LUCHAS MUNICIPALISTAS EN MÉXICO. ACCIONES CIUDADANAS POR
LA DEMOCRACIA Y EL DESARROLLO LOCAL
RODRÍGUEZ WALLENIUS, CARLOS JUAN
PABLOS/UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
UNIDAD XOCHIMILCO MÉXICO, D. F., 2009
EL ESPEJO RECONSTRUIDO:
NUEVA VISIÓN SOBRE EL MUNICIPIO MEXICANO
Claude Bataillon a finales de la década de los sesenta en su
estudio sobre «Las regiones geográficas en México» afirmaba que
uno de los rasgos más enigmáticos de nuestro país era su red
municipal. Bataillon hacía esa afirmación desde su mirada como
geógrafo y en referencia a los diversos tamaños de los municipios y su
relación tanto con la densidad de la población como con sus
características históricas y étnicas. Al leer el libro Luchas
municipalistas en México. Acciones ciudadanas por la democracia y el
desarrollo local, de Carlos Rodríguez, la mirada del sociólogo
interesado por el devenir de las luchas emprendidas por ciudadanos en relación con
la institución municipal, guía al lector a constatar la vigencia de aquella
aparentemente vieja afirmación: uno de los rasgos más enigmáticos de
nuestro país es su red municipal.
Sin embargo, no por enigmático el autor rehúye la tarea de ofrecer
explicaciones científicas. En el libro Luchas municipalistas en
México nos encontramos ante una lectura fresca de la realidad
política contemporánea, que se genera desde una visión trina: el
municipio, el Estado —o régimen— y las acciones ciudadanas. Esa lectura
nos ayuda a pasar los efectos de la «resaca» social derivada de
«cambios» que trasforman poco, o como señala la jerga política
«cambiar para que todo siga igual». A pesar de lo dicho, no se trata de una
lectura pesimista, pues, contrario al viejo proverbio de Fidel Velázquez, Carlos
Rodríguez consuma su análisis indicando que «el que se mueve,
SÍ sale en la foto».
Carlos Rodríguez Wallenius se atreve a presentar en un libro de 211
páginas, confeccionado en cuatro capítulos, introducción y
conclusiones, una apretada historia de la vida política del país desde la
década de los años 50 del siglo pasado, cuando en
«Santa Clara, Durango … grupos ciudadanos estaban cansados de las
imposiciones y malos gobiernos, por lo que decidieron impulsar la candidatura de
oposición a la presidencia municipal» (Rodríguez 2009: 45). Entrelaza
en esta genealogía dos historias o tópicos que estamos acostumbrados a leer
por separado: la historia de la trasformación-democratización del
régimen y la historia del fortalecimiento municipal. Su tesis analítica es
que podemos «ubicar a las luchas municipalistas como una expresión central
del proceso de transformación del régimen político»
(Rodríguez 2009:
17).
El autor nos presenta la genealogía de la luchas municipalistas a lo largo y ancho
del país, que se encuentran marcadas por las paradojas, rechazo y esperanza, del
gobierno municipal como el espacio en el que se «habían encarnado las formas
tradicionales de ejercer el poder caciquil», pero también de
«expectativas de tener gobiernos que respeten la voluntad de la mayoría y
mejoren su calidad de vida» (Rodríguez 2009: 15).
Por un lado, Carlos Rodríguez construye un marco conceptual (capitulo 1, pp. 25-42)
que orientará su mirada para decirnos que las luchas de grupos organizados en
relación con la democratización y el desarrollo local, que tienen como eje
al municipio, son objeto ideal para renovar la reflexión desde las teorías
de la acción colectiva. Aunado a ello, su posicionamiento ayuda a refrendar mi
convencimiento de la necesidad de revisarle la plana a los neoinstitucionalistas, para
introducir con mayor énfasis las capacidades de agencia de los actores.
Por otra parte, el autor caracteriza ese proceso como una lucha de oposiciones, sin
idealizarla. Se trata de un conjunto de luchas aisladas, diseminadas a lo largo del
territorio nacional y no coordinadas, pero que tuvieron un efecto de sedimentación,
convergencias y generalización de luchas contra las tendencias dominantes. Parece
que la óptica seleccionada quiere constatar la afirmación de Mary Louise
Pratt, crítica literaria y feminista, acerca de que «los géneros
marginales son con frecuencia sitio de innovación política y de creatividad
cultural», esto se constituye en arenas de experimentación, espacios para el
desarrollo de visiones alternativas; y en ese sentido, Carlos Rodríguez nos ofrece
su tesis central a la manera de metáfora: «los municipios pueden considerarse
como espejos» (Rodríguez 2009: 16).
