LA PRODUCCIÓN DE TALAVERA DE PUEBLA Y SAN PABLO
DEL MONTE, TLAXCALA: UN SISTEMA PRODUCTIVO LOCAL
EN TRASFORMACIÓN
RESUMEN:
Este artículo analiza las diversas etapas de desarrollo de la producción de la talavera, prestando particular atención al conjunto de relaciones sociales que han dado lugar a la formación de un sistema productivo local. Entre los elementos que destacan en el sistema productivo local se encuentran la difusión del conocimiento tácito, la conformación de instituciones reguladoras del proceso económico, así como la construcción de redes sociales y económicas entre productores.
PALABRAS CLAVE:
sistema productivo local, instituciones, redes económicas y sociales.
ABSTRACT:
This paper analyzes the different stages of development that the production of Talavera earthenware has been through. Special attention is placed on the array of social relations that have led to the emergence of a local production system. The dissemination of tacit knowledge, the creation of institutions in charge of regulating the economic process, as well as the construction of social and economic networks among producers are among the elements that stand out most in the local production system.
KEY WORDS:
local production system, institutions, economic and social networks.
El estudio de la producción de la cerámica y en particular de la talavera de Puebla
ha recibido mucha atención por parte de historiadores y artistas interesados en rescatar
las tradiciones mexicanas. Por ese motivo, la aportación de este trabajo de
investigación1 consiste en estudiar la producción de la talavera desde una
perspectiva geográfico económica, en donde se presta mayor atención al
proceso de formación y organización de lo que denominamos un sistema productivo
local. Para lograr este objetivo analizamos el papel del conocimiento tácito en la
trasferencia de las habilidades y experiencia del oficio entre los productores de la talavera,
la formación de instituciones generadas por las asociaciones de productores, así
como también a la articulación de redes sociales y económicas que organizan
la producción entre los municipios del estado de Puebla y San Pablo del Monte, en
Tlaxcala.
En primer lugar presentamos los elementos teórico metodológicos que caracterizan
al sistema productivo local y analizamos cada uno de ellos en el contexto de nuestro estudio de
caso. En un segundo apartado proporcionamos los antecedentes históricos que permiten
hablar de un proceso de coordinación de mercados de la producción de la
cerámica, la cual experimenta varias etapas de auge y declive debido a la
interrelación de las condiciones internacionales, nacionales y regionales, en la
organización de la producción de la talavera en nuestra área de estudio. En
un tercer apartado, presentamos las principales características que han definido, a
través de la historia, la producción de la talavera en Puebla así como su
proceso de difusión en el municipio de San Pablo del Monte, en el estado vecino de
Tlaxcala.
En las reflexiones finales realizamos un balance entre los logros obtenidos en el proceso de
formación del sistema productivo; tales como la difusión del conocimiento y la
formación de un oficio que proporciona oportunidades de trabajo a múltiples
artesanos de las localidades aledañas, al mismo tiempo que evaluamos los futuros retos
que experimentan los productores.
A partir de la década de los años ochenta, surgió el interés desde
diversas disciplinas sociales, por analizar la noción de desarrollo con base en las
particularidades del territorio y la contribución a éste por parte de los actores
locales. En esta línea de reflexión, el territorio deja de ser visto como un
depósito de recursos disponibles para su uso, y comienza a concebirse como un
ámbito de construcción de recursos mediante las relaciones que establecen los
seres humanos, entre ellos, y con su entorno (Morales 2003). Su análisis se vuelve
importante para estudiar la configuración de regiones diferenciadas en torno a
actividades económicas y sociales particularmente localizadas. De esta forma, el espacio
local va a ser diferenciado no solo por sus recursos naturales, sino también por la
capacidad de organización de los sujetos que convergen en él.
De acuerdo con Kuri (2006: 132): «…un sistema productivo es un complejo
históricamente constituido y organizado bajo una dinámica económica
conjunta…» que favorece la formación de ventajas competitivas mediante el
aprovechamiento del conocimiento del contexto local que las pequeñas empresas realizan.
Por lo tanto, el sistema productivo local se basa en la reagrupación geográfica de
empresas y actores en una misma actividad económica. Por su parte, Klein (2006: 311)
considera que la proximidad social y cultural conduce a los actores socioeconómicos a
«…adoptar estrategias de gobernanza local con el fin de unificar la acción
de los actores productivos y las empresas…». De esta forma, los sistemas
productivos se van a diferenciar de acuerdo con sus potencialidades de desarrollo, las cuales
dependen de la toma de decisiones de los actores locales. Así, el sistema productivo
local es una respuesta a la trasformación productiva, empresarial y organizativa del
territorio.
De esta manera, el sistema productivo local se configura como una visión que propone
nuevos niveles de análisis y de organización del territorio. En esta propuesta los
actores locales, su cultura, identidad y arraigo social, son aspectos importantes que
además de contribuir en la calidad de vida de los habitantes, favorecen la productividad
y competitividad del espacio local.
Es decir, el espacio social va a constituirse por el proceso particular de producción y
las relaciones socioeconómicas generadas al interior del territorio. Por lo tanto, el
sistema productivo local se inserta en un espacio que es reproductor y reproducido por las
distintas acciones que llevan a cabo los actores locales en un determinado territorio, lo que
conduce a hablar de un espacio socialmente construido.
DIMENSIONES DE ANÁLISIS DEL SISTEMA PRODUCTIVO LOCAL
El Sistema Productivo Local se nutre de una serie de elementos que permiten crear un ambiente
favorable para la organización económica de un grupo social, entre ellos
encontramos la aglomeración de un conjunto de MPyM empresas, las instituciones, el
capital social y humano, que permiten construir relaciones de confianza y reciprocidad que
soportan la organización económica; las redes sociales y económicas que
favorecen la articulación de las diversas cadenas de producción y
comercialización. A continuación analizamos cada uno de ellos para comprender sus
características.
CAPITAL Y REDES SOCIALES, CAPITAL HUMANO Y CONOCIMIENTO TÁCITO
En las últimas décadas el concepto de capital social ha sido recuperado desde
diversas disciplinas para estudiar el carácter social y cultural de las relaciones
económicas, aspecto que había sido relegado ante el predominio, de la
economía neoclásica. El capital social se define con base en la confianza, la
reciprocidad y las redes sociales. Estos conceptos influyen en las expectativas que tienen los
individuos en los patrones de interacción de los individuos en una actividad recurrente
(Ostrom 2003: 171).
El capital social es definido como el conjunto de recursos derivados de la participación
en redes sociales, estos recursos, a su vez, son entendidos como obligaciones de reciprocidad e
información (Bourdieu 1997, Bourdieu 1980, Herreros 2002). La reciprocidad se vincula con
el establecimiento de la confianza2 entre los individuos, con el hecho de no romper normas
implícitas o explícitas que han sido aceptadas en la red de la cual forman parte.
El concepto de capital social se analiza a través del concepto de redes sociales, las
cuales son definidas como «…uno de los tipos más importantes de estructuras
sociales en las que las transacciones económicas están imbuidas. Estas son un
conjunto de asociaciones recurrentes entre grupos de gente vinculada por lazos ocupacionales,
familiares, culturales o afectivos» (Portes, citado por Mora 2004: 48). La familia es la
red social básica que se desarrolla con futuras interacciones sociales. Las redes
sociales según la intencionalidad que tengan pueden ser de tipo económico,
territorial, de innovación, de aprendizaje, pero en su esencia todas son de
carácter social porque implican el establecimiento de interacciones entre los individuos.
