CHIAPAS: DE LA INDEPENDENCIA A LA REVOLUCIÓN
MERCEDES OLIVERA Y MARÍA DOLORES PALOMO (COORDS.)
MÉXICO, CIESAS-COCYTECH, 2005

 

Andrés Fábregas Puig
UNICH

 

 

 

 

 

El estado de Chiapas ha sido una suerte de “territorio de antropólogos” desde hace respetables años. En el campo de la historia, obviando a la arqueología, la atención de los investigadores no ha sido ni tan esmerada ni tan prolija, como es el caso de los antropólogos. Amplios periodos de la historia chiapaneca permanecen aún desconocidos y a la espera de que los historiadores acometan la tarea de escudriñar un pasado del que, inaceptablemente, se suele escribir sin el respaldo de una investigación seria. Por ello, llama la atención el volumen coordinado por Mercedes Olivera y Dolores Palomo, que reúne a un número importante de historiadores escribiendo sobre periodos de Chiapas que permanecían sin una reflexión acuciosa y detallada.

 

Chiapas: de la independencia a la revolución congrega a diecinueve historiadores que se han arrojado la tarea de examinar un tramo de la historia chiapaneca en el que sucedieron transformaciones y cambios que, a la larga o a la corta, modificaron la sociedad chiapaneca e introdujeron factores que aún están vigentes en la vida cotidiana actual. El libro abre con una introducción de quienes coordinan que cumple con creces su función de situar al lector en el contenido del mismo, variado temática y teóricamente. Conjugar los criterios e intereses académicos de los historiadores incluidos es un ejercicio complejo. Mercedes Olivera y Dolores Palomo lo alcanzan, escribiendo una introducción que pone de manifiesto las contribuciones de los autores sobre el siglo XIX chiapaneco, además de elaborar un recuento historiográfico alusivo, finalizando con un comentario que destaca las contribuciones de la publicación. No olvidan Olivera y Palomo una reflexión acerca de las fuentes de información para la historia de Chiapas, aludiendo a la última parte del volumen, compuesta de tres textos de historiadores que han contribuido al conocimiento de Chiapas desde perspectivas diferentes: Justus Fenner, Andrés Aubry, y Dolores Aramoni. Esta parte final se encuentra precedida de cuatro partes, a saber: Una visión comparativa de Jean Piel; Historia Política, con textos de Mario Vásquez Olivera, Stephen E. Lewis, Miguel Lisbona Guillén, María Dolores Palomo; Historia Social y Relaciones Interétnicas, con escritos de Rocío Ortiz Herrera, Mercedes Olivera, Luz del Rocío Bermúdez y Adolfo Bonilla; Historia Económica, con trabajos de William Gervase, Jan Rus, Sarah Washbrook, Catherine Nolan-Ferrel y Juan Miguel Blasco. Y la bibliografía final concluye el libro.

 

En general, los autores contribuyen en sus respectivos temas al conocimiento de la historia de Chiapas, abordando un siglo que está escasamente historiado: el XIX. Tiene, además, la particularidad de incluir la visión comparativa de un historiador experimentado como Jean Piel. En el texto referido, el autor aborda el importante proceso de formación de los Estados nacionales en América Latina, lo que permite al lector establecer parámetros comparativos para comprender y explicar el mismo proceso en México en general y en Chiapas en particular. Es claro que los Estados nacionales de América Latina son el resultado de los procesos independentistas asociados al derrumbe del colonialismo. Los Estados surgen antes que las naciones en Latinoamérica, lo que lleva a la conclusión de que los Estados elaboraron la idea “nacional”; o mejor dicho, las clases dominantes, desde los procesos de independencia, usaron al Estado como un instrumento para forjar el sentido de nacionalidad. Por lo menos, el texto de Piel permite hacer estas hipótesis. El liberalismo tiene un papel central en el esfuerzo de los grupos de poder para crear los basamentos ideológicos de las nacionalidades. El proceso de formación de los Estados nacionales en América Latina no está exento de contradicciones internas y de nuevas intervenciones colonialistas, como lo muestra el caso mexicano. No coincido con usar el término “republiquetas” propuesto por Piel para etiquetar los periodos de frustración de la formación de los Estados nacionales en América Latina. Este uso de términos que alientan a una lectura despectiva de los sucesos poscoloniales, oculta también la responsabilidad de las potencias intervencionistas. No estamos ante “republiquetas” sino ante periodos inconclusos, frustrados, en ese proceso general de formación de los Estados nacionales latinoamericanos. Más allá de esta desavenencia concuerdo con el texto de Piel, documentado con eficiencia y provocador de reflexiones que auxilian a elaborar hipótesis acerca de la formación de estos Estados y que en particular provee de una visión comparativa para el propio Estado de Chiapas.

