DE FRANCIA Y FRANCESES QUE NO LO FUERON: BORDUIN Y DUGELAY —CHIAPAS, SIGLO XIX—

 

Luz del Rocío Bermúdez H.
CENTRO DE INVESTIGACION DE LAS ARTES Y EL LENGUAJE
CENTRO DE HISTORIA Y TEORIA DE LAS ARTES,
PARIS, FRANCIA

 

RESUMEN: Escasa y mal documentada, la migración francesa en Chiapas durante el siglo XIX puede encontrar una veta de investigación∗ en los casos de Borduin y Dugelay, padre e hijo, en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas. El primero, conocido como «francés», aunque procedente del Bajo Canadá, se convirtió desde 1839 en figura central local, entre otros aspectos, por su apreciada profesión en medio de continuos brotes epidémicos. Más de cuatro décadas después, en pleno auge de la influencia francesa en México, Diego Dugelay gozó por su parte el privilegio doble del origen de su padre y el poder social, político y económico, heredados de su madre. Además del testimonio individual ambas trayectorias, alguna vez contrastantes y complementarias, muestran también ciertos mecanismos, aspiraciones y paradojas ocurridas en Chiapas durante su primera apertura hacia los «hermanos de allende los mares».

PALABRAS CLAVE: Historia local, representaciones, cultura francesa, identidades nacionales, migración francesa, siglo XIX.

 Presentación realizada durante el VI Coloquio México-Francia, «Migrations et sensibilités: Les Français au Mexique, XVIIIe-XIXe siècles».Université de Nantes, Benemérita Universidad de Puebla, Centre d’Archives Diplomatiques de Nantes. Nantes, Francia, 21 de noviembre de 2007.

ABSTRACT: Scarcely and poorly documented, the French migration in Chiapas during the 19th century may find a vein of research∗ in the cases of Borduin and Dugelay, father and son, in the city of San Cristóbal de Las Casas. The first, known as “French” although in reality originating from francophone Canada, converted after 1839 into a central local figure, among other aspects, due to his esteemed profession amidst continuous epidemic outbreaks. More than four decades later, in the boom of French influence in Mexico, Diego Dugelay for his part enjoyed the double privilege of his father’s origin and the social, political and economic power inherited from his mother. In addition to the individual testimony, both trajectories, at times contrasting and others complementary, also demonstrate certain mechanisms, aspirations and paradoxes occurred in Chiapas during its first opening toward the “overseas brothers.”

KEY WORDS: Local history, representations, French culture, national identities, French migration, 19th century.

 Presented at the VI Mexico-France Colloquium: «Migrations et sensibilités: Les Français au Mexique, XVIIIe-XIXe siècles».Université de Nantes, Benemérita Universidad de Puebla, Centre d’Archives Diplomatiques de Nantes. Nantes, France, 21 November 2007.

 

INTRODUCCIÓN

La presencia de franceses radicados en Chiapas durante el siglo XIX, escasa y mal documentada, permanece como tema inédito de investigación. Lejos de dicho objetivo, en esta ocasión nos proponemos sin embargo seguir la especificidad del caso francés para variar de dos perspectivas dominantes en los estudios migratorios en el estado: la primera de ellas es el enfoque casi exclusivo dirigido a la región del Soconusco a finales de dicho siglo (Helvik 1964, Serrano 1982, Fábregas 1985, Tovar 2000), tendencia que considera a este fenómeno ya sea por el impacto económico de esta zona con el auge del café o como conflicto laboral entre «finqueros y peones»; esto es, entre empresarios —en su mayoría alemanes o estadounidenses— y trabajadores —principalmente de Los Altos de Chiapas, Asia y Centroamérica–. La segunda perspectiva, antecedente y complemento de la primera, podría ser la que aborda las condiciones culturales de la entidad durante ese siglo desde la mirada externa; es decir, a partir de narraciones como la del estadounidense John Lloyd Stephens o —más cercanas a nuestro interés especifico— las de los franceses Brasseur de Bourbourg1 y Désiré Charnay.

Un tanto a contracorriente, nuestra propuesta se acerca al vacío de información que presenta Chiapas entre el fin de la época colonial y el inicio del porfiriato mexicano. Entre ambos periodos, esta entidad colindó tanto con el primer intento de colonización francesa realizado en la zona del Istmo de Tehuantepec hacia 1833, como con el estado de Tabasco en donde las tropas intervencionistas de Napoleón III sufrieron su primera derrota en 1863. Por su pasado colonial compartido hasta la unión de Chiapas a México en 1824, San

Cristóbal se asemejaba además a la antigua sede de la Capitanía General centroamericana, la ciudad de Guatemala, desde donde dos franceses dejaron testimonio de sus compatriotas. Así, por un lado, Alfred Valois decía que los pocos franceses que encontró en Guatemala permanecían ahí porque «… ellos supieron crear cierta influencia, se convirtieron en personajes y encuentran en su vanidad satisfecha buenas razones para no lamentarse por su patria, en donde comprenden que sus sacos de piastras no les darían el tipo de consideración que gozan en el país que han adoptado» (Valois 1861: 301)2. Por el contrario, Lambert Sainte-Croix indicaba que la ausencia de franceses en esa misma ciudad a finales de dicho siglo se debía a que «… se necesita una verdadera dosis de coraje para vivir, con un clima malsano, en un país en donde la vida es cara y en donde, desafortunadamente, nuestros compatriotas no saben ahorrar, gastando todo lo que ganan con una facilidad sorprendente; no obstante los elevados salarios» (Sainte-Croix 1897: 232)3. ¿De qué manera se vivieron en Chiapas las condiciones de las vecinas regiones mexicanas, o el contraste de las opiniones sobre Guatemala?

Para aportar algunos elementos que respondan a tal y otras preguntas, en esta ocasión sacamos a la luz fuentes inéditas ancladas en la historia local de San Cristóbal. Los testimonios que a continuación presentamos han surgido fragmentadamente a través de una búsqueda de archivo que en principio está orientada por otros fines y problemáticas. Se trata entonces de casos aislados y casi perdidos en el reducido interés que Chiapas despertó inicialmente entre connacionales y extranjeros. El olvido que envuelve hoy a nombres como Borduin y Dugelay —pronunciados castellanizadamente—, si por un lado acentúa el rol marginal de Chiapas en la inmigración temprana al país, por otro lado permite analizar su anonimato como el eco de situaciones que bien pudieron existir en otras poblaciones de México o de Centroamérica. ¿Cuántos hombres y mujeres, como ellos, llegaron efectivamente del extranjero a localidades recónditas y se integraron de tal manera con la comunidad que les acogió donde dejaron profundas raíces, aunque su rastro se haya hoy desvanecido? 

Así, a partir de los fortuitos datos encontrados, he aquí las trayectorias preliminares de Borduin y Dugelay, padre e hijo, en San Cristóbal. Su complementariedad y contraste se sitúan en un convulsionado siglo de adaptación enmarcado por guerras regionales, nacionales e internacionales; epidemias constantes entre México y Guatemala y —en el caso de la ciudad que nos ocupa— la pérdida definitiva de los poderes estatales en 1892. Del mismo modo, su testimonio como primeros influjos locales de la cultura francesa les convierte también en antecedente de quienes de ese país visitan o residen actualmente en la entidad. Entre ellos, va nuestro reconocimiento a don Andrés Aubry, francés y chiapaneco de nuestro tiempo, quien supo acompañar y explicar durante las ultimas décadas de su vida esa extraña realidad de dolor y entusiasmo que se vive en los pueblos de Chiapas. 

