LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN EL COMERCIO JUSTO: UNA REFLEXIÓN ECONÓMICO-ANTROPOLÓGICA
RESUMEN:
El Comercio Justo como estrategia de desarrollo cuenta entre sus criterios de certificación la igualdad entre hombres y mujeres. Tras un trabajo de campo realizado en Chiapas, se observa que las productoras de café obtienen más beneficios económicos que en el mercado tradicional, sin que ello suponga un empoderamiento en su entorno. Entre las fortalezas para llevar a cabo este criterio encontramos la organización de las mujeres como base para su desarrollo, la sensibilización en cuanto a la desigualdad entre los géneros, el acceso a los recursos y la identificación de las mujeres como sujetos autónomos; entre las debilidades, la ideología del sistema patriarcal, las dificultades de desplazamiento de las mujeres, el monolingüismo o la asunción naturalizada de su multiplicidad de roles: productoras, cuidadoras, madres y esposas.
PALABRAS CLAVE:
comercio justo, género, empoderamiento, economía.
ABSTRACT:
As a development strategy fair trade includes among its certification criteria equality of rights between men and women. After a visit to the field in Chiapas, the study observed that coffee women producers obtain certainly more financial benefits with certified product rather than with the traditional market. However, this does not imply an empowerment at the level of local communities. Several advantages to applying the equality criterion were found. These include the organization of women as a starting point for development, the raising of awareness of gender inequality, gender training for women, access to resources and the identification of women as independent subjects. The disadvantages of this approach included those elements that upheld the ideology and the patriarchal system, the difficulties women experienced in moving from one place to another, monolingualism, domestic violence and the natural multiplicity of their roles as producers, carers, mothers and wives.
KEY WORDS:
fair trade, gender, empowerment, economic.
El Comercio Justo es un mercado perteneciente a las economías
alternativas o solidarias. Se trata de una comercialización de productos Sur-Norte, que se realiza con
unas reglas diferentes al libre mercado en cuanto a los actores implicados, finalidades, condiciones y
principios. Cuenta con un componente ideológico, posicionándose contra el neo-liberalismo
con el objetivo de cambiar las injustas reglas del comercio internacional y someter al comercio a las
necesidades de los pueblos y de los sectores oprimidos.
A través de un trabajo de campo realizado en cooperativas cafetaleras de Chiapas, México,
certificadas con Flo Cert,1 he analizado uno de sus criterios para la certificación de los productos, la
igualdad entre mujeres y hombres, arrojando luz sobre la realidad de su cumplimiento, basado
prácticamente en la participación de ellas en las directivas o cargos de decisión, sin
ningún cuestionamiento sobre el sistema patriarcal o incidencia en las causas de opresión de las
mujeres.
El objetivo general es analizar si efectivamente el Comercio Justo lleva a cabo este criterio, cuál es su
sustento teórico y si una determinada medida tiene una incidencia directa sobre el empoderamiento de las
mujeres y, por lo tanto, una transformación real de su situación de sumisión.
Cuando me inicié en esta temática, los indicadores que encontraba hacían referencia
fundamental y únicamente a la igualdad salarial, así que empecé a plantearme cuál
era la base teórica que sustentaba este criterio y cuáles eran sus concepciones en cuanto al
género y a la igualdad, parte del cuerpo teórico de esta investigación.
Para poder responder a estas preguntas he realizado un análisis holístico sobre la
situación de la economía internacional y los mercados globales, el acceso de las mujeres a los
mercados y sus condiciones de trabajo, las relaciones de poder que se establecen en la familia y en la empresa,
la dicotomía público-privado, el liderazgo de las mujeres empleadas, las políticas de
desarrollo, así como otros aspectos que quedan al descubierto a través del método
etnográfico de investigación.
La economía nos ha sido presentada a lo largo de la historia como algo neutro, cuando lo neutro, en un
sistema patriarcal,2 es creado desde lo masculino, como eje hegemónico que vertebra todos los sistemas de
la realidad.
Al referirnos a Cristina Carrasco (2003), las investigaciones en economía aparecen como representaciones
abstractas del mundo llevadas a cabo por investigadores donde se omite y excluyen a las mujeres y a la actividad
fundamental que estas realizan, aunque en los últimos años sí encontramos estudios
relativos al trabajo doméstico, sobre la participación de las mujeres en los mercados de trabajo,
o en lo relacionado con las discriminaciones laborales, y minoritariamente los que cuestionan el sesgo
androcéntrico de la economía.
En este sentido, las teorías feministas no aportan otra economía sino que ofrecen herramientas
teóricas para replantear una economía más acorde con la realidad. Se trata de ponernos unas
«gafas» con las cuales podamos ver el trabajo que realizan hombres y mujeres, y, más
aún, que nos permitan argumentaciones que justifiquen las relaciones de poder que se establecen entre
ambos.
Pero, ¿qué ocurre con el trabajo que realizan las mujeres? ¿Por qué es un trabajo
que se deshistoriza, que se devalúa, se descontextualiza de la esfera laboral?
Parte de estas preguntas serán resueltas en las definiciones de género, aunque me gustaría
adelantar que los géneros son definidos como opuestos, organizados jerárquicamente y construidos
desde la mirada masculina.
En estos opuestos es creada la dicotomía público-privado, de manera naturalizada, relegando al
hombre al ámbito público y a las mujeres al privado, base de la división sexual del trabajo
y donde la economía parece estar ciega. Así, en ocasiones se presentan los deseos de las mujeres
pertenecientes al ámbito privado elegidos por ellas mismas, naturalizándolos y dándolos por
sentado, sin ningún tipo de crítica. Como argumenta Cristina Carrasco (2003): «La
dedicación de las mujeres a la familia no está relacionada necesariamente con sus preferencias o
su productividad. A menudo les viene impuesta por la renuncia de otros miembros de la familia a colaborar en el
trabajo doméstico y las responsabilidades del cuidado de los niños y niñas»
(2003:110).
Además, estas esferas aparecen sujetas a un orden jerárquico que sitúa al ámbito
privado dependiente del público, donde estas armonizan dos estadios respectivamente: lo femenino y lo
masculino, y agregan valores distintos, dado que las actividades masculinas se consideran mucho más
importantes que las asignadas a las mujeres.