Dichas interacciones pueden ser recurrentes o no, de ahí la fortaleza o debilidad de los
lazos establecidos y la posibilidad de creación de capital social.
Si bien las redes sociales fuertes o densas son las que sirven para generar mayor
interrelación y por lo tanto beneficios a un grupo social, Granovetter (1973) indica que
los vínculos débiles pueden ser en un momento dado más importantes que los
vínculos fuertes para la renovación de contactos y apertura de un grupo social
ante el mundo. Por tanto, observamos que a la hora de querer iniciar cualquier actividad son tan
útiles las redes sociales densas como las débiles ya que permiten reducir la
incertidumbre, generar mayores procesos de innovación y disminuir los costos de
transacción.
Otro elemento fundamental que se encuentra en estrecha interrelación con el capital
social es el capital humano. De acuerdo con Ostrom (2003: 170) el capital humano se forma
concientemente mediante la educación y la capacitación que se proporciona por
medio de procesos codificados y estandarizados que se organizan de manera formal, mientras que,
por otra parte, a través de la experiencia se aprende de manera inconciente, por medio de
prácticas sociales informales que dan lugar al conocimiento tácito
(Dutrénit 2001: 212). En este sentido, durante su proceso de formación participan
procesos de inversión concientes e inconcientes; en donde la adquisición de nuevas
capacidades incluirá también el aprendizaje de restricciones. El capital humano es
un elemento determinante para llevar a cabo una actividad de forma exitosa, y
en este sentido su proceso de formación es un aspecto fundamental en la
comprensión de los procesos de aprendizaje que caracterizan la difusión del
conocimiento y habilidades en una comunidad de aprendizaje como la que se integra en
los sistemas productivos locales. Es importante mencionar que la trasmisión del
conocimiento tácito también depende, en gran medida, de las redes sociales con las
que cuenta el individuo y que le permitirán en determinado momento acceder al capital
social mediante la cooperación entre actores.
REDES ECONÓMICAS: CADENAS DE PRODUCCIÓN Y
COMERCIALIZACIÓN
Las redes económicas se constituyen tanto por cadenas de producción como por
cadenas de comercialización. Las cadenas de producción se conforman por un
conjunto de actores que participan en el proceso de producción, el cual comprende
cualquier actividad que sirve para satisfacer necesidades humanas creando mercancías y
servicios que se destinan al intercambio (Sabino 1991). Por otra parte, las cadenas de
comercialización se integran por un conjunto de intermediarios que intervienen en la
comercialización de un bien, desde el productor hasta el consumidor. Según las
características físicas y económicas de los bienes éstas puede
variar drásticamente. La cadena de comercialización, aunque en apariencia encarece
el producto final, es imprescindible para que este llegue oportunamente a los consumidores que
lo demandan, constituyendo por lo tanto un elemento indispensable en el funcionamiento de una
economía de mercado (Sabino 1991).
Tanto las cadenas de producción como las cadenas de comercialización son los
procesos fundamentales de un sistema de producción, sin embargo los aspectos que
los diferencian encuentran su explicación en la forma como las redes sociales les
imprimen un carácter particular que busca adecuarse a los intereses de los grupos
sociales que interactúan en un sistema productivo. En este sentido coincidimos
con Semitiel y Noguera (2004) al definir el sistema productivo como el conjunto de relaciones
económicas, que incluye relaciones formales e informales entre empresas, actores sociales
e instituciones.
LA INNOVACIÓN TERRITORIAL
Actualmente, en la lógica capitalista, la creación de nuevas tecnologías y
la disposición de éstas por los diferentes países han llevado a una mayor
competencia entre los distintos territorios. La competitividad de los países se encuentra
determinada por la capacidad de desarrollar innovaciones3 (Caravaca 1998: 2).
Tradicionalmente la innovación tecnológica se consideraba una condicionante del
crecimiento regional dentro del sistema capitalista, sin embargo, a partir de la década
de los noventa se comienza a ver la innovación no necesariamente ligada solo a la
tecnología, sino además con la innovación territorial. En la
innovación territorial el proceso de aprendizaje individual y colectivo, la
organización empresarial y las redes de cooperación entre actores locales,
facilitan el crecimiento económico y social, lo que permite dar respuesta a los retos de
la globalización (Méndez 1998).
Para Alburquerque (2004) las innovaciones pueden ser de dos tipos: innovaciones
tecnológicas, las cuales requieren cambios o mejoras gerenciales y
organizativas en el funcionamiento de las empresas e innovaciones sociales,las cuales
acompañan a las tecnológicas y las hacen posibles. Las innovaciones sociales son
nuevas alternativas y nuevos métodos de gestión de personal tales como la
racionalización de las tareas laborales, las mejoras en las condiciones de trabajo, etc.
Muchas de las veces, el éxito competitivo no depende tanto de la adquisición de
bienes materiales como de las mejoras organizativas y de los cambios sociales y culturales que
permiten redes de comunicación capaces de desarrollar sinergias positivas.
Caravaca (2005) ofrece mayores elementos de análisis de la innovación en
relación con el territorio, al hablar de la innovación empresarial e
innovación social. La primera puede ser cuantificada e identificada de acuerdo con el
aumento de las inversiones, la creación de empleos y mejoras significativas de
infraestructura. La segunda no es tan fácil de medir dado que tiene que ver con
«…la cohesión social, territorial, desarrollo de sinergias, reforzamiento de
la identidad local, implicaciones en las instituciones locales en proyectos colectivos, puesta
en valor de los bienes patrimoniales, aumento de la equidad y del bienestar social...»
(Caravaca 2005: 10). Tanto la innovación empresarial como la innovación social son
procesos importantes en la trasformación del espacio local. Por ello, es imposible
privilegiar una sobre la otra dado que ambas influyen directamente en el funcionamiento del
sistema productivo.
INSTITUCIONES
Hasta finales de la década de los ochenta se observaba cierta dificultad por parte de la
economía para incorporar el papel de los agentes y los gobiernos en el desenvolvimiento
de la actividad económica; no es sino hasta la década de los noventa que se
observa el interés por parte de la economía institucional y, sobre todo,
de parte de la geografía económica institucional por establecer un
vínculo entre los agentes económicos y la configuración de las
instituciones que caracterizan a los territorios.
En esta lógica, concebimos las instituciones como instancias que promueven y
constriñen la conformación de hábitos, rutinas y prácticas sociales
que reproducen el conjunto de la vida social, y en donde las actividades económicas son
una parte de ella (Nelson y Sampat 2001: 19). Las instituciones son producidas y reproducidas
mediante hábitos y rutinas de los sujetos u organizaciones, lo cual permite reproducir,
regular y coordinar las acciones sociales, entre ellas el desempeño económico de
un lugar en particular (Nelson y Sampat 2001: 34).