 

PRIMEROS FRANCESES EN CHIAPAS

La alcaldía mayor de Chiapa perteneció durante la época colonial a la Capitanía General de Guatemala y fungió con su agreste geografía como frontera entre el territorio centroamericano y la Nueva España. En 1528, un reducido número de españoles fundó la que sería por más de tres siglos capital política y religiosa de la provincia: Ciudad Real de Chiapa. La difícil comunicación y la carencia de minerales preciosos en ese territorio pronto se sumaron al brutal sistema de colonización implementado por los conquistadores.

Los habitantes de la ciudad, que también se conocía como Chiapa de los Españoles —a pesar de contar con población indígena desde su fundación y eventual expansión—, pronto se sintieron víctimas del olvido y de la indiferencia del gobierno superior de México o, a partir de 1535, del de Guatemala. El confinamiento propició en esa ciudad un ambiguo sistema de poder: el sentimiento de inferioridad se convirtió en una justificación más para que encomenderos y miembros del cabildo explotaran a la numerosa población indígena, a la que se trató desde entonces como principal recurso del cual debía obtenerse el máximo beneficio.

La ausencia de franceses en Chiapas en los siglos coloniales se atuvo a la celosa restricción que impuso la Corona española a todo europeo hacia sus dominios de ultramar. No obstante, el dominico inglés Thomas Gage nos legó la constancia de quien probablemente fue el primer francés en habitar suelo chiapaneco. En su recorrido por la América septentrional realizado entre 1620 y 1637, Gage indica que el francés fray Thomas de Rocalano, entonces prior de Comitán —en la zona fronteriza entre Chiapa y Guatemala—, era en esas latitudes el único «extranjero para los españoles» (Gage 1987: 276). Después de esta mención excepcional en fuentes coloniales, la siguiente evocación literaria de un francés en Chiapa debió esperar casi dos siglos. En efecto, al ocaso del régimen colonial aparecieron unas Memorias atribuidas a Jacques-Nicolas BillaudVarennes, en donde se narra la supuesta estancia del controvertido secretario jacobino por veinte meses en Ciudad Real, entre 1805 y 1809. Sin profundizar aquí en la polémica sobre la autenticidad de esta obra publicada en 1821, debe decirse al menos que los capítulos sobre Chiapas son prácticamente la reproducción del relato de Gage —de 180 años atrás—, al que se adaptaron con escaso ingenio las circunstancias históricas y personales del revolucionario francés. Retenemos así una de las pocas frases ajenas a la versión de Gage, en la que Billaud menciona que en esa ciudad «nada remarcable» de Chiapas no había «un hombre instruido o que creyera serlo, que supiera hablar francés tan siquiera un poco; y esta lengua es sin embargo hoy, más que nunca, la lengua universal. Quienes me escuchaban se asombraban de mi fluidez al hablar y de la pureza de mi acento» (Billaud 1821: II, 9)4. La jactancia de este pasaje rivaliza con la pretensión del autor —o de su editor— por describir una realidad evidentemente desconocida. Sin embargo en esos primeros años de siglo, últimos de la colonización española, tal comentario coincidía con la influencia y expansión de Francia a través de los principios ilustrados y los efectos de la Revolución francesa, en cuyos inicios el propio Billaud participó activamente. Además de poder ser un sutil reconocimiento al rol del ex convencionista, el párrafo citado repite una intención ciertamente frecuente por promulgar y conceder a la lengua francesa el carácter universal que adquirieron aquellos sucesos difundidos desde Francia. 

Las condiciones en Chiapa, sin embargo, eran muy distintas. Ajena a la constante promoción cultural europea, en esa alcaldía mayor se hablaban predominantemente por lo menos ocho lenguas indias, y el español apenas representaba 6% de sus habitantes; concentrados éstos en Ciudad Real y en pueblos de mayor actividad comercial y productiva como Chiapa —hoy de Corzo—, Tuxtla y Comitán (Viqueira 1998)5.

Con la consumación de la Independencia, fue hasta octubre de 1821 que el ayuntamiento de Ciudad Real decidió ofrecer tierras baldías a los labradores «españoles o extranjeros» que fueran católicos y juraran domicilio.6 Después de siglos de esporádicos visitantes o nuevos residentes —generalmente religiosos o funcionarios reales—, la actitud generalmente hostil y desconfiada en San Cristóbal no se contrapuso a la avidez por recibir la novedad exterior. A la vez, se confiaba que la atracción era compartida por aquellas naciones europeas que habían esperado largamente ingresar a los territorios americanos hasta entonces vedados. De esta forma, después de la evidente preferencia por españoles, a diferencia de quienes provenían de países protestantes con los que México tenía entonces mejores relaciones políticas —como Inglaterra o Países Bajos—, y al principio incluso por encima de los católicos italianos; Chiapas recibió a los primeros franceses. La tolerancia mostrada por sociedad y gobierno hacia los principios de libertad de cultos y conciencia que se practicaban en Francia posiblemente se debió al peso que adquiría la cultura francesa como el mejor signo de ruptura y diferenciación respecto al caduco régimen español. A pesar de su reducido número, cabe pensar que la presencia de franceses en Chiapas contribuyó a una difusión del ideario civilizacional francés que se acentuó desde la capital del país a finales de siglo; de manera que incluso en ciudades periféricas como San Cristóbal se reconocería sin discusión hacia 1890 a «la culta Francia» como «capital del mundo civilizado»7.

 Sin embargo, la espera por extranjeros se prolongó en Chiapas hasta el último tercio del siglo XIX. Ya fuera por la intolerancia religiosa o la inestabilidad política que Lafragua denunciaba en 1846 a escala nacional —más el crónico problema de acceso a la entidad—, en 1861 el estado todavía lamentaba la falta de «los hermanos de allende los mares» y su «estímulo extranjero»; es decir, «su industria, su ciencia, sus maquinarias, su actividad y trabajo»8. Hacia la década de 1850 la inmigración en Chiapas presentó un movimiento relativamente mayor. En el caso francés, en 1853 se registraron cinco individuos en el departamento de Pichucalco9 y uno en San Cristóbal. En 1856, sin poder precisar por ahora si algunos fueron los mismos de tres años atrás, se reportaron un francés en Palenque y tres en San Cristóbal —nuevo nombre de Ciudad Real desde 1829—10. Según las cartas de seguridad solicitadas en Chiapas ese mismo año vivían en el estado veinticuatro extranjeros: trece en el departamento de San Cristóbal; cuatro en el departamento de Palenque, siete en el departamento de Tapachula.11 Aclarando que esta información requiere una corroboración exhaustiva, sirva lo anterior tan solo para ejemplificar la exigua representación extranjera en Chiapas, 0.015%, si tomamos en cuenta que la población total estatal se estimaba hacia 1850 en 160,031 personas.12 

 

 

 

Cuadro 1. Preeliminar de extranjeros registrados en San Cristóbal, 1839-1897 (por número de individuos; en paréntesis los que se reportaron en otras localidades del estado).

Fuentes: AGN 129: 1839 (sup. 16)/1844 (sup. 37)/1853 (sup. 143)/1856 (sup. 181); AGN 3000, sup. 039: 1869 (exp. 67) / 1873 (exp. 73-74)/1877 (exp. 79-82). AHMSC, SM, 1897 (exp. 24). LRBH 2008.