Ese espejo es útil para seguir el ritmo de las trasformaciones, para ver en el
municipio un campo de disputas que llevan a, y se entrelazan con, el cambio
político del régimen.
Dicho proceso es caracterizado en tres etapas.
Comienza del régimen del partido hegemónico a las luchas ciudadanas por la
democratización y el desarrollo local (capítulo 2, pp. 43-97). Un primer
momento son las luchas ciudadanas que tienen por eje la búsqueda de alternativas
políticas, democratizar la vida local y lograr la alternancia en los ayuntamientos.
Estas luchas son hechos más bien aislados en las décadas sesenta y setenta,
hasta llegar a lo que López Monjardín denomina la insurrección
municipal.
Un aspecto interesante del abordaje se presenta cuando el autor identifica
características geográficas y las fuerzas políticas en pugna, como
factores que también le ponen «su sal y su pimienta» al municipalismo
en diferentes latitudes del país. Si no me equivoco en la lectura e
interpretación, el autor pretende mostrarnos un municipalismo
«norteño» predominantemente panista concentrado en la creatividad
cultural para generar mecanismos con los que resistir el fraude electoral, más
identificado con el precepto individualista de la ciudadanía; y otro municipalismo
«sureño» predominantemente de izquierda concentrado en la
innovación política para acceder a los ayuntamientos y vinculado con
identidades colectivas o de organizaciones sociales.
No obstante, en ambos municipalismos, la historia resumida de su acción es que
«el gobierno de alternancia tuvo que enfrentar varios obstáculos … la
inexperiencia política y administrativa, la falta de recursos y las medidas que
desarrolló el PRI [Partido Revolucionario Institucional] para entorpecer las
actividades» (Rodríguez, 2009: 60) de los ayuntamientos de alternancia.
La segunda etapa se ilustra con la metáfora del «tsunami»
municipalista, que ocurre desde la apertura electoral de 1977 y las reformas
constitucionales de 1983 al artículo 115. Se trata, nos dice, de «una ola que
va invadiendo regiones y ayuntamientos por todo el país y que define un ciclo de
luchas sociales» (Rodríguez, 2009: 66). Por lo tanto de una convergencia de
partidos y organizaciones civiles que empujaron procesos orientados a mejorar los
resultados del objetivo primordial de todo gobierno local: mejorar las condiciones de vida
de sus ciudadanos.
Las estrategias seguidas por los municipalismos incluyeron en diferentes proporciones dos
componentes que caracterizan este ciclo de luchas: establecer mecanismos para profundizar
la democratización de la sociedad local —a través de la
participación ciudadana—, y la ampliación de los márgenes de
acción del gobierno local y mecanismos para mejorar el desempeño
gubernamental —a través de los modelos de la nueva gestión y criterios
técnicos de eficiencia—. Aspectos que otros autores como Enrique Cabrero,
Mauricio Merino y Rodolfo García del Castillo, han denominado como la «nueva
agenda pública local» que genera la «acción
pública», una convergencia de actores sociales, políticos,
gubernamentales, para la solución de un problema local. No obstante, la
orientación del autor no enfatiza en el poder de regulación de las
instituciones, sino que nos muestra la importancia de la historia para comprender que
dicha convergencia es un proceso problemático.
Con todo la tercera etapa de las luchas municipalistas ocurre en el contexto de la
alternancia política federal, que Carlos Rodríguez anota como el
régimen de Partidos Dominantes (capítulo 3, pp. 99-139). Desde mi punto de
vista, este periodo es, quizá, el más doloroso para los municipalistas, pero
también el que debe motivar a una renovación de la reflexión sobre la
instancia municipal pues, luego del «tsumani» el espejo aparentemente
quedó echo trizas y, en efecto, anegado, pasmado y en la aparente inmovilidad.
Dicha inmovilidad es explicada por el autor de dos maneras o lógicas, por un lado
las trasformaciones del propio régimen que —siguiendo la tesis de
Schumpeter— cambio a favor de las elites políticas y su circulación en
la esfera de poder; por el otro, los propios actores políticos, quienes empujaron
las reformas y fueron protagonistas del «tsunami» municipalista y se
subsumieron en la lógica de la cultura política del viejo
régimen.