No se trata de que las mujeres, dentro de esos opuestos deseemos formar parte del mercado laboral asumiendo los
símbolos masculinos como mejoras de nuestras condiciones de vida y modelo de liberalización de la
opresión. Se trataría, por un lado, de que la economía visibilice el trabajo llevado a cabo
por las mujeres y, por otro, de deconstruir los conceptos y teorías patriarcales para crear otros
más acordes con realidades integradoras.
Por otra parte, sería reduccionista el planteamiento materialista que sitúa en el centro de las
desigualdades entre los géneros la incorporación de las mujeres a los mercados laborales o el
control sobre los medios de producción, porque no está teniendo en cuenta otros aspectos
culturales de opresión del patriarcado, como el tipo de sexualidad impuesta, las dificultades de acceso a
la participación política o a cumplir con sus propios deseos. Iris Young acuña el
término «doble sistema» para referirse al hecho de que la opresión de las mujeres no
se reduce solo a la economía.
Para finalizar, la división de los espacios público-privado, conlleva efectos de
discriminación, pero por otra parte limita nuestro análisis, además de fragmentarlo, por lo
que se hace necesario una nueva revisión que lo reconceptualice. Además de la necesidad de una
ampliación del foco de la economía que va más allá de la aportación de los
mercados, la monetarización de productos y servicios y lo ejecutado en el ámbito público.
¿QUÉ ES EL COMERCIO JUSTO?
Es una comercialización de productos Sur-Norte que están certificados con tal fin, la cual
se realiza con unas reglas diferentes, en cuanto a actores implicados, finalidades, condiciones y principios.
Cuenta con un fuerte componente ideológico, posicionándose contra las políticas
neoliberales con el objetivo de cambiar las injustas reglas del comercio internacional y someter al comercio a
las necesidades de los pueblos y de los sectores oprimidos.
Estas reglas están marcadas por la FLO (Fairtrade Labelling Organizations), certificadora del
Comercio Justo y de las cooperativas entrevistadas. Es una asociación constituida por 25 organizaciones3
que apuestan por las iniciativas de sellos del Comercio Justo, formando las redes de productores, comerciantes y
expertos externos. También tiene la función de inspección y sanción de las
organizaciones certificadas, con la intención de garantizar a los países del norte el cumplimiento
de tales exigencias.
Los criterios4 se dividen entre genéricos, dirigidos a personas productoras y a comercializadoras, y por
productos; entre los genéricos encontramos el alusivo a la no discriminación por razón de
género promoviendo la igualdad y las recomendaciones para establecer el Plan de Desarrollo de Comercio
Justo para pequeños productores, el empoderamiento, refiriéndose a las mujeres.
En la contraparte, FLO garantiza un precio mínimo en la compra de los productos certificados. En el caso
del café significa que, aunque su precio caiga en la bolsa de Nueva York, sus productores y productoras
siempre podrán contar con este mínimo establecido. Asimismo, un «premio social» es
otra cantidad económica que se otorga para la inversión en la comunidad y para facilitar el
cumplimiento de los criterios.
¿CUÁLES SON LAS PRINCIPALES CRÍTICAS?
Me centraré en dos tipos de críticas, una desarrollada a través del análisis del
criterio de igualdad entre mujeres y hombres y otra focalizada en el debate emergente de dos movimientos del
Comercio Justo, en cuanto a sus objetivos actuales.
En primer lugar, este criterio no aparece en toda la bibliografía o aparece de diferentes formas; por
ejemplo, como referencia a la «igualdad salarial entre mujeres y hombres», o bien «promoviendo
el trabajo de grupos más desfavorecidos como el de las mujeres».
El resultado es que se trata de un criterio vago y difuso de difícil aplicación y
evaluación, así que cada organización, productor o productora, investigador o
investigadora, tiene que saber de qué trata la igualdad entre mujeres y hombres.
Como ejemplo, Francisco Vanderhoff Boersma (2006), asesor de la Unión de
Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI) y cofundador del Mercado
Justo de México, realiza la siguiente afirmación, refiriéndose al impacto de Mercado
Diferente:5 «La organización de las mujeres dentro de la Unión, con sus propias empresas de
producción, crea un caminar lento de independizarlas de los ingresos del marido y tener la capacidad de
desarrollar empresitas propias, sean individuales, sean colectivas, lo cual ayuda en la economía
familiar» (Setem, 2006:69).
Se trata de un ejemplo muy esclarecedor de la conformación ideológica del criterio: las mujeres no
son percibidas como agentes de cambio de la comunidad, su identidad aparece ligada a la de un
«marido», se plantean los ingresos económicos como mecanismo liberador de la opresión
de las mujeres de forma «mágica» y no aparecen como sujetos económicos, sino como
colaboradoras de la economía familiar, garantes de las necesidades básicas de supervivencia6 y de
la soberanía alimentaria.7
Es mucho más usual encontrar proyectos específicos «para mujeres» en el Comercio
Justo, ya sea como proyectos independientes, donde sí es más evidente la consecución del
criterio de igualdad entre mujeres y hombres, o como parte de un proyecto específico dentro de una
organización, y generalmente en el sector de las artesanías. Un ejemplo de proyecto independiente
sería el de Creative Handicraft,8 llevado a cabo en la India para mujeres en desventaja social.
No ofrece solo una posibilidad de empleo y comercialización, sino una capacitación e
inclusión en grupos de trabajo de distinta índole. Como señala su director Johny Joseph:
«es un hecho probado que el crecimiento económico no produce necesariamente bienestar social
[…]. Sus ingresos han aumentado continuamente, aunque aún no son lo suficiente buenos teniendo en
cuanta sus necesidades económicas. Los patrones de toma de decisiones en sus vidas están
cambiando. Es importante ver cómo incluso en una sociedad tan patriarcal como la India se puede influir
en el patrón de toma de decisiones introduciendo cambios en el estatus económico de las mujeres y
realizando continuamente programas de capacitación» (Setem, 2006:96-97).
En cambio, es mucho más difícil observar la aplicación de igualdad entre mujeres y hombres
en los proyectos que son dependientes de otros más generales, como los que nos encontramos en las
cooperativas de nuestro estudio, y que veremos con más detalle.
En cuanto al debate emergente en los movimientos de Comercio Justo, volvemos a su definición cuando
enuncio que conlleva un posicionamiento ideológico frente a las políticas económicas
neoliberales.
