Marchart, Oliver, 2009, El pensamiento político posfundacional. La diferencia política, en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau, Marta Delfina Álvarez (tr.), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica de Argentina, 257 pp. ISBN: 978-950-557-781-1.

Luis Rodríguez Castillo
Universidad Nacional Autónoma de México, Mexico
Recepción: 17 de Marzo 2016 Aprobación: 18 de Marzo 2016 Publicación: 01 de Junio 2016

En El pensamiento político posfundacional, Oliver Marchart pasa revista a autores que comúnmente son ubicados como parte de la corriente teórica del posestructuralismo francés, pero que él denomina "heideggerianismo de izquierda": Jean-Luc Nancy, Jean Claude Lefort, Alain Badiou y Ernesto Laclau. Dedica a estos pensadores los capítulos centrales del libro, pues tienen en común que se inspiran en Heidegger y pretenden encauzar los postulados de este filósofo en una dirección progresista, ya que vieron en ellos la posibilidad de radicalizar las potencialidades transformadoras de la acción política, usan la diferencia política (entre la política y lo político). "Comparten una noción fuerte del acontecimiento; adjudican un papel capital a la división y al antagonismo; todos niegan, por cierto, la posibilidad de un fundamento último de lo social" (p. 87).

La importancia de ese escrutinio se sustenta en el hecho de que las reflexiones en la teoría política contemporánea están marcadas por dicha diferencia, la cual deriva de dos formas de entender la institución del poder en lo social: por un lado, los seguidores de la tradición iniciada por Hobbes, como Sartori, para quienes la diferencia política se reduce a un momento fundante de la política, y aquellos como Maquiavelo y partidarios, que dirigen su atención hacia la contingencia y observan que lo social requiere constantes intervenciones de lo político.

Cabe destacar que posfundacionalismo -aclara el autor- no es lo mismo que antifundacionalismo y que no debe confundirse "con un vulgar posmodernismo del 'todo se vale'" (p. 14) pues, según la tesis del autor, esta postura no conduce al supuesto de una ausencia total de todo fundamento sino que argumenta en relación con la imposibilidad de un fundamento último que instituya lo político en lo social. Desde ese punto de vista, el problema que identifica es que la teoría política clásica, aquella que plantea un momento fundacional y cuyo concepto central es la política, ha dejado de proporcionar explicaciones. Lo que permite plantear la pregunta fundante -casi trascendental-: "¿Por qué la política, como concepto único, demuestra ser insuficiente en un cierto punto y, por lo tanto, es menester suplementarla con otro término?" (p. 18). El objetivo de este trabajo es, entonces, dar cuenta de los fundamentos o las "constelaciones teóricas" del pensamiento posfundacional.

Para dar respuesta a la pregunta planteada, Marchart sigue, en primera instancia, una estrategia genealógica. Luego de la introducción en la que presenta el planteamiento general de su argumento y el contenido del libro, en el capítulo 1 examina la emergencia de las categorías propias de la filosofía posfundacionalista a partir de Heidegger. Encuadra cuatro categorías centrales: acontecimiento, momento, libertad y diferencia. En dialogo con Luhmann, Derrida y Bauman colige que a partir de aquellas categorías debemos desechar una noción débil de la contingencia, por una más fuerte como contingencia necesaria, ya que en el discurso teórico y filosófico resulta lógico que las condiciones de posibilidad de un elemento (en este caso la institución del poder en la sociedad) son, al mismo tiempo, las condiciones de su imposibilidad.

En el capítulo 2 desarrolla una mirada doble: por un lado, continúa con el análisis de la difusión de la diferencia política. Señala que fue la publicación del ensayo de Paul Ricœur "La paradoja política", de 1957, los topoi de una idea no fundacional de la política en el pensamiento francés. Ahí se distingue entre "una esfera ideal de lo político (que encarna la concordia racional), definida por una racionalidad específica, y la esfera del poder (la política), aunque ambas contribuyen a la autonomía de lo político" (p. 57), a partir de la cual Marchart distingue entre un rasgo arendtiano, o asociativo, de lo político, donde ubica a Arendt y Wolin; y un rasgo schmittiano, o disociativo, de lo político donde están Schmitt, Koselleck y Mouffe. Por el otro, siguiendo a Sartori, delinea el proceso histórico por medio del cual el concepto de lo político se emancipa para formar el campo de análisis de la política pero también sobre el momento histórico de la diferencia política. Concluye que una revisión "puramente nominalista de la historia conceptual no puede dar cuenta de la diferencia radical entre la política y lo político" y por ello, la emergencia de la diferencia política es "un signo de la temporalización que mantiene abiertos y posibilita los procesos de politización" (p. 86).