 

No podía ser más pertinente, después del texto comparativo de Piel, iniciar la siguiente sección del libro, Historia Política, con el trabajo de Mario Vásquez. La reflexión por él propuesta es un programa de investigación de una etapa clave del siglo XIX chiapaneco y mexicano: 1821-1824. Es justo en esos años que se fragua la independencia de Chiapas y se sientan las condiciones para la federación del Estado con los Estados Unidos Mexicanos. Sin duda es un lapso que contiene una intensa historia. Me parece importante resaltar que estamos ante un ejercicio académico de gran envergadura que anuncia notables novedades acerca de la historia chiapaneca mientras confirma hallazgos anteriores. Por ejemplo, de la lectura del texto de Mario Vásquez se colige la importancia del principio de autonomía de los municipios chiapanecos, que deciden, por las causas que sean, abrazar el Plan de Iguala. El uso de los ayuntamientos por los grupos locales de poder es posible y tiene eficacia, a mi juicio, por la operación del principio —tan castellano— del Municipio Libre. 

 

Resulta una contribución muy sugerente la de Mario Vásquez de observar el proceso independentista de Chiapas, desde la óptica de actuación de los grupos locales de poder y la fuerza que adquieren los municipios como matrices de una independencia que no termina en un Estado nacional, sino en la federación con México en el caso chiapaneco, en contraste con el istmo centroamericano que desemboca en la instauración de los actuales Estados nacionales. Las decisiones de Chiapas tuvieron amplia repercusión en América Central, no solo en Guatemala, de igual manera en Honduras o Nicaragua. Uno podría plantear que la federación de Chiapas a México desligó el proceso centroamericano del de formación del Estado nacional mexicano. En el aspecto político, estableció la frontera más sensible creando el Sur de México. Todavía en la actualidad, en los análisis de la frontera sur, la parte cultural no se aborda en contraste con el esfuerzo que se dedica al estudio de la frontera política. El texto de Mario Vásquez aporta una visión que ayuda a explicar este hecho. Hemos de esperar los resultados del programa de investigación de Vásquez para repensar periodos recientes de la historia chiapaneca, y desde esas nuevas opciones de análisis mirar hacia el pasado lejano de lo que es en la actualidad el estado de Chiapas. 

 

Los textos siguientes de esta sección son originales en su tratamiento de periodos y procesos que aparecían poco o de hecho no existían en la historiografía chiapaneca. Los trabajos de Stephen Lewis, Lisbona Guillén y Dolores Palomo, completan una espléndida parte de este volumen y contribuyen a la reflexión de una historia política que en varios sentidos es contrastante con la del resto de México, pero que forma parte del proceso de elaboración del Estado nacional mexicano. El cardenismo en Chiapas, la relación de la sociedad con el clero y el anticlericalismo así como el mundo indígena y su vinculación con el resto de la estructura social chiapaneca, son aspectos que pedían ser tratados históricamente. No solo en ello estriba el interés en estos textos, sino en su eficacia académica y las propuestas de reflexión que sus autores logran. Se acumula así una literatura histórica que trae a colación los hilos conductores de la historia chiapaneca. Es decir, estamos ante trabajos de investigación que arrojan resultados para abonar el campo de la comprensión y la explicación de las continuidades y rupturas de una historia tan compleja como es la de Chiapas. 

 

En la sección titulada Historia Social y Relaciones Interétnicas encontramos los textos de Rocío Ortiz, Mercedes Olivera, Luz del Rocío Bermúdez y Adolfo Bonilla. Dos de estos textos, los de Ortiz Herrera y Mercedes Olivera, abordan aspectos de la relación del mundo indígena con el resto de la sociedad, mientras los artículos de Bermúdez y Bonilla se refieren a cuestiones que exploran la configuración del mundo no indígena de Chiapas. En el trabajo de Mercedes Olivera son analizadas las actitudes de discriminación aplicadas en relación con el mundo indio en el siglo XIX, que resultan imprescindibles de tener en cuenta para abordar el presente. El racismo acompañó a las ideas liberales y proveyó, según pienso, de argumentos al propio indigenismo aplicado por el Estado nacional mexicano en pleno siglo XX. Mercedes Olivera logra mostrar los sustratos de una actitud y una ideología que discrimina al indio, y aún más, a las mujeres. ¿Cuánto de ello existe actualmente? La pregunta podrá ser mejor respondida por las bases que descubre el trabajo de Olivera. Similares señalamientos resultan de la lectura del artículo de María Dolores Palomo, que a través del análisis de las cofradías indígenas proporciona elementos clave para descubrir las implicaciones políticas del control de la Iglesia católica sobre el mundo indígena. Es este un aspecto crucial para entender la complejidad chiapaneca. Es justo este tipo de trabajos los que permiten dotar de medios históricos a los análisis antropológicos. 