Esther Vivas (2006) define dos grupos enfrentados en lo que respecta a objetivos y estrategias de trabajo, uno
que denomina «tradicional y dominante», el cual se basa en los criterios expuestos anteriormente y
cuenta con un discurso social y políticamente dominante; y otro que denomina «global y
alternativo», que tiene una visión más integral y alianzas con otros movimientos
sociales críticos con el modelo de globalización neoliberal.
Esta idea supone focalizar el Comercio Justo, no solo hacia la producción y comercialización, sino
hacia la modificación del comercio internacional y de los procesos de globalización, algo que
hasta el momento el Comercio Justo ha dejado intacto. Como veremos en el análisis de las entrevistas,
este movimiento supone una tensión en cuanto al deseo de los productores y productoras, difícil de
resolver.
Para poder debatir sobre el criterio de igualdad entre mujeres y hombres se nos hace imprescindible analizar
antes los conceptos de género e igualdad, para después introducirnos en la cuestión de
¿qué entiende el Comercio Justo que es el género y qué entiende que es la igualdad?
GÉNERO
En principio, el concepto hace alusión al sistema sexo-género: el sexo describe la diferencia
biológica entre mujeres y hombres, y el género designa lo que en cada sociedad se atribuye a cada
uno de los sexos; es decir, aquello que como construcción social se considera masculino o femenino
(Eagleton, 2000).
Hagamos un breve recorrido histórico. En el siglo XVIII, el discurso médico se apropia de la
definición de las diferencias sexuales y asume que hay una división natural de los cuerpos de los
hombres y las mujeres como una dicotomía que ordena parte del mundo. Sin embargo, desde la Edad Media nos
encontramos con una concepción del cuerpo llamado isomórfico ―los cuerpos del hombre y la
mujer son vistos como uno―, ya que no existía la dicotomía de la diferencia natural de los
cuerpos. Según S. Juan de Huarte (1575), hombres y mujeres tenemos el mismo cuerpo, con exactos
órganos sexuales, únicamente que en el caso de los hombres esos órganos se encuentran fuera
del cuerpo, y en el de la mujer, en el interior del mismo.
A partir de entonces, nos encontramos un cuerpo dimórfico, ya no hablamos de uno solo, sino de que
hombres y mujeres tenemos cuerpos diferentes a partir de nuestros órganos genitales. Con esta
argumentación, rompemos la fijeza de la idea universal y absoluta de las diferencias biológicas
entre mujeres y hombres, así como la dicotomía de los sexos.
A partir del siglo XIX, las referencias a las diferencias biológicas entre mujeres y hombres se
encuentran determinadas en las células y las hormonas (Alsop et al., 2002). Las diferencias
sexuales no son válidas para ofrecer ninguna causalidad, no explican las diferencias entre los
géneros que justifican discriminaciones o desigualdades y obvian otras posibilidades sexuales;9 sin
embargo, son utilizadas para validar la jerarquía social que mantiene a la mujer en una situación
de subordinación respecto del hombre, al naturalizar los comportamientos que se nos muestran como
inalterables o incuestionables.
Los códigos de género se refieren a expectativas de comportamiento social que existen para cada
uno de los sexos en una época o lugar determinados. Atribuyen las formas y procesos que definen, limitan
y transmiten el conjunto de modelos culturalmente disponibles para que las personas lleguen a una
identificación en términos de mujer y hombre.
Tras esta exposición podemos concluir que el género no se refiere a la enumeración de las
categorías hombre y mujer, sino que implica una reflexión más profunda enraizada en las
relaciones de poder/sumisión entre hombres y mujeres. Por ello, nos referimos a la perspectiva de
género cuando nos acercamos al objeto de estudio desde esta premisa, independientemente de que dicho
objeto sean mujeres o no. Por lo tanto, el Comercio Justo no debe entender que la suma de las mujeres a los
proyectos productivos, por ejemplo, está en aras de conseguir el criterio de igualdad entre mujeres y
hombres, algo que resolveremos en el capítulo del análisis.
IGUALDAD
Para articular el concepto de igualdad es imprescindible abordar el de diferencia; de hecho, a partir de estos
términos se desarrollan dos feminismos teóricos, el de la igualdad y el de la diferencia.
El de igualdad procede de la Ilustración ―al igual que el de diferencia son conceptos construidos
socialmente― y surge con la intención de crear un nuevo espacio político en el que todos los
miembros sean tratados por igual, con el objetivo de terminar con los privilegios del Antiguo Régimen,
pero en realidad no crea un nuevo espacio social (Jiménez, 1995). El principio de igualdad tiene efectos
de «universalización y exclusión» (Ibid.,1995), camuflados en una
estratificación social que asigna a las mujeres un rol de inferioridad. La esfera doméstica forma
parte del papel asignado a la mujer y la política moderna no hace eco de ello. Las diferencias sexuales
son silenciadas y mantenidas. Este feminismo desarrollado en el siglo XVIII parte de que las mujeres nos
encontramos en una situación de desigualdad que proviene de una estructura de dominación
patriarcal.
El término de diferencia ha sido relacionado con la diferencia sexual y como algo inferior. En el siglo
XIX este concepto deriva de la escuela postestructuralista francesa con un nuevo sentido: acentuar la diferencia
sexual, pero no desde la inferioridad, y crear un nuevo orden simbólico más acorde con lo
femenino.
Por ello, para situarnos ante una postura y una visión holística de los géneros
debemos cuestionar los roles tradicionales sexuados, y repensar la construcción de la subjetividad
femenina y la dicotomía de las esferas público y privado.
Siguiendo la propuesta postmodernista de deconstruir las categorías creadas por el patriarcado, propongo
una definición de igualdad más acorde con la temática a tratar: «distribución
equitativa de trabajos e ingresos entre mujeres y hombres, traducido en igualdad en la responsabilidad y cuidado
de la vida humana y en la participación en el trabajo remunerado» (Carrasco, 2003:111), lo cual
conllevaría a una nueva organización entre mujeres y hombres y distintas asignaciones de tareas,
no la falsa idea de mujeres iguales a hombres.
Antes de hablar de desarrollo, me gustaría aclarar algunas notas sobre el mismo. Al referirme al
desarrollo no lo hago desde una dimensión económica, sino desde una visión holística
que incluye el desarrollo social y humano, por lo que me apropiaré del concepto de
“posdesarrollo”, de Lourdes Benería, que hace referencia a esta pluridimensionalidad. Como
cita esta autora, parafraseando a Amarthya Sen: «el desarrollo económico no se traduce
automáticamente en una mejora de las condiciones de vida para las mujeres, mientras que estas pueden
mejorar sin que exista una vinculación clara con el desarrollo económico» (Benería,
2005:29).