De esta forma, mediante la interrelación entre arreglos institucionales —formas
particulares de organización, tales como mercados, firmas, sindicatos, asociaciones,
etc.— y el ambiente institucional —sistema de prácticas socializadas,
costumbres, normas y rutinas sociales— la geografía económica analiza con
mayor profundidad las particularidades institucionales de un lugar, en la medida que las
interacciones sociales son específicas del mismo (Martin 2000; Rosales 2010). Como
producto de la vinculación entre la libertad de acción de los actores y el proceso
de formación de las instituciones, los arreglos institucionales no solo reproducen sino
también pueden trasformar el ambiente institucional.
La ciudad de Puebla de los Ángeles se caracterizó en su fundación,4 por ser el
principal centro manufacturero del país en donde se producía tanto textiles como
jabón, velas, cristal, porcelana, artículos de alfarería, cuero y hierro
(Thomson 2002). Por la ciudad pasaban dos caminos comerciales importantes: uno venía de
la ciudad de México a Puebla y se dirigía al sureste, al puerto de Veracruz; el
otro camino seguía la misma ruta hasta Puebla pero se desviaba hacia el suroeste en
dirección hacia Oaxaca y Guatemala. De esta forma, los comerciantes poblanos
cubrían el consumo local y regional abasteciendo así dos mercados muy importantes:
la capital de México y el puerto de Veracruz (Liehr 1993).
Hoy día, la ciudad de Puebla si bien no es el principal centro manufacturero
continúa siendo una entidad económica importante para el país. No solo se
puede decir que se han mantenido las actividades manufactureras tradicionales de la
región sino que también fueron surgiendo nuevas plantas manufactureras. En
particular cuando se habla de Puebla se le asocia con diversos productos artesanales, entre
ellos destaca la loza de talavera.
El origen de la talavera en Puebla ha sido uno de los temas de mayor discusión, sobre
todo por historiadores del arte, ya que la mayoría de los trabajos de
investigación de la región apenas si se detienen a mencionar la actividad. Las
publicaciones que se han generado muestran que la loza de talavera es una de las principales
industrias artesanales de Puebla, cuyas primeras noticias datan del siglo XVI (Quintana
1971).
En el trabajo de Cervantes (1939, t. II), se menciona que la fabricación de azulejos se
inició en Puebla a partir del establecimiento de los primeros alfares entre los
años de 1560 a 1580. Huerta (1992) menciona que el nombre de la loza fabricada en Puebla
en la época colonial proviene de la población de Talavera de la Reina, en
España. Peñafiel (1910) supone que algunos de los primeros pobladores de la ciudad
originarios del arzobispado de Toledo fueron los introductores de la talavera. Otros autores
mencionan que se le llamó talavera por ser en un inicio una copia fiel a la elaborada en
la población Talavera, cuyos productos se imitaron desde principios del siglo XVI en los
alfares de Sevilla, Triana y otros lugares de España, los cuales fueron
inspiración directa de la cerámica vidriada (Peñafiel 1910, Cervantes 1939,
t. 1: X, Pérez y Ovando 1979).
El origen y la denominación de la talavera, como se puede apreciar, no está del
todo esclarecido. Sin embargo, se sabe exactamente que la fabricación de dicha loza se
originó pocos años después de la fundación de Puebla (Cervantes
1939, t. I). La facilidad con la que se reprodujo la loza en la ciudad de Puebla tuvo que ver
con la habilidad de los indios de la región, quienes eran artesanos hábiles para
la fabricación de la cerámica (Hoffman 1922).
Los maestros loceros que llegaron a la Nueva España se encontraron con arcillas
diferentes a las de su país de origen, lo que en un inicio les dificultó la
elaboración de loza, motivo por el cual pensaron en traer las arcillas desde Toledo. Sin
embargo, no tardaron en darse cuenta que la combinación de dos barros, uno encontrado en
el cerro de Loreto de color parduzco, al que llamaron negro, y otro de color rosado que
denominaron rojo y que, hasta hoy día, se localiza en grandes cantidades en las
cercanías de la jurisdicción de Tecalí (Cervantes 1939 t. I) era la mezcla
perfecta para la loza debido a su excelente calidad (Ventosa 1971).
La cercanía con los depósitos de arcilla necesarios para obtener el color y la
consistencia ideal fue uno de los aspectos que determinaron el asentamiento de la
producción de cerámica de talavera en la ciudad de Puebla (Connors y Contreras
1999). Otro aspecto importante fue la localización estratégica de la entidad que
permitía con relativa facilidad la venta y distribución de sus productos hacia las
diversas ciudades de la Nueva España. De esta manera, la cerámica continuó
adquiriendo tanta importancia que las autoridades eclesiásticas del obispado de Tlaxcala
presionaron para que los productos de loza pagaran diezmo, pleito que los loceros ganaron
argumentando que las lozas de España no lo pagaban (Castro 1989).
A finales del siglo XVI existían tres locerías y a mediados del siglo XVII estas
aumentaron significativamente debido a la aceptación y demanda principalmente de la gente
acomodada de la ciudad (Cervantes 1939 t. II). Paulatinamente su empleo se volvió
común, de tal forma que prácticamente para el siglo XVII no había
construcción en la ciudad que no contara con azulejos en su decoración. Fue tanto
el aumento de los establecimientos de locerías y tanta la demanda de aprendices que
querían ingresar, que se optó por reglamentar el oficio y formar un
gremio con el que se pretendía establecer una serie de condiciones que les
permitiera proteger los intereses de los artesanos y conservar a la vez la calidad y
originalidad de las piezas (Peón y Cortina 1973).
Los gremios en la época colonial sirvieron para que los grupos de artesanos conservaran
una parte importante de la producción dentro de sus oficios. Particularmente, los gremios
de la ciudad de Puebla eran para ese entonces los más activos y organizados de
América, situación que les permitió establecer cierta exclusividad social y
racial de los diversos oficios. Dichos gremios contribuyeron al surgimiento de una
«coalición proteccionista, asegurando la supervivencia de industrias que de otra
manera habrían sucumbido a la competencia extranjera» (Thomson, 2002: 163).
El 5 de agosto de 1652, los maestros loceros gestionaron ante el virrey la autorización
para redactar sus ordenanzas y reglamentar su oficio (Cervantes 1939). En dichas ordenanzas se
especificaban las normas internas que debían seguir, las cuales iban desde las
obligaciones de los aprendices y los maestros hasta el proceso de producción y calidad de
la loza. Por tanto, las ordenanzas se dividieron en dos partes, «…una en la que se
establecían las condiciones legales del artesano y la otra que se refiere a la calidad
del producto y su elaboración» (Huerta 1992: 13). Con lo que respecta al
desempeño del oficio se estableció que ninguna persona podía ser alfarero
sin estar examinada por los alcaldes y veedores5 que eran electos cada año por los
maestros loceros.
Los gremios y sus ordenanzas se convirtieron en instituciones que establecían las reglas
y las normas para la coordinación del mercado de la loza y sobre todo para su
protección durante la colonia. En general los gremios surgieron como una respuesta a la
contracción del mercado para los productos manufactureros de la ciudad provocado por la
prohibición del comercio intercolonial y la disminución de la producción de
plata (Thomson 2002). El gremio de los talaveranos no solo logró el establecimiento de
reglas y normas para la elaboración de la artesanía, sino que también
consiguió el apoyo jurídico del Estado con lo que aseguraron su estabilidad social
y económica.