 

Los confines de Chiapas solo parecían atraer a intrépidos exploradores interesados por vestigios arqueológicos como Palenque.13 Entre esos aventureros figuraron en 1857 y 1861 los franceses Brasseur de Bourbourg y Désiré Charnay.14 Ambas expediciones, realizadas bajo los auspicios de Napoleón III poco antes del breve imperio de Maximiliano, contribuyeron a la difusión de los monumentos y conocimientos mayas de Chiapas bajo los enfoques positivistas y naturalistas de las Sociedades de Antropología y Geografía de París. El trabajo antropológico y filológico de Bourbourg, así como el quehacer arqueológico y fotográfico de Charnay, fieles al espíritu savant de la época, también sucumbieron a la moda de incluir souvenirs del ambiente político o de las costumbres que imperaban en México durante su estadía, inscrita en años de plena guerra civil entre liberales y conservadores del país. Así, mientras Charnay se divertía provocando la indignación de algunos fieles católicos de San Cristóbal (1987: 280), Bourbourg se jactaba de haber sido atendido con igual estima por los representantes de los bandos contrarios en Chiapas: tanto el líder de la facción liberal en el estado, Ángel Albino Corzo, como el obispo Carlos María Colina y Rubio, principal defensor de la causa conservadora, exiliado en Guatemala durante su visita (Bourbourg 1861b: V). 

 

CARLOS BORDUIN: ¿UN FRANCÉS-CHIAPANECO?

Las constancias de extranjeros en Chiapas, iniciadas tardíamente a partir de 1839, tuvieron como fundamento el decreto nacional que estipulaba desde 1828 la expedición de cartas de seguridad. Por su naturaleza y época de aplicación escaparon de la injerencia directa de la Iglesia, aunque no se libraron de las ineficiencias burocráticas previas al Registro Civil mexicano instaurado en 1859. Los errores en los controles municipales de San Cristóbal antes y después de ese año, si bien respondieron en parte a algunas presiones del clero para retener lo que consideraba sus funciones tradicionales, se debieron además a la inestabilidad política y a la subjetividad de los oficiales en turno. Así, en este rubro es posible encontrar apellidos no siempre escritos de la misma manera; edades no consecutivas de los presentados en registros anteriores o posteriores; el cambio repentino de nacionalidad, o la baja de quien habitualmente se había incluido en la categoría de «extranjeros» para ser registrado en los censos generales de población. Otras deficiencias de información pueden atribuirse a los propios aludidos, como aquellos inmigrantes que registraron su residencia solo al final de años de constante movilidad; o quienes evitaron a su paso el salvoconducto respectivo que se expedía únicamente en San Cristóbal, gracias a la «cortesía» de oficiales fronterizos con Guatemala, como en su momento hicieron Catherwood y Stephens (Stephens 1993: 96)15

Estas circunstancias —más el infortunio y dispersión que han sufrido los archivos de Chiapas— nos impiden precisar por ahora la llegada de nuestro primer personaje a tratar, el doctor Carlos Borduin. Sabemos que en 1833, primer año del siglo XIX de epidemia de cólera en México, radicaba en San Cristóbal el médico estadounidense James McKinney —conocido como Santiago Maquene—, quien escapando de los primeros brotes de cólera «huyó» a Quetzaltenango y ahí lo retuvo el gobierno guatemalteco para brindar sus servicios profesionales antes de poder regresar a Comitán (Stephens 1993: 96). No podemos afirmar si Borduin fue enviado a ocupar la vacante de Maquene o si, sorprendido por la epidemia en San Cristóbal, se unió de pronto a los escasos médicos que asistieron a la población. Lo que sí está documentado es que seis años más tarde, durante la expulsión de franceses en 1839, el gobierno de Chiapas intervino ante el gobierno nacional demandando la permanencia de Borduin en el estado. Las breves líneas del documento parecen aumentar el sincero dramatismo de una petición que no solo resaltaba las cualidades de «utilidad y caridad» del médico sino además advertía alarmada que «su falta se haría trascendental con males incalculables a la humanidad»16. Si bien en esos años había dos médicos más en la capital, los únicos en todo el estado,17 el documento indicaba que el «consumado abandono» de uno de ellos le hacía ser consultado por muy pocas personas.18 

Borduin no fue expulsado del país en aquella ocasión. Y no fue gracias al ruego de las autoridades de Chiapas sino simplemente al hecho de no ser francés. Pese a la creencia general, Borduin era súbdito británico procedente del Bajo Canadá.19 Este hecho, entonces desapercibido, nos parece significativo para esclarecer la percepción que se tenía de «lo francés». En primer lugar nos recuerda el inestable e indefinido proceso de construcción de identidades nacionales a principios de ese siglo, lo cual era un fenómeno que sucedía en la mayoría de los países europeos y sus expansiones territoriales respectivas. El Bajo Canadá, producto de la escisión geográfica y política que sufrió en 1791 la provincia de Quebec, conservaba su identidad francófona con todo y sus inevitables variaciones dialectales. Un idioma en común, como creía Billaud-Varennes décadas atrás, identifica más a los hombres en el cotidiano que los tratados internacionales celebrados por monarcas y ministros. La lengua francesa pudo ser así una buena carta de presentación para Borduin en San Cristóbal, quien de inmediato fue calificado como «francés» y aún en 1844 recibió una carta de seguridad bajo esa nacionalidad.20 Al parecer el propio doctor tampoco aclaraba la suposición y dejaba que hasta los franceses le tomaran por uno de los suyos. Brasseur de Bourbourg lo mencionó así en su disertación sobre el Popol-Vuh (Bourbourg 1861b: VI), en la que lo refiere como el primero de cuatro hombres a quienes agradece su hospitalidad, «todos franceses que tuve el placer de conocer en el camino»21. Desiré Charnay, quien también lo conoció, fue de los pocos que escribió correctamente su apellido al dedicar un breve capítulo a quien consideraba «un compatriota, salido de una familia americana» (Charnay 1987: 279)22. Tal como le sucedió a Maquene, el médico franco-británico Charles Bordwin fue reconocido y admitido por la sociedad sancristobalense, como «francéschiapaneco», bajo el castellanizado nombre de Carlos Borduin. 

Dentro de un imaginario colectivo confuso e impresionable, Borduin poseía características suficientes para ser considerado un digno representante de Francia aunque no lo fuera. Después de su acento seguía su apariencia física. La nómina de extranjeros de 1856 lo describía como un hombre de 51 años, casado, de estatura «alta», «pelo meco» [sic,por rubio], ojos azules, nariz perfilada y barba poca.23 Después estaba su profesión, que se fortalecía como positiva portadora de desarrollo y bienestar común. Borduin destacó como primer médico de la ciudad y por asistir «graciosamente» al único hospital de la ciudad, dedicado como otros a la caridad pública.24 Su desempeño voluntario como profesor de la facultad y entre los enfermos de esa institución se compensaba cuando atendía a algún paciente que pudiera pagar sus servicios y esperar su llegada a través de los difíciles caminos de Chiapas. Siguiendo el ejemplo de su colega local Tadeo Croquer, el doctor Borduin publicó en 1839 un método contra el sarampión; consistente en tisanas, sangrías y dietas «ni frías, ni muy cálidas»25. Al parecer el médico se ganó la estima y el prestigio en círculos sociales diversos: entre sus pacientes pobres y ricos, sus alumnos, las autoridades políticas o los visitantes francófonos. Podría decirse que superó las pasiones políticas y la fuerte exclusión social que imperaban a su alrededor. Sus estudios, su cultura y su origen de «allende los mares» le confirieron autoridad y respeto entre la población.

