no sabemos si comieron yuca o si fue más importante el maíz. Los estudios planeados para detectar almidón o fécula se dirigirán a este problema. Además, estamos planeando investigaciones que incluyan periodos posteriores al Formativo para documentar mejor los cambios en los ciclos de vida de la zona Mazatán y la historia demográfica del Arcaico hasta la actualidad. Los mazatecos pagaron tributo a los aztecas en las últimas décadas del reino mexica, y esto es un capítulo clave en la historia mazateca que merece investigarse.

Para la mayor parte de su prehistoria, los habitantes del Soconusco reflejaron y participaron en los acontecimientos mayores a su alrededor. Al principio de la historia, sin embargo, pudieron haber sido los innovadores principales en Mesoamérica. Nuestras investigaciones se han dirigido a un periodo de suma importancia. Los últimos veinte años de estudio confirman algunas de las contribuciones de los chantutos y los mokayas en el tejido de la vida mesoamericana. Aún así, se demanda mucha más investigación para entender el cómo y el porqué de estos sucesos críticos en la historia de Mesoamérica ocurridos en el Soconusco.

Notas 

1 “Mokaya” es una hibridación de dos palabras indias de las lenguas mixe y zoque. Mok ’haya significa “la gente de maíz” en estas dos lenguas. De hecho la lingüística histórica evidencia que las culturas del Formativo Temprano de la costa del Pacífico de Chiapas hablaban el proto mixe-zoque, “madre” de las dos lenguas. Si consideramos que las culturas del Formativo Temprano de la costa chiapaneca fueron las de los primeros agricultores sedentarios en Mesoamérica, parece apropiado designarlas como “la gente de maíz” o “mokayas”.

 

LISTA DE FIGURAS

 

Figura 1: Mapa de Mesoamérica con sitios del Formativo Temprano.

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Figura 2: Mapa del Soconusco con sitios del Arcaico y el Formativo (triángulos) y pueblos modernos (círculos).

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Figura 3: Sitios arqueológicos en la zona de Mazatán.

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Figura 4: Cronología comparativa del Formativo Temprano. 

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Figura 5: Reconstrucción de las formas de vasijas cerámicas, fase Barra.

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Figura 6: Pesca con red en laguna cercana a Paso de la Amada.

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Figura 7: Mapa de sitios registrados en la zona Mazatán.

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Figura 8: Historia de la ocupación de la zona de Mazatán durante el Formativo Temprano.

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Figura 9: Planta de las estructuras del Montículo 6 de Paso de la Amada. Reconstrucción de las viviendas en orden cronológico.

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Figura 10 a, b, c: Cuentas y pendientes tallados en el Formativo Temprano; 10 d. Plato tallado de piedra volcánica.

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Figura 11: Mapa de América central donde se ubican yacimientos de obsidiana (triángulos) y sitios (círculos).

1 

 

 

Figura 12: Entierro en El Vivero, fase Locona.

1 

 

 

 

Figura 13: Figurillas de cerámica del Formativo Temprano; a. Reconstrucción de una figurilla de la fase Barra; b. Figurilla de un hombre obeso enmascarado de la fase Ocós; c. Reconstrucción de una figurilla femenina de la fase Locona; d. Reconstrucción de una figurilla femenina de la fase Cherla; e. Reconstrucción de una figurilla femenina de la fase Ocós; f. Reconstrucción de una figurilla masculina de las fases Cherla. 

1 

 

 

Figura 14: Mapa del sitio Paso de la Amada.

1 

 

 

 

Figura 15: Tres vistas de fragmento perteneciente a una escultura olmeca, en Alvaro Obregón.

1 

 

 

 

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