El debate abierto, y que me propongo analizar en este apartado, es el modelo de desarrollo instaurado, con dos
posturas contrapuestas, las mujeres en el desarrollo y el género en el desarrollo.
Después de los años setenta, cuando se inician las políticas actuales del desarrollo, se
empieza a cuestionar el papel de las mujeres. No es hasta mediados de los ochenta que encontramos en los
proyectos de desarrollo objetivos concretos referidos a esta temática, lo que llamamos la perspectiva MED
(Mujeres en el Desarrollo), «añadir» a las mujeres a los proyectos. Estaría
relacionado con la realización de programas de desarrollo de «arriba abajo», donde ellas
aparecen como beneficiarias pasivas del mismo y donde no se cuenta con su experiencia, como si su
aparición en la arena política no existiera o no «sirviera», otorgándole menos
valor. Además, su concepción del género no estaría relacionada con la
asunción del establecimiento de las relaciones jerárquicas de poder por parte del sistema
patriarcal, sino asumiendo que las mujeres están en una situación de desventaja social y que es
necesaria la ayuda, en muchas ocasiones, incluso fomentando el mismo rol sexuado, causante de nuestra
opresión.
Podemos decir que el discurso de género y desarrollo GAD emergió en los noventa de las
Conferencias de la ONU y realizaba una crítica al modelo anterior, que situaba a las mujeres como
«una figura de la mujer colonizada, pobre y marginal que necesitaba ser conducida, educada, capacitada
para el trabajo, y la toma de decisiones en su localidad, a la que se le podía controlar desde el punto
de vista reproductivo y sexual a través de una serie de procesos de desarrollo diseñados para
empoderar a la mujer» (Hartcourt, 2005:13).
La perspectiva GAD parte de que el verdadero empoderamiento de las mujeres a través de las
políticas de desarrollo pasaría por el reconocimiento oficial de las mismas como agentes de
cambio, el reconocimiento de sus experiencias, una fuerte incidencia de las demandas del movimiento de mujeres
en las instituciones del desarrollo y un cambio significativo en las estructuras de poder patriarcal.
Las diferencias en el desarrollo entre «agregar mujeres» o aplicar la perspectiva de género
en el desarrollo son sustancialmente diferentes en sus estrategias, metodologías, enfoques, soluciones y
objetivos.
Con lo expuesto hasta el momento sobre el desarrollo, podemos decir que el Comercio
Justo podría ser una estrategia de desarrollo y además podría aplicar una perspectiva
(GAD). Esencialmente, en sus inicios se trataba de reemplazar la ayuda enviada a los países del Sur bajo
la forma de donaciones, por un nuevo sistema comercial que permitiera a los pequeños productores y
productoras mejorar sus condiciones de vida y desarrollar sus comunidades (Palma y Gomes, 2008:102).
El resultado actual es muy distinto, ya que nos encontramos ―como nos muestra el movimiento tradicional de
Comercio Justo, que es el mayoritario― con un objetivo basado en la comercialización que, aunque
está fuera de las reglas del mercado internacional, sigue sus mismos preceptos; y por otro lado con
proyectos dirigidos a mujeres desde una perspectiva MED.
El empoderamiento sería un paso más hacia la perspectiva GAD, que sitúa a las mujeres como
núcleo central en el diseño de estrategias y necesidades, y también de manera
participativa. Según Srilatha Batliwala (1977), el término empoderamiento surge del movimiento de
mujeres y «se manifiesta como una redistribución del poder, ya sea entre naciones, clases, razas,
castas, géneros o individuos. Las metas del empoderamiento de las mujeres son desafiar la
ideología patriarcal, transformar las estructuras e instituciones que refuerzan y perpetúan la
discriminación de género y la desigualdad social y capacitar a las mujeres pobres para que logren
acceso y control de la información y de los recursos materiales» (1977:188). Esta definición
queda incompleta si no se incluye la capacidad de acción, la agencia; no es suficiente con que las
mujeres tengan acceso a la información y los recursos, ya que no tiene por qué traducirse en una
cuestión automática de «ejercer» el poder.
De acuerdo con Henrieta Moore (2009), el verdadero empoderamiento de las mujeres a través de las
políticas de desarrollo pasaría por el reconocimiento oficial de las mismas como agentes de
cambio, el reconocimiento de sus experiencias, una fuerte incidencia de las demandas del movimiento de mujeres
en las instituciones del desarrollo y un cambio significativo en las estructuras de poder patriarcal. La
problemática feminista sigue residiendo en los orígenes de la subordinación de la mujer y
del dominio del varón en la esfera política de la vida social.
Un mayor desarrollo del empoderamiento nos llevaría a hablar de adquisición de «poder
propio», que estaría relacionado con el poder ejercido hacia adentro, en el que yo tomo conciencia
y adquiero herramientas personales para confrontarlo; el «poder con», con el concepto de
autonomía ―cuanto soy de autónoma para llevarlo a cabo―, con medidas políticas
y con el desenmascaramiento de la subjetividad femenina, y el «poder para», que estaría
relacionado con la agencia y con la movilización colectiva (Paz y Pérez, 2004; Kabeer, 1998;
Rowlands, 1997).
El trabajo de campo de la investigación lo he realizado en el sector de producción de Comercio
Justo del café, las organizaciones entrevistadas han sido cinco cooperativas y el contexto
geográfico es Chiapas, México. (Véase Cuadro 1)
Cuadro 1. Personas entrevistadas en las distintas organizaciones e instituciones.
Organización o institución |
Cargos o funciones de las personas entrevistadas |
UNAM |
2 investigadores |
FIECH |
Técnico Presidente |
La ComonYajNop Tic |
Presidente |
Acción Solidaria de la Sierra |
Presidenta Tesorera |
Unión Majomut |
Presidente Técnico |
San Fernando |
Presidente |
Fuente: Elaboración propia. Trabajo de campo.
