PRESENTACIÓN

 

La práctica de actividades físico-deportivas ocupa, hoy en día, buena parte del tiempo de ocio de un alto porcentaje de la población en nuestras sociedades; y no sólo eso, sino que ha llegado a convertirse en un importante referente simbólico y cultural para determinados grupos sociales. Más evidente aún resulta la fuerza expansiva de sus universos simbólicos en la representación de espectáculos deportivos como el fútbol, convertido en un nuevo lenguaje universal, en la “nueva religión” de buena parte de las sociedades modernas. 
Ahora bien, como cualquier otro aspecto de la cultura humana, la actividad físicodeportiva se inscribe dentro de sistemas socioculturales concretos y sociedades específicas desde las cuales se definen las características que la conforman. Por tanto, dentro de la actividad físico-deportiva —actividad social “total”, en palabras ya clásicas de Norbert Elias— se reflejan las problemáticas y los valores sociales del momento histórico en el cual se enmarca. Es en esta perspectiva desde la cual los antropólogos pueden colaborar para dar respuesta a una demanda social que aún no ha sido del todo satisfecha en ámbitos como el técnico, el científico o el mediático. 
La voluntad de este dossier monográfico de la revista Pueblos y fronteras digital es la de recoger y mostrar diversas investigaciones que nos ayuden a valorar la necesidad de profundizar en el campo de la Antropología del Deporte y, por ende, en el trabajo de otras disciplinas que dan soporte al conocimiento de los orígenes o institucionalización de prácticas en la actualidad cotidianas e, incluso, convertidas en consumo masivo a través de los medios de comunicación. Ciertamente, no es fácil acotar los límites de estos estudios. Una de las características más destacadas de la propia disciplina antropológica es la pluralidad de enfoques teóricos y de métodos, así como la integración de diversidad de técnicas de observación y análisis. Tampoco resulta fácil definir nuestro objeto de estudio. La antropología del deporte no se ha centrado exclusivamente en las manifestaciones del deporte en las sociedades modernas. Así, la actividad física y el juego en las sociedades tradicionales han ocupado una parte destacable de sus investigaciones, así como también aquellas prácticas que se desarrollan fuera de las instituciones deportivas oficiales. 
 
 
 