El privilegio de pertenecer al gremio de los loceros se hizo evidente con la conformación
de su hermandad o cofradía. Dicha hermandad fue creada al inicio del siglo XVII en la
iglesia de San Antonio Abad y San Amador.6 La finalidad de esta organización
consistió en fomentar la ayuda mutua entre los loceros en épocas difíciles
tales como: enfermedades, escasez del trabajo, fallecimiento del artesano, en cuyo caso se
ayudaba a la viuda y a los hijos7 (Cruz 1960). Lo anterior muestra la importancia que tuvieron
las ordenanzas del gremio durante el siglo XVII y principios del siglo XVIII, ya que
garantizaron la enseñanza y trasmisión del oficio, además de la calidad y
la venta de sus productos.
EL INICIO DE UNA TRADICIÓN
Las cualidades de la loza, especificadas en las ordenanzas, dieron origen a la
clasificación de tres géneros de loza: común,8 entrefina y fina. Las tres
se agruparon bajo la categoría de loza estannífera (Cortina 1999).
La loza común y blanca comprende aquellos artículos destinados al uso de
la cocina, platos y vasos modestos para mesa los cuales eran decorados de manera sencilla en
colores verdes y con pocos toques de azul (Cortina 1999). La loza entrefina era de
mejor calidad, sus productos eran generalmente tazones y platos para mesa, y según los
inventarios de algunas locerías de la época costaba la tercera parte de la loza
fina (Cervantes 1939). Por su parte la loza fina tenía la característica
de no ser clasificada ni producida en serie ya que se hacía de acuerdo con las
necesidades del cliente, quien decidía el tamaño, el tipo de pieza y la
decoración que debía llevar. Esto explica los precios elevados de la loza y los
diferentes tamaños, formas y dibujos de esta época.
La porcelana china también fue objeto de gran demanda entre las personas acaudaladas, lo
que dio lugar a una nueva categoría de loza, denominada loza refina. El color de
la loza refina debía ser elaborado de un azul subido y realzado, además
se pintaba con puntas negras y campos de colores (Cervantes 1939).
El color azul cobró singular importancia en el decorado de la loza poblana ya fuese
común o fina, lo que molestó a la mayoría de los loceros ya que los
«polvos azules» eran muy costosos. Por ello, los loceros propusieron que la loza
fina y refina llevara este color y las lozas de menor calidad llevaran un «color
inferior», menos subido de tono (Cortina 1989). Es necesario mencionar que sólo una
parte de la influencia china fue trabajada en Puebla ya que el típico diseño chino
de jardín oriental que enmarcaba un ave fénix fue sustituido por flores y una
silueta de pájaro, la cual, dependiendo de la calidad de la loza, era enriquecida con
figuras mejor detalladas (Cortina 1989: 66). De esta manera, en la ciudad de Puebla el color
azul y los temas chinescos fueron adquiriendo un manejo más tosco de los materiales y los
motivos para decorar (Cortina 1989).
En las ordenanzas también se pedía que cada maestro alfarero tuviera una
señal o sello para marcar cada obra producida. Dicho sello se registraba y
aparecía en la carta de examen para que no pudiera variar. La marca de los alfareros era
«sumamente vigilada» para evitar el fraude y el desprestigio de los maestros loceros
(Huerta 1992). Asimismo se estableció que si se falsificaba alguna de las firmas de los
maestros loceros, se cobraría con los bienes de las personas que incurrieran en dicho
delito. Las ordenanzas, no solo protegían la originalidad y calidad de la
mercancía, también tenían cuidado con la venta de la loza, la cual se
vendía en tiendas públicas y plazas, y únicamente a los maestros loceros se
les permitió la venta en las casas9 (Cervantes 1939, t. I).
Si bien el gremio de los loceros era relativamente pequeño10 fue una medida que
permitió que la industria creciera y tomara renombre. Las piezas producidas en la ciudad
eran solicitadas en toda la República, Puebla entonces se asoció definitivamente
con la fabricación de la loza más bella, con la de mejor calidad y durabilidad. De
esta manera la talavera tuvo un periodo de auge, el cual Atle Baber (citado en Palacios 1917:
656) considera la edad de oro de la talavera que comprende los años de 1650 a 1750. Una
gran parte de este periodo contó con las protecciones del gremio de los loceros que se
organizó entre 1673 y 1676. Para finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX se
debilita el sistema colonial que finalmente concluyó en la guerra de independencia.11 La
nueva constitución erradicó los gremios y revocó las ordenanzas de la
cerámica, lo que generó el surgimiento de nuevos diseños, formas y colores
de piezas policromadas.
Esta situación se mantuvo hasta mediados del siglo XIX cuando se promovió la
importación de la cerámica europea, particularmente inglesa y francesa, la cual,
debido a su elaboración y decoración con métodos modernos como el
transfer-printed
—impresión trasferida— permitía la elaboración de varias
piezas a la vez que evitaba el pintado a mano. Debido a esta técnica los precios de las
piezas eran mucho más baratos, lo que afectó severamente a la mayoría de
los centros productores de América, entre ellos Puebla (Cortina 1999). El número
de fábricas de loza fina se redujo de 16 a 10 entre los censos de 1794 y 1820. Sin
embargo, para 1833 existían 10 fábricas de loza fina y 28 de loza más
corriente (Thomson 2002). La incapacidad para competir con las importaciones extranjeras, aun
con «técnicas modernas» originó que para 1908 existieran
únicamente seis locerías, propiedad de Dimas Uriarte, Luis Guevara, Ignacio
Romero, J. M. Sánchez y Antonio Espinosa cuya producción era de «loza
utilitaria y azulejos carentes enteramente de mérito artístico» (Baber,
citado por Cortina 1999: 23).
En 1930 se desarrollaron varias innovaciones tecnológicas para la industria de la loza,
las cuales se pensaba sustituirían la organización de la producción
prácticamente artesanal de los maestros loceros. Se estableció una fábrica
llamada Fábrica de Sajonia Poblana, que trabajaba con tecnología europea, sin
embargo dicho proyecto falló principalmente por los elevados costos de la materia prima.
No obstante, se logró que el proceso de fabricación que normalmente llevaba hasta
seis meses se realizara en una semana, situación que no evitó el quiebre de la
fábrica, la cual cabe mencionar tardó más de tres años en
consolidarse (Thomson 2002).
LA CERÁMICA DE TALAVERA DEL XX
Las circunstancias para la producción de talavera a inicios del siglo XX no eran nada
favorables. Sin embargo, el español Enrique Luis Ventosa observó que la
región contaba con el material necesario para la producción de talavera y
comenzó a trabajar en el taller de Antonio Espinosa, para posteriormente en el de Isauro
Uriarte (Ventosa 1971). Ventosa rescata el azul oscuro y los motivos tradicionales de la
Talavera de Puebla. Otros talleres lo siguen, generando el resurgimiento de la actividad y
fabricando todo tipo de piezas (Cortina 1999).