Aunque otro motivo importante es que el café representa un sector más masculinizado que, por
ejemplo, el de las artesanías ―llevado a cabo casi en su totalidad por mujeres―, en el que
México también es muy representativo, y desde el cual hubiera sido muy accesible realizar una
investigación sobre «las mujeres» en el Comercio Justo, pero que resulta más
dificultoso para hacerlo desde la perspectiva de género; o sea, en este caso en relación con los
hombres. Como argumenta Verena Stolcke (1992), tenemos que ser cautelosas con esta afirmación, ya que
solo el análisis del poder y la subordinación puede que no nos lleve a la raíz de las
desigualdades de género y únicamente nos mantengamos en el discurso superfluo de la
equiparación de las mujeres con los hombres. Además, Soledad González (2005) señala
que un punto metodológico importante es la necesidad de analizar el trabajo femenino en relación
con el masculino.
Pero, ¿cómo incluir el género en el análisis desde este referente? Mi estudio no se
basa solo en qué ocurre con las mujeres productoras de café o cuál ha sido el impacto del
Comercio Justo en sus vidas o en su entorno, sino que, como recoge Caroline Moser (1993), la utilización
del género la llevo a cabo a través del análisis de la subordinación
mujeres-hombres.
En cuanto a las identidades que adopta cada una de las personas, y que manejo en las entrevistas
semiestructuradas, son múltiples; por ello cuando entrevisto a un presidente también hago
referencia a su papel como productor, al igual que cuando le toca a una presidenta; por eso resulta
difícil realizar un línea divisoria clara sobre cuáles son los roles que he asignado a cada
una de ellas y ellos. Otras identidades que también aparecen son las de cuidadora, madre, esposa o
lideresa, como veremos en el análisis.
Foto 1. Entrevista a productora de La ComonYajNop Tic
Encontramos pocas diferencias fundamentales en las organizaciones entrevistadas, excepto en dos de ellas: FIECH
y Acción Solidaria de la Sierra, y es que ambas tienen grupos de mujeres organizados; en cambio, en el
resto tienen proyectos específicos para mujeres. También coincide, como veremos más
detenidamente, que ambas organizaciones poseen una formación en género con respecto a la
sensibilización sobre las desigualdades y dirigida al empoderamiento de las mujeres.
A continuación, expondré un resumen de los resultados obtenidos, sobre todo los más
relevantes en cuanto a las cuestiones teóricas presentadas.
Foto 2. Cooperativa: La ComonYajNop Tic
¿QUÉ ENTIENDE EL COMERCIO JUSTO POR GÉNERO?
Hay una distinción de roles que está asumida tanto por hombres como por mujeres de manera natural,
la cual asigna a las últimas el trabajo doméstico y a los primeros el trabajo remunerado.
Lucía: Desde que estamos allá nos levantamos a las 4; allá tenemos que hacer el
maíz, molerlo, hacer las tortillas, hacer el café, todo lo que es… de una mujer, de lo que
hace una en la casa.
Baldomero: No, aquí ya, en el caso de nosotros, este… se ve más por la parte de los
varones, porque aquí en la zona es muy dado que el varón salga a ganar y la mujer se quede en
casa.
Incluso, cuando se hace mención a cualidades positivas, se atienden cuestiones biologicistas, tal y como
responde Vanesa cuando le pregunto cuáles son las diferencias fundamentales entre productores y
productoras:
Hay pocas, y son muy buenas, y trabajan mejor, muy bien (nos reímos) y tienen las señoras mejores
rentabilidades de sus tierras.
Por lo tanto, no encontramos con una definición de carácter biologicista de cada uno de los
géneros, sin el cuestionamiento del constructor social que establece relaciones jerárquicas de
poder entre mujeres y hombres, entre productoras y productores. En lo que el Comercio Justo no incorpora ninguna
medida y lo da también por sentado.
¿QUÉ ENTIENDE EL COMERCIO JUSTO POR IGUALDAD?
Bajo el paradigma de igualdad en el que se forman los estados modernos, nos encontraríamos con la idea de
que cuanto más se acerquen las mujeres al modelo de hombre (independientes, sin cargas familiares, con
dedicación exclusiva al trabajo, etc.) mayor acceso a la igualdad de oportunidades tendrán; esto
es validado como podremos ver en los siguientes ejemplos, aunque sería una igualdad al margen de las
teorías expuestas y sin el respeto a la diversidad.
Baldomero: Eh, bueno, déjeme comentarle un caso […] ella atiende su parcela y ella hace los
trabajos de un varón, y eso es bonito porque hemos tenido ejemplo de que también la mujer puede
hacer esa actividad, porque si tiene uno hijos […] y aparte de que es soltera, porque a veces lo que ata
en un matrimonio… pues el esposo ya no le permite quizá salir o por la propia obligación,
porque también esto en el caso de la sociedad hay que darle tiempo, en que hay que salir y todo, y en el
caso de ella tiene esa fortuna, este, de poder participar de esa manera, o sea, o también a lo mejor es
por lo que mencionaba, el este…el prestigio, el liderazgo el que vean que la persona que es activa se
carga a la gente, bueno, pongamos que la vean, que se mueve, porque parece que sí lo va a hacer.
Aquí tenemos la idea de igualdad como homogeneización; tal y como expuse, el criterio que engloba
a las mujeres dentro del universo masculino:
Esteban: y de lo que decía el compañero de los proyectos que nos han dado es que va por puntos; si
donde es el proyecto hay muchos indígenas pues tienes 10 puntos, si hay poco indígena un punto, y
del representante también: si es el representante pues es representante de todas las mujeres, él
es 1 punto y si fuera una mujer, si se hubiera puesto aquí a la licenciada, pues son 10 puntos, y todo
eso no lo sabíamos nosotros.
Aunque la igualdad entre mujeres y hombres es uno de los criterios del CJ, en la práctica observamos que
se trata de un criterio de «segunda», pero que suele cumplirse cuando las mujeres están
organizadas, lo cual nos puede dar una clave como indicador de acción para su desarrollo, que aparece
totalmente cohesionado con la participación democrática de las cooperativas.
Por otra parte, la certificadora lo evalúa teniendo en cuenta la participación numérica;
por ejemplo, el número de mujeres con cargo en la dirección, un dato cuantitativo que
difícilmente puede corresponder a la realidad que viven estas en esos puestos, aunque a largo plazo pueda
dar sus frutos.
¿QUÉ ENTIENDE EL COMERCIO JUSTO POR
PRODUCCIÓN Y QUÉ ES?