LOS ORÍGENES DE LA ANTROPOLOGÍA DEL DEPORTE

 
Los inicios de la preocupación antropológica por el deporte hay que buscarlos en el siglo XIX, enmarcados dentro de la polémica académica de la época ante la problemática de la difusión de los rasgos culturales. En este aspecto, destacan las obras dedicadas a la recopilación de juegos tanto en Europa como en América, o los textos de carácter más general donde los juegos se recogen y se incluyen como un dato etnográfico más. La mayor parte de estas obras iniciales son de carácter claramente descriptivo o etnológico, interesadas en señalar las similitudes y las diferencias entre las prácticas físico-deportivas y los juegos de diferentes comunidades humanas. 
A principios del siglo XX se impone una nueva orientación, menos descriptiva, más teórica y, sobre todo, mucho menos preocupada por los "orígenes" que por poner en relación el deporte primitivo y otros aspectos de la vida social. Es decir, no se busca tanto la metodología comparativa como la estructural, al intentar recrear sistemas de relaciones en una sociedad. 
 A mediados de siglo, un artículo: "Games in Cultures", de Roberts, Art y Busch, llamó la atención de los antropólogos por su intento de sistematizar el punto de vista de la antropología sobre el deporte y el juego (Blanchard y Chesca, 1986). A partir de esta época aparecen, cada vez en mayor número, antropólogos dedicados a la investigación del deporte, y se diversifican los marcos teóricos de referencia. Así, podemos encontrar obras que analizan el desarrollo del deporte desde posicionamientos evolucionistas, al destacar como un elemento clave en la explicación de los cambios ocurridos en la práctica deportiva y su institucionalización, el incremento de la complejización social y organizativa, al igual que el desarrollo tecnológico. También se observan estudios e interpretaciones desde los modelos funcionalista o estructural-funcionalista. El artículo de Fox (1979) es un ejemplo de aplicación de estas corrientes funcionalistas, ya que, para el autor, el béisbol practicado de forma popular funciona como un bálsamo para acabar con las tendencias agresivas en un sistema que tradicionalmente se ha caracterizado por ser no competitivo y que, en el momento del estudio, se encontraba sujeto a tensiones provocadas por el proceso modernizador. Otras corrientes teóricas han enfocado, desde sus distintos posicionamientos, el hecho deportivo: el materialismo cultural, el estructuralismo francés o la teoría de sistemas, por referir algunas. Un estudio de referencia en su aplicación al análisis simbólico de los juegos y prácticas deportivas ha sido sin duda el de Geertz (1988) sobre la pelea de gallos en Bali (Indonesia). Su conceptualización del juego profundo nos permite tratar el acontecimiento deportivo como un texto cuya principal función va a ser interpretativa. 
En lengua castellana, no cabe duda de que durante muchos años la obra de referencia ha sido la traducción del libro de Blanchard y Chesca (1986) Antropología del deporte. Se trata de una visión de la antropología del deporte desde una perspectiva neoevolucionista, pero que se ve completada por un repaso de los demás modelos teóricos. Se convierte, de este modo, en un manual con una clara voluntad generalizadora que ha tenido una notoria utilidad durante un extenso periodo, tiempo en el cual la producción antropológica sobre la actividad físico-deportiva ha sido escasa. 
 Al margen de este libro, ya se disponía en castellano de los artículos de Firth y Fox incluidos en la obra de Lüschen y Weis (1979), que propusieron una aproximación a prácticas físico-deportivas en sociedades tradicionales desde posiciones funcionalistas. 
 Sin traducir al castellano, ha sido referenciada, con asiduidad, la compilación de Harris y Park (1983). El libro sitúa los juegos y deportes dentro del contexto cultural en el que se manifiestan, para luego interrogarse sobre la relación deporte/ritual y a partir de ahí ofrecernos diferentes posicionamientos sobre los procesos de socialización y aculturación a través del deporte. Más recientemente se publicó la interesante compilación de Jeremy MacClancy (1996) sobre las relaciones entre deporte, identidad y etnicidad.