Con la llegada de Ventosa a la ciudad de Puebla y el rescate de los estilos chinescos que
durante siglos caracterizaron a la talavera de esta ciudad poblana, el taller de talavera de
Isauro Uriarte se estableció como uno de los talleres de mayor importancia. El taller
requirió de un gran número de trabajadores procedentes principalmente de la
ciudad, no obstante también comenzó a contratar artesanos de los estados
aledaños; este fue el caso de varios artesanos de San Pablo del Monte, Tlaxcala, que
aprendieron el oficio en el taller Uriarte.
Los artesanos de Puebla y San Pablo del Monte aprendieron la elaboración de la talavera
al participar en las distintas etapas de su producción, lo que les permitió
adquirir habilidades suficientes para abrir su propio taller.
La trasferencia del conocimiento del oficio —o mejor dicho, conocimiento
tácito— posibilitó la apertura de pequeños talleres de
cerámica tanto en la ciudad de Puebla como en San Pablo del Monte, Tlaxcala, lo que
estableció un segundo periodo de auge del sistema productivo de talavera. El conocimiento
tácito se difundió con la contratación, en estos nuevos talleres, de nuevos
artesanos que a su vez aprendieron a elaborar la talavera (véase diagrama 1)
Diagrama 1. Conformación del sistema productivo de la talavera
Fuente: elaboración propia
Hoy día, la revalorización de la talavera se debe principalmente a la dificultad de
encontrar loza estannífera que no sea fabricada en serie. En México encontramos
este tipo de loza en las ciudades de Jalisco, Guanajuato, Hidalgo, Estado de México,
Tlaxcala, Distrito Federal y Puebla. Sin embargo, es en la ciudad de Puebla y el municipio de
San Pablo del Monte, en Tlaxcala, donde puede admirarse la creciente importancia de esta loza,
prueba de ello es la apertura de varias fábricas a finales del siglo pasado.
A principios del siglo XXI, en la llamada «zona de talavera»12, identificamos tres
grupos de ceramistas que integran el conjunto de relaciones o redes que definen el sistema
productivo que analizamos. En primer lugar encontramos el grupo perteneciente a la ciudad de
Puebla conformado por los productores de cerámica de talavera verificados hasta el
año 2005, por el Consejo Regulador de Talavera, CRTAL;13 a este grupo lo denominamos
Productores de cerámica de talavera certificada.
Un segundo grupo de ceramistas es el que se localiza en San Pablo del Monte, Tlaxcala; el
proceso de producción y acabado de la pieza es semejante al de los productores de Puebla.
Sin embargo, aún no han conseguido la certificación, es decir, no han logrado la
autenticación de sus productos como talavera. A este grupo lo denominamos Productores de
cerámica no-talavera.
El tercer grupo de ceramistas que identificamos se encuentra localizado tanto en los municipios
de la ciudad de Puebla como en San Pablo del Monte, Tlaxcala. El trabajo de estos artesanos es
también muy similar al que llevan a cabo los otros dos productores de cerámica,
pero en este caso la diferencia radica principalmente en los colores industriales aplicados
sobre una base de esmalte de color blanco también fabricada industrialmente. A este grupo
de artesanos los llamamos Productores de cerámica blanca, por el color que predomina de
fondo en dichas artesanías.
En cierta forma, estos tres grupos de productores elaboran diferentes tipos de lozas similares a
las que se producían durante la colonia mediante la clasificación de loza
común, fina y refina. En la actualidad, el Consejo Regulador de la Talavera y la norma
132 reforzaron la diferenciación entre los productores, sus mercancías y los
mercados a los que se dirigen.
EL CAPITAL SOCIAL Y LAS REDES SOCIALES: LA APERTURA DEL
TALLER
Por más de cuatro siglos la talavera se ha elaborado artesanalmente en la ciudad de
Puebla y Tlaxcala, de tal manera que la tradición alfarera ha sido un elemento crucial en
la conformación del capital humano que ha caracterizado históricamente el entorno
local. Las habilidades adquiridas por los artesanos de esos primeros alfares se convirtieron en
un bien colectivo que ha sido trasmitido de generación en generación por los
artesanos locales. Dichas habilidades en el trabajo de la cerámica forman parte del
conocimiento tácito socialmente desarrollado, el cual ha contribuido a la
conformación del capital social que caracteriza la organización de este sistema
productivo. Tanto el conocimiento del oficio como las redes familiares, en primera instancia son
los elementos que han contribuido a la organización de las empresas familiares en el
área de estudio.
En el trabajo de campo encontramos que la mayoría de los productores abrieron su taller
gracias al capital humano y a las relaciones que previamente habían establecido con
amigos y conocidos de otros talleres de talavera. Al respecto la Sra. Norma Martínez,
artesana y administradora de un taller de cerámica blanca de la ciudad de Puebla,
menciona lo siguiente:
…Estuve trabajando por 16 años; luego de ahí nos cambiamos a otra
fábrica, ahí estuve 8 años y luego nos salimos … el apoyo para
salirnos de los talleres y abrir el nuestro lo recibimos de un compadre que trabajaba en la
producción de cerámica. Un tiempo trabajamos con él, hasta que un
día me dijo: señora, ¿por qué no pone su taller?, usted sabe decorar
muy bien, sabe su esposo y su hermana y sus hijos. Entonces mi compadre —en ese tiempo
aún no éramos compadres— me dijo ponga su taller, yo le ayudo, como
él sabía todo el proceso nos asesoró y nos dijo qué comprar y
qué no. Yo con la experiencia que ya tenía pues ya sabía más o menos
los materiales, pero siempre hay algo más que saber…
La decisión de abrir un taller de talavera no es algo que se lleva a cabo de un
día a otro, el contexto social en el que se desarrolla un individuo influye en gran
medida sobre su futuro laboral. De aquí la importancia que tiene el conocimiento
tácito del que dispone la comunidad local, el cual permite a los miembros de la misma
familiarizarse con el proceso artesanal de la loza. En este caso las relaciones de confianza
entre los actores y la difusión del conocimiento tácito hacen que la proximidad
sociocultural sea importante (Salazar 2004).
Los productores de talavera han aprovechado, además del conocimiento tácito, los
conocimientos adquiridos a lo largo de su educación, ya que la mayoría de los
artesanos que entrevistamos tiene una profesión, lo que sin duda alguna le da una ventaja
frente a otros ceramistas ya que les ha facilitado la organización no solo dentro de la
empresa sino fuera de ella. Así, encontramos que estos pequeños productores han
tenido la capacidad de organizarse para coexistir en un ambiente de cooperación y
competencia.
COOPERACIÓN Y COMPETENCIA
El primer elemento de competencia que puede encontrarse en nuestra área de estudio
consiste en la diferencia de precios de las mercancías entre los productores de
cerámica de talavera de Puebla y los productores de cerámica no-talavera del
municipio de San Pablo del Monte, Tlaxcala. Esta situación inicia en 1999 cuando se
establece la diferencia entre productores de talavera certificados —cerámica de
talavera— y no certificados —cerámica no-talavera—, ya que los primeros
tenían que pagar no solo la cuota por estar asociados a CRTAL, sino que además
debían cubrir el costo de la certificación y las pruebas de laboratorio, lo que
incrementaba el precio de la artesanía.