Sin embargo, la lectura no queda ahí, sino que ofrece un último abordaje de
esperanza: la nueva agenda ciudadana municipalista (capítulo 4, pp. 141-177). Entre
los muchos aspectos que Carlos Rodríguez aborda de las agendas propiamente
municipalistas y las agendas de movimientos ciudadanos con contenidos municipalistas,
destaco —sólo para abrir boca y motivar la lectura— las que a mi
parecer son de mayor arraigo, viejas demandas que apuntan la discusión sobre el
diseño municipal: 1. La necesidad de reconocer un régimen multimunicipal, 2.
La conveniencia de la reelección y mecanismos como el plebiscito y la consulta
popular, 3. El impulsar la participación y el poder comunitario y ciudadano, y 4.
Promover al municipio como el espacio de exigencia y realización de los derechos.
En suma, el libro Luchas municipalistas en México. Acciones
ciudadanas por la democracia y el desarrollo local es sin duda para un
público amplio por la claridad de sus planteamientos y porque la dedicación
intelectual del autor para resaltar los valores humanos y las esperanzas de mejoría
que subyacen en las historias locales que tienen tintes trágicos es, por sí
misma, una señal con la que el lector obtendrá la garantía de un
libro que disfrutará plenamente.
De igual manera es un libro para especialistas. Sin duda alguna, los interesados en la
vida municipal encontrarán las pistas para articular sus propias reflexiones que
permitan vislumbrar nuevas explicaciones a esos enigmas municipales con los que contamos
en el territorio nacional. También será una lectura indispensable para todos
aquellos especialistas de las ciencias sociales interesados en las trasformaciones
recientes del régimen político mexicano y para aquellos que buscan
explicaciones al por qué el cambio y la renovación de instituciones
necesitan del «movimiento» de la ciudadanía para «salir en la
foto».
Asimismo los capítulos que integran la publicación pueden leerse de una
manera diferente. Quienes contamos con el privilegio de conocer al autor, en mayor o menor
medida, sabemos que puede entenderse al mismo tiempo como una especie de
autobiografía intelectual y de su indómita actividad política en
instituciones de la sociedad civil. Los casos abordados, como aquellos retomados para
ilustrar el «tsunami» —por ejemplo, los municipios autónomos en
Guerrero, las disputas por el agua en diferentes latitudes del país, y las
experiencias de participación popular en Veracruz—, hasta la
construcción de la agenda ciudadana municipalista, son experiencias en las que el
propio Carlos Rodríguez ha participado como actor político y les ha dado
seguimiento como analista.
Así, el contenido empírico del libro además de ser variado y
sustentarse en una vasta bibliografía municipalista, también proviene de una
experiencia vivida de manera muy cercana por el autor, lo que sin duda le permite las
licencias poéticas de las metáforas utilizadas; sin que ello demerite en sus
ejercicios de objetivación científica, antes bien enriqueciendo su texto.
Sí, Carlos Rodríguez ofrece explicaciones científicas, sus
metáforas nos ayudan a comprender cuál ha sido el papel de las luchas
municipalistas para la trasformación política en el país. Esa
combinación de explicaciones científicamente sustentadas y de
metáforas poéticamente construidas ofrecen al lector posibilidades para
comprender la ausencia de cambios acelerados en la realidad política mexicana luego
de la llamada «alternancia» y del autonombrado «gobierno del
cambio».
Es justamente en la época actual en la que el modelo político de partido
hegemónico cedió su lugar al modelo de partidos dominantes, y cuando ambos
modelos ya han mostrado sus límites, cuando requerimos no solo de reflexiones
relevantes sobre el devenir político del país, sino también del
análisis de las experiencias concretas de actores políticos por trasformar
espacios institucionales, como las que recupera y sistematiza magistralmente Carlos
Rodríguez.
Para finalizar, la visión de un «espejo reconstruido» que encontramos
en las consideraciones finales del libro Luchas municipalistas en México.
Acciones ciudadanas por la democracia y el desarrollo local, podrán ser
de utilidad para identificar las nuevas agendas, políticas y analíticas, que
nos permitan figurar una nueva visión sobre el municipio mexicano. Por ello,
exhorto a la lectura al público interesado en experiencias que nos enseñan
los «senderos del cambio» que parten desde lo local.