Si es en los dos primeros capítulos que, desde la perspectiva genealógica, Marchart nos explica que "lo político" solo es posible en su entendimiento ontológico, será a partir del tercer capítulo, en que adopta la perspectiva comparativa y de historia de las ideas, que nos dará a conocer la formación de ciertos "clanes" del heideggerianismo de izquierda a partir de matrices conceptuales diferenciadas. Por una parte, Jean-Luc Nancy y Philippe Lacoue-Labarthe operan desde el punto de vista de la deconstrucción, Jean Claude Lefort está influido

por Merleau-Ponty, Alain Badiou representa una contribución crítica lacaniana, mientras que a Ernesto Laclau y a Chantal Mouffe los adscribe a la corriente deconstructivista con elementos foucaultianos. Todos ellos, vertientes que niegan las posibilidades de "la política" en un sentido óntico, de fundación e institución única del poder en lo social.

En el tercer capítulo Marchart observa que el proyecto de Nancy y LacoueLabarthe consiste en la reformulación política crítica del tema heideggeriano de la "retirada". Otorgan una importancia fundamental a la noción de "acontecimiento" como aquello que no puede ser predicho y contado dentro de la "situación", es decir, del orden de cosas establecido. En ellos lo político solo se manifiesta en "la total inmanencia o la total inmanentización de lo político en lo social" (p. 94), de donde surge la diferencia política a través de la retirada del ser, que abre el "acontecimiento de comunidad". Aquí se muestra la infundabilidad de todo orden social, ya que la retirada implica la idea de disociación.

Marchart afirma de Claude Lefort, analizado en el capítulo 4, que "ha elaborado una de las poderosas teorías de lo político, de la democracia y del totalitarismo [que] ofrece aparte de una teoría 'ontológica' de lo político, una genealogía histórica del momento maquiaveliano: el momento en que se desfunda la sociedad y se refunda lo político" (p. 117). Ese momento puede verse en Lefort como una reacción a la visión marxista, en la que la política es mera superestructura, y frente a la visión sociológica, que reduce la política a un subsistema social entre otros. Por su parte, afirma que lo político es un campo de interrogación, como ocurre en el pensamiento filosófico.

El momento maquiaveliano ocurre, entonces, al desear instituir el dispositivo democrático en la sociedad moderna, pues pasa por la autoexternalización de la sociedad (la división entre la sociedad y su afuera) y la aceptación de la división social. Aquí son irresolubles la tensión y la oposición entre los miembros de la sociedad, lo que constituye el antagonismo radical, al tiempo que "proporciona, por tanto, un marco institucional que garantiza la aceptación de la infundabilidad de lo social" (p. 142).

El capítulo 5 está dedicado a Alain Badiou quien, a diferencia de Lefort, pretende destruir la filosofía política, ya que la identifica con lo político y en ella la política se encuentra reificada como un dato invariable y objetivo de la experiencia universal. Marchart observa que, al igual que Nancy, un concepto clave es el de acontecimiento que en Badiou significa la disrupción del orden óntico, mientras que la "retirada de lo político" corresponde a una crisis de los conjuntos cerrados, pues la política se produce siempre por sujetos que son diferentes y cada uno de ellos se define por su relación con un acontecimiento de verdad.

Asimismo, encuentra que en este autor subyace el paradigma cristiano como uno de sus modelos, por lo que requiere una figura conceptual que corresponda a lo que significa "el mal" para el cristianismo; pero en el análisis propuesto por Marchart es el intento de fundar lo infundable; mientras que en Badiou adquiere la forma de terror y "simulacro" de un procedimiento de verdad. En conclusión, Marchart encuentra que para Badiou "la política surge en el punto de reunión conflictivo entre la condición (no política) de igualdad y la lógica de control. En este sentido, la política es la prueba práctica de la condición posfundacional de la sociedad" (p. 161).

El sexto capítulo ubica el pensamiento de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe sobre el conocimiento de que "lo político ha sido sistemáticamente 'absorbido' por lo social [...] en el marco conceptual de las teorías que comparten la tesis de la neutralización de Schmitt y la de la colonización de Arendt" (p. 179) y que reconocen que, desde el punto de vista histórico, el concepto de totalidad social ha entrado en crisis. Desde la perspectiva de Marchart, Laclau ha propuesto una teoría política más acorde con los supuestos del posfundacionalismo, pues es quien formula llevar la diferencia ontológica hasta sus últimas consecuencias. Así, plantea una diferencia entre lo social y lo político y una entre lo social y la sociedad.