Otra diferencia entre los productores de cerámica no-talavera de San Pablo del Monte
Tlaxcala y los productores de talavera de la ciudad de Puebla es que estos últimos,
cuando formaron parte del CRTAL, fueron regulados por la norma 132, la cual además de
definir las características de la producción de talavera prohibió a los
productores vender otro tipo de cerámica en sus locales. Los productores de San Pablo del
Monte al no encontrarse regulados por la norma se dedicaron a fabricar y vender cerámica
notalavera, cerámica blanca e incluso cerámica que traen de otras regiones. Por lo
tanto, en un mismo local comercial pueden vender tres tipos de artesanía, diferenciadas
por su calidad, diseño, origen y precio. El mercado que abarcan los productores de San
Pablo del Monte es mayor y si bien sus productos tienen un precio menor el volumen de
venta de otros productos compensa sus ganancias.
Por otra parte, el aumento en el número de talleres de cerámica no-talavera es
otro factor que ha generado mayor competencia y por lo tanto también ha influido en la
disminución de los precios en las artesanías de San Pablo del Monte y de Puebla.
En años recientes se han abierto aproximadamente 70 talleres14 que en general se dedican
a elaborar cerámica no-talavera y cerámica blanca a precios muy bajos; si bien la
calidad que tiene la artesanía no es muy buena, cuenta con un mercado muy amplio.
Otro aspecto que genera cierto nivel de rivalidad entre los productores se relaciona con el
control de la información sobre la fórmula —la combinación más
conveniente de minerales que facilita la producción de la artesanía— que se
utiliza en el proceso de producción. Una constante que encontramos entre todos los
productores que entrevistamos es que podríamos hablar prácticamente de cualquier
cosa, menos de las cantidades exactas para la elaboración de pinturas, tiempos de
cocción, de reposo de barro, etc. La gran mayoría de los productores, sobre todo
aquellos que han abierto sus puertas en la década de los noventa, mencionaron que
tuvieron que pagar por la fórmula para elaborar talavera.
Si bien la idea de elaborar talavera parte del hecho de haber crecido en un ambiente artesanal y
haberse familiarizado con el proceso productivo, de todas formas es necesario echar mano de las
redes sociales con las que se cuenta para iniciar y organizar un taller.
La posibilidad de formar parte y aprovechar un conjunto de redes sociales que facilitan las
relaciones de cooperación, permitiendo al mismo tiempo cierto nivel de competencia en el
mercado, no es fácil de encontrar en cualquier territorio. En nuestro caso, esta
situación se facilita debido a dos aspectos: en primer lugar es posible diferenciar la
talavera que se produce entre un taller y otro, por tratarse de una artesanía. Es decir,
aunque las piezas de talavera deban cumplir con ciertas normas que definen su producción,
existen diferencias sustanciales en cuanto al diseño de las mismas, tamaño y color
debido al carácter único de cada pieza. Margarita Reyes, administradora de un
taller de talavera localizado en San Andrés Cholula, Puebla, menciona lo siguiente:
…no existe esa, por llamarlo de alguna manera, rivalidad, porque el trabajo es diferente
aunque sea la misma técnica, por ejemplo: Talavera de la Luz hace unos murales enormes y
se ha distinguido por eso o el taller de la señora Tovar que elabora piezas con relieve
pero del mismo barro. Nosotros en cambio hacemos diseños modernos … entonces cada
quien tiene su estilo.
El segundo aspecto consiste en el hecho de que en la ciudad de Puebla hay un mercado muy amplio
el cual difícilmente se ha cubierto debido a la escasa cantidad de talaveranos en la
ciudad. La competencia está representada por los productores de cerámica
no-talavera e incluso los productores de cerámica blanca, ya que ellos cubren otro sector
del mercado no atendido por los talaveranos, es decir, abarcan un mercado más
barato.
INSUMOS, PRODUCCIÓN Y REDES COMERCIALES
El sistema productivo de la talavera ha dado lugar a una gran variedad de redes sociales y
económicas que se encuentran entrelazadas por las distintas fases de la
producción, que van desde la obtención de las materias primas hasta la
comercialización de las mercancías. Veamos con mayor detalle algunas
características de las redes que conforman el sistema productivo.
MATERIAS PRIMAS
Las materias primas en la producción de la talavera son; a) los barros —rojo y
blanco—, b) la calerna, arenilla, plomo y estaño para elaborar el esmalte con el
que se recubren los jagüetes,15 c) la elaboración de colores para decorar la pieza,
colores elaborados con base en «óxidos» o materiales extraídos de la
naturaleza. Entre los principales minerales ocupados para la elaboración de la talavera
encontramos: óxido de cobalto, la arenilla, la caspa de hoja de lata, el cristal en
polvo, la piedra colorada o de riñón.16
En el año 1998 se establece la norma 132, y en 1999 se crea CRTAL. A similitud de la
norma de los gremios del siglo VXII que regulaba la producción de la talavera, la norma
132 establece que las materias primas únicamente deben proceder de la «zona
talavera» en el estado de Puebla. La regulación de la producción genera una
red de insumos al interior de la región en donde, prácticamente, todos los
talaveranos de Puebla tienen los mismos distribuidores quienes les llevan las materias primas de
municipios poblanos. En las entrevistas realizadas a otros ceramistas de Puebla
—productores de cerámica no blanca— mencionan que los barros que utilizan los
productores de talavera, si bien son del estado de Puebla, no siempre provienen de los
municipios de la llamada «zona talavera», como exige la norma 132.
Las relaciones que se establecen entre los productores y entre los proveedores son muy
importantes para asegurar la adquisición de barros de buena calidad o simplemente para
asegurar su adquisición. Los productores en general manifestaron que no tenían
ningún problema para adquirir materias primas, pero sí manifestaron que era
importante «conocer» quién les podría vender las materias primas. Al
respecto comentó el artesano Venancio Pérez: «…es bueno conocer
quién está en esto, porque si tienes una necesidad ya sabes a quién
recurrir, aquí todo se sabe con quién sí y con quién
no…».
Así, prácticamente desde el comienzo, la compra de las materias primas se
convierte en un factor decisivo para la obtención de una artesanía con mayor
calidad. Las relaciones de amistad y de confianza que establecen los artesanos con los
proveedores facilitan tanto la apertura como la permanencia de los talleres en el mercado.
Asimismo, las relaciones de amistad y de confianza que han construido con otros productores han
permitido generar un ambiente de cooperación en cuanto a la adquisición o
intercambio de materias primas.
LOS ARTESANOS Y EL PROCESO PRODUCTIVO
El proceso de producción de la talavera poblana es sumamente laborioso que se lleva en
promedio de cuatro meses a un año, dependiendo de la complejidad del diseño y de
la calidad de los barros. La elaboración de talavera en su conjunto pasa por ocho
procesos17 que abarcan desde la adquisición de las materias primas hasta la venta de la
artesanía.
Los talleres que estudiamos son de carácter familiar y por lo mismo ésta participa
desde la producción a la comercialización de los productos. Los artesanos
entrevistados hicieron énfasis en su conocimiento y participación en cada una de
las etapas del proceso de elaboración de la talavera; de hecho es común que los
artesanos participen en más de una tarea e incluso, si la situación lo amerita,
puedan sustituir a un trabajador ya sea éste un familiar o asalariado.