 

En el trabajo de Bermúdez Hernández se encuentra una propuesta de análisis de la ideología y la actitud de los grupos dominantes en Chiapas a través del panteón de San Cristóbal. Es sugerente que la autora relacione la iconografía del panteón en un periodo que va de 1870 a 1930, con la llegada a Chiapas de la modernidad, o si se prefiere, de la sociedad capitalista en su fase actual. Dicha iconografía es establecida como una fuente de información para los historiadores, me parece que con éxito, por la autora. Incluso, la propia identidad “coleta” es aquí discutida a la luz de las tumbas. No menos importante es señalar la pluralidad social cultural que la etiqueta “coleto” ocultó por mucho tiempo en relación con estructuras complejas como las que presenta la ciudad de San Cristóbal.

 

El trabajo que termina la sección Historia Social y Relaciones Interétnicas corresponde a

Adolfo Bonilla, quien analiza el pensamiento de un ilustre de Chiapas: Fray Matías de Córdova. De este personaje se habla con insistencia en el estado pero se le conoce poco. Su planteamiento es uno de los más claros antecedentes del indigenismo que aplicó después el Estado nacional mexicano en el siglo XX. Matías de Córdova es un personaje que enlaza las historias chiapanecas con las centroamericanas, en particular con las de Guatemala. Su pensamiento, como bien dice Bonilla, es parte importante de la Ilustración y de la Modernidad, así como fuente para la comprensión de la formación de los Estados nacionales: el mexicano y los surgidos en el istmo centroamericano. No es de escasa monta el mostrar, como lo hace Bonilla, la importancia de la Universidad de San Carlos, ubicada en Guatemala, en la forja de círculos intelectuales de los que egresaron figuras como la de Fray Matías de Córdova. Es este un pensador liberal en la más completa acepción de la palabra. Junto con los intelectuales guatemaltecos de su momento, Matías de Córdova discutió los planteamientos de la fisiocracia y el mercantilismo para decirse, en todos sus escritos, un pensador liberal. Su ensayo ganador del concurso convocado por la Sociedad Económica de Amigos del País de Guatemala titulado “Utilidades de que todos los indios y ladinos se vistan y calcen a la española y medios de conseguirlo sin violencia”, sigue siendo un planteamiento de actualidad para lograr una convivencia digna entre los distintos mundos culturales de Chiapas.

 

Los trabajos de Historia Económica incluidos en el libro están escritos por William Gervase, Jan Rus, Sarah Washbrook, Catherine Nolan-Ferrer, Juan Blasco, Gloria Pedrero y Julio Contreras. Es la sección más extensa del libro. Aunque los temas tratados aparecen a primera vista como desvinculados, la lectura nos deja otra impresión. Así, a través de estos textos el lector recupera una visión del desarrollo chiapaneco, sus contradicciones y conflictos, sus raíces clasistas y los afanes populares por lograr el bienestar. Hay temas que aún no se tocan a fondo en la historiografía de Chiapas, como el de la fabricación de aguardiente, pero es un inicio importante precisamente el artículo de Blasco López. La reflexión sobre el desarrollo urbano de San Cristóbal convoca a un mejor tratamiento desde la sociología y la antropología de una ciudad tan compleja como lo es la antigua Ciudad Real. Sin duda, la importancia del cacao y del café está fuera de discusión cuando de entender el desarrollo de Chiapas y de sus grupos de poder se trata. Y el caso del Soconusco, como una región “sin regionalidad”, es muy sugerente. Trabajos todos, los de esta sección, que contribuyen al conocimiento de la historia de Chiapas vista desde la introducción y desarrollo de la sociedad del capital.

 

He comentado que la inclusión de trabajos sobre las fuentes de información es un cierre más que adecuado para este volumen. La bibliografía al final es otro atractivo para los investigadores o los lectores atentos a los sucesos de Chiapas. Bienvenida una contribución como la que se reseña, completa y provocativa de nuevas pesquisas.