LA LECHERÍA FAMILIAR EN MÉXICO
ALFREDO CESÍN; FERNANDO CERVANTES; ADOLFO ÁLVAREZ
(COORDS.)
CIESTAAM-UACH/CP-CAMPUS PUEBLA
UAM-XOCHIMILCO/CONACYT/PORRÚA
MÉXICO, D. F., 2009
En este libro colectivo se revisan diferentes prototipos regionales de producción
lechera familiar en México. Se ilustran en forma accesible las capacidades potenciales de este
dinámico sistema productivo; particularmente en el ámbito del empleo, al insertar a miembros de
la familia en esta actividad, así como para coadyuvar en la preservación de lácteos
tradicionales, lo cual debiera incidir en la revalorización del patrimonio alimentario nacional.
También se señala —una vez más— el bajo nivel tecnológico que
caracteriza a este modelo familiar y se distinguen algunas de las causas para el desequilibrio competitivo que
ello implica en todo el sistema lechero mexicano, así como para cada una de las fases que componen la
cadena de valor.
De forma que, en el cotejo respecto a los sistemas más tecnificados, el balance es negativo para el que
sostiene este trabajo, ya sea en el sentido de la dependencia por los insumos para prácticamente toda
la trama productiva, como en las nuevas relaciones que se han establecido para producir y acopiar la leche. Lo
que ha implicado una dinámica de agroindustrialización que, además de aumentar
notablemente sus estándares de calidad, ha traído la formalización de los mecanismos de
intercambio con los que reducir riesgos, asegurar volúmenes y mantener precios atractivos a los
ganaderos que se encuentran organizados verticalmente. Efectivamente, uno de los temas más interesantes
de este compendio, especialmente abordado en el capítulo IV, es el de las relaciones contractuales y de
poder, que se dan entre los productores y las agroindustrias.
La obra se presenta en tres secciones, el primer capítulo describe los aspectos generales de la
ganadería lechera; en el segundo se compila una serie de estudios de caso, que con base en la
lógica familiar recorre el territorio nacional desde el Norte, donde se ubica la Laguna, hasta el
Altiplano y Centro Occidente, ambas importantes regiones productoras de leche fresca de vaca. Para finalizar
con la sección que a manera de conclusión son las enseñanzas arrojadas por los
capítulos anteriores.
Es de resaltar que la contribución de los autores es diversa, en enfoque analítico, especialidad
e institución de procedencia, lo cual contribuye a la obtención de un apreciable mosaico de lo
que sucede en el mundo rural con énfasis en la lechería familiar.
Así, los capítulos II y III ponen en evidencia que la heterogeneidad y la pequeña escala
son características que junto a las exigencias de manejo que implica el paquete tecnológico
dominante —con base en la raza Holstein—, propician no sea captada en toda su dimensión
este tipo de ganadería por parte de las instancias oficiales. En ese marco, el siguiente apartado deja
ver que al interior de la región analizada
—Aguascalientes— hay diferencias notables, al haberse originado su organización a
principios de los años noventa —alrededor de centros de acopio— y a partir de iniciativas
del gobierno local. Quedando actualmente estos grupos de ganaderos familiares con un fuerte desgaste, pues la
desintegración parece inminente.
De modo que el supuesto de tal desintegración recae, por un lado, en el abandono de la actividad por
falta de oportunidades atractivas para mejorar las condiciones de vida familiar y, por el otro, como causa de
la intervención y posterior control de las empresas núcleo, que ejercen su poder de forma
asimétrica en las relaciones comerciales. No obstante, para tal caso se concluye que la presencia
activa de empresas paraestatales como Liconsa permite detonar oportunidades para la lechería familiar.
Así, y con apoyo de los capítulos subsecuentes, se resume que de entre los avances de la
agroindustrialización resalta que la industria ha podido en poco tiempo proveerse de materia prima cada
vez de mejor calidad a un menor precio, estandarizándose las compras por parte de la industria,
disminuyéndose así las consecuencias negativas de las «épocas
críticas», y con ello se han establecido en poco tiempo los contratos individuales, dejando de
lado los de tipo grupal, llevando esto consigo la pérdida de independencia en relación con la
toma de decisiones en el proceso productivo, principalmente para los segmentos de insumos y primario de la
producción láctea. Aunque de igual manera afecta notablemente a los trasformadores familiares
—con técnicas artesanales— y, en general, a los consumidores que pagan buena parte del
incremento en precio de estos productos.
Por último, cabe insistir que si el argumento de que la lechería familiar tiene el potencial
para cubrir ámbitos sociales y humanos y, en esa medida, la autosuficiencia nacional, igualmente corre
el riesgo de toparse con la misma desigualdad socioeconómica que ha propiciado la
descapitalización de los territorios rurales; la lechería no es la excepción. Entonces,
para no dejar al margen a la gran mayoría de los productores de los beneficios obtenidos del modelo
tecnificado es indispensable un cambio estructural, donde la implementación de programas
públicos se haga en aras del desarrollo territorial2 y en función de condiciones indispensables,
como la equidad y la distribución de oportunidades, es decir, en un ambiente de gobernanza.3
En corolario personal, este libro deja percibir en sus estudios de caso que las políticas sectoriales
han llevado a cabo muchas veces supuestos explícitos e implícitos sobre el comportamiento y las
capacidades de los agentes. Como por ejemplo las respuestas eficientes a las señales de mercado, la
asistencia impulsada por la demanda, los esfuerzos colaborativos o la participación en el
financiamiento, que al parecer son poco realistas en México. Y, por esta falta de realismo,
políticas que intentan ser neutras resultan a menudo muy excluyentes. Pues en ellas no se da suficiente
importancia a las peculiaridades del sector —con sus altos riesgos climáticos, biológicos
y comerciales, además de su compleja adaptación tecnológica—, ni al hecho de que
quienes conforman mayoritariamente el agro se encuentran en inferioridad de condiciones
socioeconómicas, por sus ingresos debajo de la línea de pobreza, su insuficiente
preparación, sus tradiciones basadas en siglos de vida de condiciones precarias y su ubicación
geográfica en zonas marginales, alejadas de la infraestructura y de un mínimo de servicios y
fuentes de información. Al mismo tiempo estas personas tienen acceso imperfecto a los mercados que,
según el modelo económico imperante, deben regir las decisiones y la (re)distribución de
los factores de producción. Lo que explica el «dinamismo parcial» que tradicionalmente ha
exhibido el sector, sobre todo tras las reformas en pro de la liberalización de los mercados y la
apertura externa en todas las actividades que se vinculan con la producción pecuaria, especialmente la
lechera.