Lo político proviene de la imposibilidad de la constitución completa de la sociedad, "porque la identidad de todo 'sistema' (que siempre es 'espacial' en el sentido de Laclau) tiene que referir a un afuera constitutivo, el cual es la condición que los habilita e imposibilita su clausura completa y su autoidentidad" (p. 186). Es por ello que la sociedad requiere permanentes intentos de hegemonización. Por ello habla de la primacía de lo político sobre lo social. Introduce, entonces, "la diferenciación entre lo social como dominio de las prácticas sedimentadas y lo político como el momento de institución / reactivación de dichas prácticas" (p. 197).

En el capítulo 7 sostiene, frente a las versiones de conservadores y de escépticos, que elaborar una versión de hegelianismo de izquierda constituye una decisión política per se y que de la ausencia de fundamento no se desprende ninguna consecuencia política necesaria, pues entonces sería factible fundar una visión del mundo de la política particular, algo que fue excluido ex hypothesi.

Es decir, en sus conclusiones reitera que en las teorías que constituyen la "constelación posfundacionalilsta" la diferencia política es un indicador de la imposibilidad o ausencia de un fundamento último de la sociedad. Sin embargo, arribar a esta conclusión no conduce al nihilismo, sino al derrumbe de los fundamentos y a la desintegración del horizonte fundacionalista. En ese sentido, la subsunción de lo social o la política a lo político, siguiendo a Laclau, radicaliza las posibilidades emancipadoras.

En segundo lugar, Marchart esclarece la relación entre posfundacionalismo y democracia. Siguiendo a Lefort en su argumento sobre la disolución de los marcadores de certeza y el vacío del lugar del poder señala que la democracia es el régimen en el cual se está más dispuesto a aceptar la ausencia de un fundamento último. De esa manera puede seguir a Laclau y Mouffe para afirmar que el posfundacionalismo no es necesariamente democrático, pero que "toda democracia digna de ese nombre tendrá que ser deliberadamente posfundacional" (p. 208).

Observa, en tercer lugar, que las diversas formas del desplazamiento conducen a detener el juego de las diferencias políticas. Siguiendo a Mouffe, Rancière y Žižek concluye que la "política no expresa o representa una verdad suprahistórica de lo político o de la comunidad; más bien se la considera una distorsión ideológica de la objetividad social" (pp. 211-212). Es en el antagonismo y en la contingencia, entonces, donde descansan para el pensamiento posfundacional las potencialidades emancipadoras.

Desde ese punto de vista (y esta es la cuarta conclusión de Marchart), al igual que el argumento que todo es político, lo cual significa que nada lo es, toda filosofía primera se diluye pues no puede ser otra que una filosofía de lo político; en tanto que "Lo político se retira constantemente debido a la naturaleza infundable de la diferencia y, sin embargo, en innumerables ocasiones, esta retirada se detiene, aunque solo sea provisoriamente, en el momento de fundar" (p. 220).

Con lo anterior el autor arriba a la quinta conclusión de su estudio: tenemos una ontología política. Siguiendo a Lefort, Laclau y Žižek, argumenta que la esfera de la política no es, por lo tanto, un subsistema entre otros, sino más el subsistema mismo que opera como recordatorio simbólico de la naturaleza infundable de la sociedad; es decir, que "no hay diferencia política sin 'la política' en un extremo de la diferencia, y que 'la política' es tan importante como 'lo político', situado en el otro extremo" (p. 229).

En suma, usando el concepto de la diferencia política, Marchart analiza diferentes propuestas en las que el momento de lo político ha acontecido y no deja de acontecer. Aunque parece estar más de acuerdo con Lefort, Lacalu, Mouffe y Žižek, quienes evitan subordinar un concepto en el otro, que con Nancy y Badiou, quienes desde el punto de vista del autor caen en cierto filosofismo y pretenden resolver la tensión entre la política y lo político por la vía de la subsunción y la fundación de un nuevo discurso ético.

Marchart nos lleva convincentemente a considerar el pensamiento posfundacional como una revalorización de la teoría política, puesto que la ausencia de verdades trascendentales lejos de implicar el nihilismo, conduce a identificar la necesidad de una agenda para tomar conocimiento de la imposibilidad de un fundamento último (que descansa en categorías como la Razón, la Sociedad, etc.) y nos estimula a pensar que el ser social y la manera en que se instituya el poder político están históricamente condicionadas por la contingencia necesaria.

El libro resulta importante para todos aquellos interesados en el tema del poder e imprescindible en tanto que el debate contemporáneo de toda teoría política ya no puede desprenderse, tal como lo argumenta Marchart, de la diferencia política.