Charnay declaró que la reputación y experiencia de Borduin como primer médico por más de veinte años le permitieron «aprovechar sus conocimientos» para convertirse también en «el primer negociante»local (Charnay 1987: 279)26. Aunque este no mencionó el tipo de negocios en cuestión, en seguida hacía alusión al saber del médico sobre los vestigios mayas de la región, incluyendo los sitios aún ignorados cercanos a Ocosingo o a Comitán. Fue gracias al conocimiento y las relaciones sociales de Borduin, adquiridas en décadas de travesías por lo que Charnay llamó les déserts de Chiapas, que Bourbourg obtuvo algunos objetos que después merecieron largas disertaciones en la Société d’Anthropologie de París; tales como un cráneo deformado procedente de una cueva del valle de San Cristóbal (Gosse 1861: 569)27. En esas décadas de incipiente actividad arqueológica se justificó el negocio y el saqueo como contribución a la ciencia, ya que las consignas de la época no concebían ni deseaban que la cultura precolombina fuera explicada por sus descendientes directos sino que, para tener credibilidad, esta debía convertirse en un producto científico de «allende los mares»28. Y en aras de ese saber prometedor del pasado indígena, algunos de cuyos métodos son hoy francamente condenables, existió la experta y decidida cooperación del médico que nos ocupa y otras personalidades. Don Ángel Corzo, padre del gobernador liberal de Chiapas en 1859, entregó así a Bourbourg «varios objetos preciosos provenientes de las ruinas de Palenque y manuscritos de la historia y la lengua chiapaneca, probablemente únicos hoy en día» (Bourbourg 1861b: VI)29.

Don Carlos Borduin permaneció en la ciudad que le reconoció las distintas facetas de su vida. Si como declaraba Charnay, en San Cristóbal «la sociedad no es de las más brillantes … y las distracciones son raras»,el médico llevó una apacible vida familiar alternada por «cuestiones serias» —como escuchar el salterio, a falta de un buen piano de cola— y «las confabulaciones de la pequeña ciudad» (Charnay 1987: 281)30. En 1872, tres vecinos solicitaron la autorización de la municipalidad para enterrar los restos de Borduin en la propiedad rústica de uno de ellos, próxima a la ciudad.31 La petición fue aceptada por reunir las condiciones de higiene y como un homenaje de excepcionalidad rendido al difunto. En la misma fecha se registró en la parroquia de San Francisco el deceso del doctor, viudo de Manuela Coronel, siendo enterrado «de solemnidad» en la capilla privada de San Nicolás.32 Su cuerpo y memoria se separaron así del cementerio civil local, único lugar que tras décadas de luchas y resistencias comenzaba finalmente a reunir, aunque fuera postmortem, a la jerarquizada sociedad de San Cristóbal. En el mismo año de su fallecimiento se elevaron discursos y reconocimientos para conmemorar la vida y obra del doctor Carlos Borduin, conservándose el microfilme de su publicación en la biblioteca de la Universidad de Yale (Anónimo 1872).  

 

JOSÉ DIEGO DUGELAY: EL CHIAPANECO-FRANCÉS

En 1834 llegó al puerto de Veracruz Pierre Antoine Claude Dugelay Guichard (Esponda 2005)33, quien después de vivir algunos años en San Andrés Tuxtla y luego en Tabasco llegó a la capital de Chiapas a sugerencia de un «paisano» suyo, don Carlos Borduin.34 De veinte franceses en México instalados en su mayoría en Tehuantepec, Pierre Dugelay fue el único «súbdito del rey de los franceses» reconocido en San Cristóbal antes y después de la expulsión de 1839; adonde regresó a pesar de la hostilidad que acusaba de parte del comandante general de Chiapas.35 Las señas físicas indicadas en su pasaporte (Esponda 2005: 4): estatura «alta», castaño, blanco y ojos «almendrados»36, se complementan con la certificación que recibió de Francia en 1841, en la que figura como originario de Bagnoles en el departamento del Rhône, de 33 años de edad y de oficio peintre.37 En efecto, además de impartir a su arribo algunos cursos de francés, Dugelay se desempeñó en México como maestro de dibujo, retratista y grabador (Esponda 2005: 4). Gracias a este último oficio adquirido en 1829,38 el francés pudo unirse al interés del Estado mexicano por descubrir y cuantificar las condiciones humanas y territoriales de la nación. Con ese fin realizó entre 1845 y 1846 incipientes trabajos cartográficos y estadísticos sobre Chiapas, publicados por la joven Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (Bibliografía 1941: 543, Boletín 1949: 172, Rodríguez 1976: 153). Haciendo gala de aquellos conocimientos especializados de su país natal, el francés fue reconocido entonces como don Pedro Dugelay —o Duguelay—, siendo nombrado en 1845 presidente de la Junta de Fomento (Esponda 2005:

4). Su rápida aceptación en San Cristóbal se consolidó al casarse un año después con doña Luz Lara; hija del influyente hacendado, político y funcionario público don José Diego Lara, gobernador de Chiapas en tres ocasiones.39 El matrimonio procreó dos hijas y un varón.40 Aunque padre e hijo suelen confundirse como una sola persona en los archivos, es el segundo nuestro siguiente testimonio a tratar, a quien llamaremos en contraste con Borduin el «chiapaneco-francés». 

En 1848 nació José Ilodón Diego Dugelay Lara, quien formó parte de una generación oligárquica en Chiapas producida por alianzas matrimoniales que beneficiaron mutuamente a extranjeros recién llegados y a viejas familias establecidas principalmente en la capital. La privilegiada situación socioeconómica de su madre y el «aura» del origen de su padre garantizaron su futuro desempeño público; así como su condición de único varón le permitió mayores prerrogativas familiares sobre sus hermanas, Praxedis e Isolina. En pleno gobierno imperialista en San Cristóbal, Dugelay era en 1864 un joven estudiante de leyes; condición favorecida que lo exceptuaba de la lista municipal de contribuyentes41 y que solo podían permitirse diez individuos en una sociedad en su mayoría sin escolarización alguna. A dos años del fallecimiento de su madre —ya entonces viuda de don Pedro—42, el joven Dugelay fue habilitado en 1869 para tomar posesión de la herencia que ésta dejó a sus hijos.43 Asumiendo las funciones de jefe de familia y la administración de un importante haber hereditario, Dugelay reconocería más tarde que su padre, «aunque ingeniero y comerciante», no dejó «bienes de fortuna» (Esponda 2005: 8).

Por su parte, Praxedis Dugelay Lara se casó con otro miembro de la oligarquía estatal,44 y al parecer su hermana Isolina permaneció soltera. Mientras estas compartían el destino de la mayoría de las mujeres y se dedicaban a las restringidas actividades propias de su sexo —como la castidad, el cuidado de los hijos o el padecimiento de la muerte de éstos, ocurrida con frecuencia—45, su hermano se consolidaba cada vez más en la vida pública de San Cristóbal y en consecuencia en el destino político de Chiapas. 