 En España, el peso europeo ha sido notable, con las traducciones de los artículos de V. Padiglione (1994, 1995, 1996) y N. Porro (1996), las cuales nos han permitido conocer el desarrollo de la antropología del deporte italiana. Muy importante también para el desarrollo de la antropología española del deporte es la obra de Pierre Bourdieu (1988a, 1988b), especialmente por la aplicación que realizan desde la sociología del deporte francesa autores como Pociello (1991, 1995) y por la difusión que se efectúa desde la propia sociología del deporte español (García, Lagardera y Puig, 2002). 
La antropología francesa ha llegado con fuerza también, de la mano de Bromberger
(1995, 1998, 1999) en relación con sus estudios sobre el futbol. También arriba desde
Francia la praxeología, corriente de pensamiento que surge de la obra del sociólogo Parlebas (1988, 2001), cargada de referencias etnológicas desde una perspectiva sistémica y estructuralista, que busca esclarecer la lógica profunda que rige los diversos juegos deportivos en relación con la sociedad y la cultura de referencia. En España ha producido ya un considerable número de estudios, algunos de los cuáles se han centrados en el análisis de juegos y deportes tradicionales. Otro autor de gran influencia, especialmente para las temáticas del cuerpo y de las conductas de riesgo en la sociedad contemporánea, es Le Breton (1990, 1991), cuyas propuestas teóricas están siendo aplicadas en algunos de los estudios sobre deportes de aventura y de riesgo.
En el año 2003 aparece una obra de referencia sobre la antropología del deporte en España (Medina y Sánchez, 2003), permitiendo por vez primera un intento de visión “de conjunto” sobre la actividad antropológica española relacionada con el deporte y la actividad físico-deportiva. 
 A partir de la década del noventa, la producción sobre la temática en países de habla castellana, fuera de España, se diversifica. En Argentina la antropología, de la mano del recientemente fallecido Eduardo Archetti (1985, 1994, 1995, 1999), o la sociología de carácter marcadamente antropológico de Pablo Alabarces (Alabarces y Rodríguez, 1996; Alabarces 2000, 2002) impulsan un interés sociocultural por el deporte (futbol y polo, principalmente). En México el estudio del deporte se ha encontrado vinculado a la arqueología y al ritual, con especial énfasis en todo aquello relacionado al juego de pelota prehispánico. Habrá que esperar a un momento más reciente para encontrar obras como la de Fábregas (2001), que analiza el fenómeno futbolístico, y que parece señalar ya una perspectiva en crecimiento que puede observarse en los intentos por conformar grupos de trabajo, a nivel nacional, que se dediquen a esta problemática. 
Con todo, no es posible evaluar el desarrollo de la antropología del deporte sin tener en cuenta el uso por parte de otras disciplinas de la “caja de herramientas” teóricas y metodológicas de la etnología para abordar estudios sociales sobre deporte, y es que cada vez más autores provenientes de disciplinas diversas (sociología, historia, psicología, estudios culturales, etcétera) han hecho suyo el “método etnográfico” (Sánchez et al. 2003). El debate entre los diferentes posicionamientos teóricos y epistemológicos que se produce en la postmodernidad nos ha llevado a la época de los estudios transdisciplinares, donde predomina el pluralismo metodológico a la hora de analizar el hecho deportivo. Por tal motivo se empiezan a usar de forma generalizada los métodos antropológicos: trabajo de campo, observación participante, informantes clave, entrevistas en profundidad, etcétera. Al mismo tiempo, la utilización de conceptos y marcos teóricos generados y debatidos en el ámbito de la disciplina antropológica alcanza al resto de investigaciones en ciencias sociales aplicadas al deporte. Los ejemplos abundan y los podemos encontrar en cada congreso, jornada o seminario de las ciencias sociales del deporte, pero por su carácter reciente podemos citar la aplicación de la antropología comprensiva al campo deportivo en la versión anglosajona de los “cultural studies” (Martín, 2003). En esta línea no debería sorprender que obras de reciente publicación con referencias explícitas a la antropología del deporte no sean el resultado del trabajo de antropólogos de formación académica.