El trabajo remunerado y el no remunerado, en el caso de las productoras, aparecen interrelacionados, algo que no
sucede en el caso de los productores. No se trata de un hecho aislado ya que el PNUD, en su informe de 1995,
subraya la necesidad de que las encuestas de población activa reflejen la distribución del tiempo
entre las diferentes actividades económicas que realizan los distintos miembros del hogar y las
actividades que se dan de manera simultánea. Respecto a esta última afirmación tenemos los
siguientes ejemplos:
Lucía: Pues ya lo que es… así, si es, por ejemplo, como una hija que tengo y me ayuda, lo
que yo hago es pan, para vender con la gente, termino lo que tengo que hacer, de lavar el café, salgo
corriendo para hacer pan y luego vuelvo. Amalia: De hecho, como nos beneficiábamos en el mismo
beneficio, ella (se refiere a su madre) se encargaba de la alimentación de la gente que trabaja
ahí y pues yo a todo lo que era el beneficio húmedo.
Dentro de la producción también aparecen los demás miembros de la familia, como si se
tratara de un trabajo colectivo. Se rompe la idea actual de la familia como unidad de consumo, para reforzar la
idea de la familia como unidad de producción:
Alberto: nunca hay dinero para el campo, está abandonado. Hoy se escucha que el campo va a ser apoyado,
eso siempre se le escucha, que el campo, el campo… Pero después no es así, no llega a los
productores; de hecho se les ha dicho que los funcionarios han desviado para otra parte, no sabemos para
dónde han ido, todo lo que han dicho, y vuelvo a recalcar lo que aquí los compañeros, lo
que es el precio justo, yo lo he comentado en las reuniones, aquí en la región no es ya rentable,
lo hacemos porque lo hacemos la familia y yo, yo y la familia, pero si metiéramos jornaleros, ya
no.
Nos encontramos entonces con una división total de la producción cuando está establecida la
relación emocional entre productora-productor:
Baldomero: Pues del resto, en algunos casos, pues también como cuentan con el apoyo del esposo…
pero ellas básicamente tienen separadas su producción. Si por decir, alguna de las señoras
productoras que tiene una hectárea, posiblemente ayude al esposo, pero ella básicamente tiene que
llevar un control; pero la mujer básicamente donde apoya es en la parte de la alimentación, de que
esté pendiente de todo eso, pero sí sabe que esa parcela le está produciendo y que el
café es de ella.
Vanesa: Hay señoras que tienen sus esposos que son productores, que tienen sus parcelas, y también
su esposos, y entonces ellas manejan su propia producción y su acopio, y la vienen a entregar
acá…
Foto 3. Cooperativa San Fernando.
EL ACCESO A LOS RECURSOS
La igualdad en el acceso a los recursos sería un garante de que las condiciones de vida de las mujeres
han mejorado. El acceso a la titularidad de la tierra es lo que ha proporcionado que las mujeres entrevistadas
sean productoras y tengan ingresos propios, por lo que podría ser un elemento de empoderamiento. La
mayoría de las productoras han accedido a la posesión de la tierra a través del sistema de
herencia, aunque en los demás casos el acceso al recurso de la tierra lo obtuvieron a través de
negociaciones en el ámbito familiar, por lo que su papel ha sido activo, frente al pasivo de
transmisión de la herencia. Coincide con el hecho de que estas productoras participan en el consejo
directivo de su organización y provienen de grupos estructurados de mujeres y con formación en
género:
Mercedes: Yo me divorcié por necesidad por lo civil, y así adquirí mi terreno que era de mi
marido.
Celia: Pues igual, mi esposo me proporcionó una parte de su terreno que tiene para que yo pudiera ser
productora; en el momento que yo me casé, que nos casamos por todos lados, pues a mí
también me tenía que tocar algo, ¿no?, entonces pues sí, de esa forma, de
común acuerdo decidimos, pues tú también tienes derecho a trabajar y ahí tienes tu
parte. Mi marido tampoco tiene mucho y me proporcionó una hectárea, pero sabemos que con eso
podemos trabajar, y de esa forma, pues porque yo no tenía nada.
Por otra parte, observamos cómo existe un mantenimiento de la ideología patriarcal que produce una
barrera para el acceso de las mujeres a los recursos, justificado con un orden jerárquico del reparto de
la riqueza, en caso de herencia, de manera natural, como nos comenta Fidel:
El caso es que a veces hay un mal entendido occidentalmente, en el sentido de por qué la mujer no hereda
la tierra. Si hay suficiente, pues algún trocito le han de dar a la hija o a las hijas, pero en este caso
existe un regulador natural al interior de las comunidades indígenas, donde generalmente los varones son
los que reciben la tierra. ¿Por qué?, Porque cuando se casa es el esposo el que va a tener la
tierra; pero si el esposo no tiene tierra se la dan para que la trabaje, si no desde cuándo no hubiera
más tierra acá, y entonces habría un conflicto muy fuerte por la tierra.
Garantizar la igualdad en el acceso a los recursos entre mujeres y hombres está relacionado con la
promulgación de principios de justicia y derechos humanos. El problema se encuentra en su aplicabilidad,
ya que el sistema patriarcal cuenta con argumentos que lo vulneran. El Comercio Justo y otros organismos
públicos, como una ONG, deberían tenerlo en sus agendas para promover la igualdad real.
LAS MUJERES Y LAS POLÍTICAS DE DESARROLLO
La orientación que encontramos a través de las entrevistas realizadas es la de Mujeres en el
Desarrollo (MED). Se han realizado proyectos productivos relacionados en su mayoría con la
producción de hortalizas y aves de corral, no con el objetivo de que ellas obtengan mayor poder
económico o logren ser independientes, sino para que puedan ahorrar y obtener medios de subsistencia. En
este caso, las encontramos como sujeto económico, pero pasivo, lo cual dificulta, además, su
entrada a una mayor participación. En una entrevista informal realizada a un asesor de una de las
cooperativas, él comentaba: «desde que están los proyectos productivos, como unos ocho
años, las mujeres participan menos en las directivas de las cooperativas, claro, es que están
más ocupadas (se refería irónicamente a este tipo de proyectos)».
Celia: Hablábamos de los derechos de la mujer, equidad de género, salud reproductiva, lo que es la
comercialización, porque también como mujeres productoras tenemos que saber cómo tenemos
algunas tiendas comunitarias, también sobre administración, cuidado de los productos… todo
esto también se ha dado a las mujeres.