Diego Dugelay inició su carrera política con el triunfo del Plan de Tuxtepec y el posterior ascenso de Porfirio Díaz a la presidencia nacional. Se desconoce la postura de este hijo de francés durante el conflicto intervencionista. Sin embargo, la tradición y los nexos políticos familiares confirman la orientación liberal que Dugelay demostró en su vida pública; misma que se acentuó al final de sus días junto con un determinado anticlericalismo. Diego Dugelay figuró en mayo de 1876 como síndico del ayuntamiento de San Cristóbal,46 y en 1878 fue nombrado diputado por el nuevo departamento de la Libertad; cargo que posiblemente se debió a la derogación de los decretos que prohibieron ocho años atrás la designación en altos puestos de gobierno a «servidores de la intervención francesa y el imperio»47. De cualquier modo, al parecer Dugelay se benefició de la «bienhechora» paz pública impulsada por Díaz, viejo conocido de su abuelo materno.48 En una época caracterizada en Chiapas por el pacto entre cacicazgos regionales, en 1880 y 1881 fungió como miembro propietario de la Diputación Permanente del Congreso estatal, cargo que obtuvo ante la repentina muerte de quien originalmente ocupaba el puesto.49 

En tanto, la influencia francesa en la moda y las costumbres locales crecía ante el beneplácito de sus emuladores. San Cristóbal vivió así un periodo de florecimiento urbano que contrastaba con la pobreza de las amplias zonas rurales de Chiapas. El desigual desarrollo del estado durante ese cambio de siglo se manifestaba en las calles, plazas y fachadas de la que fuera capital hasta 1892, trasformadas bajo una modesta aunque entusiasta evocación parisina. En ese sentido, y no deseando que su ciudad fuera «un lunar» entre otras capitales del país, Diego Dugelay retomó un antiguo dibujo de su padre para proponer en 1878 una nueva nomenclatura para «el cuadrilátero» de San Cristóbal.50 Aunque para tal propósito Dugelay ofrecía una donación de cincuenta pesos de su sueldo como diputado, la afligida Tesorería estatal quizá desoyó su petición pues ello equivalía a liquidar previamente dichos honorarios, pendientes de pago en espera de mejores condiciones financieras. 

 

… me parece bastante sensible que nuestra capital sea el lunar entre todas las de la gran república mexicana; y considerando además el mal estado de los fondos de la Tesorería de ese mismo cuerpo, no menos que la multitud de gastos necesarios que tienen que erogar, me ha parecido conveniente CEDER PARA EL OBJETO mencionado cincuenta pesos de los sueldos que tengo devengados como Diputado al Congreso del Estado, y que aún me adeuda la tesorería general del mismo. Diego Dugelay, 29 de mayo de 1878.

 

Actualmente, el nombre de Diego Dugelay corresponde a una céntrica calle de San Cristóbal. Sin poder determinar si fue propuesta de su padre en 1848 o su propia elección treinta años más tarde, curiosamente la calle que hoy lleva su nombre era la única que proponía en su proyecto en memoria de un héroe mesoamericano, Guatimoczin [sic]. 

 

 

 

Figura 1. Proyecto urbano de Diego Dugelay (29 de mayo de 1878), Archivo Histórico Municipal de San

Cristóbal de Las Casas

 

    Fuente: Misgav Har-Peled, 2006.

 

Dugelay se retiró de la vida pública en 1892. Opositor al traslado de los poderes estatales y víctima de un suceso personal que causó gran revuelo entre la conservadora sociedad de San Cristóbal, se recluyó en su hacienda enfermo y atormentado hasta su muerte, ocurrida a principios de 1898 (Esponda 2005: 6)51. En los archivos se conservan varios litigios efectuados por él mismo o sus parientes,52 tales como la privación que este hizo a la madre de sus dos hijas menores por adulterio;53 o el largo juicio hereditario de sus bienes, estimados por él mismo en veintitrés mil quinientos «y pico de pesos» (Esponda 2005: 10)54. A pesar de ser mayoría, las mujeres próximas a Dugelay se diluyeron en las sombras de su condición femenina. Aun así, fueron éstas las que continuaron el crecimiento de la familia. Entre ellas, Praxedis Dugelay fue madre del político Isaac Rojas Dugelay y abuela del doctor Rafael Farrera Rojas, por parte de su hija Maria Rojas Dugelay.55 

 

 

 

 

Figura 2. Propuesta de árbol genealógico de la familia Dugelay, s. XIX

 

Fuente: Elaboración propia.

 

CHIAPAS Y LA AMBICIÓN DE «POBLAR» UN TERRITORIO

A enormes rasgos, entre un «casi» francés que se adoptó chiapaneco y un chiapaneco de origen francés por su padre, he aquí dos casos que nos hablan de aspectos fragmentados de la primera migración francesa en Chiapas. Resulta claro que la presencia directa de estos individuos no corresponde a la gran influencia ejercida por la cultura francesa en el imaginario colectivo de San Cristóbal y el resto del estado. Sin embargo, como hemos visto, la integración de estos y otros extranjeros efectivamente sucedió y dio lugar a un nuevo mestizaje poscolonial cultural y social, el cual se prolonga hasta nuestros días a través de sus descendientes y/o el legado de su época. Muestra asimismo cómo, a pesar de la expectativa difícilmente cumplida, Chiapas no tuvo exclusivamente un rol pasivo de apertura, sino que hizo uso de mecanismos de selección, aceptación y asimilación de aquellos contados individuos que, como los personajes que hemos visto, llegaron a Chiapas y decidieron afianzarse para empezar una nueva vida. La influencia mutua produjo en estos casos el desvanecimiento de límites entre «lo francés» —o «lo extranjero» en amplia perspectiva— y «lo chiapaneco», creando así nuevas relaciones e identidades sociales.

 

Por otro lado, es posible ver en las distintas denominaciones sobre extranjeros un indicador de su posible bienvenida o rechazo en Chiapas. Tenemos así que la primera distinción de 1821 entre «españoles y extranjeros» es una redundancia aparente que revelaba la identificación social de Ciudad Real. A diferencia de ciudades como Tuxtla, Chiapa o Comitán, los habitantes de la aún capital titubeaban entre el deseo de emancipación y el interés por conservar sus privilegios coloniales. Por ello no se identificaban del todo con la pugna creciente entre criollos y peninsulares como en otros ámbitos del reino. Dicha frase del ayuntamiento de Ciudad Real deja ver cierto ánimo de continuidad después de obtenida la independencia de España. Lejos de una ruptura radical, la centenaria filiación de la antigua capital concedía a los españoles una categoría intermedia entre el antiguo colonizador y el extranjero europeo, ideal «civilizador» en el cual deseaban reconocerse. 