 La antropología del deporte no está aún consolidada ni institucionalizada. Tenemos pruebas significativas de ello para el caso español: a lo largo de nueve congresos de antropología, desde el año 1977, nunca ha habido ni un solo simposio dedicado al deporte. Únicamente en el Congreso Español de Antropología celebrado en Sevilla en septiembre de
2005, una mesa de trabajo sobre Antropología del deporte fue coordinada por F. Xavier Medina y Ricardo Sánchez. Para el caso mexicano la perspectiva tampoco es muy halagüeña. Los temas deportivos, observados desde la disciplina antropológica son escasos e, incluso, su tratamiento ha sido observado con desdén, por no señalar otro calificativo, en las academias del país, preocupadas por temas clásicos nacionales o por los enfoques impulsados desde los Estados Unidos.
Por otra parte, su implantación a nivel universitario es casi nula. No hay asignaturas, ni troncales ni optativas, en las universidades españolas, incluso dentro de la disciplina antropológica. Sí que ocurre, pero con poca frecuencia, que se dicten monográficos específicos de pocas horas de duración sobre antropología del deporte, fundamentalmente en las facultades que imparten la licenciatura en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, o en los diferentes centros del Instituto Nacional de Educación Física. Tan sólo muy recientemente (desde 2003) ha sido creado el curso de doctorado denominado “Deporte, sociedad y cultura” en la Universidad de Zaragoza, impartido por Luis Cantarero y, bajo su misma dirección, el postgrado “Deporte y sociedad: formación multidisciplinar y retos contemporáneos”, en esa misma casa de estudios (2006).
 En lo que respecta al caso mexicano el  panorama tampoco es alentador, puesto que las ciencias sociales han preferido obviar el tema, salvo casos excepcionales ya mencionados, y sólo algunas referencias de carácter histórico, especialmente ligadas al tema de la educación y el periodo revolucionario del siglo XX, animan a pensar que en un futuro próximo la práctica deportiva tendrá la atención que merece, por su relevancia social moderna, en los análisis de las ciencias sociales.
Por lo tanto, nos encontramos, en general, con estudios antropológicos de carácter principalmente local de la actividad físico-deportiva, a los cuales, en buena medida, se ha llegado de manera secundaria —e incluso, en ocasiones, únicamente como un medio para cumplimentar otros fines—. Sin embargo, el momento presente parece haber sentado ya, al menos desde una primera base, un cierto corpus de producción antropológica en este campo de análisis, que ha de ser el sustento para una consolidación y crecimiento futuro de la antropología del deporte en lengua castellana. 
A través de todo lo hasta aquí expuesto, y a pesar de las inevitables carencias y de las problemáticas existentes en todo campo de investigación, no cabe duda de que la antropología tiene mucho que aportar en relación con las constantes transformaciones de la cultura deportiva actual y con el análisis y la reflexión sobre las nuevas tendencias en el campo del deporte en general. El caso de la antropología del deporte en España presenta, asimismo, características particulares, tanto de diversidad territorial como de proceso histórico, que la convierten en un ejemplo ciertamente interesante de evolución de un campo de estudio de relativamente reciente implantación dentro de una disciplina, la antropología social y cultural, que, al menos a nivel universitario, ha asentado sus bases de manera bastante tardía —no podemos olvidar, en este sentido—, que la primera cátedra de antropología sociocultural en España se remonta tan sólo al año 1969, en la Universidad de Barcelona. Circunstancia, esta última, que nos recuerda que el fundador académico de la disciplina antropológica como tal en España fue Claudio Esteva Fabregat, formado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, y que entre sus múltiples actividades en su país de acogida se encuentra la de haber sido entrenador de futbol.
 