El papel de cada uno de los integrantes de la familia es importante para el buen funcionamiento
del taller. En el trabajo de campo apreciamos que las mujeres generalmente se emplean en el
esmaltado y el decorado de la artesanía por considerarse un trabajo de precisión y
a su vez de delicadeza,18 asimismo, en el caso de aquellas que cuentan con estudios
—mujeres identificadas principalmente en talleres de la ciudad de Puebla— se ocupan
también en la administración del taller familiar. Por su parte, los hombres son
quienes realizan la elaboración de pinturas, el torneado, cocción y
comercialización de las piezas.
En el caso de San Pablo del Monte, la mayoría de los artesanos son ceramistas de segunda
generación, esto significa que sus padres fueron quienes les enseñaron el oficio.
Algunos de estos artesanos, al contar con un mayor nivel de educación, no solo
están innovando en diseños de la artesanía, también buscan nuevas
formas de organización al interior de los talleres.
En los talleres certificados de Puebla, de acuerdo con la norma 132, los trabajadores son
originarios de la ciudad de Puebla. La finalidad de este requisito tiene que ver con la
conservación de lo «secretos de producción», o en otras palabras con
la retención del conocimiento tácito en el espacio local. En realidad esta
situación no ha podido controlarse, muestra de ello es el crecimiento de los talleres en
el municipio vecino de San Pablo del Monte, organizados por trabajadores que aprendieron el
oficio en talleres poblanos mucho antes de la organización CRTAL.
La rotación del personal en la ciudad de Puebla y San Pablo del Monte, Tlaxcala, es alta,
lo que obliga a la continua capacitación de nuevo personal y, por tanto, la
trasmisión del conocimiento del proceso de producción de la talavera. Sin embargo
observamos que dicha rotación no es tan frecuente en cuanto a los pintores(as) ya que
estos(as) son altamente valorados debido a la experiencia que tienen en la aplicación e
innovación de diseños.
En las entrevistas los productores mencionaron la importancia de tener en el taller a un pintor
reconocido, el cual debe cumplir con las siguientes características: a) que realice
nuevos diseños —o diseños contemporáneos—, y que por supuesto
estos sean aceptados por el comprador; b) tenga varios años de experiencia trabajando con
la artesanía de talavera, y c) que realice con precisión y belleza los
diseños tradicionales.
Al respecto la Lic. Ana Cabrera comentó lo siguiente:
…yo generalmente los empleo sin que sepan nada, únicamente los pintores son los
que se encuentran previamente calificados, ellos vienen sabiendo el oficio, casi siempre
provienen de familias artesanas o de otras fábricas donde aprendieron el proceso.
Entonces lo único que tienen que aprender es el modo de pintar nuestros diseños,
porque yo creo que cada taller tiene su forma y sus diseños … así poco a
poco van aprendiendo el modo de pintar de aquí.
En general los talleres de Puebla y San Pablo del Monte son talleres caracterizados por medios
de producción —hornos, tornos— propiedad del artesano en donde la mano de
obra familiar se suma a la mano de obra asalariada. Los trabajadores asalariados no rebasan el
número de familiares involucrados en el proceso de producción, sin embargo, en
temporadas difíciles estos últimos pueden disminuir.
LA COMERCIALIZACIÓN DE LA ARTESANÍA
Desde la época colonial la localización de la ciudad de Puebla favoreció la
rápida distribución de las manufacturas por toda la Nueva España,
situación que en el caso de la alfarería continúa siendo aprovechada para
la distribución de la artesanía, sobre todo con lo que respecta a la ciudad de
México y Estados Unidos.
Los talaveranos poblanos, si bien le apuestan al mercado local, consideran que el verdadero
mercado se encuentra fuera de México y que las ganancias se obtienen en la
exportación. Por ello han intentado colocar sus productos en España e Italia,
lugares que tradicionalmente se han dedicado a la elaboración y fabricación de
cerámica. Asimismo, han intentado abrir su mercado exponiendo sus productos tanto en
ferias y mercados locales, como en museos de reconocimiento nacional, tal es el caso del museo
Franz Mayer localizado en la ciudad de México o museos internacionales de Italia,
España y China.
La exposición de piezas en museos tiene la finalidad de: a) generar un nicho de mercado
exclusivo de coleccionistas de piezas originales, y b) informar acerca del proceso productivo de
la talavera certificada. Los artesanos poblanos apuestan a la difusión para generar
interés en la artesanía y por supuesto para colocar sus productos de manera
más eficiente en el mercado. Al respecto, el Dr. Adrián Aguirre mencionó lo
siguiente:
…nos hace falta difusión, fui presidente del consejo regulador, hice un simposium
internacional, hice un video, difundí la importancia de la denominación de origen
a nivel de radio, prensa televisión, todos los medios conocidos y por haber.
¿Por qué?, porque yo creo en la bondad del producto, no como un producto de punto
de venta nada más, para que tú me consigas y te intereses por comprar un producto
que aparentemente es caro, o sea caro en realidad, pues debes conocer el valor histórico
para que puedas decir si lo vale … Por eso es una obligación difundir el
conocimiento de la certificación de ese tipo de productos … en el simposium
tuvimos una audiencia de más de trescientas gentes por cada día. Nos interesaba
que la gente conociera históricamente desde donde viene, desde cuando viene, y todo su
valor histórico, yo creo que sí debe tener resultados. Pero no se puede tener un
resultado de la noche a la mañana y que el día de mañana empiece yo a
vender todo el producto, no es cierto, este es un proceso lento…
Los talaveranos poblanos buscan, por lo tanto, un mercado y un comprador que se interese por los
productos «únicos» elaborados cien por ciento a mano. En este sentido, si
bien el fenómeno de la globalización habla de una
«homogeneización» de los productos y del consumo, la diferenciación de
los productos de acuerdo con las particularidades culturales e históricas que se expresan
en ellos, es un aspecto que detona otros mecanismos de comercialización.
Los mercados a los que se dirigen tanto los talaveranos del estado de Puebla como los
productores de cerámica-no talavera del estado de Tlaxcala son mercados diferenciados ya
que mientras los primeros se enfocan a un mercado nacional e internacional,19 los productores de
San Pablo del Monte se dirigen a uno de carácter local y nacional, distribuyendo sus
artesanías en lugares de atracción turística como Cancún, Cozumel,
Baja California Sur, Puerto Vallarta y Cuernavaca. Sin embargo existen excepciones, ya que
algunos productores de San Pablo del Monte han vendido sus mercancías por el valor
agregado de libres de plomo a, por ejemplo, Japón y Dinamarca.
Los productores de cerámica de talavera llevan a cabo la elaboración de las piezas
de manera completa, tanto la mezcla de los barros —extraídos principalmente de la
zona talavera— como la elaboración de colores se da completamente de manera manual,
de ahí el costo de la artesanía. Debido a las regulaciones establecidas en la
norma 132, los productores definieron el control de todo el proceso de producción y
comercialización para conservar la certificación que les otorga CRTL. Si bien las
regulaciones que ellos mismos establecieron para controlar y coordinar la producción de
talavera los coloca en un mercado exclusivo de clientes, también limita su
comercialización debido a que no consideraron el control del plomo en la
elaboración de la norma 132. Este es un tema que actualmente les obliga a replantearse la
revisión de las características definidas en la norma, las cuales han resultado
muy rígidas para el adecuado funcionamiento de la producción de una
artesanía que ha demostrado tener un buen potencial de distribución en el mercado
(figura 1).