En cambio, esta percepción de proximidad no siempre fue extensiva a las regiones inmediatas al estado. Al decidir en 1824 su unión a México en lugar de formar parte de las Provincias Unidas de Centroamérica, Chiapas se convirtió desde entonces en celosa frontera sur nacional por lo menos durante seis décadas. Ignorando el pasado que les unía geográfica e históricamente, los gobiernos de ambos países se esforzaron continuamente por definir los límites entre Chiapas y Guatemala para controlar desde ahí, según lo requirieran los intereses en turno, el paso de personas, ideas y contagios epidémicos.56 Si bien cada lado de la frontera representaba un refugio político para sus respectivas facciones disidentes, los exiliados liberales de Guatemala eran referidos bajo el término de «emigrados»57, lo cual pudo ser objeto de desconfianza ante los ojos de grupos conservadores chiapanecos. Algo similar ocurría con el estado de Tabasco. Después de querer unir sin éxito ambas provincias en 1821, la percepción política de la entidad se invirtió y acusó en 1841 los intereses de «conquista» de ese departamento vecino, considerado según la declaración del gobernador estatal en turno —abuelo de Diego Dugelay— el «más inferior de la República»58. Lo que se temía era la llegada desde ahí de extranjeros indeseables «sin patria ni fortuna», a quienes solo «el incendio, la destrucción, el saqueo y la muerte ocupan sus pensamientos»59

A pesar de los incentivos y las restricciones, la intención de «poblar» Chiapas no prosperó conforme a lo deseado por sus gobiernos y grupos de poder. Después de décadas sin observar los cambios esperados con la Independencia, las autoridades estatales de 1861 no dudaron en señalar que la pobreza y la falta de prosperidad se debían a «la abstracción de extranjeros»60. Su ausencia se convirtió en índice de estancamiento y en imposibilidad de desarrollo, lo cual remitió al estado a un sentimiento de marginación similar al de siglos anteriores. La dependencia disfrazada en ámbitos gubernamentales y sociales, además del riesgo implícito de convertirse en parálisis, hizo surgir nuevos argumentos para acusar a los indígenas, como en tiempos coloniales, del atraso y miseria que caracterizaban a la entidad. Sin ser reconocida como parte «pobladora» del estado, la población indígena de Chiapas era vista como mano de obra y principal «atractivo» que ofrecer al exterior. Sobre estos verdaderos extraños en suelo propio no solo caía entonces la culpa moral que los estigmatizaba como vergonzosa y persistente «barbarie» opuesta al progreso. Recibían también, incongruentemente, el gran peso de servir de anzuelo para que quienes les culpaban alcanzaran una prosperidad ilusoria y excluyente, largamente anhelada.

 

 

Gráfica 1. Evoluciónestimada de inmigración en Chiapas (por número de individuos), s.  XIX.

Fuentes: AGN 129: 1839 (sup. 16)/1844 (sup. 37)/1853 (sup. 143)/1856 (sup. 181); AGN 3000, sup. 039: 1869 (exp. 67) / 1873 (exp. 73-74)/1877 (exp. 79-82). AHMSC, SM, 1897 (exp.  24). LRBH 2008.

 

 

La necesidad de los «hermanos de allende los mares» no concluyó en 1821 y tampoco concernía únicamente a sus aspectos económicos o políticos. Se trataba igualmente de una actitud mental colectiva que despreciaba el potencial interno en espera de un cambio mesiánico venido del exterior. En 1889, el gobernador del estado aún se quejaba de la distancia y la «absoluta» carencia de caminos que impedían en Chiapas «el impulso y progreso que son consiguientes de la inmigración». A pesar del confinamiento y la incomunicación —situación que se prolongó por lo menos hasta 1950—, Manuel Carrascosa insistía también en la esperanza de que «pronto se realice la inmigración que haya de poblar nuestros desiertos, [en] interés de explotar nuestro privilegiado territorio en todas las riquezas que posee»61. Tres años después, el gobernador Emilio Rabasa trasladó la capital de Chiapas a Tuxtla Gutiérrez. Su campaña de modernización, apoyada por Porfirio Díaz desde el centro del país, propició más tarde el nuevo auge de cultivos intensivos en Chiapas, entre los que sobresale el café en la región Soconusco que referimos en un principio. Fue hasta entonces que Francia nombró a sus primeros agentes consulares en el estado: primero a Leopold Goût en Tonalá, 1883; seguido en 1910 por Amadée Cadillac en Tapachula. 

 

ARCHIVOS

AGN, Archivo General de la Nación, Ciudad de México.

AHDSC, Archivo Histórico Diocesano, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.

AHMSC, Archivo Histórico Municipal de San Cristóbal, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.

AJIC, Archivo del Juzgado de 1.ª Instancia de lo Civil, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.

BMOB, Archivo Chiapas —microfilme—, Biblioteca Manuel Orozco y Berra, Dirección de Estudios Históricos del INAH, Ciudad de México.

LAL, The Chiapas Collection, 1723-1927. The Latin American Library, University of Tulane, New Orleans.

 

 

FUENTES DE CONSULTA

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Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1949. Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, s/n, México.

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Notas

1 A pesar de la intención indicada en el título de otra obra (Brasseur 1861a), el padre Bourbourg no llegó a abordar en esa ocasión los capítulos sobre Chiapas.

2 Traducción libre de: «Ils ont su s’y créer une certaine influence, ils y sont des personnages et ils trouvent dans leur vanité satisfaite de bonnes raisons pour en point regretter leur patrie, où ils comprennent que leur sacs de piastres ne leur donneraient pas l'espèce de considération dont ils jouissent dans le pays qu'ils ont adopté».

3 Traducción libre de: «… il faut une vraie dose de courage pour vivre, avec un climat malsain, dans un pays où la vie est chère et où, malheureusement, nos compatriotes ne savent pas faire d’économie, gaspillant tout ce qu’ils gagnent avec une facilité inouïe; pourtant les salaires sont élevés».

4 Traducción libre de: «… il n’y avait un homme instruit ou croyant l’être, qui sut parler français tant soit peu purement; et cette langue est pourtant aujourd’hui, plus que jamais, la langue universelle. Ceux qui l’entendent s’étonnaient de mon aisance à la parler et de la pureté de mon accent».

5 Viqueira menciona que de las principales familias lingüísticas mesoamericanas (mixe-zoqueana, maya, otomangue y utoazteca o utonahua), en el Chiapas colonial se hablaba zoque, tseltal, tsotsil, chol, chiapaneca, tojolabal, cabil y náhuatl.  6

 Biblioteca Manuel Orozco y Berra, Archivo Chiapas —microfilme—, Ciudad de México (en lo sucesivo BMOB), tomo III, doc 2, 24ff (ms). 30 de octubre, 1821.

7 BMOB, tomo IX, 1890. Discurso pronunciado por el director del instituto de Ciencias y artes del Estado. Sr. Lic. Herminio Rojas. Con motivo de la solemne publicación de calificaciones y reparto de premios del Colegio de Señoritas y del referido instituto, que se verificara en la noche del 7 de diciembre de 1890.

8 BMOB, tomo VII, 2 octubre 1861. Memoria de Gobierno por Juan José Ramírez, San Cristóbal.

9 Archivo General de la Nación, Ciudad de México —en lo sucesivo AGN—, Movimiento marítimo, pasaportes y cartas de seguridad, 129, sup. 143, ff3. 1853. Gobernador Fernando Nicolás Maldonado.

10 AGN, movimiento marítimo, pasaportes y cartas de seguridad, 129, sup. 181, Sría. de Gobierno del Estado de Chiapas. José Trejo y Zepeda, Nómina de los extranjeros que han solicitado en tiempo oportuno sus cartas de Seguridad, residentes en el Departamento de San Cristóbal. Marzo 3 1856. En ese año se registró un francés en Palenque y en San Cristóbal don Pedro Martinó (casado, 63 años, comerciante), don Fernando Duruc Barascut (casado, 48 años, comerciante) y Julio [Liekens] (médico, 33 años). A este último lo mencionan a finales de los años de 1850 tanto Charnay (1987: 89), como Bourbourg (1861b: VI).