 
 

EL CONTENIDO DEL NÚMERO

 
El número 2 de la revista Pueblos y fronteras digital que presentamos tiene como objetivo introducir a los lectores a una temática novedosa, especialmente para el caso de México. Los artículos que la componen tienen distinta procedencia y enfoque, pero su valía se encuentra en las posibilidades que abren para explorar un campo de trabajo abonado por su amplitud y ajeno hasta ahora, en muchos casos, a los intereses académicos. Son cuatro textos escritos en España y dos en México que cuentan con especialistas, algunos de ellos ya referidos en estas mismas páginas, que deben abrir la reflexión sobre el papel del deporte y de la actividad física en nuestras sociedades.
Luis Cantarero, impulsor del estudio de la temática en una de las universidades españolas, abre el compendio de artículos de este número. El trabajo, que nos remite a la antigüedad clásica, muestra la relevancia de los juegos helénicos en la cultura oral del momento. Para ello el autor, utilizando las referencias a los diversos juegos realizados en la Grecia clásica, se adentra en la función que éstos tenían para la sociedad. Por una parte su funcionalidad lúdica y, por otra, su carácter de constructores de un orden social que se muestra en los valores del héroe olímpico.
Le sigue el trabajo de Elena Espeitx quien, desde una visión contemporánea, nos introduce en la relación existente entre el ejercicio físico, la práctica deportiva y la alimentación entre los jóvenes. Su artículo hace hincapié en las formas en que los adolescentes perciben su cuerpo mediante las representaciones establecidas sobre el deporte y la alimentación. De esta manera, la actividad física, y la alimentación que puede estar ligada a ella, no sólo se lee como una forma de actividad social, sino como constructora de la imagen corporal y de la autonomía personal de los jóvenes en un momento decisivo de su conformación como miembros de una sociedad.
Sin dejar el tema de la juventud, pero ahora centrado en niñas gitanas, Dora Blasco explora las relaciones entre el género y la actividad deportiva en la escuela. En este sentido, el texto propone que los condicionamientos culturales en los que viven las escolares gitanas determinan su visión y participación en la práctica del deporte, hecho  que no sólo las puede diferenciar del resto de niñas sino que reproduce, desde la infancia, los modelos de comportamiento establecidos por una población diferenciada en la España contemporánea.
Desde una perspectiva simbólica Olatz González aborda el contenido cultural que el juego de la pelota vasca porta. Una actividad lúdico-deportiva, como la analizada, se convierte, en su reflexión, en “una experiencia constituyente del ser comunitario”, de esta manera, la puesta en escena del juego de pelota sintetiza y muestra la peculiaridad cultural de la sociedad vasca, a la vez de expresar simbólicamente una concepción del mundo que implica comportamientos y símbolos que se condensan en el juego estudiado.
 Los dos últimos trabajos dedicados al hecho deportivo se centran en temas mexicanos, en concreto chiapanecos. El artículo de Miguel Lisbona es un resumen de un trabajo más extenso sobre la implantación e institucionalización del deporte en el Chiapas de los años comprendidos entre 1910 y 1940. 
En sus páginas se muestra cómo la revolución mexicana llegó a la entidad federativa chiapaneca a través de ideas y propuestas de transformación social que implicaban, en buena medida, la conformación de un nuevo ciudadano, el cual sólo lograría serlo si se edificaba una imagen corporal más acorde con las propuestas y modelos sociales que se estaban implantando en el resto de la sociedad mexicana, especialmente ligadas a las reflexiones de la Europa de aquellos años. Por ello, la práctica deportiva significaba una herramienta de doble valor, por una parte pretendía higienizar el cuerpo individual y, por otra, y como consecuencia, visualizaba un ciudadano nuevo para una nación en construcción, nación que se quería alejada de ciertas prácticas culturales del pasado.
El  artículo que cierra el tema deportivo de este número de la revista es el signado por Andrés Fábregas, iniciador de la preocupación deportiva en la antropología mexicana. En esta ocasión aborda el papel del equipo de primera división, los Jaguares, en el contexto de la realidad chiapaneca. La capacidad del futbol para crear símbolos que conformen “comunidades de identificación” e “integración de la diversidad” se analiza en dos vertientes, la de las transformaciones económicas, y en concreto del empresariado chiapaneco y, por otra parte, la condensación de las fragmentadas identidades locales hacia una posible identificación estatal mediante el equipo de los Jaguares.
 El apartado misceláneo de la revista incluye tres colaboraciones. La primera de John Clark y Mary Pye es el resultado de las excavaciones practicadas en la zona de Mazatán, en el Soconusco chiapaneco. “Los orígenes del privilegio en el Soconusco, 1650 a. C.: dos décadas de investigación” versa sobre la desigualdad social de los habitantes de la mencionada región en el Preclásico. El segundo está firmado por Gloria Lara Pinto, quien presenta un amplio panorama de los problemas que el trabajo arqueológico ha tenido en Honduras, y para ello muestra un panorama general de los mismos y señala los caminos y alternativas para solventarlos. Jesús Antonio Cosamalón Aguilar es el autor de la última colaboración. Él aborda un tema poco conocido en la historiografía chiapaneca, en concreto los juicios sobre terrenos baldíos, para ello utiliza fuentes primarias judiciales que añaden información de interés para un periodo en la vida chiapaneca poco estudiado hasta el momento, aunque en los últimos años la preocupación por conocer la realidad decimonónica está aportando artículos y tesis que, es de esperar, abran una visión diferente o matizada de este periodo.
 Para cerrar el número se incluyen cuatro reseñas, de distintas obras, a cargo de Antonio Higuera Bonfil, Lynneth Lowe, Federico Morales Barragán y Miguel Lisbona Guillén. 
 Los lectores tienen la última palabra a la hora de juzgar los textos que componen esta entrega de Pueblos y fronteras digital, sin embargo la novedad temática del número, y la variedad de enfoques y contenidos que lo integran, nos animan a pensar que es una posibilidad para la reflexión y un camino para la discusión en la visión del deporte entre los científicos sociales interesados en recientes vías de exploración de la actividad humana.
 
COORDINADORES DEL NÚMERO
Miguel Lisbona Guillén
F. Xavier Medina
Ricardo Sánchez Martín

 

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