Figura 1. Cadenas de producción y comercialización de los productores de cerámica de talavera certificada
Fuente: elaboración propia
Con respecto a los productores de cerámica no-talavera (Figura 2) observamos que tienen un amplio mercado debido al bajo costo de sus artesanías, en determinado momento pueden acceder a varios mercados de distribución de las mismas ya que así como elaboran ceramica-no talavera, también elaboran cerámica blanca.
Figura 2. Cadenas de producción y comercialización de los productores de cerámica no-talavera
Fuente: elaboración propia
En cuanto a los productores de cerámica blanca (figura 3), localizados tanto en Puebla, como en San Pablo del Monte, Tlaxcala podemos decir que aunque su distribución sea principalmente de carácter local sus productos también son distribuidos a nivel nacional y exportados por medio del Fondo Nacional para el Fomento de la Artesanías, Fonart, debido a que la elaboración de sus productos está completamente libre de plomo.
Figura 3. Cadenas de producción y comercialización de los productores de cerámica blanca
Fuente: elaboración propia
CONSIDERACIONES FINALES
En nuestra región de estudio, encontramos una aglomeración de talleres familiares
dedicados a la elaboración artesanal de la talavera la cual ha generado desde mediados
del siglo XVI un conjunto de redes sociales y económicas así como instituciones
que permiten hablar de un sistema productivo local.
La aglomeración de diversos talleres de productores de talavera ha facilitado el
aprendizaje, la difusión y reproducción del oficio en tres momentos
históricos importantes:
En los tres momentos, la concentración de los artesanos en la región ha facilitado
la trasferencia de conocimientos de una generación a otra. El conocimiento tácito
es por lo tanto el elemento más importante en la consolidación —en
particular— de la unidad productiva, y —en general— del sistema productivo
local. En esta lógica, la familia juega un papel relevante en la socialización de
dicho conocimiento.
Así, tanto en Puebla como en San Pablo del Monte, Tlaxcala, observamos que la
mayoría de productores proviene de familias que se han dedicado durante décadas a
la producción de la artesanía de talavera. Estos productores cuentan con un
capital humano y social que les permite ingresar al sistema productivo con ciertas ventajas. La
manera en que se valora y percibe el trabajo de los artesanos que convergen en el taller tiene
que ver con las reglas y costumbres socializadas en el espacio local, mismas que son aprendidas
rápidamente por los productores que no tienen relaciones sociales directamente
involucradas en la producción de la artesanía.
El proceso de aprendizaje de los artesanos se da en un contexto de producción y
reproducción de hábitos y rutinas que legitiman el proceso productivo. Lo que
observamos en el trabajo de campo es que las destrezas que los sujetos adquieren al momento de
aprender el oficio, con el tiempo se trasforman en hábitos que son a su vez compartidos
con otros talaveranos, convirtiéndose en rutinas o costumbres que dan cuerpo a las
instituciones sociales que van integrando a un sistema productivo local; por medio de los
gremios, asociaciones de productores, organismos y normas legales (Hodgson 2007: 69). Es
así que el proceso de elaboración de la talavera —desde el aprendizaje del
oficio, hasta los mercados a los que se dirige la producción— tiene que ver con la
reproducción de dichos hábitos y rutinas.
Con lo que respecta a la relación entre los artesanos de ambos estados y tipos de
producción, podemos decir que ésta ha sido compleja principalmente por la
tendencia a creer: 1) que la competencia tiene que ver de manera exclusiva con el precio final
de la artesanía, 2) que la competencia sólo existe en el ámbito local,
específicamente nos referimos a la competencia que representa la producción y
venta de la artesanía de San Pablo del Monte, Tlaxcala, para los productores de la ciudad
de Puebla. De hecho, este fue el principal motivo por el que los artesanos de Puebla buscaron la
protección de la artesanía mediante la Norma 132 y la organización del
Consejo Regulador de la Talavera.
En cuanto a la relación de competencia entre los artesanos al interior de la ciudad de
Puebla como los que convergen en el municipio de San Pablo del Monte, Tlaxcala, se
evidenció la tendencia a la autosuficiencia relacionada de manera directa con el
prestigio del artesano y, por lo tanto, del taller. El prestigio del artesano y la experiencia
adquirida por él a través de los años se convierte en un arma de doble filo
al momento de la cooperación, dado que así como son reconocidos mediante sus
éxitos es difícil que los demás artesanos puedan olvidar un fracaso
dificultando en un determinado momento el comportamiento cooperativo. En este sentido, las
relaciones de cooperación y competencia se encuentran fuertemente interrelacionadas
dependiendo no solo del fin que se persiga, sino de igual manera del contexto social,
económico e histórico.
En distintos momentos históricos encontramos variadas formas de configuración de
las relaciones de cooperación y competencia entre los productores de cerámica. La
organización de los gremios de artesanos en el siglo XVI ilustra una etapa muy importante
de coordinación de los mercados locales novohispanos, en relación con los mercados
internacionales así como de relaciones de cooperación y competencia entre los
productores locales. En el siglo XX, en la década de los noventa, se observa la
organización de los talaveranos de la ciudad de Puebla mediante la formación del
Consejo Regulador de la Talavera y la Norma 132. Estas últimas instituciones y reglas son
una respuesta a la competencia no solo de productos locales, sino también a la de
procedencia asiática.
En nuestro estudio, observamos dos momentos importantes en la conformación de las
instituciones locales:
Las organizaciones de productores están construyendo, mediante el aprendizaje individual
y colectivo, instituciones y arreglos institucionales que han trasformando el ambiente
institucional del espacio local. La denominación de origen talavera, DO4, expresa un
conjunto de acuerdos, normas y reglas de organización de un mercado que en su proceso de
conformación ha generado un conjunto de acciones colectivas que hoy, todavía, no
sabemos si lograrán combinar un adecuado balance entre la cooperación y la
competencia entre los pequeños talleres familiares.
Tanto los artesanos de Puebla como los de San Pablo del Monte se están organizando para
flexibilizar la Norma 132 en torno a la delimitación de los yacimientos de barros y a la
elaboración del esmalte, lo cual resolvería el problema de los niveles de plomo en
las artesanías y favorecería la apertura a los mercados internacionales. En este
sentido sólo queda esperar que los artesanos logren generar cambios en la Norma 132 y que
lleguen a conformar un organismo certificador que les permita establecer lineamientos de
producción benéficos tanto para los productores de Puebla como para los
productores de San Pablo del Monte.
En síntesis identificamos una atmósfera industrial que permite, entre otras cosas,
el aprendizaje colectivo, intercambios informales y cierto dinamismo interno de
reproducción y organización del propio sistema. Así, el contexto
sociohistórico ha jugado un papel determinante no solo en la aglomeración de
productores y unidades productivas, sino del mismo modo en el sentimiento de pertenencia de una
comunidad productiva en constante cambio.
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