11 AGN, Movimiento marítimo, pasaportes y cartas de seguridad, 129, sup. 181. 1856, San Cristóbal. Secretaría de Gobierno del Estado de Chiapas. José Trejo y Zepeda OM.

12 BMOB, tomo VI, 1851. Memoria de Quezada al H. Congreso del Estado.

13 El sitio de Palenque, reconocido localmente desde 1745, fue visitado antes de Bourbourg y Charnay, entre otros, por el italiano Antonio Bernasconi en 1785; en 1805 por el austriaco Guillaume Dupaix —como encargado de los trabajos de excavación—; en 1832 por el francés Frédéric Waldeck, y hacia 1840 por el norteamericano Stephens junto con el excelente litógrafo inglés, Frederik Catherwood.

14 La visita de Charnay a Chiapas ocurrió en su primer viaje a México (1857-1861); mientras el paso de Bourbourg por el estado corresponde a lo que fue su cuarto viaje al país (1858 y 1860). 

15 El caso del médico norteamericano James Mckinney engloba dos aspectos aquí mencionados. Según consta en esta obra, dicho personaje llegó originario de Virginia antes de la gran epidemia de 1833 con la intención  –como otros viajeros de ayer y hoy- de «no pasar más que un invierno» en Chiapas. Sin embargo, siete años después de recorrer la región, guiado por sus impulsos y las inestables condiciones políticas, explicaba que aún no regresaba a su país porque al casarse con una bella lugareña había prometido a su suegra no hacerlo mientras ella viviera. Por otro lado, es posible que el mismo doctor Maquene interviniera ante las autoridades fronterizas de Comitán para que Stephens y Catherwood evitaran pasar por San Cristóbal en su viaje hacia Palenque; experiencia por la cual estos recomendaban procurarse una misión oficial de Washington para imitar su hazaña.

16 AGN, Justicia 118, sup. 228, exp. 69 (ff 330), 1839, San Cristóbal. José A. Sandoval. México.

17 En 1885 Teobert Maler (1885: 304) ratificaba para Chiapas un área de 43,434 km², según datos proporcionados por García Cubas. La extensión actual de Chiapas es de 73,887 km². 


18 Trens (1957: 136) menciona como colegas de Borduin a los médicos D. Agustín Velasco y D. Tadeo Croquer. 

19 AGN, Justicia 118, sup. 228, exp. 69, 1839, San Cristóbal. José A. Sandoval.Ver también, AGN, Movimiento marítimo, pasaportes y cartas de seguridad, 129, sup. 181, 1856, San Cristóbal, Secretaría de Gobierno del Estado de Chiapas. José Trejo y Zepeda. 

20 AGN, Movimiento marítimo, pasaportes y cartas de seguridad, 129, sup. 37 (ff 123), San Cristóbal, 16 abril 1844, Fernando Calixto Flores. 

21 Traducción libre de: «… tous Français que j’ai eu le plaisir de connaître en route». 

22 Traducción libre de:«un compatriote, issu de famille américaine». 

23 AGN movimiento marítimo, pasaportes y cartas de seguridad, 129, sup. 181, 3 marzo 1856, San Cristóbal. Secretaría. de Gobierno del Estado de Chiapas. José Trejo y Zepeda. En esa ocasión se le reconoce del «Bajo Canadá».

24 BMOB, tomo VII, 207, 1870, Chiapa [de Corzo], Ignacio Cardona, Memoria de 28 sep 1870.

25 BMOB, tomo IV, 371.

26 Traducción libre de: «mettre à profit ses connaissances» y «le premier négociant».   

27 Gossé père constató que dicho cráneo pertenecía a Bourbourg, y que éste lo obtuvo en 1858 de manos del doctor Borduin, «doctor en medicina de esta ciudad, quien lo había recibido de la Viuda Croquer [¿del doctor Tadeo?], propietaria de dicha caverna». Traducción libre de: «docteur en médicine de cette ville, lequel l’avait reçu de Mme. Vve. Croquer, propriétaire de la dite caverne». Ver también Gossé (1862: 228).  

28 El explorador militar Juan Galindo fue el primero que en 1831 relacionó a los mayas con la población local; cuestionando con ello la creencia general que los relacionaba con egipcios, polinesios o semitas de las tribus perdidas de Israel. Los miembros de la Société de Géographie de París (Jomard 1836: 267-272) ignoraron también su hipótesis sobre que «la raza más antigua de la Tierra es la americana», calificando la opinión «más que azarosa del autor, en su entusiasmo», y argumentando que «si así fuera, sería superfluo buscar el origen de la población de América»—traducción libre de: «s’il était ainsi, il serait superflu de chercher la source de la population d’Amérique». 

29 Traducción libre de: «plusieurs objets précieux provenant des ruines de Palenqué et des manuscrits de l'histoire et de la langue chiapanèque, probablement uniques aujourd'hui». Respecto a obtener la «colaboración» de los indígenas en las excavaciones arqueológicas, la Sociedad de antropología de París daba a conocer las sugerencias del propio padre Bourbourg. Entre éstas figuraba preguntar a cada grupo indígena en donde se localizaban los entierros de sus enemigos, pues así se hallarían menos «obstáculos» para descubrirlos (Gossé 1862: 237).  

30 Traducción libre del francés: «la société n’est pas de plus brillantes … et les distractions y sont rares» y «des causeries sérieuses … aux bavardages de la petite ville».

31 Archivo Histórico Municipal de San Cristóbal, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas —en lo sucesivo AHMSC—, Secretaría municipal. Comunicaciones del Juzgado del Estado Civil de este Departamento. exp. 16, ff 6. Febrero 6, 1872. Fernando Calixto Flores.

32 Archivo Histórico Diocesano, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas —en lo sucesivo AHD—, Asuntos Eclesiásticos, 5. San Cristóbal. Libro de Difuntos iniciado el 1 de enero de 1867 y concluido el 28 de julio de 1883. Febrero 2, 1872.

33 Agradezco a Víctor Manuel Esponda Jimeno el oportuno envío de su artículo mecanuscrito, así como sus comentarios y aclaraciones sobre datos biográficos de la familia Dugelay que complementan nuestra búsqueda personal en archivos. Es posible corroborar así la observación sobre el cambio de nombre que realizó Dugelay en México por motivos desconocidos; llamándose desde entonces Pierre Adolphe, salvo en una ocasión en que se le nombra Guillaume Dugelay, como veremos a continuación.   

34 Aunque Esponda indica que el francés Pierre Martinet se unió a la sugerencia de Borduin (Esponda 2005: 4), nuestro registro de este personaje corresponde al año de 1856 —ver nota 15—. Después de Dugelay, nuestra búsqueda indica que el siguiente francés en la ciudad fue Luis Lescieur hacia 1849. Archivo del Juzgado de 1.ª Instancia de lo Civil, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas —en lo sucesivo AJIC—, Exp. 349, caja 4, Junio 2 de 1849. Don Luis Lescieur, contra don Alejandro Cabrera alegando mejor derecho por las aguas que corren del molino de San Diego.