Sin embargo, en Acción Solidaria de la Sierra encontramos otros matices en cuanto a la aplicación
del género a las políticas de desarrollo. Además, es la única organización en
la que encontramos capacitación en género y que promueve, a través de la formación,
el liderazgo de las mujeres en las organizaciones, por lo que podríamos decir que trabajan
estratégicamente desde el género en el desarrollo.
Mercedes: Estamos llevando a cabo muchísimos proyectos, hace algunos años se sacaron unos
proyectos de pollos, de panadería, de granjas integrales, se han sacado muchos proyectos de
capacitación, de los derechos de las mujeres, de equidad de género, de salud reproductiva, y
muchísimos más, otros proyectos de… estamos trabajando con grupos de mujeres lo que son las
artesanías. Hasta el momento tenemos algunas productoras que se dedican al bordado, al tejido en las
comunidades y nosotras como organización estamos tratando de buscarles una salida, un mercado, es nuestro
trabajo, ahorita, de apoyo a las mujeres porque si se están trabajando esos proyectos, también
estamos trabajando con ellas en la elaboración de algunos productos domésticos para que no genere
mucho egreso para su economía familiar; ahorita, en septiembre, se va a hacer un taller para
enseñarle a las mujeres a hacer lo que es el cloro, la crema humectante y otros productos que sabemos que
son de utilidad, para no consumir, porque nos cuesta bastante caro por esta zona y también necesitamos
saber de algunas fórmulas, y entonces vamos a tratar de ver esas cosas en el taller.
Celia: Hemos conocido muchísimo, hemos conocido muchísima gente que nos ha ayudado, pero
también nos han ayudado las capacitaciones; por eso siempre estamos pendientes de que se le dé
capacitación a la mujer para que futuros directivos fueran mujeres, y vamos a defender esta parte, para
que podamos seguir trabajando.
Esta organización forma parte de la Federación Indígena Ecológica de Chiapas, la
cual nos relató cómo las mujeres participan en la elaboración de las bolsas en las que
envasan el café:
Eduardo: Mire, hay un grupo de mujeres que ellas están trabajando en la elaboración de las bolsas
para el envasado del café Biomasa; por ejemplo, los bolsitos que están allá (señala
a una de las estanterías). (…) De la comunidad Miguel Hidalgo, entonces ellas se encargan de
elaborar las bolsas, bueno, hacen muchos trabajos, ¿no?, bolsas de mano, y tienen ya el material de
serigrafía, pues imprimen playeras, hacen un montón de trabajo.
Con Acción Solidaria de la Sierra retomamos este proyecto, del que nos argumentan: «Muy buen
resultado, porque ayuda y da empleo a muchas mujeres… pero ha ayudado muchísimo, como
quería, el otro paso es la serigrafía, que la hicieran también las mujeres, porque hacen
las bolsas y mandan hacer las serigrafías es lo que faltaría por integrar».
Observamos que en esta ocasión tienen como objetivo que las mujeres controlen todo el proceso de
producción, además de estar dirigido a la “empleabilidad” de las mismas; por lo tanto,
las mujeres sí aparecen como sujeto económico.
BARRERAS SEXISTAS PARA EL ACCESO DE LAS MUJERES A LA
PARTICIPACIÓN
No podemos pasar por alto la violencia de género que, sin previa estructura en la entrevista,
apareció en dos ocasiones. Como nos dice Nahela Becerril: «aun cuando ha aumentado el
interés y los estudios sobre la violencia de género y feminicida, la realidad no se conoce en toda
su dimensión debido, por un lado a los distintos enfoques metodológicos para abordar el problema,
y por otro, a la carencia institucional para el registro de información sobre casos de violencia de
género contra las niñas y las mujeres en el país y en Chiapas» (2010:33). Y al ser la
violencia de género la máxima expresión de la desigualdad entre los géneros, y que
puede quedar encubierta con formas tradicionales-culturales de relación, el Comercio Justo debería
prever este hecho.
Presento la violencia de género como barrera de participación porque está totalmente
enraizada en la ciudadanía; no podemos ser ciudadanas de pleno derecho mientras sigamos apareciendo
muertas en los hogares.
Otros de los elementos del sistema patriarcal que impiden la participación activa de las mujeres
son la movilidad y el monolingüismo. Los desplazamientos desde los cafetales a las cooperativas o a los
núcleos urbanos suelen ser largos y desde zonas de alta montaña, por lo que generalmente tienen
que hacer grandes tramos a pie, con el peligro a la vulneración física y sexual. El transporte
colectivo es prácticamente inexistente y el privado también es escaso; y si se tiene son los
varones lo que poseen la licencia de conducir, por lo que los tiempos son muy importantes; si a ello le sumamos
la falta de compatibilidad de la vida familiar y laboral, y la extenuante jornada (re)productiva, sus
posibilidades de participación están mermadas. En toda la zona la población indígena
es muy numerosa, aunque actualmente prime el mestizaje, lo cual fomenta el uso de idiolectos. El hecho de que
las mujeres se encuentren más aisladas y su nivel formativo sea más bajo provoca que no hablen el
castellano, fundamental para la participación para y relaciones comerciales. También de forma muy
vaga, y de muy difícil reconocimiento en las entrevistas, un obstáculo de las mujeres para la
participación comunitaria suele ser el rechazo por parte de sus maridos.
Eduardo: Nosotros, como organizaciones, las sedes no las tenemos en la comunidad, lo digamos, tenemos en un
pueblito, donde tenemos más acceso a la comunicación… Pues entonces a una mujer se le
complica más bajar de una comunidad y estar ac, y las mujeres dicen: no yo voto esto, y perfecto,
¿verdad? Y las que digan no, es que no podemos, porque se nos complica estar allí o subir y bajar,
pues tampoco obligamos, ¿no?
Lucía: Pues como le digo… no tengo tiempo (para ir al centro formativo), y como muchas veces nos
vamos al rancho, y como está a dos horas y media andando desde donde nos queda el carro para arriba
caminando, está lejos.
Luis: Es que como no hablan muy bien el español las señoras, o sí, hay algunas que
sí, pero igual no están acostumbradas a salir, por ejemplo… ¿Y habrá
resistencia también por parte de los señores? Sí, sí, entonces, por ejemplo, es un
problema.
Con esta realidad, las dificultades de participación de las productoras en las cooperativas, de manera
activa, son más que claras. Teniendo presente que FloCert se centra en esta variable para valorar el
alcance de la igualdad entre mujeres y hombres, sería recomendable que estableciera medidas para eliminar
las barreras para el acceso de las mujeres a la participación.