35 AGN, Movimiento marítimo, pasaportes y cartas de seguridad, 129, sup. 16 (ff 2), 15 julio 1839. Relation de la Légation de France et Mexique: «M. Guillaume [sic] Dugelay se quejó … de dificultades e incluso de persecuciones sufridas de parte del Comandante General de Chiapas … diciéndole que habiendo entrado en la República sin autorización, debería salir de los Departamentos de Chiapas a la brevedad posible. Sin embargo él ha regresado a San Cristóbal que está bajo la Garantía del tratado del 9 de marzo» —traducción libre de: «M. Guillaume Dugelay s’est plaint … des difficultés et même de persécutions qu’il a éprouvées de la part de

M. le Comandant Général de Chiapas ... en lui disant q'étant rentré dans la République sans autorisation, il devrait sortir des Départements de Chiapas dans le plus bref délai. Cependant il est revenu à San Cristobal qui est sous la Garantie du traité du 9 mars»—. Este documento contrasta con la información de Esponda que refiere que Pierre Dugelay llegó a Chiapas en 1843 (Esponda 2005: 4), basado en un expediente notarial que así lo indica (comentario personal, 2008).

36 Esponda indica que el Pasaporte número 18 de Dugelay mencionaba además su fecha de nacimiento: 5 de agosto de 1810, y el nombre de sus padres: Claude Marie Dugelay y Bénédictine Guichard.

37AGN, Movimiento marítimo, pasaportes y cartas de seguridad, 129, sup. 27, De l’Envoyé Extraordinaire et Ministre Plenipotenciaire de France au Mexique, 20 de marzo de 1841. 

38 Pierre Dugelay cursó previamente, en 1822, estudios de latinidad en la Universidad de París.

39 José Diego Lara Suasnavar fue primer gobernador constitucional de Chiapas en 1826-1829, y de manera interina en 1829-1830 y 1840-1841.

40 El acta de defunción de Luz Lara señala que ésta tuvo con Pedro Dugelay «un varón y dos hembras» (AHMSC, Secretaría Municipal, Ocursos y certificados de exhumaciones, 1904, exp. 3, ff 28). Diego Dugelay reconoce por su parte a su «hermana Isolina» en su testamento (Esponda 2005: 11). Según comentario personal de Esponda (2008), Isolina fue reconocida caritativamente por doña Luz Lara como hija del matrimonio.   

41 AHMSC, Lista de los CC Contribuyentes de esta ciudad, exp. 20, ff 13. 1864.

42 AHMSC, Secretaría Municipal, Ocursos y certificados de exhumaciones, 1904, exp. 3, ff 28. Doña Luz viuda de Dugelay falleció con 52 años el 13 de mayo de 1867, exhumándose sus restos del panteón municipal en 1904.

43AGN, 1869, 30145, Chiapas. Decreto sobre que se habilita al joven Diego Dugelay de la edad que le falta para entrar al goce de los derechos propios de la mayoría, quedando en consecuencia privado del beneficio de restitución in integrum. 44

 Praxedis Dugelay contrajo matrimonio con Francisco Rojas, hijo de don Manuel José de Rojas, primer gobernador —interino— de Chiapas después de la unión a México (1825-1826), y hermano de Moisés Rojas, gobernador interino de Chiapas en 1875-1876. 

45 AHMSC, Secretaría Municipal, Ocursos y certificados de exhumaciones, 1904, exp. 3, ff 28. La niña Luz Rojas, hija de de Francisco Rojas y Praxedis Dugelay, falleció el 12 de julio de 1872 y se exhumaron sus restos del panteón municipal en 1904.

46 AHMSC, Secretaría Municipal, Decretos del supremo gobierno del estado, exp. 51, ff 53. 4 mayo 1876, Carlos Borda. Manuel de J. Cerón, Secretario Gral. Interino del Despacho.

47 BMOB, tomo VIII, Memoria presentada por el Secretario General, 1878, doc. 251.

48 En calidad de diputado federal, José Diego Lara intervino aun en 1877 ante Porfirio Díaz para la autorización de un subsidio federal de $5,000.000 pesos mensuales, destinados a concluir un camino entre Comitán y la región del Soconusco. J. Mario García Soto, Personajes soconusquenses, Gral. Sebastián Escobar, Gobernador de Chiapas en 1877. En http://www.soconusco.com/soco/biog/sebastianes.html.

49 AGN, 1880, 33969, Decreto en que se nombra propietario de la Diputación permanente a José Diego

Dugelay por el fallecimiento de Toribio Antonio Espinosa, San Cristóbal Las Casas. Véase también AGN, 1881, 35007, Decreto por el que son miembros propietarios de la diputación permanente del (XII) Congreso Constitucional del Estado, los ciudadanos Martín Morales, Diego Dugelay y Manuel Suárez, San Cristóbal Las Casas.

50 AHMSC, Secretaría municipal. Comunicaciones de varios regidores y crokis [sic] de la ciudad, formado por J. Diego Dugelay. 29 mayo 1878, San Cristóbal. No se especifica el total debido.

51  Dugelay fue acusado de «loco» y «ateo» por sus detractores poco antes y después de su muerte, a causa de los severos juicios que promulgó sobre el clero y algunos fundamentos de fe del catolicismo, provocados ante la infidelidad de su última mujer con un sacerdote.

52 Agradezco a Justus Fenner sus comentarios e información sobre referencias complementarias disponibles en el Archivo del Juzgado de 1a. Instancia de lo Civil, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas —en lo sucesivo AJIC.

53 AJIC, I, exp. 5243, caja 38. 1893. Duguelay, José Diego —por sus hijas—. Diego Duguelay pide tutor interino para Elodia Adela y María Estela, 6 ff. 1892; The Chiapas Collection, 1723-1927. Ver también The Latin American Library, University of Tulane, N. Orléans —en lo sucesivo LAL—, 1foja, 15 mayo 1898. Anuncio público en el que la viuda de José Diego Dugelay protesta sobre las medidas legales que la separaron a ella de sus hijas, privándola de sus derechos legales y … acerca de la venta de la finca que era herencia de sus hijas.

54 Dugelay dejó al morir un testamento «cerrado» nombrando principales herederas a sus dos hijas menores, Estela y Adela. La mayor de sus cuatro hijas —Rosalía— entabló juicio hereditario en 1903 y resultó beneficiaria por un reconocimiento que su padre registró al momento de su nacimiento, en 1870. Adela Dugelay impugnó la decisión del juicio hasta 1912. Además de los documentos y publicaciones de la época referidos por Esponda, ver entre otros: AJIC II, exp. 1474, caja 60. 1903. Juicio ordinario promovido por el representante de la testamentaria Duguelay y contra Manuel Suárez, 436 ff.  

55 Isaac Rojas Dugelay fungió como político estatal en las primeras décadas del siglo XX. En cuanto al doctor Farrera, véase Iñárritu (2004: 69).

56 BMOB, tomo IV, 61-1p. 1832; tomo IV, 232-1ff, 1837; tomo VI, 224, 1857. Ver también AGN, justicia archivo, exp. 119, sup. 108, 1837-1850.

57 BMOB, tomo IV, 61-1p. 1832, San Cristóbal.

58 BMOB, tomo V, 7-1p. San Cristóbal, 13 abril 1841.

59  Ibíd.

60 BMOB, tomo VII, Memoria de Gobierno por Juan José Ramírez, 2 de octubre de 1861. San Cristóbal.

61 BMOB, Tomo IX. Memoria de gobierno presentada por Manuel Carrascosa, 1889.

 

 

Fecha de recepción: 20 de mayo de 2008.

Fecha de aceptación: 19 de octubre de 2008.