En las siguientes tablas podemos observar qué cantidad de productores y productoras existen en las
cooperativas, así como cuál es la participación de las mujeres en la directiva de la
organización. Su representación es inexistente en todas, excepto en una: Acción Solidaria
la Sierra es la organización que trabaja el desarrollo desde la perspectiva GAD y el empoderamiento de
las mujeres. No quisiera caer en el reduccionismo que realiza el Comercio Justo a la hora de evaluar el criterio
de igualdad entre mujeres y hombres, al «contar a las mujeres» sin entrar en otros criterios de
carácter cualitativo o estructural, pero sí es un fiel reflejo del resultado de las barreras de
participación de las mujeres.
Gráfica 1. Participación de productores y productoras socios de las cooperativas estudiadas.
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Fuente: Elaboración propia con base a datos del trabajo de campo.
Gráfica 2. Participación de productoras socias de las directivas de las cooperativas estudiadas.
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Fuente: Elaboración propia con base a datos del trabajo de campo.
Igualmente puede deberse al hecho de que las mujeres estén organizadas de manera independiente. En el
caso de La Common se trata de una organización más reciente y más pequeña,
por lo que su estructura es más flexible.
LA ORGANIZACIÓN DE MUJERES COMO BASE PARA SU DESARROLLO
La organización de mujeres, tanto dentro de la cooperativa como en la
comunidad, parece ser un elemento clave para su desarrollo y empoderamiento. Son muy notables en las entrevistas
las diferencias entre las productoras que proceden de otras organizaciones, sean de mujeres o no, pero con un
matiz feminista, y las que no tienen organizaciones de mujeres en su comunidad, que son la mayoría. Los
productores también aceptan que es un elemento clave para su desarrollo.
Baldomero: En las comunidades sí se organizan las mujeres para poder, inclusive si instituciones les
dicen: “Les vamos a dar estos beneficios pero necesitamos que estén organizadas”, pues ellas
se agrupan y eso es algo que traen de beneficio a la misma familia; sí, aquí se dan en las
localidades de grupos, así, de mujeres, inclusive para las cuestiones de pláticas de salud que les
dan en el centro de salud.
Eduardo: Pues de igual forma yo pienso que es importante que cada organización debamos de tener en cuenta
el trabajo de la mujer y que es importante estar organizados; antes decíamos que era difícil
trabajar individualmente; pero si nosotros nos organizamos, a veces es difícil, porque nos encontramos
con tantas cosas…, pero hay que buscar métodos de tal forma que la gente se vaya organizando y
así facilitar el trabajo; a veces hay trabajos difíciles, como el trabajo de campo, de realizarlo
una persona; pero si hacemos equipo se nos hace mas fácil, entonces invitamos a los demás grupos a
que, pues, se mantenga esa unidad, y pues que no haya discriminación, pues en un grupo habemos de
diferentes colores, partidos, religiones, pero es necesario mantener esa unidad sin haber discriminaciones.
En general, los datos que han arrojado las entrevistas han sido más que pertinentes para resolver las
cuestiones planteadas inicialmente. Podemos decir que hay un conocimiento entre los productores y productoras
de los procesos globales económicos y su intersección con las políticas económicas
locales, aunque se trata de un tema muy complejo. Su inicio en el Comercio Justo surge por cuestiones de
necesidad, tras una bajada de precios del café, por lo que se plantea como solución a los
momentos de crisis y no como movimiento de incidencia política.
El planteamiento de igualdad entre los géneros, como criterio, necesita de una revisión
teórica para su aplicabilidad. La certificación ha centrado su ejecución en la
participación de las mujeres en los cargos directivos de las cooperativas, lo que podría ser un
indicador válido para evaluar su representatividad, pero no es un fin en sí mismo.
Debería centrarse en remover los obstáculos que impiden la participación de las mujeres,
más que en la suma de su participación como resultado.
Los cambios proporcionados por el Comercio Justo, en sus comunidades, son escasos, aunque pudieran ser muy
valiosos. Lo que aparece oculto son los cambios que pudieran acontecer de manera global, lo cual puede deberse
a la imperceptibilidad de los mismos o a su inexistencia.
Si volvemos al inicio de la investigación, donde concretaban cuáles serían los objetivos
y las preguntas de análisis, podemos concluir que el criterio de igualdad entre mujeres y hombres es
vagamente conocido, y que de alguna manera se intenta llevar a cabo, por parte de las organizaciones de
producción, en el sentido de equiparar a hombres y mujeres, o bien con acciones dirigidas en muchas
ocasiones a fomentar su rol tradicional. Esto no cuenta con unos indicadores claros para su consecución
y tendría que pensar que para ello es imprescindible un trabajo previo en la comunidad y dirigido al
cuestionamiento del sistema patriarcal, como eje de opresión de las mujeres, encontrando como fuerzas
favorecedoras la formación en género de las productoras, la sensibilización a las
cooperativas sobre la desigualdad entre mujeres y hombres, el acceso a los recursos, la creación y
fortalecimiento de las organizaciones de mujeres, su participación activa en diferentes ámbitos
de la vida y la identificación de las mujeres como sujetos autónomos.
En cuanto al desarrollo, la puesta en práctica de proyectos productivo, por parte de las organizaciones
productoras, para «mejorar» la situación de las mujeres sigue una perspectiva MED, que no
contribuye a un cambio desde la perspectiva de género; o sea, en relación a la abolición
de las relaciones jerárquicas de poder.
Para finalizar, hay que decir que el Comercio Justo por sí solo, y con este único criterio que
alude a la situación de desigualdad que viven las mujeres, no tiene una incidencia directa en su
empoderamiento; en cambio, cuando aparecen otros elementos como la organización previa de las mujeres,
la sensibilización en cuanto a la desigualdad entre los géneros, la formación en
género de las mujeres, las posibilidad de acceso a los recursos y la identificación de las
mujeres como sujetos autónomos, su impacto es mucho mayor. En este sentido estaríamos hablando
de cambios de tipo estructural, por lo que se hace necesario que estos procedan de todos los estamentos de
socialización.
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4http://www.fairtrade.net/standards.html. acceso el 18 de noviembre de 2011.
9Consultar: Fausto-Sterling, Anne (2006).Cuerpos sexuados. La
política de género y la construcción de la sexualidad. Madrid: Melusina.